martes, 20 de enero de 2009

El objetivo

"No estoy solo ―dijo Arturo―. Estoy rodeado de perplejidades" (John Steinbeck: Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros).

Dicebamus hesterna die. La economía es también política. A veces es necesario pronunciarse y estoy convencida de que la marca ‘economía’ es perfectamente aplicable a lo normativo y sin necesidad de canon. No sólo es legítimo hacerlo, me atrevería a señalar que es incluso deseable. Los economistas han de instalarse, en ocasiones muy a su pesar, en el movedizo terreno de las ciencias sociales. Lo cual les lleva a soportar que sus colegas de las llamadas ciencias positivas los miren con suspicacia y pongan en entredicho que la economía sea una ciencia “dura”. Lo ha explicado perfectamente mi colega Juan José en su comentario: el movimiento de defensa de mi gremio es escudarse en la cientificidad de los instrumentos utilizados, como si las matemáticas certificasen la calidad de un producto y su inclusión en el seguro sendero de las ciencias. Sigo defendiendo que se trata de un complejo de inferioridad de raíces históricas. Me atrevería a asegurar que sus orígenes no andan lejos de la Crítica de la Razón Pura de Kant y sus seguidores. La distinción entre explicar (erklären) y comprender (verstehen) ha vertebrado la intrahistoria o metahistoria, -no estoy segura-, de las ciencias en los últimos dos siglos.

Nuevamente las sirenas filosóficas ralentizan el trayecto económico. Afortunadamente. Pero, volvamos a la economía. En su versión más política: la política económica. Una forma de definirla pasa indudablemente por definir cuáles son sus objetivos. Desde una perspectiva un tanto general, hay que señalar que pretende alcanzar los objetivos económicos esenciales, a saber, crecimiento económico, estabilidad de precios, pleno empleo, distribución de la renta y la riqueza, equilibrio en la balanza de pagos. Estos objetivos no han suscitado el consenso general, pero son los que habitualmente se mencionan en la literatura al uso.

El primero de los objetivos mereció o desmereció (nunca se sabe) una entrada en este foro. Hoy hablaré de la estabilidad en general y de la estabilidad de los precios en particular en tanto que objetivos macroeconómicos de política económica.

Hablaba ayer de la medida de la inflación; hoy quiero recordar que entre los efectos perversos de esta subida general y sostenida de los precios se encuentra la pérdida de competitividad a la que condena al país que la sufre. La inflación reduce las exportaciones y afecta, en ese sentido, a la balanza comercial de ese Estado. En otra entrada hablaré de la Balanza de pagos.

La política económica se plantea también un objetivo ambicioso: amortiguar los impactos de los ciclos económicos entendidos como las fluctuaciones al alza y a la baja de la economía de un país a lo largo de un periodo. Muchos dudan de la capacidad de los gobiernos en un contexto de economía abierta para alcanzar este objetivo. Por ejemplo nuestro país no puede hacer uso de cara a la consecución de estos de instrumentos como la política monetaria o de tipos de cambio. Pero, ése sin duda, es otro tema.

Mañana publicaré en este foro una entrada más larga de lo habitual. Se trata de un ensayo que elaboraron los alumnos del curso anterior y que abordaba precisamente el tema de la estabilidad en su relación con los Bancos Centrales. Quiero que el trabajo riguroso de algunos antiguos alumnos sirva como referencia para los actuales. El trabajo fue muy bueno. Pero prefiero que juzguen ustedes mismos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin ánimo de entrometerme en la dialéctica imparable y al mismo tiempo sublime, y por lo visto últimamente, también internacional, en la que estáis inmersos sobre el tema económico quiero decirte algunas cosas.
Begoña, no te preocupes, Ítaca te espera, como a todos, aunque no todos sepamos donde encontrarla. Déjate llevar un rato, por el murmullo armonioso y el canto mágico de las sirenas, que no filósofas. A mí me encanta. No las mates ignorándolas, tápate un rato los oídos o pide que te aten al palo mayor, y así, engañadas, seguirán viviendo. Y si te pasa como a Ulises, y se te acerca Eolo encantado de tu sutileza y elocuencia, deja que te arrope, que no todo es economía. Cinco minutos sin “ciencia” son posibles, pese a alguna de tus comentaristas.
Toda la culpa no es del Tartarín de Koenigsberg, en todo caso, lo es más de sus seguidores. Que la metafísica no haya encontrado todavía el camino seguro de la ciencia es para Kant cierto, pero creo que tampoco le importaba demasiado. O al menos, le preocupaba un poco menos, que a todos los participantes de este foro, el saber si la economía garantiza algo más de lo que es capaz de hacer la meteorología. Por otra parte, tampoco sabía gran cosa de Aristoteles. La metafísica que él conoce es la que no se siente capaz de satisfacer a todos los espíritus que la “comprenden “. Yo, por suerte para mi, cuanto más me explico, más comprendo. Por lo menos a mí mismo.
Decía Goethe, refiriéndose precisamente a Kant, que para que la filosofía, cualquiera que ella fuese, influyera en la vida, era necesario vivirla y amarla. Casi nos basta, si es que no nos sobra, con estar en consonancia con nosotros mismos.
Por último, gracias por haberme hecho recordar con lo de la intrahistoria el pasaje precioso y definitivo donde Augusto se le pone chulo a Don Miguel y le dice que “no sea que esté usted equivocado y que ocurra precisamente todo lo contrario de lo que usted se cree y me dice”, es decir, que yo viva cuando usted esté muerto. A lo mejor ocurre que el personaje mata al autor, pues ya tiene vida propia, aunque sea en una nivola.
Por cierto, me encantaría tener unos alumnos como los tuyos. Ese ensayo es una maravilla.
Un abrazo.

Begoña dijo...

Es una desgracia de dimensiones casi trágicas no disponer de tiempo suficiente –no hablaré de otras carencias, por otro lado, evidentes- para responder a ciertas intervenciones. Realmente supone un estímulo contra la pereza intelectual, la más peligrosa entre las de su género, leer comentarios como el tuyo.
No, no voy a matar las sirenas. Pero mi papel en este cuaderno de bitácora se parece más al de la paciente Penélope, que teje y desteje y vuelve a tejer, que al de Ulises, muy dado a las tentaciones de toda índole, pese a su pathos heroico. Porque el tejido de ayer es sin duda diferente al de hoy; aunque sean pocos los elegidos para apreciar el matiz. Esa es mi labor de aprendiz de profesora, a veces bendecida por los atisbos de sensatez de los alumnos, que se traducen en trabajos como el presentado.
Volviendo al tema de debate, que no a Kant, te diré que siempre he sospechado de esa dicotomía supuestamente clara entre hecho y valor. De ahí que ni la propia meteorología escapa a los juicos valorativos. Por ejemplo, la cuestión/debate (la utilización del propio término ya empieza a sonar a chamusquina)urgencia del cambio climático. ¿Se ciñe al ser o al deber ser? ¿A ambos? ¿20% y 80%? En fin, si Hume levantara la cabeza…
En fin, muchas gracias por tu estimulante intervención.
Saludos:
Begoña