miércoles, 28 de enero de 2009

Una verdad incómoda

“A los hombres no les mueve el mérito de la buena acción si no lleva tras de sí el premio” (Ovidio)

Después de tantas películas en su grata compañía, creo que no revelo nada especial si afirmo que me interesa el estudio del medioambiente en general y de la economía ambiental en particular. Esa preferencia personal y el hecho de que, de vez en cuando, me guste perderme por bosques que se salen del encorsetado sendero del currículo académico justifican la inclusión del tema de hoy en el cuaderno de bitácora de los principiantes.

Los libros de texto al uso señalan que uno de los fallos del sistema de economía de mercado se deja ver en la incómoda existencia de externalidades negativas. Aunque en su día definí el concepto de 'externalidad', no está de más volver a refrescarlo: efectos colaterales generados habitualmente en el proceso de producción de bienes y servicios cuyo coste no es soportado por la empresa que los causa sino que son revertidos al conjunto de la sociedad. Los costes particulares de esa empresa devienen costes sociales. El paradigma par excellence de externalidad negativa es la emisión de contaminantes a la atmósfera, los vertidos en el medio hidrográfico o la contaminación de suelos en actividades industriales.


Es evidente que las empresas e incluso los individuos contaminan –contaminamos-, porque resulta la forma más barata de resolver el problema práctico de cómo eliminar los residuos que sobran cuando han terminado de usar algo. Los agentes económicos toman sus decisiones de producción, consumo y eliminación de residuos en el marco de un conjunto de instituciones económicas y sociales que configuran los incentivos que les llevan a tomar unas decisiones en lugar de otras. Por tanto, cualquier política ambiental que pretenda corregir, paliar o incluso erradicar estos efectos habrá de comenzar por conocer la estructura de incentivos que evitaría ese comportamiento contaminante de las organizaciones.


En no pocas ocasiones se escucha la tesis deliberadamente simplista de que el problema de la contaminación es el resultado inmediato de la búsqueda del beneficio, como si se tratase de una inexorable relación causal: ahora bien, no es el beneficio per se, el que hace contaminar a las empresas. De hecho, en la antigua URSS no existía libertad de empresa y se produjeron importantes daños ambientales.


Vuelvo a mis manías. ¿Qué se entiende por incentivo? La RAE lo define como “que mueve a desear o hacer una cosa”. Un incentivo es por tanto un motor. Esa acepción encuentra una especial significación en el terreno económico. Lisa y llanamente: un incentivo es todo aquello que lleva a los agentes económicos a canalizar sus decisiones económicas de producción y consumo en una determinada dirección. Es evidente que los incentivos no son sólo de índole material, incluso en este contexto: los seres humanos también pueden modificar su comportamiento llevados por incentivos no materiales: prestigio social, reconocimiento, autorrealización, etc.


Por tanto una política económica ambiental cuyo objetivo sea eliminar estas externalidades ha de esforzarse en encontrar una estructura de incentivos para la industria. Toda empresa trabaja en el marco de un determinado conjunto de incentivos: en las economías de mercado suele ser el incremento de los beneficios empresariales netos. Una de las formas de las que se han valido para lograrlo es utilizar el medio ambiente para eliminar los residuos que generan, desembarazándose del coste necesario para su eliminación. La razón del comportamiento es que este siempre ha sido gratuito, esto es, poseían incentivos suficientes para hacerlo.


Asegura el refrán que un clavo se saca con otro clavo. Un incentivo para realizar determinadas prácticas puede ser eliminado si se encuentran incentivos que sean valorados como superiores. Por eso, un procedimiento que suele ser eficaz para evitar la contaminación es diseñar un sistema que se sirva de los incentivos monetarios normales que guían a las empresas para estimular a éstas a contaminar menos. Un modo de hacerlo es cobrar a las empresas por verter material contaminante al medio ambiente, o eximirles del pago de impuestos ambientales si no lo hacen. Otra forma pasa por utilizar métodos disuasorios: consiste en aprobar leyes que prohíban las actividades contaminantes y fiscalizar su cumplimiento. En otra entrada analizaré con más precisión los distintos tipos de políticas encaminadas a evitar la contaminación ambiental por parte de las industrias.


Todos necesitamos en un momento u otro incentivos. El mío, el que me lleva a seguir siendo fiel a mi cita a pesar de los exámenes y del trabajo, son sin duda ustedes y sus comentarios.

5 comentarios:

Joaquín dijo...

Buenas noches:

Adriana mencionaba, dos artículos atrás, que con su comentario poco estaba aportando al artículo del día (Hombre rico, hombre pobre).

Siento decirle que no estoy de acuerdo con usted, ya que con su descripción de la curva de Lorenz y sus preguntas abiertas, consiguio que yo pudiera visualizar tales conceptos, dado que por algún motivo no me funcionaba el link a la gráfica. De modo que muchas gracias por su intervención.

Sin embargo, hoy sí que, con motivo, puedo decir que poco puedo aportar al enorme artículo. Mis conocimientos sobre políticas ambientales son cuasi-nulos negativos (es decir, las pocas nociones que tengo a buen seguro serán erróneas).

Ávido estoy de profundizar en el conocimiento de nuevos incentivos ambientales...

David dijo...

Tu quoque confiesa que tuvo walkman, pero no tiene mp4, ni iPod. Ni siquiera sabe cómo funcionan.
Y la necesidad de vivir con la música en los oídos pasó a la historia hace muchos años. Hasta me cuesta en el coche, porque prefiero la radio.

Hoy nos hablas de la contaminación.

Un par de buenas noticias por mi parte.

El lunes os hablaba de las 8P del marketing. La primera buena noticia es que una de esas P, reza Planet. Todo lo relacionado con el medioambiente, al menos, pasará a ser tenido en cuenta en algunas empresas como parte importante de su quehacer.

La segunda es menos teórica y más práctica. La certificación ISO14000 permite "conocer" a las empresas que tienen el cuidado del medioambiente entre sus prioridades. Las comillas son porque no creo mucho en las certificaciones, acronímense como se acronimen.
Pues bien, en mi empresa hemos tenido este mes el primer caso en el que esta certificación no ha sido suficiente para avalarnos ante la preocupación medioambiental de uno de nuestros clientes. El cliente, que no menciono por confidencialidad, pero es una empresa grande, que cotiza en el Ibex35, nos ha pedido mucho más. Muchísimo más. Tal es así, que ha solicitado un informe completo de la contaminación producida para fabricar cada uno de nuestros productos. Eso es mucho. Pero muchísimo es que, además, nos ha pedido un informe de cuanto dióxido de carbono han emitido los coches de nuestros asesores técnicos en todos los desplazamientos que han realizado a sus instalaciones. ¿Excesivo? Tal vez. Pero desde luego ejemplarizante.

Buenas noches a todos.

Begoña dijo...

Buenas noches a los dos:
No interpretéis mi silencio ante vuestras intervenciones de los últimos días como desinterés. Al contrario, me parecen sumamente interesantes y, por qué no, esperanzadoras. La P de Planet era un must, porque durante mucho tiempo ha sido el convidado de piedra. Y no porque me trague el discurso ambientalista a pie juntillas –sé de lo que hablo y más estos días- , sino porque las organizaciones con sus actividades son agentes impactantes en un medio ambiente que cada vez nos enseña más sus limitaciones. Y en la misma línea, es alentador que haya empresas que utilicen su poder frente a los proveedores para exigirles mayores compromisos ambientales.
Muchas gracias a los dos. Prometo estar en breve al 100%
Begoña

David dijo...

Ni un gramo de preocupación, Begoña. Hacer lo que haces, estar cada día aquí, a mi me parece admirable. Simplemente por comparación: yo no sería capaz de hacer lo que tú haces. Así que lo admiro.

Eres todo talento.

David

Anónimo dijo...

Buenas tardes Begoña,

Lo primero de todo me habría gustado darle las gracias a Joaquin por haberme introducido en su comentario y agradecimientos. Con la esperanza de que lo lea, gracias.
Antes de empezar con el asunto clave me gustaría expresar (como he dicho en una entrada anterior), que las citas que al principio de cada entrada publicas, dan mucho de que pensar. Hoy por ejemplo he encontrado una que me ha llamado la atención : “Un ahorrador es un imbecil que inmoviliza mil francos para ganar cinco, e ignora cuántas cosas bellas se pueden hacer con mil francos. “ Esta frase la dijo Tristan Bernard. Digamos que me ha dado de pensar porque cuando hablamos de ahorrar dinero, siempre lo vemos digamos que en color rosa; para nosotros quiere decir que vamos a depositar nuestro dinero en un lugar seguro para que al cabo de un periodo de tiempo determinado nos de unos beneficios. Es cierto, tendrás tus beneficios. Pero también es cierto lo que apunta Tristan Bernard: mientras todo ese dinero esta bajo llave, nos estamos perdiendo cosas que podrían hacernos feliz si gastáramos ese dinero. No estoy diciendo que halla que desaprovecharlo, pero que algunas veces miramos nuestros ahorros como una recompensa a largo plazo, e igual nuestra recompensa, nuestro premio hubiera sido si hubiéramos hecho algo con ese mismo dinero. Se que no tiene nada que ver con tu entrada, pero de vez en cuando no esta mal hacer una nueva aportación.

Volviendo al tema de tu entrada: las externalidades negativas. Ahora y mas que nunca las empresas deberían darse cuenta de el daño que están produciendo al exterior. Esto que he dicho tiene que ver con la cumbre de Copenhague. Es aquí donde se intenta solucionar el problema del medio ambiente y el clima, pero sin la ayuda de las empresas (y la nuestra claro), sino son ellos los que se conciencia y usan programas ecológicos o disminuyen las externalidades producidas, me temo que Copenhague será una mera “anécdota” que se olvidara muy pronto. No es fácil que un de un día para otro venga una persona y te diga : “Reduce el daño que estas haciendo lo que te puede producir perdidas grandes ya que con esa basura tendrás que hacer algo para que no cause males. Pero eso si, nosotros no te vamos a dar ningún incentivo.” Si a mi me plantan esa situación, y me diera igual la ecología ( cosa que por suerte en mi caso no es así), no les haría ni caso. Esta claro que muchísimas empresas utilizaran la técnica de un clavo saca a otro clavo, siempre que este último sea una compensación económica generosa. Sino, dudo que hagan algo para reducir sus externalidades. Lo peor de todo es que estos empresarios o grandes jefes actúan desde el egoísmo: se preocupan por si mismos, asegurándose que sus cuentas bancarias estén a rebosar, cuando lo que están haciendo al no reducir las externalidades es echar a perder todo lo que le rodea y rodeara a los suyos. Estoy viendo esto desde un punto de vista mas bien personal, pues a mi me pueden afectar y de hecho en algunos casos me afecta todos esos daños que las empresas no solucionan. Y como siempre, es un problema de egoísmo y poca conciencia ecológica, lo cual es una verdadera lastima.

Saludos, Adriana Errea.