miércoles, 7 de enero de 2009

La estrategia del caracol

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.


Mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.

Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.

Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.

Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple.
Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.


Mario Benedetti. "Estrategia y táctica"



Lo siento. La indignación me puede y anula la posibilidad de un discurso sereno y racional. Resulta obsceno que en el mismo avance de noticias convivan pacíficamente (al menos en la mente y en el trabajo de los redactores) dos asuntos tan disímiles: la muerte de civiles tras el bombardeo en dos escuelas de Gaza, las carreras, los gritos de quienes pretenden salvar el pellejo ante la inminencia de los bombardeos y las carreras de aquellos que quieren aprovechar las rebajas de enero, encontrar El chollo como si en ello les fuese algo más valioso que la propia vida. Resulta difícil reconciliarse con estas contradicciones: resulta todavía más complicado mantener la mesura y la compostura ante actuaciones que son una auténtica carnicería. Y resulta abrumadoramente indignante el abstracto discurso de la estrategia y de la táctica que no repara en sus dolorosas encarnaciones. Los ‘analistas internacionales’, curiosa profesión, hablan de estrategias en los dos bandos que se fundamentan en la táctica del sacrificio de los que intentan, como ustedes y como yo misma, sobrellevar la existencia de la mejor manera posible o al menos de la más digna.


Y mientras, la vida sigue. No me estoy deslizando por terrenos que no vienen al caso económico. De hecho, es curioso comprobar cómo el vocabulario bélico ha dejado su impronta en el campo de la dirección de empresas, del management. Ya conocen de sobra mi tesis. Las metáforas que se utilizan para describir el mundo no son en modo alguno neutrales. No es accidental tampoco que el esplendor de la llamada planificación estratégica se localice temporalmente en los años 50 y 60, recién finalizada la segunda Guerra Mundial. Estrategias y tácticas al servicio de otras batallas. Y no precisamente las de Benedetti, ni tan siquiera las del abuelo Cebolleta.


Pero, ¿qué es la estrategia? o, al menos, en el contexto empresarial, ¿qué se entiende por tal? Según Igor Ansoff existen dos significados atribuibles al concepto. En primer lugar, la estrategia pura constituye un movimiento o unas series específicas de movimientos de una empresa tales como el programa de desarrollo del producto, en el que se describe claramente hacia dónde se va a dirigir el producto, es decir, hacia qué mercados sucesivos. Este autor también habla de una grand estrategia (grand strategy), terminología que revela su pasado militar, o estrategia mixta que es una regla estadística de decisiones para decidir qué estrategia pura particular debería escoger la empresa en cada situación particular. En última instancia, se trata de encontrar la posición ventajosa para vencer al enemigo.


Puede afirmarse, por tanto, que la estrategia de una empresa viene dada por una serie de normas para la toma de decisiones que guían el comportamiento de la organización. Ansoff amplía la definición: la estrategia guarda relación con las normas para desarrollar la relación de la empresa con su ambiente externo, la tecnología de productos que desarrollará la empresa, dónde y a quiénes se venderán los productos, cómo obtendrá la empresa ventaja sobre sus competidores. Esta serie de normas se denominan estrategias de mercados y productos o estrategia empresarial.

En el fondo, la presuposición que legitima y da coherencia al discurso es que el mercado se asemeja a un campo de batalla en el que las empresas, los ejércitos, luchan por que sus productos o servicios resulten victoriosos frente a los de la competencia. En esa situación, en la que el cambio se produce rápidamente y no hay demasiado tiempo de reacción, es fundamental, a modo de estrategas bélicos eficaces, diseñar una serie de escenarios posibles, cada uno con una estrategia determinada que permita a la empresa responder al entorno y, mutatis mutandi, imponerse a sus adversarios.


En la planificación estratégica se establecen los fines y objetivos de la empresa, se efectúa el análisis de sus puntos fuertes y débiles (debilidades y fortalezas), así como su posición frente a las amenazas y las oportunidades y, con estos datos, se elige la estrategia global. Las conocidas matrices DAFO de las que prometo hablar en todo momento.


El problema de la estrategia reside en el indudable atractivo estético que ejerce en algunos. El arte de la guerra lo llaman. El papel lo soporta todo, no así la materialización del constructo. No se trata de jugar al risk. Los errores o los aciertos estratégicos pueden ser fatales. Al telediario me remito.

No hay comentarios: