jueves, 29 de enero de 2009

Kyoto blues

“El progreso humano no es ni automático ni inevitable. El futuro ya está aquí y debemos enfrentar la cruda urgencia del ahora. En este acertijo constante que implica la vida y la historia, la posibilidad de llegar tarde existe. Podemos rogarle desesperadamente al tiempo que detenga su paso, pero el tiempo es sordo a nuestras súplicas y seguirá su curso. Sobre montañas de blancas osamentas y desperdicios de múltiples civilizaciones se observan las terribles palabras: demasiado tarde” (Martín Luther King, ¿Qué rumbo tomamos ahora: el del caos o el de la comunidad?)


No voy a hablar del tema del día. Demasiado fácil, tal vez. O demasiado doloroso. Baste sólo su enunciado: el Banco de España ha dictado sentencia. Oficialmente la economía española se encuentra en recesión. Un descenso de la tasa interanual del PIB del 0,8% (–1,1% en su tasa intertrimestral) resulta un indicador determinante para el diagnóstico final de la crisis. Como señala el BE, “detrás de esta evolución se encontraría una reducción de la demanda nacional del 2,4%, en términos de su tasa interanual, que no pudo ser compensada por la demanda exterior neta, que amplió en nueve décimas su aportación positiva al crecimiento del producto. hasta alcanzar 1,7 pp.”

Pero como he señalado, no es el asunto del día. Ayer dejé pendiente una explicación de las líneas de política económica ambiental más habituales. Al menos las que figuran en la literatura acerca del tema. La finalidad última de su puesta en práctica es evitar los efectos perversos de la contaminación ambiental. Estas políticas pueden ser categorizadas en tres grupos: políticas descentralizadas, políticas de mandato y control y políticas de incentivos.

Hoy explicaré grosso modo en qué consisten estas políticas. Prometo, cuando el tiempo no sea un recurso tan escaso, extenderme en cada una de ellas.

Comenzaré por las políticas descentralizadas. Si hubiera que describirlas, habría que señalar que son aquellas que dejan que sean los propios individuos implicados en un problema de contaminación ambiental quienes logren solucionarlo por sí mismos. Las ventajas de este tipo de políticas se fundamentan en que, dado que las partes involucradas son las que sufren o padecen las externalidades ambientales, son precisamente las que tienen incentivos para buscar soluciones. Por otro lado, nadie mejor que los propios afectados para calcular certeramente los daños y los costes de reducción. Por tanto, resultan los más competentes para hallar el equilibrio justo, esto es, la solución eficiente. En este grupo de políticas cabría situar las leyes de responsabilidad civil y los derechos de propiedad voluntaria.

Las políticas de mandato y control son aquellas que se fundamentan en la premisa de que para conseguir comportamientos considerados socialmente deseables las autoridades han de ordenarlos por medio de la ley y utilizar los mecanismos de fiscalización a su alcance. Sus ventajas son que son sencillas y fijan objetivos claramente definidos y gozan del aplauso popular: es necesario enfrentarse directamente a la contaminación y reducirla. Como ejemplos cercanos cabría citar las normas de calidad ambiental o las normas sobre emisiones.

Y por último, hay que hacer mención a las políticas de incentivos que se basan en la idea de que el hecho de que los factores de producción generen costes proporciona un acicate poderoso a sus usuarios para emplearlos del modo más eficiente posible. Existen dos tipos de incentivos: los impuestos y subsidios (que son respectivamente incentivos negativos y positivos) y los permisos de emisión negociables. La teoría sostiene que estos últimos operan de forma automática a través de la interacción entre los propios contaminadores: los contaminadores tienen incentivos para contaminar menos si pueden obtener un beneficio económico por la venta de permisos de emisión. Es la filosofía (me cuesta emplear este querido término este contexto) de fondo del
Protocolo de Kyoto.

Time is over. El medio ambiente me reclama.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola begoña:
Tras tanto tiempo sin intervenir escojo este tema por la repercusión que tiene esto sobre el mundo en e que vivimos.Al contaminar el planeta estamos contaminando nuestra casa y creo que no hay mejor motivación para cuidar de ella que el siemple hecho de tener un lugar limpio y bonito donde habitar.....

Pero de todas formas yo creo que de las politicas medioambientales antes citadas la más razonable es la política descentralizada. Pero en este mundo en el que las cosas se mueven por interés indivudual una buena solución es la motivación por insentivos.

Bueno, un saludo.

César

Begoña dijo...

Buenos días, César:
¡Albricias! Tu vuelta es como el regreso del hijo pródigo: fuiste el primero en abrir el fuego de estos comentarios y la verdad es que se te echaba de menos.

Vayamos al fondo de la cuestión. Completamente de acuerdo con que el planeta es nuestra casa: parece una obviedad pero no lo es tanto si se juzga nuestro comportamiento en él y con él. De hecho, ecología y economía comparten origen: ambos términos derivan del griego oikos que significa "casa","hogar". Además, estoy convencida de que las medidas que se tomen de protección, globales y locales, han de tener como telón de fondo esta apreciación estética (ni tan siquiera ética)de la naturaleza.

Sin embargo, creo que debes precisar más por qué consideras mejores las políticas descentralizadas. Ese tipo de afirmaciones han de fundamentarse.

En cualquier caso, interesante tu intervención. Espero no tener que esperar otros tres meses a que se vuelva a producir. Las chicas de la clase os van a ganar si no por goleada.

Un saludo:
Begoña

Anónimo dijo...

Buenas noches Begoña:

Bueno pues voy a profundizar un poco más en la defensa de mi idea de las políticas medioambientales descentralizadas como la mejor formas de conservar nuesto planeta.

Creo que en este momento el planeta se encuentra en un estado, no de extrema gravedad, pero sí algo crítico. Según lo que sé de estas políticas van guiadas a la consevacíon medioambiental por parte del ciudadano, viéndose este afectado y viendo mermarmadas las opciones que este tiene para desarrollar sus actividades, tanto productivas como recreativas, en la tierra.

Para ilustrar un poco mi tesis utilizaré un símil: mi perrico, mascota desde hace un tiempo, tiene un peluche al que muerde constantemente. Dicho peluche esta bastante destrozado de tanto que mi perrica lo ha utilizado. Ahora cuando ella ve el estado del peluche y va a jugar con él lo hace con cuidado, no deja que nadie lo toque por si lo rompemos y lo guarda en sitios muy reconditos para que sólo ella lo pueda coger, acción que para el humano puede ser considerada como muy racional pero, a sabiendas de que es un animal, lo que le guía es su instinto por cuidar lo que quiere....

Los hombres hemos sido esa mascota que a jugado con el mundo de mil formas y de mil maneras hasta llegar a casi destrozarla pero ahora debemos cuidar y guardar algo que es nuestro, algo que queremos y de hecho el lugar en donde habitamos, y donde hoy por hoy es el único lugar donde podemos existir. Así que en este momento el simple hecho de salvaguardar lo nuestro es lo que nos debería mover a protegerlo.

Bueno, buenas noches.