“Incluye en tu elección presente, como objeto también de tu querer, la futura integridad del hombre” (H. Jonas)
Hoy mi musa se ha encarnado en un compañero que me ha hecho reflexionar con el envío de un interesante documento. Espero que no le importe recibir semejante denominación o ser citado en este foro. El texto en cuestión abordaba el tema de la llamada banca ética, que, sin lugar a dudas, supone uno de los mayores retos actuales para la reflexión ética. No voy a adentrarme por esas vías: no por falta de ganas o porque el tema no me atraiga, sino porque en atención a los principiantes, considero una tarea básica explicar la idea de fondo de esta nueva forma de concebir la relación de intermediación financiera.
Al navegar por el sitio virtual de la Banca Popolare Etica, se tiene noticia de los principios –no estrictamente económicos, sino éticos- que dan sentido a estas entidades. La Banca Ética nace animada por una concepción diferente de la relación entre ahorradores e inversores. Está concebida como punto de encuentro entre los ahorradores que exigen una gestión responsable de sus fondos y aquellos que quieren utilizarlos en proyectos comprometidos con un modelo de desarrollo humano y social sostenible. Es evidente que dicho modelo requiere de ulteriores precisiones. Como he defendido en este foro la idea de que el concepto de ‘desarrollo sostenible’ es problemático, en la medida en que más que un modelo concreto presenta un desiderátum de no necesaria consecución.
Pero si se continúa leyendo la sombra de imprecisión terminológia que caracteriza al objetivo no se difumina: la Banca se propone “gestionar las reservas financieras de familias, mujeres, hombres, organizaciones, sociedades colectivas, en pleno respeto con la dignidad humana y con el ambiente. En este contexto, Banca Ética desarrolla una función educativa respecto a los ahorradores y a los beneficiarios del crédito, responsabilizando al primero a conocer el destino y la modalidad de uso de su dinero y estimulando al segundo a desarrollar con responsabilidad su autonomía y capacidad empresarial.” Para ser justa, he de decir que los principios sobre los que se asienta su acción financieran, concretan las posibles vaguedades conceptuales.
La Banca Ética, sin embargo, no pretende socavar los fundamentos del sistema: se trata, más bien, de reformar los valores sobre los que tradicionalmente se ha asentado la intermediación financiera. Los principios que han llevado a la creación de Banca Ética, y que diferencian y caracterizan su actividad cotidiana, son recogidos en el artículo 5 de los Estatutos:
-Las finanzas éticamente orientadas son sensibles a las consecuencias no económicas de las acciones económicas;
-el crédito, en todas sus formas, es un derecho humano;
-la eficiencia y la sobriedad son componentes de la responsabilidad ética;
-el beneficio obtenido de la posesión e intercambio de dinero debe ser consecuencia de la actividad orientada al bien común y debe ser equitativamente distribuido entre todos los sujetos que intervienen a su realización;
-la máxima transparencia de todas las operaciones es un requisito fundamental de cualquier actividad de finanzas éticas;
-favorecer la participación en la toma de decisiones de la empresa, no sólo a los Socios, sino también a los ahorradores.
-la institución que acepta los principios de las Finanzas Éticas orienta con tales criterios toda su actividad.
Hay un interesante debate ético económico en torno a este tipo de entidades. Habrá, sin embargo, quienes consideren que este tipo de instituciones no son sino un producto refinado y dulcificado del capitalismo, en la medida en que en cierta medida acepta el statu quo: la desigual distribución de la riqueza. Confieso que no es mi postura. Aun a riesgo de incurrir en la simplificación, he de reconocer que la propia existencia de la banca ética aporta razones para el optimismo. Creo sinceramente que otro mundo es posible.
2 comentarios:
Interesantísima reflexión (y no es peloteo... ¡¡yo no me tengo que examinar!!) que nos lleva a un mundo muy joven, el de la banca ética. Joven y, por tanto, aún por desarrollar.
Desde mi punto de vista hay dos grandes asignaturas pendientes que la banca cívica debe aprobar todavía, además de seguir trabajando a fondo para dar consistencia su modelo:
SER CAPAZ DE ERRADICAR LA ESPECULACIÓN EN SUS OPERACIONES. Hoy por hoy no es posible: acabamos de sufrir el gran desengaño de ver cómo la especulación está escondida, disfrazada en muchas (¿casi todas?) las operaciones financieras.
Para cambiar este estado de las cosas será necesario un sistema financiero que pueda acotar, identificar, clasificar y etiquetar objetivamente las operaciones y productos financieros. En definitiva, que aporte transparencia de manera que los operadores puedan tomar sus decisiones libremente.
Es lo que tanto se escucha ahora de una mayor y mejor regulación. Paradójicamente, la gran crisis financiera significa una gran oportunidad para cambiar las cosas pero, ¡las oportunidades hay que trabajarlas!
SER CAPAZ DE CUALIFICAR CADA VEZ MÁS CLIENTES. Hasta ahora parecía existir una creciente conciencia social cada vez más sensible a los principios que promueve la banca ética (bien común, reparto equitativo, eficiencia, responsabilidad social).
Sin embargo creo que esta conciencia sigue siendo muy minoritaria entre ahorradores e inversores, o al menos es una conciencia “de boquilla”: ¡a la vista de donde hemos seguido colocando nuestros ahorros y a quién recurrimos a la hora de tener que pedir prestado!.
Cierto es que la mayoría de entidades bancarias tradicionales, si no todas, han modificado sus planteamientos (al menos es lo que nos cuentan en sus campañas publicitarias) adaptándolos a la demandas cada vez más “concienciadas”. De hecho, tenemos muy próximo un caso que se autodenomina “banca cívica”, que “democratiza” la política social de la entidad, haciendo directamente partícipe al cliente de las decisiones sociales. Sin embargo, ¿se trata de un cambio de principios o es un mero lavado de cara?.
Yo veo claro que, de momento, las entidades financieras se han limitado a aplicar la pastilla de jabón y punto. Que tras una capa de civismo y transparencia se sigue operando el turbio mundo de las finanzas tradicionales.
Por eso creo que, para que la banca ética pueda ser distinguida entre este baile de disfraces de las entidades financieras, queda una importantísima labor de EDUCACIÓN, un proceso que consiga mejorar la cualificación de los individuos, familias, organizaciones, sociedades colectivas... pero, ¿quién se responsabiliza de esto? ¿la banca cívica podrá hacerlo por si sola? ¿le dejarán los demás?
Buenas noches, Joaquín:
Realmente he de considerarme muy afortunada por poder contar con comentarios como éste, que, realmente añaden un valor precioso a la entrada del blog. Todas las reflexiones que haces son pertinentes: la banca ética no lo tiene nada fácil. Los dos escollos son difíciles de sortear. Ambos además guardan cierta relación en la medida en que la especulación se sitúa en las antípodas del modus operandi (al menos teórico) de la banca ética; teóricamente su nicho de mercado no se nutre de clientes amantes de la ganancia rápida sino de personas concienciadas y que buscan que sus ahorros no sirvan para financiar determinadas inversiones que juzgan reprobables. ¿Existe ese cliente? o, al menos, ¿existe en número suficiente? A muchos nos gusta pensar que ese cliente somos nosotros, pero lo cierto es que a juzgar por los intermediarios financieros que escogemos nos decantamos por productos más tradicionales.
Sinceramente creo que no son demasiado relevantes las razones últimas que mueven a una entidad a responsabilizarse de sus inversiones. No me creo la tesis kantiana de que lo que cuenta es la intención. Algo tendrá que decir la acción. Así que aplaudo la iniciativa de esta entidad local
Tal vez aprendamos algo de la crisis: tal vez incluso estemos ya en una encrucijada. ¿Motivos para el optimismo? No demasiados, pero el sólo hecho de que exista esta modalidad y que cada vez tenga más eco ya es algo.
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