lunes, 12 de enero de 2009

The dreamers

"Nunca emprenderíamos nada si quisiéramos asegurar por anticipado el éxito de nuestra empresa".Napoleón Bonaparte

Resulta complicado acudir a mi cita diaria. Y no precisamente por carecer de temas de conversación. El territorio económico se define por su extensión y amplitud. El problema reside en otra suerte de escasez: el tiempo. Como advierte el refrán “el tiempo es oro”y más en épocas de bajadas de tipos. Es la máxima que, sin duda, olvidan o pasan por alto o simplemente, no comparten, quienes deciden acercarse un sábado –es un suponer- de rebajas a una gran superficie. En mi personal e intrasferible análisis coste-beneficio, herramienta que jamás debe olvidar un buen economista, el resultado es claro: no compensa.

Y más allá o más acá de consideraciones economicistas, coincido con el diagnóstico de Bauman cuando señala en La globalización consecuencias humanas que“los centros comerciales están construidos de tal manera que mantengan a la gente en movimiento, mirando alrededor, atraída y entretenida constantemente –pero en ningún caso durante mucho tiempo- por las interminables atracciones. No los alientan a detenerse, mirarse, conversar, pensar, ponderar y debatir algo distinto de los objetos en exhibición, a pasar el tiempo en actividades desprovistas de valor comercial”.

De ese tema hablaba hoy con mis alumnos de 1º de Bachillerato. El tiempo invertido en el acto de consumo tiene un coste. Al menos el archiconocido coste de oportunidad. Tal vez el panorama cambie a medio plazo. Se asegura que ha cambiado el patrón de consumo de los españoles: el comercio electrónico ha ido ganando enteros frente a otras formas de comercio tradicionales, aunque ciertamente está muy lejos de ser tildado de sustitutivo de éstas.

Hoy quiero contar el caso de una empresa que hube de estudiar en la asignatura de Política de Empresa. Un pequeño, al menos en origen, negocio que se erigió en paradigma de PYME con visión de futuro. Me estoy refiriendo a Barrabés, que supo leer los signos de los tiempos y convertirse en pionera en la venta a través de Internet. Un referente para los que se consideran emprendedores.

La empresa fue fundada en 1925 por José Barrabés. En Benasque, en el Pirineo oscense, montó tres tiendas de calzado de montaña para absorber la demanda de material de montaña de pastoras y contrabandistas. Tras la Guerra Civil, el negoció se amplió, podría decirse que diversificó, con la inauguración de una fonda que daba cobijo a los montañeros que se acercaban al lugar.

En 1987 la segunda y tercera generación de la familia consolidó la empresa y los dos hijos mayores se unieron al padre para abrir una tienda de útiles de montaña. Su estrategia empresarial fue en apariencia simple: comenzaron distribuyendo artículos y mercancías en folletos y revistas especializadas. El boca a boca hizo el resto: entre los deportistas de alta montaña se conoció que unos jóvenes de Benasque ofrecían un buen material.

Los Barrabés invertían todos los beneficios en ampliar el negocio: querían crecer. Un congreso de físicos les brindó la oportunidad de acercarse a Internet y de colarse dentro de la red. Fue un encuentro providencial: era el 94 y necesitaban extender sus mercados. Pero la venta por Internet no llegó hasta el 96. En un principio, no vendieron todo lo esperado. Sin embargo, supieron reaccionar a tiempo porque se percataron de que lo que realmente fallaba era el servicio en el que eran especialistas: la atención individualizada y personalizada al cliente. Fue entonces cuando decidieron insertar en su página una dirección de correo electrónico que los convirtió en unos auténticos gurús de Internet. Incluso se ha creado una comunidad de usuarios de Barrabés que supera los 30.000 miembros.

Resulta aleccionador escuchar cómo lo cuentan los propios protagonistas.” Un emprendedor se define como alguien con un vacío interior, profundo que ha de llenar. La única manera de llenarlo es crear conceptos". Tal vez.

2 comentarios:

David dijo...

Hola Begoña

Vuelvo a visitaros. He seguido vuestro blog intermitentemente y hoy he sacado un poquito de ese precioso bien que mencionas, para escribir.

Mencionas también que estamos en un escenario de bajada de tipos de interés. Bienvenido sea a corto plazo y maldito a medio/largo. Volvemos a cometer los mismos errores que nos llevaron a esta crisis y volveremos a crear consumo ficticio. Pero... ¿qué otra cosa podrían hacer los políticos sin cambiar la ética de una nación --- tal vez del mundo entero ---? No lo sé.

No quiero pecar de presuntuoso, pero últimamente cada vez que veo al Presidente de nuestro país, no puedo evitar pensar... "yo sé más de Economía que este". No digo que él no tenga un gran equipo detrás, pero qué poquito lo demuestra. Qué pocas novedades, cuántas decepciones, qué falta de originalidad. Con lo bien que me caía este señor...

En fin, no prosigo, porque criticar es sencillo y realizar una receta constructiva sobre la redundante reconstrucción, tremendamente complicado. Y por tanto fuera de mi alcance.

¿Vemos la crisis desde otra perspectiva? Una muy personal, relacionada con mi trabajo. En mi empresa desarrollamos y vendemos componentes para automatizar máquinas. ¿Qué es eso? Sencillo con un ejemplo. Una pinza para coger una botella y colocarla en una caja. Esa pinza se abre y se cierra con aire comprimido. A eso nos dedicamos. Con tres millones de productos diferentes.

¿Qué les sucede a estos productos en una crisis como ésta? Pues que bajan sus ventas mucho. Y ¿por qué? También con un ejemplo. Uno de nuestros muchos clientes fabrica máquinas para manipular conjuntos de doce botellas. Vende esta máquina a un fabricante de refrescos. Pues bien, el fabricante de refrescos no construye nuevas líneas de producción de bebidas, porque ni siquiera está vendiendo todos los refrescos que produce. Tampoco cambia el diseño de las botellas (lo cual requeriría nuevas máquinas) porque no es época de invertir en cambios. El público compra los refrescos que existen en las botellas que existen y pocos cambios se esperan.

Con ese entorno, el fabricante de refrescos, no pide máquinas a su proveedor de nueva maquinaria. Que a su vez no nos pide componentes para su máquina a nosotros. Y nosotros a sortear la crisis.

Pero en la Cadena de Valor, eso es mirar sólo hacia adelante. Siendo menos egoísta y si miro hacia atrás, veo a los proveedores que nos venden aluminio o plástico y ellos también lo pasan mal. Y más atrás los productores de materia prima que siguen bajando sus precios. Todo en cadena, como su nombre indica. Uno detrás de otro vamos pasándolo mal.

El escenario de bajada de tipos de interés puede volver a favorecer la inversión de las empresas, si los bancos recuperan la confianza. Pero llevará su tiempo. Al menos, seis meses después de que se note la reactivación del consumo privado. Casi nada. Pero apretando los dientes todo sale adelante.

Solidarízome (es la primera vez que veo esta palabra escrita así) con tu apreciación de los grandes centros comerciales. Me siento invadido de estímulos para gastar (a los que me precio de no haber respondido prácticamente nunca, porque soy un consumidor muy poco convulsivo) y agredido por las cámaras de vigilancia (es divertido contarlas).
Lo que es toda una experiencia es entrar al hipermercado con tus dos hijos. La primera vez lo intentas, en la tercera has renunciado para siempre. Y entonces te das cuenta de que comprar en las tiendas del barrio es mucho más divertido. Soy un viejecillo tecnológico, porque comprar por Internet la fruta, el pescado o cualquier alimento fresco, es sencillamente imposible en mi caso.

Ayer fui al cine a ver El Intercambio. Y me gustó. Pero la mejor experiencia del fin de semana fue revisitar Rebeca. Posiblemente porque, cuando la vi siendo un crío, Manderley pasó a convertirse en la casa de mis sueños. Pero nunca tendré una casa así. Porque no tengo suficiente dinero y porque nunca la encontraré en blanco y negro.

Como la última vez, gracias por tus estímulos y por la fuerza de voluntad de mantener este blog.

David

Begoña dijo...

Buenas noches, David:
De nuevo tu intervención deja este pabellón iniciático bien alto. Resulta interesantísima tu explicación de la cadena de valor de tu empresa. De hecho, hoy he recomendado encarecidamente a mis alumnos que lean tu comentario. Con una claridad meridiana les has explicado un concepto que a veces no es de fácil digestión, sobre todo para un público no habituado a la terminología.

En el fondo, refleja muy bien la idea de que la crisis se expande a modo de correa de transmisión: todos los eslabones de la cadena de valor resultan afectados en mayor o menor medida, a pesar de haber realizado bien los deberes.

Me contaba un amigo que trabaja en una empresa proveedora de otra gran empresa en Navarra que ahora están pagando el precio de una decisión estratégica tomada por la dirección consistente en primar al cliente grande sobre el chico. El aleteo del grande provoca un terremoto que socava las estructuras más profundas del proveedor.El efecto mariposa, nuevamente.

No he visto El intercambio. Pero si a ti te impresionó Manderley, a mí, de naturaleza menos práctica, me temo, me impresionó la interpretación de sir Lawrence Olivier, uno de mis actores favoritos, y la de Joan Fontaine. Aunque, sin duda, quien borda el papel es Judith Anderson que mezcla maldad con devoción perruna en una interpretación de la que escasas actrices habrían salido airosas. En cualquier caso, a los lugares imaginarios (Arcadia, Macondo, Manderley, Brideshead) les ocurre como a los deseos, lo peor que les puede ocurrir es que se materialicen o se cumplan.

Muchas gracias de nuevo por leernos.

Un saludo:
Begoña