martes, 13 de enero de 2009

Cadena de valores

"La mente del hombre superior valora la honradez; la mente del hombre inferior valora el beneficio" Confucio

Si preguntase a mis alumnos cuál es el objetivo fundamental de la empresa, probablemente contestarían que reside en la obtención del máximo beneficio. La idea en sí misma no es falsa aunque cabría apuntar que es atribuible más que a la propia empresa a sus propietarios. Toda empresa tiene una finalidad que le otorga su razón de ser, lo que en términos de calidad total se llama misión, y que en última instancia se resume en que crea un valor, aporta un valor para sus clientes. Cuando yo presto mi servicio de profesora de economía, estoy creando valor en la medida en que consigo que mis alumnos, -mis clientes, en última instancia,- comprendan aun mínimamente los fundamentos de una ciencia que antes de cruzarse conmigo les eran desconocidos.

La empresa se plantea como un eslabón dentro de una cadena económica constituida por un conjunto de operaciones que van desde el diseño del producto, pasando por la producción y la distribución y terminando en la venta, -incluso cabría hablar de la postventa- que están orientadas a la creación de valor. Evidentemente los costes de tales actividades han de ser inferiores al precio que el mercado está dispuesto a pagar por sus productos y/o servicios.Precisamente desde esta perspectiva se entiende mejor la idea repetida ad nauseam por mis alumnos: el objetivo de la empresa es maximizar su valor, o lo que es lo mismo, maximizar la riqueza conjunta de quienes poseen un derecho sobre los activos y flujos de caja generados por la explotación de la empresa. Este objetivo se consigue a través de la maximización de valor de la empresa en el mercado.

Para los propietarios de la empresa el valor residirá en su capacidad para generar rentas. Sus activos, por tanto, han de ser rentables. De ahí que la creación de valor y la rentabilidad sean dos conceptos indisociables. Quienes arriesgan sus fondos en la empresa exigen que los rendimientos que ésta ha de reportarles sean superiores al coste de oportunidad cuya referencia podría encontrarse en el tipo de interés del mercado.

Nuevamente el tiempo me impide extenderme más. Supongo que me perdonarán. A veces basta con acudir a la cita.

5 comentarios:

David dijo...

Vaya, qué sorpresa leerte hoy.

Lo primero, me siento halagado por el hecho de que hayas recomendado a tus alumnos la lectura de mi comentario de ayer. Y sentirse así es bueno y positivo. Gracias.

La sorpresa de hoy es el cambio de tercio visión, misión, estrategias empresariales, valores culturales, estilos de liderazgo... Todo eso me sugiere tu enunciado de misión. Tras haber construido varias misiones de empresa en mi vida, siempre digo que la misión debe responder a una sola pregunta: "¿Para qué existe mi empresa?". Si la misión consigue responder a esa pregunta, está bien enunciada. Pero este es un mundo enorme. Al menos tan grande, tan subjetivo y tan incierto como el de la bolsa, que mencionábamos el pasado mes. Y abrirlo en este blog no me corresponde a mí.

Pero la mayor sorpresa de tu artículo está en una frase sencilla pero trascendente para mí. Dices: "mis alumnos, -mis clientes, en última instancia,-".
Esto, que parece tan sencillo, es para mí una de las claves del buen o mal funcionamiento de una empresa en la actualidad. Es fundamental, básico, pilárico y todos los adjetivos de relevancia que se nos ocurra escribir.
¿Y por qué?
Porque es muy fácil para cualquier empresa identificar a su cliente EXTERNO. Es el que me compra (o al que le vendo, que no es lo mismo) y me da el dinero que me permite seguir generando valor y beneficio.
Pero pocas empresas tienen identificado al cliente INTERNO. Y esto es crítico. Después de ver muchas empresas, aquellas en las que hay buen ambiente laboral, las personas sonríen y uno puede decir que se siente motivado y trabaja disfrutando, tienen en común algunas cosas. Una de las ineludibles es que el CLIENTE INTERNO está identificado. Todo el mundo dentro de estas empresas (me gusta más organizaciones, porque obviamente no sólo afecta a las empresas), sabe quien es su cliente interno y su proveedor interno. Otra vez cadena de valor, pero esta vez, dentro de la propia organización.
Una de las peores cosas que pueden sucederte en una empresa es que tu proveedor interno no te considere su cliente interno. Por ejemplo, el Dpto de Compras es proveedor interno del Dpto de Producción. Si Producción no se siente bien tratado por las personas de Compras, tiene un problema mayúsculo. Porque el Proveedor Interno, es único. Es decir no se puede cambiar. Porque es parte de mi empresa. Así que no puedo ir fuera, al mercado, a buscarme "otro Departamento de Compras", porque eso no existe. Sólo podría cambiar a las personas, pero muy difícilmente podría externalizar un Dpto estratégico.

Otro día hablamos de la tiranía del Cliente Interno, que es un capítulo anexo a este.

Por eso me alegro de lo que dices, porque en cualquier organización, saber quiénes son tus clientes internos y tratarles como tales, es crítico. De lo más importante que pueda uno imaginar para un correcto funcionamiento organizativo. Pero también es una de las cosas más fáciles de olvidar.
Afortunadamente, este es uno de esos casos en los que la teoría empresarial, se ratifica con la praxis.

Y me alegro doblemente de ver que esta teoría es de aplicación consciente por parte de un aprendiz de profesor con sus alumnos. Mucho. Aunque en este caso sean clientes con un apellido externo-interno mezclado.

La nota alegre a todo este mundo de la cultura de empresa y la identificación de la cadena de valor interna, me suele llegar de Osakidetza (que aquí es el Servicio de Salud Pública --- no recuerdo como se denomina en Navarra --). Prácticamente siempre que tengo que visitar a un médico me fijo en rutilantes carteles en los que se enuncia la Misión, la Visión, las Estrategias, los Valores y hasta los Objetivos de Osakidetza. Y no puedo evitar sonreir.
Primero, me descubro ante la inquietud de trabajar todos estos temas en un ente tradicionalmente poco orientado (como ente, no como conjunto de individuos) a su cliente. Y me congratulo de que se esté trabajando así desde hace unos años.
Segundo, la coherencia entre los carteles enunciativos de todo esto en diferentes hospitales, departamentos, etc. se me antoja imposible. Siempre percibo mucha más voluntad que cohesión. Veo muchos Osakidetza en lugar de uno.
Y tercero. Cuando yo voy al médico soy una mezcla perfecta de cliente interno y externo. Puedo elegir proveedor, pero soy casi esclavo de mi proveedor único. Es en este punto es donde sale la nota alegre. Porque el Modelo Cultural es difundible a clientes externos (de hecho, muchos lo tenemos en la entrada de nuestras empresas para clientes que nos visitan). Pero las Estrategias y Objetivos, son, generalmente, más bien de consumo interno, deben quedarse dentro de la organización.

Alguien pensará. ¿Y dónde está la alegría? Sencillo. Como cliente externo yo elijo ir a la medicina gratuita (porque es buena y me ahorro dinero). Y cuando entro en una consulta después de haber leído en un cartel las Estrategias que van a aplicar sobre mí y los Objetivos que tienen conmigo, con mi persona física, no puedo evitar sonreir. Porque yo, como cliente externo, no debería CONOCER qué quieren hacer conmigo. Tal vez debería sentirlo, intuirlo, deducirlo. Pero nunca conocerlo explícitamente.
Y cuando salgo de la consulta y releo el cartel, vuelvo a sonreir. Porque de lo enunciado en el cartel, en ocasiones, nada de nada.

Pero lo más gracioso, me sucede cuando termino de salir del hospital y ya estoy en la calle. Vuelvo a sonreir porque me pregunto... "¿y qué hago yo pensando en estas cosas?". Pero no puedo evitarlo. Sobre todo cuando termino de reflexionar que, tal vez, con suerte, una de cada diez personas de las que pasen por el hospital, estén en posición de entender qué significan esos carteles. No el significado explícito, sino el implícito que existe detrás del compromiso (o no) con una Misión o una Estrategia. Y el significado de los cientos de horas de reuniones internas para llegar a eso que tan fácilmente se enuncia en un cartel resumen.

Me he ido, pero vuelvo.
Pienso gritar toda mi vida la importancia de la identificación del cliente interno (o semi-externo) en las organizaciones. Es una de mis misiones personales cuando trabajo.
Así que gracias por la sorpresa y por la involuntaria provocación positiva que me has ofrecido, con esa frase tan sencilla.

Otro día más, tal vez no mejor.
David

Begoña dijo...

Buenas noches, David:

Con seguridad suena redundante señalar que tu entrada, una vez más, supone un lujo impagable para quienes como yo aspiramos a una vida lujosa en el sentido platónico del término. No es fácil contar con la voz y la opinión autorizadas de alguien que conoce los entresijos de una empresa y que, además, y ahí reside el carácter de rara avis, lo hace con una sintaxis rigurosa y un discurso claro y ameno.

Y utilizo el término ‘empresa’ deliberadamente. Me gusta. Como también el de ‘organización’. Este último está dotado de un interesante matiz que lo emparenta con la teoría de sistemas que tuvo sus días de gloria en los años 50 del pasado siglo. Cierto. Ha sido admitido sin ambages en la terminología del management. Ha prendido en la literatura empresarial. No me extraña que lo prefieras al de empresa porque realmente recoge mejor el grueso de tu argumentación a favor de la necesidad de identificación del cliente interno. Me ha hecho pensar. Una organización se convierte en tal cuando existen fines compartidos en torno a los cuales se articulan sus miembros y que que los configuran como tales. Probablemente la consideración de los restantes departamentos funcionales como clientes internos tenga la inestimable ventaja de que las tareas y funciones que se desempeñan en su seno sean significativas, tengan un sentido. Esta concepción se sitúa en las antípodas de la estanqueidad. Además, el sentido siempre es holístico. Al menos en mi opinión.

Pero yo también me voy del tema.

Aseguraba que me resisto a desprenderme del término 'empresa'. Y mi apología va en relación con el hecho de que empresa es el producto del que emprende, del que es capaz de arriesgar lo seguro al servicio de una idea de negocio. Me gusta también que ese mismo término, al menos en el idioma castellano, se asimile en determinados contextos al de “aventura” como aquello que es propio de los héroes. “La empresa no era fácil, pero supo afrontarla con éxito”. Emprender un camino, una ruta, un nuevo sendero.

No deja de ser heroico emprender hoy en día. Abrir una pequeña empresa (u organización). Por poner un ejemplo, el casco viejo pamplonés sucumbe por momentos ante diferentes presiones. Al pasar por determinadas calles no puedo evitar pronosticar cuál será el próximo negocio que cerrará. Verdaderos Davides que resisten ante los múltiples Goliats.Por eso me resisto a renunciar a un término que además luzco en mi (inútil) titulación.

En todo lo demás totalmente de acuerdo. Misión, visión y valores. Qué archiconocidos son estos conceptos para quienes estamos relacionados con la calidad y qué vacios para quienes únicamente buscan recibir un buen servicio. Pero a veces las mediaciones, la tramoya, son los costes de que todos los productos bien hechos parezcan haber alcanzado ese estatus por naturaleza.
Gracias otra vez, David.
Un saludo:
Begoña
nas noches, David:

Anónimo dijo...

Hola Begoña,
El objetivo primordial de toda empresa, lógicamente, es el de maximizar beneficios. Aparte de este, la empresa tiene más fines como el crecimiento de la empresa, el incremento de su cuota de mercado, la mejora de la calidad en la producción de bienes y servicios, etc.
Aparte, los objetivos de la empresa sos los de la gente que la integra, que son:
-Directivos, cuyos objetivos son la permanencia en la empresa y el incremento de sus remuneraciones.
-Propietarios, cuyos objetivos son la rentabilidad de la inversión y aumentar el valor de la empresa.
-Trabajadores, cuyos objetivos son la mejora de sus condiciones salariales y laborales, es decir, el incremento de salarios, seguridad en el trabajo, etc. y tener una mayor participación en la toma de decisiones de la empresa.
Aquí finalizo mi intervención.
ELSA

David dijo...

Buenas noches a todos

Elsa, me ha gustado tu comentario sobre los objetivos de los directivos en las empresas: permanencia e incremento de remuneración. Automáticamente he pensado "...creo que no...". Pero luego he pensado un poco más despacio y creo que tienes toda la razón. Ese tipo de directivos también existen y abundan, así que me ha gustado tu descripción.

Contribuyendo un poco más a la definición de objetivos de los directivos, yo haría, al menos dos grupos de directivos.
Un primer grupo que se comporta como tú mencionas. Se dedican a gestionar el dinero de los inversores, a intentar seguir en la empresa y a maximizar su retribución (habitualmente ligada a otros objetivos que fijan los inversores que tengan el control ejecutivo).
Pero también existe una segunda tipología de directivos, que trabaja mucho más allá de los objetivos anteriores. Sus objetivos son aquellos que marquen los inversores y además, conseguir los que mencionas para los trabajadores. Es decir, hacen de bisagra para que tanto lo que les llega de arriba (inversores), como lo que gestionan hacia abajo (trabajadores), confluya hacia un espacio común. Y esto es factible y positivo, porque genera una cultura empresarial muy positiva y abundantes sinergias. Además, para el directivo, supone en muchas ocasiones poder gestionar de manera más sencilla las situaciones cuando el entorno evoluciona de manera desfavorable, con lo cual también él es beneficiario de este tipo de gestión.

El extremo podrían ser las Sociedades Cooperativas, en las cuales inversores, directivos y trabajadores habitualmente son las mismas personas físicas. Lo cual no implica que en este tipo de empresas sea más fácil encontrar ese espacio común hacia el que confluir, porque en ocasiones la ventaja inicial se torna en inconveniente.

En pocas palabras, hay directivos ejecutores que se limitan a "hacer lo que sea" para conseguir los deseos de los inversores. Pero también existe otra tipología directiva, con una implicación diferente en la empresa y habitualmente poca rotación laboral, con muchos años de pertenencia a la misma organización, que gestionan con ahínco para conseguir coaligar objetivos de inversores y trabajadores.
Requisito imprescindible de esta segunda tipología: que los inversores permitan a los directivos ese tipo de gestión.

Begoña, un comentario sobre tu entrada del día catorce de enero.
Solbes pone en entredicho el futuro de nuestra AAA. Hace unos días yo criticaba aquí a nuestro Gobierno (lejos de pretender participar en el hobbie nacional). No critico a Solbes, pero sí a la triple A.
Bien dices que existen otras agencias de calificación de riesgo. Pero... ¿existe un sistema claro de regulación de las agencias de calificación de riesgo? En unos países sí y en otros no. Y precisamente en EE.UU. no ha existido y es el mayor emisor de calificaciones del mundo. Cuando súbitamente las A cambian a B, casi de un día para otro, siempre recuerdo el paralelismo con el caso Enron-Andersen. Cuando el calificante es parte interesada en el calificado... malo... Y veremos más casos en el futuro próximo.
Mi empresa es AA-, y he vivido lo que cuesta llegar hasta ahí. Por eso me impacta ver varias A convertirse en B de un día para otro. Siempre que sucede pienso en cuánto tiempo hacía que se conocía que la A era una B, pero por intereses desconocidos (que no insospechados), no se ha publicado.
Mi reflexión es simple. Cada día confío menos en las calificaciones de riesgo financiero. Durante los últimos meses hemos visto muchas barbas pelar y las mías están en remojo desde hace un tiempo. Y creo que no van a salir de ahí, al menos hasta que empiecen a tornarse más canosas...

Noviembre y diciembre fueron meses de hacerse preguntas sobre la fortaleza de los fundamentos económicos hasta entonces conocidos. Enero es el mes de la incredulidad. Si todo va a mejor, en junio estaré pensando en qué bien me vino hacerme preguntas sobre todo lo que creía que era sólido. Si todo va a peor veremos sustos que nos lleven a pensar... "¿cómo ha podido ser que...?".

Feliz descanso,
David

Begoña dijo...

Buenas noches, David:
Me lanzas el guante y lo recojo. En el fondo y en la forma soy muy sensible a las provocaciones. La pregunta de quién controla al controlador no deja de ser un clásico. Quién regula al que de alguna forma ha de regular. ¿Se puede ser juez y parte? Son preguntas que siempre comparecen cuando se plantea la legitimidad o incluso las condiciones de posibilidad de un organismo que juzga, valora o regula. No pretendía ser esa la cuestión que se planteaba en mi entrada. Sin embargo, es la que realmente me interesa. Sólo que no quiero caer en el discurso metaeconómico en un foro que no tiene esas pretensiones.
Dicho lo cual, te diré que estoy completamente de acuerdo contigo: los intereses creados pueden enturbiar la solidez o veracidad de las calificaciones. Ahora bien, los rating existen y agencias como Standard&Poor gozan de un poder que no reside únicamente en la adecuación de sus clasificaciones de activos. Todos se pegan por obtener una buena nota ante este maesto: las A mayúsculas. El valor no estriba tanto en la nota en sí, sino en lo que de cara a la galería la nota implica. Convendrás conmigo en que la actividad económica en general, las inversiones financieras se basan en la confianza y en las expectativas, que se nutren de diferentes indicadores. La retirada de una A no presagia nada bueno. Aunque su persistencia tampoco garantice que el producto es puro e inmaculado de riesgos. Es semejante a aquello de la mujer del César: no sólo tiene que ser honrada sino parecerlo. Por eso, la noticia de que Standard&Poor esté pensando en retirar la matrícula de honor de las AAA a los productos de deuda pública españoles es sin duda nefasta. Y no lo es porque necesariamente el dictamen de S&P sea La Verdad o porque no haya intereses creados; sino porque para muchos inversores es una referencia, un faro que marca lo que se puede y lo que no se puede hacer. Aunque existan otras agencias de calificación de riesgos que, por otro lado, no estarán exentas tampoco de tus sospechas.
En cualquier caso, siempre es interesante y sugestivo leerte. Para mí y para mis alumnos.
Feliz fin de semana.
Begoña