sábado, 13 de diciembre de 2008

Ser o no ser

"El largo plazo es una referencia engañosa para los asuntos del presente. A largo plazo, todos muertos. Los economistas se plantearían una tarea demasiado fácil, y demasiado inútil, si en el tiempo de tempestades lo único que son capaces de decir es que cuando pase el temporal, el océano volverá a la calma" (J. M. Keynes Breve tratado sobre la reforma monetaria)

Una de las expresiones más utilizadas por el ser humano en general y por el economista en particular es la de “se veía venir”. Los análisis o las predicciones a posteriori (contraditio in terminis, lo admito) pueblan las páginas de los diarios económicos y de las tribunas de opinión oficiales. Ante lo cual, la voz del sentido común se hace preguntas del tipo: si todo el mundo sabía qué estaba pasando, ¿por qué nadie hizo nada para evitar la que se venía encima? Todos somos profetas del pasado.

Otra forma de predecir, fía sus vaticinios tan a largo plazo que los convierte en irrelevantes. Es la impresión que me queda tras leer la entrevista que en Le Monde realizan a I. Wallerstein, investigador del departamento de Sociología de la Universidad de Yale y que fue presidente de la asociación internacional de Sociología. En ella, afirma que “el capitalismo toca a su fin” y que “en diez años, se verá con más claridad, en 30 o 40 años emergerá un nuevo sistema. Creo que es tan factible que se instaure un sistema de explotación todavía más salvaje que el capitalismo, como que, por el contrario, se ponga en marcha un modelo más igualitario y retributivo”. No quiero hacer trampa y entresacar una frase descontextualizada con intereses tan espúreos como defender mis propias tesis. Por eso, si quieren leer la entrevista pinchen aquí. En cualquier caso, convendrán conmigo en que ese tipo de afirmaciones no concretan demasiado qué cabe esperar. En realidad, a lo que estoy apuntando es a la clarificación del horizonte temporal en el que las previsiones económicas tienen validez. En un entorno cambiante, -‘turbulento’ es el adjetivo que se utilizaba en los libros que hube de estudiar-, ¿es posible hacer predicciones? La cuestión supera, -de hecho, me supera-, los objetivos de este cuaderno de bitácora. Pero eso no le resta un ápice de interés.


No quiero hablar ni de los unos, los que ya sabían, ni de los otros, los que sabrán. Me interesan las personalidades que han actuado y que han aportado soluciones factibles a los problemas: de hecho la verdadera inteligencia, como el movimiento, se demuestra andando. Sé que no todo el mundo compartirá esta idea. A lo largo de la historia se han dividido las opiniones en torno a los contemplativos y a los activos. Entre la teoría y la praxis. Pero, como en muchas otras disyuntivas, no es cuestión de elección. La práctica es el verdadero tribunal en el que se defienden las teorías.

Hoy quiero hablar de Keynes. Me apasionan esas personalidades que consiguen que el mundo se articule en dos grupos: los seguidores y los críticos. Los keynesianos y los no keynesianos. Nosotros y ellos. Y no porque crea en estas falsas dicotomías, sino porque en última instancia, hablan mucho de aquellos que las generaron.

Es un lugar común hacer mención al hecho de que John M. Keynes perteneció al grupo de Bloomsbury. Insigne círculo al que pertenecieron nombres como Virginia Woolf, E. M. Forster, B. Russell y, ocasionalmente, L. Wittgenstein y que es el nombre del barrio londinense en el que habitaban la mayor parte de ellos. La vanguardia inglesa.

Resulta difícil plasmar en tan reducido espacio el pensamiento económico de Keynes. Pero, a riesgo de caer en la excesiva simplificación, afirmaré que su principal aportación estribó en proporcionar una justificación teórica para la intervención del sector público en la actividad económica. Y dicha justificación provenía de la inestabilidad macroeconómica: el sector público habría de influir en la economía a modo de elemento estabilizador. De hecho, entre las funciones de este agente económico, mis alumnos han estudiado la estabilizadora.

En opinión de Keynes, ha de encontrarse el origen de las crisis económicas en la insuficiencia de la demanda agregada de bienes y servicios que, a la postre, explica el fenómeno del desempleo. Por eso, en situaciones de crisis y desempleo se hace particularmente necesaria la intervención del sector público con políticas expansivas que estimulen la demanda agregada.

¿En qué consisten estas políticas expansivas? Básicamente en políticas monetarias que reduzcan los tipos de interés, pero, sobre todo, en políticas fiscales expansivas que aumenten el gasto público y reduzcan los impuestos. En cualquier caso, recomiendo pinchar en el siguiente
enlace (bajar hasta multimedia y elegir "las recetas keynesianas"). Sencillo y clarificador.

Tras Keynes, la teoría económica no pudo seguir siendo la misma. Ser o no ser keynesiano. ¿Cuestión de elección?

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