sábado, 27 de diciembre de 2008

Otra vuelta de tuerca


"Si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre" Albert Einstein.

He de admitir que es complicado conjugar dos extremos que en ocasiones se tornan irreconciliables. Me estoy refiriendo al rigor y la amenidad. El famoso enseñar deleitando. De hecho, al releer algunas de las entradas compruebo que podría haber precisado mucho más algunas cuestiones, haber hilado más fino, porque resultan en la práctica más complejas de lo que yo he podido dar a entender. No quiero sin embargo caer en el error de convertir este espacio en un mal remedo de un libro de texto. Doctores tiene la economía. Sólo pretendo que mis alumnos y mis lectores, algunos de ellos desconocidos y otros muy conocidos, reflexionen conmigo sobre algunas cuestiones de economía elemental y que en mi opinión, constituyen uno de los fundamentos básicos de la verdadera educación para la ciudadanía.

Hoy he leído un comentario de un lector -al que no tengo el gusto de conocer- que me ha hecho reflexionar. La excesiva reducción de los asuntos abordados puede a la postre inducir al error. No quiero que nadie se quede con una falsa imagen de simplicidad en lo tocante a las cuestiones económicas. Si algo pretendo mostrar en este foro es que las cosas no suelen ser lo que parecen y que la realidad es más intrincada de lo que habitualmente se juzga. El problema radica en el formato en el que escibo, que obliga, inevitable y afortunadamente, a cierta simplificación de las ideas. En cualquier caso, atención, hay más cera que la que arde. Siempre.

Me solicita este lector que explique mejor por qué el establecimiento de un salario mínimo no comporta necesariamente un incremento de la tasa de desempleo. Una ojeada rápida a determinada prensa eleva la tesis contraria a la categoría de dogma. No me considero una experta, ni mucho menos, pero sí creo haber leído lo suficiente como para asegurar que en la teoría económica no hay cabida para muchos dogmas. Así que, voy a intentar explicar al lector interesado otra posible versión de los mismos hechos. Para ello, utilizaré los hombros del gigante de hoy, el profesor Cuadrado y su ya clásico Política Económica.


Hay una cuestión implícita en todo este debate que no mencioné ayer. Y es la complicada conjunción y equilibrio entre dos objetivos que ha de perseguir el Sector Público. Estos objetivos son la eficiencia y la equidad cuya combinación en los mercados de trabajo deviene especialmente compleja.

El mercado de trabajo, según la teoría, alcanza el equilibrio cuando coinciden las curva de demanda (que corresponde a los empresarios) y de oferta (que corresponde a los trabajadores. La contratación de un trabajador adicional supone a la empresa un ingreso; obviamente, si no fuera así, no tendría sentido solicitar más personal. Ahora bien, es también evidente que dicha contratación devengará un coste adicional para la empresa. A estos ingresos y costes generados por el último trabajador contratado se les llama costes e ingresos marginales. Pues bien, el empresario estará dispuesto a contratar un trabajador extra cuando el ingreso marginal aportado por éste sea mayor al coste marginal que genera. Es decir, el equilibrio se producirá cuando los ingresos marginales se igualen a los costes marginales. Y en este punto es donde también se obtiene el excedente social máximo, que, no está reñido con la existencia de desigualdades que implican la no consecución del objetivo de equidad.

Por eso, para lograr la justicia social y una mayor cohesión social, se suelen poner en práctica las políticas microeconómicas de redistribución de la renta basadas en la fijación de un salario mínimo. Estas políticas son efectivas dependiendo de la posición de partida: como señalaba ayer todo el discurso teórico anterior se fundamenta en la existencia de mercados perfectos. Si por cualquier razón, básicamente mercados no competitivos, el salario existente no fuera el de equilibro sino una menor la actuación gubernamental que impusiera un salario mínimo encontraría justificación no sólo por la búsqueda de una mayor equidad, sino también por una eficiencia superior. Los informes de la OCDE apuntan a que los mercados de trabajo no son perfectamente competitivos por lo que podría ocurrir que el salario de equilibrio no fuese el real. Ahora bien, la lógica advierte que la conclusión que se obtiene a partir de la constatación de que los mercados sean imperfectos no necesariamente ha de ser que el salario no es el de equilibrio.

Espero haber aclarado la duda de mi lector. Muchas gracias en cualquier caso por ayudarme a pensar mejor. Es la única forma de avanzar.

No hay comentarios: