lunes, 8 de diciembre de 2008

Misión imposible

"El equilibrio permanente no existe en los negocios humanos". A. Maurois.

El lenguaje común además de vulgar, manido y tópico, o precisamente por eso, resulta ser sabio. 'Estar de bajón' o 'tener un subidón' son las dos caras de la misma moneda. Igualmente peligrosas porque como señalaba Aristóteles, o, más bien, sus traductores, "in medio virtus": esto es, la virtud es el justo medio entre dos extremos. No es, sin embargo, un elogio y canto a la mediocritas, por muy aurea que resulte. Ni mucho menos. Se trata, una vez más, de alcanzar el equilibrio, la mesura, el orden. La ansiada calma. Apolo adversus Dionisos.



La economía no escapa a esta dionisiaca oscilación. Al bajón y al subidón. De precios, quiero decir. Por eso, las dos bestias pardas contra las que han de luchar denodadamente las autoridades económicas son la inflación y, la más peligrosa, pese a las apariencias, deflación.


Me gusta rastrear los orígenes de las palabras, el proceso mediante el cual los significados van cristalizando poco a poco a lo largo de los siglos. Las pistas que informan de la evolución o involución de las distintas formas de comprender el mundo. La etimología de la palabra 'inflación', -nunca inflacción- remite a una acepción que hoy ha perdurado de una forma figurada o metafórica. De hecho, se introdujo en el siglo XV como cultismo para sustituir a "hinchazón". Inciso: a los interesados en cuestiones filosófico-lingüísticas aconsejo la lectura del libro Metáforas de la vida cotidiana de G. Lakoff y M. Johnson.

¿Inflación como hinchazón de los precios? Tal vez. Pero es necesario hacer algunas precisiones previas. La inflación no es la subida del precio de un bien aislado. De ahí, que haya que aludir a lo que en economía se llama 'nivel general de precios' que es una medida global de los precios de los diversos bienes y servicios en un momento determinado. Sólo cabe hablar de inflación cuando sube el nivel general de precios. Con esta precisión se puede definir la 'inflación' como un aumento general y sostenido de los precios en la economía de un país.

Es, por tanto, un aumento general: si sube únicamente el precio de las salas de cine o de las palomitas con los que algunos acompañan el deleite, no cabe hablar de inflación. Además, el incremento ha de ser sostenido: se ha de producir durante un periodo de tiempo continuado. Que suban los precios de las terrazas en San Fermín no se considera inflación; es un incremento ¿estacional? (Ojalá).

La inflación provoca una serie de efectos perversos que son los que justifican que las autoridades económicas se empeñen en su control. Entre otros pueden citarse los siguientes: perjudica a quienes no aumentan sus rentas al mismo ritmo que lo hacen los precios. Son especialmente vulnerables los asalariados y pensionistas, que comprueban cómo el nivel general de precios sube pero sus ingresos son los mismos. Por otro lado, la inflación supone una pérdida del valor relativo del dinero: así, penaliza a los individuos ahorradores, a las hormiguitas que comprueban cómo las cigarras manirrotas no se encuentran en peor situación que ellas mismas, en la medida en que todo el dinero acumulado les impide adquirir los mismos bienes y servicios que estaban en disposión de tener cuando comenzaron su actividad previsora. Por eso, las épocas de inflación son el caldo de cultivo idóneo para la formación de burbujas inmobiliarias: los potenciales ahorradores perciben que pueden obtener más beneficios invirtiendo en bienes duraderos que depositando son fondos en una entidad de crédito.

La inflación también provoca la merma de la competitividad exterior de los bienes y servicios del propio país; el incremento de precios causa la disminución de las exportaciones y, a la postre, un incremento de las importaciones.

Pero los fenómenos inflacionistas constituyen una gran familia. La hermana mayor, la hiperinflación, se conoce como la situación en la que la tasa de inflación aumenta en torno al 50% mensual o más. Esto es, los bienes que hace un mes costaban 100 euros, hoy se pagan a 150 euros. A lo largo de la historia se han producido muchos casos de hiperinflación. Los manuales de historia económica suelen presentar dos casos que se han tornado paradigmáticos. Alemania, tras perder la Primera Guerra Mundial, hubo de hacer frente en virtud del Tratado de Versalles al pago de ingentes cantidados a los aliados. La recaudación fiscal no era suficiente para hacer frente a los pagos, así que se buscó una solución rápida. Darle a la manivela e imprimir dinero extra para efectuar los pagos. Sencillo, ¿no? Tal vez, pero el resultado fue que la inflación se disparó a niveles insospechados: entre enero de 1922 y diciembre de 1923 la tasa de inflación acumulada alcanzaba el billón por ciento. Inimaginable. Como puede suponerse los ciudadanos hubieron de adaptarse a la situación: el dinero perdió su función como medio de cambio y se empezó a usar otros bienes que cumplieran con este cometido, debido a que el valor no se devaluaba tanto, v.g., los cigarrillos.

Aunque, sin duda, la mayor inflación registrada en un país se vivió Hungría tras la Segunda Guerra Mundial. Los precios en un año se multiplicaron por 10^27. Imagínese, estimado internauta, que lo que en su "Todo a un euro" favorito hoy cuesta 1 euro, el año que viene costase 1000000000000000000000000000 euros. Cuando cambiaron la moneda el tipo de cambio fue 1 florín = 400.000 cuatrillones de pengo. Es indispensable contar con una imaginación prodigiosa para entender cómo se las apañaron.

Otro de los miembros de la familia inflacionista es la estanflación, castellanización como apunta Pampillón, de la voz inglesa 'stagflation'. Combina los términos 'recesión' (o estancamiento) e 'inflación'; es la situación económica que indica la simultaneidad del alza de precios, el aumento del desempleo y el estancamiento económico, entrando en una crisis o incluso recesión. ¿Les suena?

Y por último, la hermana menor, la deflación. Es la caída general y sostenida de los precios de la economía de un país. Aunque a simple vista podría parecer que se trata de una buena noticia, lo cierto es que la deflación es incluso más peligrosa que la propia inflación. Y lo es porque cuando se espera que los precios bajen, se contrae la demanda a la espera de que los precios bajen aún más. La deflación contribuye a agudizar la crisis, pues ocasiona una caída fuerte del consumo (actualmente en economías OCDE el consumo equivale al 70% del PIB) principalmente de bienes de consumo duraderos (aquellos bienes con plazo de vida superior a 3 años y que implican una importante decisión para el comprador, por ejemplo automóviles). Por otro lado, de la misma forma que la inflación en términos monetarios causa que las deudas vayan perdiendo valor con el paso del tiempo (si debo 100, dentro de un año con una inflación del 5% tendría una deuda de 95) en cambio la deflación conseguiría el efecto contrario (si debo 100 con una deflación del 2% tendría una deuda de 102). Japón la sufrió en los años 90. El hipercitado economista Nouriel Roubini afirma que "existe un riesgo de deflación global". De nuevo, el tiempo lo dirá.

El imposible equilibrio. La ansiada calma. La inflación del 2%. ¿El sueño de una tarde de invierno? Time is over.

2 comentarios:

David dijo...

Hola Begoña

Sigo leyendo vuestro blog durante estos días. Gracias por decidir no tomarte el puente como descanso. Esto sirve para poder seguir leyendo opiniones inteligentes y sobre todo diferentes. Porque en los editoriales económicos de los periódicos, desde hace tres meses, sólo encontramos repetición.

De lo más divertido que hay por ahí es leer los foros de bolsa de la página web del Expansión. Uno de los que han retirado, hablaba de la evolución de las acciones de Santander. Hace un año, los participantes emocionados, apuntaban hacia los 15 euros por acción. Con el tiempo el ánimo ha ido decayendo y el realismo se ha impuesto. Ahora todos a la baja, esperando a entrar o a vender. Hoy Santander +10%, pero yo sigo esperando que llegue a los 4,2 euros por acción, que es mi límite de entrada. Pero eso es otro tema y la bolsa da para mucho y más en situaciones como la actual.

Comentarios a tus comentarios más estimulantes.

Yo confieso que también me encanta el cine, aunque no soy compulsivo consumidor. Durante trece años estuve haciendo crítica escrita a todas y cada una de las películas que visionaba. Sin dejar pasar una sola. Sólo para mí. Confieso que no he visto Gomorra, pero has creado en mí el interés de verla. Casualidades hacen que mientras tú escribías el viernes sobre Italia, yo me encontrara caminando por Milán, saboreando esa mezcla de decadencia y lustro que tiene la ciudad. Cuidado con la cartera en la Stazione Centrale, cuidado con la cartera en Via Montenapoleone. Contrastes.

David Lean es uno de los grandes. Y Breve Encuentro contiene una historia maravillosa, pero es que la combinación del convulsísimo año en el que se realizó, el blanco y negro y el tren, pueden aún hoy, dejar maravillado a cualquiera.


Pero vayamos a la economía. Inflación en el 2%, equilibrio deseado. Yo tampoco lo sé.
Hace unos días hablábamos de la doble necesidad de incentivar el consumo y el ahorro. Hablamos sobre todo de ahorro.
Pero, ¿cómo incentivar el consumo, controlando la inflación y manteniendo buenos niveles de ahorro? Siempre me ha resultado una ecuación IMPOSIBLE.
Parte de la situación económica actual, o al menos, el desencadenante de la crisis que vamos viviendo, radica en los bajos tipos de interés existentes hace algún tiempo (y a los que ansiosamente parece queremos regresar). Porque, no sólo favorecieron el consumo desmedido del que ya hablamos, sino que hicieron desaparecer parte del ahorro.

Tú lo citas. Con los tipos de interés al 2%, muchas personas buscaron esa fórmula mágica consistente en obtener una rentabilidad mayor que la inflación, pero sin poner en riesgo el capital. Inflación al 4,3%, interés en el banco al 1,5%. Otra ecuación imposible si uno busca la seguridad del capital. Fue perfecto para el florecimiento de los productos basura, basados en hipotecas basura y, sobre todo, en gestión basura.

Pero tenemos que tener cuidado. Esta vez han sido las hipotecas basura. Probablemente tardemos muchos lustros en volver a verlas. Porque conocemos el truco. Pero se generarán otros, basados en otros instrumentos económicos que tal vez, hoy, no podamos siquiera barruntar.
Sin duda, volveremos a vernos en situaciones dominadas por la irresuelta ecuación. Tipos de interés bajos, olvido de experiencias anteriores, necesidad de batir a la inflación (porque no hemos conseguido mantenerla en el 2%)... abono perfecto. Caldo de cultivo para grandes beneficios económicos para algunos y de pérdidas moderadas para la mayoría.

Y he aquí una máxima por la que se rige mi pequeña economía. No hay duros a cuatro pesetas (tengo que actualizarla a euros, pero aún no se me ha ocurrido cómo).

Tenemos que aprender a no ganar siempre. Hay momentos económicos en los que batir a la inflación, sin poner en riesgo el capital, es simplemente imposible. Nos digan lo que nos digan en nuestro banco. De momento, es nuestro destino pequeñoburgués. ¿Inevitable? Probablemente. Lo que tengo muy claro es que sólo conoceré la respuesta a base de observar ciclos económicos e intentar anticiparlos. No por lo que me digan, sino por lo que yo vea y sienta.

Y los ciclos son largos. Es mejor estar dos años perdiendo parte de tu capital por no ser capaz de que crezca más que la inflación, que exponerlo a rentabilidades basadas en elementos de riesgo desconocido, pero aparentemente inexistente. Contrastes.

Hace unos tres años salí de la bolsa con el Ibex a 9000. Prometí volver a comprar por debajo de 8000. Cuando superó los 15.000, algunos amigos lucían con orgullo sus papeles. Ahora quieren deshacerse de ellos a toda costa (excepto a la costa de la pérdida).
Yo fui fiel a mi ciclo económico percibido (bien dices que es, aquello que se percibe que es). Porque creo que es la mejor manera de no tener esas pérdidas moderadas y batir a la inflación. Pero en el ciclo largo, no en uno o dos años. Aún a riesgo de no disfrutar de las grandes ganancias y cierta adrenalina asociada al riesgo.

En mecánica cuántica, Heisenberg formuló el principio de incertidumbre. No podemos conocer al mismo tiempo dónde están y a qué velocidad se mueven algunas partículas. Creo que con la inflación nos pasa lo mismo. Cuando sepamos que se encuentra al 2%, algo sucederá que la hará moverse rápidamente hacia algún lugar indeseado. Particularmente no creo que se mueva hacia la deflación. Volverá a subir y volveremos a demostrar que nos gusta, como colectivo, tropezar en la misma piedra con frecuencia.
A mí, no me van a encontrar. Porque como para mí ya es muela de molino, he dejado de comulgar.

Gracias una vez más por escribir Begoña. Tus alumnos aprenden. A mí me sirve para reflexionar en voz alta. Y también para relajarme.

David

Begoña dijo...

Buenas noches, David:
Benvenuto. Has logrado ponerme los dientes largos con tu alusión a Italia y tu paso por la Stazione Centrale. Milán bien vale una cartera. O dos. En cualquier caso, lo realmente estimulante es poder contar con comentarios de este nivel en un blog que, como puedes comprobar, está dirigido básicamente a alumnos que no han tenido apenas contacto con la economía. Muchas gracias.

Pero entremos en materia económica. Me hace gracia que hables de los foros de bolsa de Expansión, porque yo también suelo hacer algunas incursiones en ellos. No porque yo invierta en bolsa: nunca lo he hecho y probablemente nunca la haga. Lo mío forma parte de un estudio más amplio que tiene que ver con la propia naturaleza humana. El homo oeconomicus o el homo a secas. En cualquier caso, es un buen lugar para tomar el pulso a una sociedad desequilibrada, en el sentido del término utilizado en mi entrada. Ganancia rápida, adrenalina, corto plazo e ingenieria financiera ponen el resto.

Para los lectores que no lo hayan entendido, -el público es mayoritariamene joven y yo soy la encargada de informarles de estas cuestiones-, tengo que señalar que una tasa de inflación en torno al 2% suele ser considerada por los expertos como normal, incluso saludable. Es lo que se conoce como tasa de inflación esperada que es la que las empresas y trabajadores manejan para el futuro próximo. Como bien apuntas la tríada consumo, ahorro e inflación es de difícil conjunción. Hay otras. De hecho, la conclusión probablemente basada en intuiciones que se extrae tras cursar tres asignaturas de macroeconomía, -lo siento, soy de entendederas más bien limitadas- es que hay objetivos económicos rayanos en la flagrante contradicción. Inflación, elevado déficit comercial y altas tasas de interés es otro ejemplo. No me atrevería a aseverar que la ecuación es de imposible resolución porque doctores tiene la economía que probablemente darán con nuevos trucos. El otro día leí que uno de nuestros mitos clásicos, la curva de Philips, tenía que ser eliminada como dogma económico. Expresis verbis "había hecho mucho daño". He de buscar la referencia.

Completamente de acuerdo con tu análisis rentabilidad/riesgo. Se ha pretendido tratar como frase disyuntiva (o al menos, eliminar el segundo término) lo que claramente es una copulativa. La rentabilidad comporta ineludiblemente riesgo. Es el precio. Y lo demás, magia o eufemísticamente ingeniería financiera. Y ahí radicaba el engaño que de alguna forma tenía que explotar. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta del tema. Inciso: Pérez Reverte como la bruja Lola de las finanzas. Para partirse, cuando en realidad se sabía perfectamente que tu máxima pre-euro alcanza la categoría de dogma.

Otro parón. Mencionas el Ibex-35. Dudo mucho que mis alumnos sepan qué es exactamente y te agradezco haberme inspirado el tema para otra entrada.

Por último, estoy de acuerdo contigo en que el riesgo de deflación es improbable. Más que nada porque las autoridades económicas han comenzado a utilizar toda su artillería pesada para evitar su aparición. Pero de nuevo hemos de hilar fino y no descartar que es posible. Dejo un enlace de un artículo publicado en la Gaceta de los Negocios asequible a todo el mundo http://www.negocios.com/negocios/30-10-2008+riesgo_inflacion_al_infierno_deflacion,noticia_1img,33,33,36642.

Por cierto, tiendo a asociar el cine de David Lean con las Navidades. Tardes enteras viendo Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago o La hija de Ryan (esta última en sesión de noche). Dommage.

Mil gracias, David. Es un lujo y un estímulo contarte entre mis lectores.
Begoña

8 de diciembre de 2008 23:42