"Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás. Así te ahorrarás disgustos"
(Confucio 551 AC-478 AC. Filósofo chino)
Alguien que me conoce bien me califica de "very demanding". No quiero entrar a discutir la justicia del calificativo, -hoy no hablaré de mí-, sino solamente fijarme en esta expresión inglesa que en español vendría a significar algo semejante a "muy exigente". Quizás alguno la tradujera como "muy demandante", aunque probablemente la RAE no sentiría fascinación por esta improvisada y demasiado literal traslación. Ahí precisamente quería llegar. El verbo 'demand' en inglés tiene un significado menos aspero que el español "exigir". A pesar de que 'demand' y 'demandar' no resultan traducciones adecuadas en todos los contextos y en ocasiones 'demand' se ajusta mejora a 'exigir'. De hecho, en nuestro idioma los verbos 'exigir' y 'demandar' pasan por ser sinónimos ideográficos o conceptuales. Exigir es pedir imperiosamente algo, mientras que demandar es un pedir sin avasallar, limitando la exigencia a simple solicitud. De ahí, que el sustantivo 'demanda' guarde una relación de parentesco lejano con la 'exigencia', de tal forma que la primera según la RAE es una "súplica, petición o solicitud" mientras que la segunda es "la acción o el efecto de exigir" o incluso "una pretensión caprichosa o desmedida".
Tras esta breve excursión por los jardínes semánticos, habrá adivinado ya, querido internauta, que el tema de esta entrada es ni más ni menos que el concepto económico de demanda. Este término es profusamente utilizado y en ocasiones, no correctamente comprendido. ¿Quién no ha escuchado nunca la frase "es la ley de la oferta y la demanda"? (sobre todo cuando algún vendedor pretende justificar la injustificable subida del precio de un bien o servicio). Hoy intentaré un primer acercamiento a un concepto que corre el peligro de morir de éxito. Sin duda la muerte más dulce.
Cuando en la ciencia económico se utiliza el término 'demanda' se está haciendo referencia a la cantidad de un bien o servicio que un comprador (demanda individual) o compradores (demanda de mercado) estándispuestos o pueden (ay, los matices) adquirir a los diferentes precios del mercado.
Se habla también de "función de demanda". Grosso modo, al hablar de relación funcional se alude a la relación entre dos o más variables (una dependiente y las otras independientes) que viene dada por el hecho de que un cambio en la variable o variables independientes afecta a la dependiente. Pondré un ejemplo. Si el precio de los pisos desciende (variable independiente), la cantidad demandada de éstos aumentara (variable dependiente).
La siguiente pregunta inmediatamente se plantea es: ¿qué factores influyen en la cantidad demandada? o dicho de otra forma más coloquial, ¿qué es lo que hace que ustedes, queridos internautas, adquieran unos bienes y no otros? Un, dos, tres responda otra vez.
Parece claro que se adquieren sólo aquellos bienes y servicios que gustan o agradan. Por muy barata que esté la leche, no me verán procurándome una caja. Los gustos de los consumidores influyen hasta el punto de que determinados bienes son de difícil encaje entre determinadas personas. Ahora bien, los esfuerzos de marketing pueden intentar la complicada tarea de convencer al comprandor de que le gusta aquello que en realidad detesta. ¿Se imaginaba hace unos años, cuando el reinado del pantalón acampanado era indiscutible, embutirse en un pitillo que, ni tan siquiera le favorece? Sesudas reflexiones.
Pero no acaba aquí la lista de influencias. El precio es otra variable que afecta a la cantidad demandada. Cuanto mayor sea el precio de un bien, menor será la cantidad demanda de éste. El precio y la cantidad son magnitudes inversamente proporcionales. Gráficamente este hecho se muestra en la pendiente de la curva de demanda, que es negativa, y en la forma, que es decreciente.
Ahora bien, estos dos factores, aun siendo importantes, no lo explican todo. Imagine, querido internauta, que usted regenta una peluquería. El precio del peinado y marcado (me encanta esa expresión) es de 15 € y parece que le va bien. Pero un mal día, al que siguen otros no menos malos, observa que sus clientes de toda la vida dejan de acudir a su cita semanal con usted y las revistas de papel couché. ¿Qué ha pasado? La primera respuesta que le viene a la cabeza es acudir al tópico, verbigracia, la crisis, los ninja y todo sus diabólicos paladines. Pero usted posee una capacidad de análisis más fina: si observa a su alrededor verá que unos jovencitos han montado una peluquería alternativa en la que ni se peina ni se marca, pero se oferta un look muy favorecedor. Y lo que es peor, por 12 euros. Bingo. Moraleja: los precios de los otros bienes influyen en la demanda de un determinado bien.
Aún podemos escarbar más y encontrar otra poderosa razón para comprar más (o menos). Piense en qué ocurriría si mañana su renta se doblase, triplicase (su jefe decide doblarle el sueldo, hereda un piso que inmediatamente arrenda de una tía lejana o le toca un pellizquín en la lotería que decide depositar en una entidad financiera) o simplemente, aumentase. En ese caso, comenzaría por dejar de comer el sempiterno puré de patatas de todos los finales de mes(bienes inferiores) y consumiría otro tipo de manjares más adecuados a su exigente paladar (bienes normales) . Asimismo, quizás se diera un capricho en forma de coche de alta gama o de vacaciones a un paraíso exótico y lejano (bienes superiores). En definitiva, la renta influye en la cantidad demandada.
Los libros de texto al uso aluden a estas cuatro variables para explicar la demanda individual. El problema con el que se encuentra el economista, como científico que es, reside en la dificultad de analizar estas cuatro "causas" simultáneamente (entiéndase el término en sentido laxísimo, porque estrictamente hablando no se trata de una relación causal). Por eso se afirma que el análisis del efecto de cada una de ellas sobre la demanda se ajusta a la cláusula caeteris paribus. Literalmente "todo lo demás constante". De esta forma, los economistas estudian el efecto de los precios de los bienes sobre la demanda, o de la renta o de los precios de los otros bienes, intentando evitar el análisis conjunto de todos los factores. Evidentemente es una simplicación, aunque utilísima.
Me resisto a dar la razón a quien me tilda de very demanding. No les voy a exigir esfuerzos que superan con creces las pretensiones de este cuaderno de notas. Por eso, les emplazo a otra cita virtual en la que hablaré del efecto renta y el efecto sustitución. Exigencias del guión.
4 comentarios:
Buenos días internautas:
Por fin entiendo un poquito gracias a este blog la economía. Ahora bien, desde mi ignorancia, creo que la gente ante la incertidumbre de desconocer qué producto es bueno y cuál no lo es elegirá siempre el más caro. Si yo voy a una frutería y veo unas peras a 10 euros el kilo y otras a 4 euros despreciaré las segundas. Siempre veo mejor el producto más caro. Lo miro con mejores ojitos. Claro está que si tengo problemas económicos graves o un conocimiento grande de fruta elegiría las segundas. Es decir, en igualdad de condiciones ante un mismo producto y que yo conozca me decantaré, sin duda, por el más barato pero, dado que la mayoría de los productos que compro no los conozco elegiré siempre el caro por miedo a que el otro producto sea peor. En fin, no se si sirve de mucho mi comentario pero, gracias Begoña por este blog, aprendemos mucho. Un saludo a todos los internautas,
Koldo
Buenas tardes:
Soy historiador y me llamo Juan. Lamento no poder aportar nada (económicamente hablando) pero, me ha hecho gracia que hables de los matices. Yo pienso lo mismo: no hay que olvidarse nunca de los matices, de lo importante que es un matiz. ¿Qué hubiera sido de Velázquez si su color bordeaux le hubiera salido un poquito más rosa? Un saludo a todos,
Juan
Buenas noches a los dos:
Muchas gracias por vuestra contribución a este foro. Estoy convencida de que los matices dotan de atractivo a este cuadro colectivo, si me perdonáis la cursilería.
Hasta pronto:
Begoña
Buenas noches, Begoña:
Debido a mi interés por subir la nota de economía y a lo interesante que encuentro tu blog (cayendo en el peloteo de zubicoa...) me he decidido por volver a frecuentarlo. Eso sí, manteniéndome tan trasnochadora como siempre y más sabiendo que quien me lee es otra noctívaga.
Debo reconocer que me he visto superada por tus nuevas entradas y he optado por comentar la que me ha resultado más sencilla. Posiblemente porque este tema ya lo estudiamos el año pasado. Espero que conforme aumenten mis visitas lo hagan también mis destrezas léxicas y por consiguiente me vea más capaz de intervenir.
Te parecerá mentira pero, lo único que se me ocurre escribir es que vuelven los pantalones acampanados. He querido opinar acerca de una entrada tan sencilla que no sé ni como abordarla.
"But don´t worry...me remito a la entrada de "El camino a casa".
El juego de la oca...
Un saludo, Nora.
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