lunes, 17 de noviembre de 2008

Sentido y sensibilidad

"El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona" (F. Hölderlin, un grande, sin duda)

Mientras escribo esta entrada suena la emocionante Sonata K466 de Scarlatti; una banda sonora que ayuda a situar a cada uno en su sitio: la belleza que nunca seré capaz de crear me recuerda mi condición mendicante. De nuevo, Hölderlin. Sólo queda disfrutar las migajas de los otros. Sin embargo, esta melodía, y otras muchas, devuelven al más escéptico la fe en el ser humano y encarnan lo que es capaz de lograr. De alguna manera, logran borrar algunas de las líneas de la historia universal de la infamia. El vacío concepto de desarrollo se llena y adquiere sentido en una sonata. Lo que se puede llegar a crear, la condición divina.

Verdaderamente, hay términos, sintagmas, consignas o lemas que por diversos azares y necesidades prenden en el público de tal manera que logran ocultar incluso el impulso original que los alumbró, pasando a integrar el Olimpo de las ideas comodín. El coste de oportunidad es su opacidad. Al final acaban sirviendo para todo y para todos. Además de la jeringa del hospital de nuestros abuelos no conozco ninguna otra realidad que comparta ese carácter multifuncional.


El concepto de 'desarrollo' suscita sin duda la aprobación universal. Quien se niega al desarrollo es un involucionista, un retrógrado o un conservador de la peor especie. Ocurre algo semejante con la idea de progreso, elaborada en las cocinas de la Ilustración. El problema estriba en conocer con exactitud qué es lo que se quiere decir cuando se utilizan ambos términos.


Partiré de la consulta de la voz 'desarrollo' en el diccionario de la RAE. Además de otras dos acepciones que no vienen al caso, la Real Academia atribuye un significado económico al término de tal forma que desarrollo es "la evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida". Pero esta búsqueda todavía complica más el status quaestionis en la medida en que requiere una ulterior explicitación del propio concepto de 'nivel de vida'. ¿Qué es el nivel de vida? ¿La capacidad de consumo determinada por la renta? Entonces, vida y consumo ¿son sinónimos? Obviamente, la pregunta tiene trampa en la medida en que sé que la respuesta va a ser negativa.



Por otro lado, la definición de la RAE plantea otra dificultad que no considero menor. ¿Cómo se miden esos "mejores niveles de vida"? Los instrumentos que sirven para establecer esas mediciones reciben el nombre de indicadores. Tradicionalmente se han venido utilizando indicadores como el PIB (del que hablaré conforme avance el curso), el PNB o la Renta Nacional. Pero esos indicadores plantean el problema desde una óptica exclusivamente economicista o exclusivamente cuantitativa. Por eso, proponen la utilización de otros indicadores como el IDH, índice de desarrollo humano, que incluye en su medición la esperanza de vida, el índice de alfabetización y el poder adquisitivo de la renta media. El IDH fue propuesto como índice alternativo en el programa de desarrollo de las Naciones Unidas.

Hay un libro en el mercado titulado Introducción a la economía, en el que a través de una larga entrevista a J.K. Galbraith (viejo conocido de los alumnos de 2º de Bachillerato), N. Salinger trae a colación cuestiones como la validez de los instrumentos tradicionales de medida macroeconómicos para dar cuenta de conceptos como el nivel de vida. La tesis de Galbraith es de una sencillez y un sentido común aplastantes: hay muchas cosas no cuantificables que proporcionan una satisfacción mucho mayor que lo que puede ser medido.

Por lo tanto, el nudo gordiano presenta dos cabos: el primero tiene que ver con lo que puede o no puede ser medido, es decir, la validez de los instrumentos de medida y el segundo guarda relación con la precisión de los instrumentos de medida para dar cuenta de aquello que se supone están midiendo, esto es, su fiabilidad en tanto que instrumentos.

Difícil y no cerrada cuestión. Sobre todo porque el desarrollo económico se suele asimilar con el crecimiento económico y ahí ineludiblemente hay que estar dispuesto a introducirse en terreno pantanoso. Baste hoy apuntar que el crecimiento económico está inserto en el propio código genético de la economía. Los primeros economistas no ahorraron esfuerzos a la hora de procurar con sus teorías un incremento de la riqueza. Como señala J. R. Cuadrado Roura, "la revolución burguesa que daría paso al nacimiento del sistema capitalista fue conformando una nueva ideología, sustentada en la bondad del comportamiento egoísta individual como motor de un sistema económico que precisa crecer de manera constante, para así aumentar el bienestar material de la colectividad". La mayoría de los economistas estarían de acuerdo en aceptar que el crecimiento económico consiste en la expansión del PIB potencial de una zona geográfica determinada (región, país o conjunto de países). Dicho de otra forma, crecer es aumentar la frontera de posibilidades de producción (FPP) de un país.

Este concepto está no sé si en las antípodas, pero sí muy alejado de lo que hoy se concibe como desarrollismo. También, cuando se distingue entre países subdesarrollados o en vías de desarrollo, el significado manejado es diferente. Desarrollo humano, desarrollo rural, desarrollo sostenible comparten sin duda un aire de familia. Pero incluso entre hermanos las relaciones pueden ser conflictivas. O tal vez he pasado por alto los adjetivos que los convierten en sintagma. La importancia de tener un buen apellido.

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