miércoles, 26 de noviembre de 2008

Gigante

"Somos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no por alguna distinción física nuestra, sino porque somos levantados por su gran altura." Juan de Salisbury

El destino de los mediocres con conciencia de clase es aciago y áspero, si se me permite la expresión. Estamos dotados de una dolorosa lucidez acerca de nuestra posición en el mundo, conocemos lo que no somos y, ay, sabemos de sobra qué terrenos no hollararemos. C'est la vie y no precisamente en rose. Por eso, es necesario encontrar un guía que, a la manera en que Virgilio y Beatrice en la Divina Comedia hicieron con
Dante, nos conduzca por esos terrenos pantanosos cuyo camino, abandonados a nuestra suerte, no podríamos siquiera imaginar. Somos enanos a hombros de gigantes.

Uno de mis gigantes tardíos ha sido el profesor Tomás Franco de la UNED, titular de la asignatura Geografía de los Paisajes Integrados, con quien me siento en deuda por haber logrado suscitar en mí el gusto por el estudio de la Geografía física y humana, disciplina que no me atraía en absoluto. El texto de la materia es lo más parecido que he encontrado a un dechado de virtudes: precisión, ironía, capacidad de análisis y excelente sintaxis. Demuestra que el rigor resulta compatible con la amenidad y la buena redacción. Pero no se confundan los lectores. No se trata de "hacer la roscar" a nadie: la asignatura la aprobé en su día y él ni tan siquiera me pone cara (aunque sí letra). Es una cuestión de saldar en la medida de lo posible ciertas deudas. Aunque sean de una naturaleza tan sutil como la intelectual.

Y me acordaba de él porque estos días he acometido en 1º de Bachillerato la empresa de estudiar diferentes teorías que analizan el papel de la población en el desarrollo económico. Esa temática ha tenido también su reflejo, como no podía ser de otra forma, en este cuaderno de bitácora. Pero no se puede analizar con exactitud y precisión la relación entre ambas variables si no se dispone de, al menos, ciertos conocimientos demográficos básicos. De eso quiero hablar hoy. Nuevamente hago una incursión en una disciplina que no es la propia. Acepto, por tanto, que se me acuse de intrusismo profesional. Sin embargo, cuento con el inestimable apoyo de los apuntes que en su día me aclararon muchos conceptos.


Suele dividirse la historia de la población en tres ciclos o etapas: el ciclo demográfico antiguo, la etapa de transición y el ciclo demográfico moderno. En el ciclo demográfico antiguo, la natalidad es ligeramente superior a la mortalidad. El balance es un crecimiento medio anual inferior a uno por mil. Pero las epidemias, guerras, hambrunas contribuyeron no sólo a que el saldo de efectivos humanos no acabase en superávit, sino a que incluso la población diezmase. Este largo ciclo abarca desde los orígenes de la humanidad hasta mediados del XIX.

La etapa de transición tiene lugar cuando las condiciones económicas y sanitarias de un país experimentan una sustancial mejora. Esta circunstancia provoca un descenso en picado de la mortalidad, pero no ocurre lo mismo con la natalidad. La inercia lleva a la población a seguir manteniendo el mismo ritmo reproductivo que en el ciclo antiguo que, recuérdese, era elevado para compensar la elevada mortalidad infantil. El incremento poblacional se sitúa en torno a un 10 por mil.

Ahora bien, este boom natalicio no se sostiene en el tiempo. El descenso de la mortalidad infantil, la incorporación de la mujer al trabajo, el cambio de hábitos de vida, el éxodo rural y los métodos de planificación familiar explican un descenso de la natalidad con el que convive una mortalidad también menor. El balance cuantitativo es semejante al ciclo demográfico antiguo: el crecimiento vegetativo se sitúa en torno al 1 por mil, pero cualitativamente la situación ha cambiado: un crecimiento vegetativo tan escaso significa que el nivel de fecundidad no alcanza como para disponer de generaciones futuras suficientes. En este sentido, el fenómeno de la inmigración está suponiendo un soplo de aire fresco para la envejecida Europa.

Evidentemente, la fase del ciclo demográfico en la que se sitúa un determinado país influye sobre manera en su capacidad productiva y en la forma en la que ha de plantearse la política económica. Al respecto, véase el interesante
informe del INE sobre las consecuencias del envejecimiento de la población. A veces los enanos hemos de cargar con los gigantes que generosamente nos llevaron a hombros. Cuestión de justicia.

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