jueves, 20 de noviembre de 2008

El último caballero

"Todo lo que el hombre planea y ejecuta implica incertidumbre" (F. H. Knight)

Las prisas no son buenas consejeras. Y debo reconocer que ayer en mi torpe aproximación al concepto de 'riesgo' pequé de poco sutil. Intenté atajar, olvidando la máxima platónica de que el camino del conocimiento suele ser escarpado. De nuevo, los detalles. En mi descargo debo decir que el objeto fundamental de la entrada era hacer un bosquejo del concepto del punto muerto o umbral de rentabilidad. Sin embargo, es necesario ser más cuidadosa. Me aplicaré el cuento.

El error fundamental fue pasar por alto las reflexiones de un teórico que ha pasado a ser considerado una referencia fundamental cuando se aborda la cuestión del riesgo empresarial. Estoy refiriéndome evidentemente, mis alumnos de 2º de Bachillerato lo habrán adivinado ya, a
Frank H. Knight. Sin duda, él ha hilado mucha más fino que yo. Tomé como sinónimos dos conceptos, el de riesgo y el de incertidumbre, que precisan ser matizados. Sirvan estas líneas para desfacer el entuerto.


Las ideas que aquí van a aparecer deben mucho a la lectura de un artículo que en su día me hizo comprender los presupuestos filósoficos de la teoría del riesgo. El estudio en cuestión se titula "Frank Hyneman Knight : le risque comme critique de l’économie politique" y está disponible pinchando
aquí (en francés). Probablemente su discusión supere los objetivos de este foro, pero es de rigor dejar pistas para quienes quieran indagar en los cimientos del sistema. Los autores del estudio defienden que tras la distinción riesgo/incertidumbre comparece una teoría del conocimiento muy concreta que es imprescindible desentrañar en aras de una correcta comprensión de la distinción knightiana.

Knight introduce la incómoda incertidumbre en el universo inteligible y predecible de la teoría económica clásica. El homo oeconomicus clásico poseía un conocimiento perfecto del futuro. Esta precisión sólo podría admitirse en una situación de competencia perfecta y puramente estática. Ahora bien, el mundo real dista bastante de ser predecible: la incertidumbre campa por sus respetos en un entorno esencialmente dinámico, cuando no turbulento. De aquí,"la necesidad de pasar al estudio de la competencia imperfecta, de la dinámica, y por lo tanto del papel de ese personaje central que es el empresario". Knight trataba de superar la tradición clásica.

De hecho, afirmó que "los antiguos economistas ingleses [los clásicos] empleaban el término beneficio (profit) para designar la renta del propietario de un negocio, que era considerado esencialmente como un inversor". En realidad para los clásicos, la figura realmente relevante es la del capitalista y no la del empresario.

Knight sostuvo que el mundo es variable y lleno de incertidumbre y en él, los agentes conocen "únicamente algo que se refiere al futuro, mientras que los problemas de la vida, o de la conducta al menos, surgen del hecho de que conocemos muy poco". Por ello, las personas, dentro de su experiencia, no reaccionan al estímulo pasado sino ante la expectativa del futuro.



La incertidumbre deviene por tanto el elemento esencial de la actividad del empresario. Por 'incertidumbre' se entiende la incapacidad de alcanzar un conocimiento cierto de las consecuencias que se van a derivar de la actuación empresarial. ¿Existe alguna forma de luchar contra la incertidumbre? ¿No es precisamente la ciencia la encargada de establecer causas y efectos entre los fenómenos con el fin precisamente de erradicarla o reducirla? Evidentemente la incertidumbre admite grados en función de la información y el grado de conocimiento que el empresario posea de la economía y sus agentes. Por eso, cabría hablar de dos tipos de incertidumbre, a saber, aquella susceptible de ser transformada en la probabilidad de que ocurra un determinado suceso y una incertidumbre que no puede ser domeñada en la medida en que no es factible conocer ni siquiera su probabilidad. Es incognoscible.


Aquí precisamente reside el matiz importante: el riesgo tiene que ver con la incertidumbre a la que cabe asociar una determinada probabilidad y por tanto, es susceptible de ser asegurado. El riesgo no es un salto al vacío, a modo de salto de fe kierkegaardiano, sino la medida de la incertidumbre imperante en el sistema económico. Precisamente, la existencia del riesgo es la justificación última del beneficio del empresario, en la medida en que asumirlo implica actuar de garante de las rentas de los factores de producción: adelanta las remuneraciones del trabajo y del capital. El empresario es en este sentido el que transforma una situación de incertidumbre en una situación de riesgo.

En un mundo en el que todo está asegurado, en el que no hay incertidumbre, la figura del empresario, del emprendedor no tiene ninguna razón de ser. De ahí, que haciendo honor a su nombre, me atrevería a decir que Knight convendría conmigo en que el empresario es una especie de caballero. Quijotesco, tal vez.

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