viernes, 7 de noviembre de 2008

Tiempos modernos

"El hombre necesita vestirse para no morir de frío, pero acaba creando Armani. "(José Antonio Marina)

Compruebo, no sin cierta ilusión, he de admitirlo, que este cuaderno de bitácora se va animando. He recibido interesantes aportaciones vía correo electrónico de Gemma y Sergio (a los que espero no les moleste ser citados en este foro) que me invitan a aprender de otros sitios de la red y, por consiguiente, a enriquecer el presente. Muchas gracias a ambos.

Tras el parón de ayer, -mis alumnos de 1º y 2º de Bachillerato se hallan inmersos en la vorágine de los primeros exámenes (mucha suerte a todos) y yo misma en la de ejercer de juez implacable de sus esfuerzos-, vuelvo a la carga. El tema que he elegido es una continuación del que introduje en la entrada del lunes. La innovación como motor de desarrollo de la empresa y, de forma mediata, de la sociedad.


Para comprender el alcance de un término es necesario, como ya vengo repitiendo una y otra vez en estas líneas, analizar su origen. Rastrear la
senda semántica que ha dado lugar al significado actual del término. Porque los significados se construyen en una suerte de devenir histórico que no puede ser obviado si lo que se pretende es una adecuada comprensión de éstos.


El término 'innovar" procede del latín "innovare". Si se acude a la definición que del término aporta el diccionario de la
RAE se descubre, sin embargo, un significado que no deja de ser curioso: "Volver algo a su anterior estado". Hoy lo llamaríamos 'renovar'. Resulta asimismo reveladora la acepción que, como atinadamente recuerda José Antonio Marina, se dio al término novedad en el primer diccionario castellano de 1630: "Cosa nueva y no acostumbrada que suele ser peligrosa por traer cambio o mudanza de cosa antigua". El miedo al cambio es inherente al ser humano, en la medida en que es consustancial a su naturaleza el intento de domesticar la realidad mediante su categorización en estructuras estables. El cambio viene a ser una grieta que pone en tela de juicio la estabilidad de estas estructuras y, por tanto, arroja a la persona a la vertiente más brava de la realidad.

Sin embargo, innovar es ampliar la realidad, no necesariamente destruyendo lo ya conseguido, atisbar potencialidades donde sólo hay hechos. Por eso, me parece que la capacidad de innovar guarda una relación intimísima con el núcleo duro de la inteligencia humana. En el mundo empresarial está asentada y asumida la consigna de que la innovación es la forma de escapar de un mercado presidido por la homogeneidad, por la insoportable semejanza de los productos que obliga a plegarse a la tiranía del precio. Por eso a la estructura de mercado de competencia perfecta se le asigna el título de precio aceptante. Innovar es sustraerse a las trampas de lo indiferenciado, ser capaz de aportar rasgos propios a la masa informe.

Ahora bien, no quiero dejar de señalar la tentación que se agazapa tras los dominios de lo novedoso. A mi modo de ver, se puede caer en la sacralización de lo nuevo, en la asimilación de dos conceptos que de suyo son diferentes el de lo nuevo y lo bueno o lo deseable. Tal vez, ese peligro era el que habían entrevisto los lexicógrafos que redactaron la voz 'novedoso' en el siglo XVII. La eterna tentación del hombre moderno de hacer tábula rasa, de partir de cero, como si no fuese hijo de un tiempo que es el último eslabón de una larga cadena. Muchas de las resistencias a la innovación surgen precisamente de una mala gestión del tiempo (como al decir de algunos, otros males): se pretende empezar negando la existencia de otros comienzos, de otros pasados, de otras formas que en su día fueron también nuevas. Por otro lado, lo nuevo posee la inestimable virtud que caracteriza a lo perfecto, lo que todavía no ha mostrado su cara oculta, que es su carencia de fallos. Frente a su perfección se torna imposible la victoria de lo ya conocido, de las viejas formas, al menos a corto plazo. La batalla ha de librarse en el largo plazo, cuando lo no tan nuevo y lo ya conocido o lo viejo concurren en igualdad de condiciones. Hasta que una nueva innovación los coloque en el mismo bando: el de lo viejo, lo gastado. El precio del progreso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Begoña:
Me gustaría recalcar que si Joseph Alois Schumpeter estaría vivo, le habría gustado leer este fragmento y comentarlo (auque quizás él desde un punto más puramente económico)

Quizás la idea de la innovación, ésté creando una sociedad cada vez más exigente, en la que por ejemplo, el ordenador novedoso de hoy es la anticualla del ayer.

Si un pueblo como los Amish, ya sea por cultura, religión o simplemente un gran respeto al pasado puede vivir sin lo que nosotros incluso denominamos necesidades básicas como el móvil, no creo que nos valla a pasar nada por frenar aquello que esta acabando con todo aquello que fueron los pilares de nuestra cultura.

Me gustaría aclarar también que no soy un "conservador" dado que también yo soy un comsumista de lo nuevo, pero quisiéra dar un homenaje a aquellas cosas que nos han forjado a nostros.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Buenas tardes.
Estoy de acuerdo con mi amigo y compañero Iñaki en que la
innovación esta creando una sociedad mas exigente y yo diría, que también mas cómoda y mas vaga. Digo esto porque considero que toda innovación esta enfocada a obtener mayores resultados con menores esfuerzos.
Antiguamente la sociedad era mucho mas trabajadora, solo hace falta escuchar a nuestros abuelos decir frases como: "A la juventud de ahora os lo dan todo hecho. No sabéis valorar las cosas". Este esfuerzo se va perdiendo a lo largo de los años precisamente por el hecho de que van apareciendo distintas innovaciones que nos hacen de esta vida una vida más fácil.
Con esto que e dicho yo podría decir que las innovaciones tienen ventajas e inconvenientes. Y me plantearía esta pregunta:¿las innovaciones son buenas o son malas?.Yo pienso que un mundo con todo tipo de facilidades daría como resultado una sociedad de lo mas comodona; pero un mundo sin innovaciones daría una situación propia de la prehistoria. Para mi ni una ni la otra cuestión son buenas para el ser humano y me decantaría por una situación media, no como los Ashim de Iñaki pero tampoco con una sociedad que viva sin trabajar, que no es el caso de ahora pero, quien sabe, en un futuro podría serlo.

Saludos.

Anónimo dijo...

Buenas noches a los dos:
No pretendía yo poner en tela de juicio las bondades de las innovaciones. Ni mucho menos volver a las cavernas. ¡Qué horror!

Por contra, sí era mi intención recalcar que las innovaciones han de ser practicadas con mesura y teniendo en cuenta el statu quo. Si no pueden provocar lo que se suele llamar resistencia al cambio.

Por otro lado, quería poner en entredicho la tesis que sostiene que todo lo nuevo, por su propia condición de tal, es bueno. Tampoco creo que lo contrario sea cierto. Simplemente estoy defendiendo que se hace necesaria la reflexión acerca de lo nuevo.

Muchas gracias por vuestras interesantes aportaciones: no caerán en saco roto. Otra cosa, cuidado con la ortografía. Las buenas ideas tienen que ir bien vestidas.
Begoña (esta vez sin rostro)