miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los pájaros


"El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse". Winston Churchill (1874-1965) Político británico.


Más vale pájaro en mano que ciento volando, reza un refrán. Lo llaman sabiduría popular, sentido común, incluso. Y sin embargo, un rápido vistazo a nuestra forma habitual de proceder refuta esas máximas que con tanta ligereza se repiten. En el fondo, la querencia por el riesgo forma parte, que los biólogos me perdonen, de nuestro código genético. El pájaro doméstico que come de nuestra mano lleva todas las de perder frente a las bandadas que, a pesar de escudriñarse con dificultad, se intuyen cuajadas de ilusionantes posibilidades.

Si el riesgo es consustancial a la naturaleza humana (concepto éste muy discutido) es algo que no se va a dirimir en estas líneas. Lo que sí puedo asegurar es que la aventura empresarial comporta ineludibles riesgos. El primero y fundamental reside en que el beneficio futuro tiene como condición de posibilidad el coste presente. Es el precio que hay que pagar por el más o menos incierto rendimiento. Bien es cierto, que el cabe hacer predicciones acerca del futuro tomando como referencia estudios de mercado, expectativas económicas, análisis del entorno, etc. Aunque cualquier economista me acusaría de métodos poco ortodoxos de entrar en materia, he de decir que éste ha sido, precisamente, el tema de la clase de economía de primero de Bachillerato de hoy. Costes, ingresos y beneficios.

No hay que concebir la asunción de riesgos empresariales como un caso particular de un general masoquismo. No se arriesga por el placer de arriesgar; al menos desde el punto de vista estrictamente económico. Lo que mueve al empresario a exponerse es la percepción de que es altamente probable (no sólo posible) obtener ganancias. Por eso, como apuntaba en mi clase de hoy, quien se expone normalmente mide. Se le llama análisis coste beneficio. De ahí que, en este contexto, cobre sentido el concepto de 'punto muerto' o 'umbral de rentabilidad'.

El término 'umbral' viene definido en el diccionario de la RAE como 'paso primero y principal o entrada de cualquier cosa' y la rentabilidad es la relación que existe entre lo arriesgado (esto es, lo aportado) y los beneficios obtenidos. Por consiguiente es un concepto relativo. Como los buenos sastres, he de ser capaz de unir estos dos retales en una única pieza sin que se noten las costuras: 'umbral de rentabilidad' es la cantidad de un determinado producto que se ha de vender o producir para que el negocio o empresa empiece a ser rentable. Evidentemente, ésta no es una definición de manual. Pero creo que sirve. Al menos como primera aproximación.

Es necesario seguir. Para producir o para prestar un servicio es necesaria la utilización de ciertos factores de producción. Esos factores de producción tienen un valor de mercado, es decir, un precio. Pues bien, se entiende por 'coste' el valor de los factores de producción utilizados para conseguir el producto. En el corto plazo se distinguen fundamentalmente dos tipos de costes: los costes fijos y los costes variables. Los primeros son aquellos que se generancon independencia del volumen de producción. Por contra, los segundos dependen directamente del volumen de producción. Cuanto más se produce, más costes variables se generan. Si yo deseo abrir la peluquería de mis sueños juveniles de tupé, laca y gomina, he de arrendar un local, pagar unos impuestos, adquirir unos materiales, mobiliario, etc. Todo ello conllevará unos costes independientemente de que mi peluquería sea un éxito de público y audiencia o no lo sea. Son mis costes fijos. Sin embargo, cuando comience con mi actividad y mis primeros clientes experimenten en propia cabellera qué es lo que puedo llegar a hacer con ellos, se ocasionarán otros costes. Gastaré champú, electricidad, agua: en mayor o menor cantidad según el número de clientes. Mis costes variables.

En relación con los ingresos, otro elemento básico, hay que señalar que hacen referencia a la cantidad monetaria que la empresa obtiene por la venta de sus bienes y servicios.

Parece evidente que aunque no acuda ningún cliente a la peluquería yo he arriesgado: he de pagar una serie de factores de producción cuyos costes habrán de ir absorbiendo los clientes que acudan a la peluquería. Si yo fijo un precio único por servicio alcanzaré mi umbral de rentabilidad cuando los ingresos totales igualen a los costes totales (fijos y variables). Es decir, el umbral de rentabilidad es el número de cortes de pelo que he de realizar para poder sufragar todos los costes fijos y variables generados hasta ese momento. En ese caso, no obtendré beneficios, pero tampoco tendré pérdidas. Si el número de servicios que realizo es inferior al del umbral, perderé dinero. Mi apuesta habrá sido errada. Por el contrario, si supero el umbral, ganaré dinero.

La importancia de calcular el umbral de rentabilidad es evidente: quien lanza al mercado una idea hace siempre una estimación de qué volumen de productos tiene que vender para cubrir costes. El más elemental principio de prudencia así lo exige. Como he dicho antes, el riesgo no es totalmente ciego.

He hablado del volumen de ventas necesario para comenzar a obtener beneficios. Queda pendiente el análisis de cuál es el volumen de ventas necesario para maximizar beneficios, idea que merece un estudio más detallado. Lo dejaré para otro día. Más vale pájaro en mano que ciento volando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes Begoña,
Al leer este texto me ha llamado la atención la tan mencionada palabra ´riesgo`. No me ha llamado la atención por no saber su significado, sino porque quizá no había caido en la cuenta antes de que siempre arriesgamos. Por ejemplo, cuando compramos detergente para la lavadora y elegimos uno de todos los que hay en el mercado, nos arriesgamos a que de buen resultado o no, es decir, a haber invertido bien nuestro dinero.
Así pues, no es el empresario el único que arriesga, sino que el consumidor también lo hace y dependiendo del resultado que obtenga, seguirá consumiendo ese producto o lo sustituirá por otro.
También me gustaría hacer referencia a los calculos que hace el empresario antes de abrir una empresa. En mi opinión estos cálculos ayudan a determinar si te merece la pena o no abrir una empresa, pero antes de realizar cualquier calculo deberíamos estudiar las necesidades y gustos del consumidor al que se destinarán los productos, pues por muchos calculos que hagas, si no vendes lo que el consumidor quiere, no vas a tener masque perdidas en tu economía.
Espero que mi comentario haya servido de algo y sea del agrado del que lo lea.
Un saludo: Lorea

Begoña dijo...

Buenas noches, Lorea:
Por supuesto que tu comentario es interesante, porque incide en un hecho que me parece fundamental y es que el riesgo comparece en todos los ámbitos vitales. Señalas que hay que extender el concepto de riesgo al consumidor. De acuerdo. Ahora bien, parece claro que la magnitud del riesgo en ambos casos no es comparable. El empresario ha de hacer frente al pago de los factores de producción antes de conocer si su idea empresarial va a tener éxito. Nadie se arruina por no haber dado con el detergente adecuado: podrá resultar fastidioso, no lo niego.
Podrías objetarme, con razón, que cuando la compra es de un bien con más enjundia los riesgos aumentan, v.g., la compra de un piso. Evidentemente. Pero lo cierto es que el riesgo al que se ha de enfrentar el empresario es mayor. Porque, entre otras cosas, no tiene el soporte del bien en cuestión.
Un saludo y gracias por tu aportación:
Begoña