domingo, 23 de noviembre de 2008

Mi vida sin mí

"El juego de ponerse límites a uno mismo es uno de los placeres secretos de la vida".Chesterton

Todos aquellos que inauguran blog han de cumplir con el indispensable requisito de diseñar su propio perfil. Como si de un apartamento se tratase. La operación no deja de ser paradójica en la medida en que no somos capaces de apreciar nuestro propio perfil: para hacerlo debemos recurrir a instrumentos ajenos a nuestra persona (espejos, fotografías, grabaciones) o a la descripción de los otros. De hecho, ocurre una cosa bien curiosa y es que la propia imagen plasmada en una fotografía o la voz registrada en una grabación se nos antojan extrañas: el concepto que nos forjamos de nuestra corporalidad difiere del real (tómese con todas las precauciones del mundo este adjetivo).

Una vez más he hecho trampa. Porque el uso del término 'perfil' no es espacial, sino que alude a los rasgos caracteriológicos. Aún así. Intentar definirse a una misma es asunto complejo e inacabable. Sobre todo porque existe una larga tradición que asegura que el principal conocimiento que el ser humano ha de conquistar (el uso de este verbo no es accidental) es el de sí mismo. Ya en en el frontispicio del templo de Delfos se podía leer la inscripción "Conócete a ti mismo". Sócrates lo considerará el saber fundamental en el sentido más arquitectónico del término (llevo camino de enemistarme con todos los gremios gracias a mis ligerezas). La cuestión es que no he llegado a cumplir el imperativo socrático y la prueba evidente de ello fue la dificultad para dar con mi perfil. Al hablar de intereses podría contestar tomando prestada la sentencia de Terencio que "nada de lo humano me es ajeno", si no fuera por la falta de modestia que ello comporta.


En fin, toda este exordio para concluir en una banalidad, a saber, que uno de mis campos de interés es el medioambiente. Probablemente el dato sea irrelevante, pero por algo este es mi cuaderno de bitácora. Privilegios de autor. De mi gusto por la filosofía, la literatura, la economía e incluso el cine creo que he dado suficientes muestras a lo largo y ancho de estas entradas. Sólo me quedaba introducir la cuña medioambiental y hoy, queridos interanautas, ha llegado el momento. Me temo que el tema de hoy no va a ser para todos los públicos. Y no porque crea que de suyo no se trata de un tema interesante, sino porque su entrada en él requiere de una serie de reflexiones que quizás todo el mundo no esté dispuesto a realizar. Hoy quiero hablar del concepto de límites. Esta es una cuestión que ha sido objeto de estudio de las ciencias ambientales pero, cuyas evidentes conexiones con la ciencia económica, hacen que su oportunidad en este foro esté fuera de cualquier discusión.



Ya a finales del siglo XVIII el reverendo Thomas Malthus escribió un libro que ha sido muy citado y sospecho que poco leído. La obra en cuestión llevaba por título Ensayo sobre el crecimiento de la población. Sobre las Limitaciones del Desarrollo de la Población en las partes menos Civilizadas del Mundo y en la Antigüedad (pínchese aquí si se quiere engrosar el número de los que además de criticarlo, han leído algunos de sus textos). Grosso modo, la tesis del autor es que "la tendencia constante de toda vida a aumentar, reproduciéndose, más allá de lo que permiten los recursos disponibles para su subsistencia" supone que la población humana crece en progresión geométrica, mientras que los medios de subsistencia lo hacen en progresión aritmética. Así, llegará un punto en el que la población no encontrará recursos suficientes para su subsistencia (catástrofe maltusiana). En el fondo, además de demografía, Malthus está aludiendo a la cuestión de la capacidad de límite de la Tierra.

Antes de seguir he de reconocer mis deudas. Y la principal en esta entrada es con el profesor Ernest García, todo un clásico entre mis compañeros de la facultad de CC. Ambientales, y con la interesante exposición que hace del tema. No comparto algunos de sus presupuestos, afirmación que expresada de esta forma no dice gran cosa, pero en general me parece que el cuadro de conjunto que pergeña es sugestivo. La cuestión es que no es asunto sencillo medir la capacidad de límite de la Tierra. Los límites naturales parecen ser inherentemente indeterminados, sobre todo en una macroescala de análisis. La ecología ha abordado este problema y ha definido lo que se denomina 'capacidad de carga', esto es, la máxima población de una determinada especie que puede ser mantenida indefinidamente por un ecosistema.

Se acepta normalmente que el impacto ambiental humano es resultado del número de individuos, la cantidad de recursos consumida en promedio por cada uno de ellos y el nivel tecnológico. La influencia relativa de cada uno de estos factores suele ser objeto de controversia por lo que existe un alto grado de indeterminación. Se admite que los problemas medioambientales están relacionados con el crecimiento de la población humana de una forma indirecta y a través de varios factores intermedios de naturaleza social, tecnológica, económica y política.

El crecimiento de la población en el siglo XX ha sido muy elevado (pasando de 1600 millones a 6000 a finales de siglo), siéndolo especialmente en la segunda mitad siglo. Para 2050 se estima una población de 8000-11000 millones de personas. En contra de las ideas de Malthus, la producción de alimentos ha aumentado también extraordinariamente en ese periodo (fertilizantes sintéticos, plaguicidas, mecanización, incremento de superficie irrigada, selección de variedades de alto rendimiento...).

Es innegable que el aumento de población ocasiona una serie de problemas nada desdeñables: se incrementa la demanda, se disminuye la superficie productiva y la cantidad de agua por persona, y se produce un deterioro de los sistemas naturales por sobreexplotación o mala gestión. La cuestión acerca de hasta cuándo es posible mantener este modelo exitoso en un contexto de demanda expansiva, en una situación de falta de terreno y agua, con condiciones desfavorables como la erosión y salinización del suelo, el agotamiento y pérdida de calidad de los acuíferos y la alteración de los ciclos de nutrientes es ineludible. Por un lado, la demanda crece, y por otro, la cantidad y la calidad de los recursos disminuye.

Es aquí donde surge la controversia y donde los demógrafos y especialistas no se ponen de acuerdo. ¿Puede soportar el planeta un incremento incontrolado de la población? o bien hay que desviar el foco y centrar la cuestión en el excesivo consumo. Desde esta perspectiva la pregunta sería ¿puede soportar el planeta un incremento incontrolado del consumo? No pretendo dar una solución cerrada a una problemática que en absoluto lo está. Sólo pretendo exponer algunas teorías al respecto.

Quiero exponer la opinión experta del geógrafo canadiense Vasclav Smil cuyas tesis son de lo más equilibrado que, en mi impresión, hoy se encuentra en el mercado. Este autor sostiene que una combinación adecuada de medidas económicas y técnicas contrastadas, medidas de protección medioambiental y ajustes de la dieta pueden proporcionar nutrición adecuada para las generaciones futuras sin pagar el coste de dañar irreparablemente los sistemas naturales. Smil analiza la disponibilidad de tierra, agua y nutrientes y la mejora de sus condiciones de gestión y aprovechamiento; el aumento de la biodiversidad agrícola; la reducción de las necesidades energéticas y proteínicas de los seres humanos y la reducción del consumo de carne a animales cuyo mantenimiento no interfiera con la producción agrícola o de la acuicultura. Es una visión alentadora en sus propósitos, y maltusiana por la dependencia de los límites naturales. Sin embargo, su puesta en práctica comporta variaciones en diversos ámbitos, lo que plantea numerosas incógnitas sobre los ajustes institucionales, los cambios culturales, la coordinación de las políticas y los márgenes de flexibilidad para corregir errores.

Hay más voces y análisis posibles. Sea como sea, lo que parece claro es que la capacidad de carga del planeta es limitada. Todos los seres humanos tenemos el mismo derecho a habitar este planeta y todos tenemos el deber de moderar el consumo. De ahí, la urgencia de una ética de la responsabilidad. De nuevo, cuestión de equilibrio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Respecto al tema de moderar el consumo que propones como medida para reducir el problema del agotamiento de recursos, me gustaría decir que lo veo jodidamente complicado, ¿quien está dispuesto a bajar la temperatura de la calefacción, el uso del coche o el consumo de luz eléctrica? Y lo que es más ¿Quién está dispuesto a renunciar a comprarse los pantalones campana?, y aunque lo intentemos ¿que reducción del consumo conseguiremos? ¿un dos por ciento? No es una opción que parezca muy eficiente.
¿Que podemos hacer entonces? ¿controlar la natalidad? no parece ni muy ético ni muy recomendable después del caso chino.
Conclusión: invirtamos en investigación y desarrollo tecnológico.

Begoña dijo...

Estimado/a internauta:
Vas a permitirme que no te conteste de una forma demasiado teórica. Doctores tiene la sociología medioambiental. Estando de acuerdo contigo en la idea de que es necesario invertir en investigación y desarrollo tecnológico, no creo que pase por ser la única solución a un problema que yo considero urgente. La idea de que el progreso tecnológico va a dar con la respuesta al problema de la escasez de recursos, de la degradación progresiva del medioambiente y en definitiva, desdibujar los límites del crecimiento (que los hay, aunque sólo sea el factor tierra) me parece una reivindicación del mito del progreso salvador. La técnica no da todas las respuestas y de hecho, en ocasiones, juega en contra del propio ser humano. Véase el siglo XX: bomba atómica, guerras mundiales, desastres ambientales, etc. Creo sinceramente que no hay elección: tarde o temprano vamos a tener que moderar el consumo. No es cuestión de si quiero renunciar: voy a verme impelida a renunciar. Nuestro modo de vida actual a largo plazo es insostenible. El problema ciertamente y ahí te doy la razón es que funcionamos con la falacia de la composición, o lo que es lo mismo, a largo plazo todos calvos; los que vengan tras de nosotros, que apechuguen. Así nos va. Por eso yo siempre apelo a una ética de la responsabilidad aunque reconozco que para muchos pueda resultar un planteamiento ingenuo. Acepto el guante.