domingo, 20 de diciembre de 2009

Guerra y Paz



"No es el camino de la violencia el que nos conducirá a la paz deseada; es la misma paz, o mejor, la rebeldía pasiva.Con que los esclavos, todos los esclavos víctimas de los modernos fariseos, que envenena y explotan las almas, se cruzaran de brazos, la hora del humilde habría llegado. De modo tan sencillo rodarían por el suelo los ídolos, los dioses personales que han venido a substituir a los impersonales del verdadero cristianismo.Y sin embargo, la sangre continua derramándose en todas partes, como en los mejores tiempos de la barbarie. Las clases directoras civilizan y educan a cañonazos; los dirigidos procuran su bienestar armándose de aprestos destructores. No es el camino. Moriré sin ver bien inclinados a los hombres. No será por mi culpa y esto me consuela" Leon Tolstoi. Lo que yo pienso de la guerra.


A lo largo de este largo año de relación, querido lector, ha quedado patente -espero- mi interés por el cine. Sin embargo, existe un género que no me resulta especialmente simpático, a pesar de que reconozco que ha dado grandes películas. En algún lugar del cerebro femenino, debe de existir la razón para ese rechazo, porque conozco pocas féminas que me lleven la contraria en este punto. Me estoy refiriendo -como habrán adivinado sin mayores dificultades- al cine bélico.

No me mueve una visión ingenua y buenista al afirmar que toda guerra es mala. Desgraciadamente, el conflicto, la dialéctica, está presente en la naturaleza humana, si se me permite tal declaración esencialista. Y la economía no escapa a este instinto. Pero, ¿no es la civilización, la cultura un intento de emancipación de lo estrictamente natural? Cuestión aparte será la de dilucidar si ese esfuerzo resulta a la postre fallido o no. Pero en llegando a este punto, como en muchos otros, me declaro ferviente seguidora de Tolstoi. Inciso, ¿por qué a menudo se plantea una suerte de disyuntiva entre este autor y Dostoievski? La respuesta en el imprescindible libro de G. Steiner Tolstoi o Dostoievski.

Mis alumnos de 1º de Bachillerato se han adentrado en la última semana de curso en el estudio de los oligopolios (hermoso vocablo de noble origen) y en su tendencia natural a verse embaucados en crueles guerras de precios. De nuevo, los deslizamientos semánticos resultan obvios. En cualquier caso, comenzaré definiendo qué es un oligopolio. La caracterización tradicional de esta estructura de mercado apunta a un pequeño número de empresas que, al ser pocas, son plenamente conscientes de la interdependencia e incluso vicariedad de sus acciones. De ahí que traten de estimar las reacciones de sus rivales. La competencia entre las empresas que forman el oligopolio puede ser grande en relación con la competencia perfecta y mayor la facilidad de entrada de nuevas firmas, así como menor el tiempo que tardan en reaccionar las rivales ante una acción por parte de una de ellas.


Los oligopolistas conocen quién es el enemigo. Y ya se sabe que si no se puede con el enemigo la mejor opción siempre es unirse a él. De ahí que la tentación para el oligopolista pase por establecer acuerdos que eliminen o reduzcan la competencia, por lo que formalmente los modelos de oligopolio se pueden clasificar en dos grandes tipos: colusivos o coaliciones o no colusivos. Como muestra de colusión upper class un botón aportado por el nobel Krugman en su libro Fundamentos de Economía.


Ahora bien, los caminos del amor resultan difíciles en un mundo sin corazón. O lo que es lo mismo y en palabras de Krugman: "a veces la colusión se rompe y se produce una guerra de precios. En ocasiones, una guerra de precios implica algo tan sencillo como que los precios converjan hacia su nivel no cooperativo. Otras veces los precios incluso disminuyen por debajo de dicho nivel, lo que sucede cuando los vendedores intentar expulsar del sector a sus competidores o, al menos, castigarles por haber, en su opinión, incumplido el acuerdo". En el amor, como en la guerra, aseguran algunos, todo vale.


El problema deriva del hecho de que la colusión aporta más beneficios que la no colusión; y la paz más beneficios que la guerra. Esa es una de las posibles enseñanzas del famoso dilema del prisionero. Pero ésa, sin duda es otra historia. To be continued...

jueves, 17 de diciembre de 2009

La creación

"No tuve más remedio que ser original" (Joseph Haydn)

Hace tiempo que mis entradas carecen de banda sonora a la que hacer injusticia. Hoy me atrevo a proponer la audición de una de mis obras favoritas, La creación, de Haydn, en agradecimiento por convertirse en mi musa del día. Si bien Haydn no necesita estos homenajes, tal vez sirva para que alguno de mis alumnos lo conozca. En mi carta a los Reyes Magos pediré que lo disfruten. Mi peculiar aportación a la construcción de una marca o branding, con perdón de la palabra.


Mi (cordial) antipatía a los anglicismos es directamente proporcional a su uso, me temo. He de reconocer que, en ocasiones, no cabe otra que plegarse a las exigencias de la, en la práctica, lengua franca de nuestros días y llamar a las cosas por su nombre, que suena inglés. Es precisamente el caso de la palabra que protagoniza la entrada de hoy, a saber, 'branding'.



Grosso modo, por 'branding' se entiende el proceso de creación de una marca. Esta explicación requiere, como se deja ver, de precisiones ulteriores. En dicho proceso convergen dos extremos: la empresa y el cliente. El branding pretende generar en éste sentimientos de confianza e identificación con la marca y aquélla ha de responder a estas expectativas y verificar en todo momento que se está cumpliendo con lo prometido.



El branding guarda una relación muy estrecha con un concepto que, no por etéreo deja de ser importante. Me estoy refieriendo al valor de marca que como señala Santesmases "es el valor añadido que ésta proporciona al producto, tal como lo percibe el consumidor". Esto es, el valor añadido del nombre que es recompensado por el mercado con márgenes de beneficio o cuotas de mercado mayores.



Pero, ¿cómo se determina el valor de una marca? ¿Cuál es el valor de mercado de McDonalds? Según apunta
Aaker en Gestión del valor de la marca existen al menos cinco métodos:


  • Precios primados que puede sorportar el nombre de la marca: el precio primado puede medirse observando las diferencias de precios entre marcas o a través de investigaciones de clientes, en las que se les pregunte si están o no dispuestos a pagar por determinados atributos del producto.

  • Impacto del nombre sobre las preferencias de los compradores: Cuando los precios son parecidos y no existen precios primados, puede determinarse el valor de la marca investigando el impacto del nombre de la marca sobre las preferencias, actitudes o intenciones de compra de los consumidores.

  • Valor de reemplazo de la marca: consiste en estimar el coste de establecimiento del negocio y de una marca comparable.

  • Valor de las acciones: para que este criterio tenga validez ha de suponerse que la cotización de la acción en el mercado bursátil refleja valores futuros de la marca.

  • Valor de los ingresos futuros: la mejor forma de medir el valor de la marca es obtener el valor actual neto (el VAN, queridos alumnos de 2º) de los flujos de caja futuros atribuibles a los activos del valor de la marca. La dificultad estriba en realizar esas estimaciones.

La revista Financial World ofrece anualmente una clasificación del valor de las marcas en el mercado, basándose en cuánto añade la marca de un producto a los beneficios, la posición de mercado, su fuerza de comunicación y el grado de internacionalización. Pero yo les voy a proponer un juego. Sin necesidad de utilizar los criterios de Financial World, ¿adivinan cuál es la primera marca? Sí, la que han pensado. Bingo. ¿Y la primera marca española? Nuevamente, chapeau. Son ustedes unos genios. Ahora compruébenlo pinchando aquí.

Sabía que no me defraudarían.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Competencia desleal




"Interdit d'interdire. La liberté commence par une interdiction : celle de nuire à la liberté d'autrui" (Consigna de mayo del 68)






Las consignas de mayo del 68 exhalan ese aroma inconfundible a cachorro burgués entretenido en hacer la revolución. Sin embargo, no dejan de tener su gracia, y como prueba, les remito a la sentencia que encabeza mi entrada de hoy. Ingenuidades, utopías y rebeliones al margen, lo cierto es que en un estado de derecho las leyes y las instituciones que conforman el poder legislativo tienen, entre otras, la mala costumbre de prohibir.

Mis alumnos de primero de Bachillerato, a quienes tenía un poco abandonados en este foro, han comenzado a entrever diferentes estructuras de mercado, a saber, la competencia perfecta, el monopolio, el oligopolio y la competencia monopolística. Precisamente porque todavía ninguno de ellos ha formulado la pregunta del millón, -cómo se evitan los monopolios o las prácticas abusivas-, voy a adelantarme y presentar la Comisión Nacional de la Competencia.
Evidentemente dicha comisión sólo cobra sentido si se encuadra en el contexto de una economía de libre mercado. Bajo esta premisa, la competencia entre las empresas trasciende el status de conclusión para convertirse en regla del juego. Y de todos es conocido que a menudo los juegos exigen árbitros para su correcto funcionamiento. Como señala la propia Comisión "a pesar de los beneficios derivados para el conjunto de la sociedad del funcionamiento competitivo de los mercados, en determinadas ocasiones, los intereses particulares de algunos agentes económicos pueden no coincidir con los principios inspiradores de la libre competencia y los incentivos para llevar a cabo prácticas restrictivas pueden ser importantes. Es en estas ocasiones cuando la intervención de las autoridades de defensa de la competencia se hace necesaria para garantizar el funcionamiento competitivo de los mercados y que sus beneficios alcancen al conjunto de la sociedad. También intervienen las autoridades de defensa de la competencia cuando una operación de concentración empresarial puede suponer una alteración de la estructura de los mercados contraria al mantenimiento de una competencia efectiva."




De nuevo, el prohibido prohibir no pasa de ser un bonito slogan. La Ley de Defensa de la Competencia prohibe determinadas prácticas encaminadas a restringirla.Lista con viñetas Entre ellas, cabe mencionar las siguientes:

  • Acuerdos prohibidos: paralela que produzca o pueda producir el efecto de impedir, restringir o falsear la competencia en los mercados. Este tipo de conductas se materializa, entre otros, en acuerdos o pactos para la fijación de precios o de otras condiciones comerciales, la limitación de la producción o el reparto del mercado. Un ejemplo lo constituye el caso en que determinadas empresas de un mismo sector acuerdan elevar conjuntamente y en medida similar el precio de venta al público de sus productos.


  • Abuso de posición dominante: prohíbe la explotación abusiva por una o varias empresas de su posición dominante. Por posición dominante se entiende la situación en la que una empresa tiene la posibilidad de desarrollar un comportamiento relativamente independiente que le permite actuar en el mercado sin tener en cuenta a los proveedores, clientes o competidores. Ejemplos de explotación abusiva de una posición dominante son la imposición de precios u otras condiciones comerciales no equitativas, la negativa injustificada a satisfacer las demandas de compra de productos o de prestación de servicios o la subordinación de la celebración de contratos a la aceptación de prestaciones suplementarias que no guarden relación con el objeto de los mismos.


  • Actos desleales: la CNC puede sancionar los actos de competencia desleal, de denigración de competidores, por ejemplo, que, por falsear de manera sensible la libre competencia, afecten al interés público.

Al final va a resultar que los jóvenes de mayo del 68 tenían razón: la única prohibición es la de perjudicar la libertad del otro. Revoluciona que algo queda.

martes, 15 de diciembre de 2009

El mensajero

"Muchas veces, a lo largo de siete décadas de enseñanza de la economía y creación de libros de texto, me he equivocado. Aún así, recuerden dónde leyeron todo esto antes. Como decían los griegos clásicos, no maten al mensajero que les trae malas noticias". Paul Samuelson.



Anteayer falleció Paul Samuelson, quien, en palabras de otro grande citado en este foro, Kenneth Arrow, fue "el mejor economista de la historia". Si el valor de los halagos se mide por la propia valía de quien los profiere, tal vez en lugar de ante una hipérbole nos encontremos ante la descripción de un hecho.



A principios de temporada decidí renovar este espacio virtual. En lugar de la frase de Sachs que presidió mis intervenciones del curso anterior, me decanté por inscribir otra de Samuelson, uno de los economistas más estimulantes -al menos, que más me estimulaban- y sugestivos que he tenido ocasión de leer. Me estoy refieriendo no tanto a su obra académica, cuanto a sus artículos de prensa, en los que, con la sencillez lingüística que proporcionan la claridad de ideas y el dominio del utillaje conceptual económico, analizaba la actualidad político-ecónomica.



No me cuento entre los aficionados a los panegíricos póstumos. Por eso, considero que el mayor homenaje o loa a la figura de Samuelson es la lectura de sus artículos. Un auténtico placer.

lunes, 14 de diciembre de 2009

El espía que surgió del frío




"Plagio. Una fatalidad. Todo lo detestable que se quiera, pero a veces debe aceptarse, pues a pesar del gran número de ideas que nos legó Platón, la Naturaleza es tan injusta que a muchos hombres (y mujeres) no les ha tocado ninguna idea y, así, tienen que acudir a las ajenas para transmitir su ideas, generalmente espurias, si no concuerdan con las de uno, si es que también a uno le tocó alguna" (Augusto Monterroso. Lo demás es silencio)

Hoy la mañana ha ido de espías y de plagios. Para mi desgracia, la elección de la temática no ha venido provocada por mi encarecida recomendación de la obra de Graham Greene. Dudo mucho que mis alumnos conozcan la figura de John Le Carré, famoso conocedor de las entretelas de la Guerra Fría, además de extremadamente entrentenido y recomendable en esta época de fríos. Ni tan siquiera por la divertida e ingeniosa teoría del plagio que Bernardo Atxaga expone en Obabakoak (en mi opinión, su mejor trabajo). "Para plagiar, es necesario dejar de lado todo tipo de libros raros. (...). Ha de elegir sus modelos entre los autores que andan en boca de todo el mundo. Y que no se preocupe. No lo descubrirán jamás. Porque los clásicos -igual que sucede con los arcángeles- sólo son conocidos por sus nombres y por las estampas". La cuestión ha surgido a partir del análisis de la innovación y de sus enemigos, a saber, los espías industriales.

Los espías al uso, los de las novelas de Greene o Le Carré, están dotados de esa suerte de justificación ética social otorgada por la lucha a favor de las grandes causas. Asunto diferente será el precio individual de esa especie de perdón comunitario, pero ése, sin duda, es otro tema. Los espías industriales no gozan de esa absolución porque sus intenciones resultan espurias, bajunas: roban y traicionan por dinero. Esta claridad en el juicio resulta tan unánime que no me detendré más en esta cuestión. El beneplácito universal resulta ciertamente deseable pero inmensamente aburrido.


Sin embargo, sí me interesa centrar la atención en lo que se ha dado en llamar 'ingeniería inversa'. La wikipedia la define como "obtener información a partir de un producto accesible al público, con el fin de determinar de qué está hecho, qué lo hace funcionar y cómo fue fabricado. Los productos más comunes que son sometidos a la ingeniería inversa son los programas de computadoras y los componentes electrónicos, pero básicamente casi cualquier proceso puede ser sometido a un análisis de Ingeniería Inversa". Presentada en sociedad de esta forma, la ingeniería inversa parece una actividad inocua y carente de implicaciones éticas o, de forma más laxa, legales. Todas aquellas innovaciones cuyo autor o autores no han tomado la prevención de patentar son susceptibles de ser imitadas mediante el cómodo expediente de la 'ingeniería inversa', como bien advierte la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) en esta interesente página. Otro de los nombres del plagio. ¿Resulta tan legítima la ingeniería inversa si se observa desde este punto de vista?


Sin embargo, la realidad se esfuerza por escapar a la lógica binaria del 0/1 o del bueno/malo. ¿Qué ocurre cuando la ingeniería inversa se aplica a medicamentos comercializados y elaborados por compañías farmacéuticas que invierten parte de sus beneficios en investigación y que, consiguientemente, los ponen a la venta a precios no siempre accesibles a todo el mundo? ¿Es lícita entonces la ingeniería inversa? Si lo es, ¿qué incentivos tienen esas organizaciones para seguir investigando? Apasionante debate y difícil equilibrio. Como en las mejores novelas de espionaje.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Vivir

Cuando tú estás en el borde del mundo
Yo estoy en el cráter de un volcán muerto
A la sombra de la puerta
Se yerguen las palabras que han perdido sus letras

Al dormir, la luna ilumina las sombras
Pececillos caen del cielo
Al otro lado de la ventana
Hay soldados con el corazón endurecido

Kafka está sentado en una silla a la orilla del mar
Pensando en el péndulo que hace oscilar el mundo
Cuando el círculo del mundo se cierra
La sombra de la esfinge sin destino

Se convierte en cuchillo
Y atraviesa tus sueños
Los dedos de la niña ahogada
Buscan la piedra de la entrada

Alza las mangas de su vestido azul
Y mira a Kafka en la orilla del mar

(Haruki Murakami. Kafka en la orilla)

Una de las noticias que más minutos ha acaparado en los telediarios ha sido la llegada del frío. "El mercurio alcanzo los cero grados en las principales capitales" resulta una sinécdoque socorrida, manida, tópica y, sobre todo, obsoleta para aludir a un hecho que, lejos de ser noticia, debería ser moneda de uso común en diciembre.


No pretendo, sin embargo, deslizar la idea de que las elevadas temperaturas de los últimos días constituyan una prueba del fenómeno del cambio climático. La validación de una hipótesis tal requiere el concurso de más diciembres y el análisis de numerosas variables candidatas a causas. Expertos tiene la santa madre ciencia dedicados al estudio del tema: aunque mi afirmación puede tener un cierto regustillo a argumento de autoridad, lo cierto es que la gran mayoría de la comunidad científica acepta la tesis de que la intervención humana ha favorecido el aumento de la concentración de determinados gases de efecto invernadero que explican el incremento significativo de la temperatura de la tierra en el último siglo. Hay también quien opina que el tinte apocalíptico que ha impregnado el cuadro de conjunto lleva a sospechar que muchas de las afirmaciones vertidas están más allá de lo estrictamente científico y más acá del interés económico. Una vez más, la "ilusión objetivista" que detectó Habermas campa por sus respetos. Angelicos.

Tal vez la verdadera noticia del día o de la semana sea la celebración de
la Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU 2009 que se celebra en la ciudad danesa de Copenhague. Los titulares de prensa hablan del tránsito del Protocolo de Kyoto al Protocolo de Copenhague. Como tengo para mí que el Protocolo de Kyoto -del que ya hablé en otra ocasión- engrosa el número de esas cuestiones de las que se sabe bien poco y mal, aprovechando el frío, me he dedicado a leerlo en su totalidad. Les animo a que lo hagan: presten atención al artículo 10.

Y si no, siempre pueden quedarse en Japón y regalarse Kafka en la orilla de Murakami o la película Vivir de Kurasawa cuya carátula reza así: "Kanji Watanabe, jefe de la 'Sección del Ciudadano' del Ayuntamiento de Tokio, descubre que padece una enfermedad terminal y su fin se acerca. Watanabe se percata de que no ha hecho nada por los demás, y por tanto, nada quedará tras él cuando muera. Sólo ante esta desesperada situación se dará cuenta del tiempo que ha malgastado en su vida y empezará a recapacitar."

Una vez más lo micro se erige en metáfora de lo macro. Siempre cabe la posibilidad de la negación.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Australia

"El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento" (V. Pauchet)


Con la venia de
Bourdieu, hoy hablaré una vez más de una sacrosanta palabra que se ha convertido en un tópico a fuerza de ser utilizada en los mentideros políticos, periodísticos y tertulias de toda índole y condición. De hecho, si se repasa la joven vida de este foro, se podrá comprobar que ha sido mencionada en más de una ocasión. Concedanme el beneficio de la duda: no padezco ninguna suerte de obsesión. Simplemente el término esta semana se ha catapultado como protagonista de la clase de economía de segundo de Bachillerato. Exigencias de un guión elaborado por el Ministerio de Educación. ¿Qué será, será? Mi torpe retórica me impide seguir manteniendo el suspense à la Hitchcock, versión blog escolar. Pongamos que hablo de la productividad.


La originalidad de la afirmación de que la productividad española se sitúa por debajo de la media europea resulta más que dudosa. Alcanza la categoría de cliché nacional. Regodeándome en la propia desgracia, guardo un artículo de
5 días, algo añejo, pero que en su momento me resultó tremendamente familiar tirando a próximo al dèjá vu. Grosso modo, se trabaja más y peor. Creo que esta tesis no ha perdido un ápice de frescura -expresión algo manida, lo admito- y actualidad. Y eso que fue escrito antes del boom del facebook y de los outlets virtuales. Al menos, ése fue el primer pensamiento que colonizó mi irreflexivo cerebro tras releer, dos años después, el citado texto. Ni en eso puedo afirmar que fui original, a juzgar por la portada de El Jueves, cuyo ingenio disculpa alguna que otra palabra soez, y que adjunto más abajo.

Pero eso ocurrió antes de toparme en CNNexpansión con las
conclusiones de un estudio, elaborado por el profesor Brent Coker, del departamento de Gestión y Marketing de la Universidad de Melbourne. El investigador mantiene que "las organizaciones gastan millones en software para impedir que sus empleados vean vídeos en YouTube, usen redes sociales como Facebook o compren online so pretexto de que estas prácticas cuestan millones en pérdidas de productividad; sin embargo, ése no es siempre el caso". "Una navegación rápida de Internet, permite descansar la mente, conduciendo a una concentración neta total superior para un día de trabajo, y como resultado, conlleva una mayor productividad ".


Estos enunciados no pretenden ser gratuitos, aunque ciertamente se disfracen de tales. Se fundamentan en un trabajo realizado con un universo muestral de 300 trabajadores, que arroja la pasmosa conclusión de que la gente que utiliza Internet por motivos personales en el trabajo es en torno a un 9% más productiva que los que no lo hacen.

¡Qué tío (con perdón) más grande, el tal Brent Coker!



lunes, 30 de noviembre de 2009

Alta fidelidad

"La fidelidad consiste en hacer lo que se había prometido" (Cicerón, De Oficiis)

En los tiempos de crisis de los valores tradicionales, la economía de la empresa, subsección marketing o mercadotecnia, se arranca por la tangente, reivindica y reclama fidelidad. ¿Retorno a los clásicos (en un mundo en el que 'clásico' es el partido Real Madrid-Barça)? Frente a los infieles al canon,
Cicerón se erige en un valor seguro. La empresa ha de responder a las expectativas que sus clientes han puesto en ella; hacer lo que había prometido. Pero, ¿y el cliente? Sin duda, harina de otro costal.

La fidelidad sólo es posible en la medida en que también lo es la infidelidad. Dicho de otro modo, el concepto de fidelidad sólo tiene sentido si existen alternativas atractivas que puedan hacer peligrar los compromisos adquiridos. Por tanto, no debe sorprender que en un entorno marcado por incontables estímulos a disposición del consumidor, resulte un objetivo ineludible la fidelización del cliente (entiéndase como un genitivo objetivo).

Las medidas mínimas de higiene expositiva exigen comenzar definiendo el objeto de discusión. Por eso, empezaré por señalar que por "fidelización del cliente" el mantenimiento de relaciones a largo plazo con los clientes de la empresa, de tal forma que sigan adquiriendo los productos e incluso incrementen sus compras. En última instancia, el intento de fidelizar al cliente supone el abandono de una concepción del marketing cortoplacista para concebirlo como un elemento estratégico. No se trata únicamente de que los clientes adquieran los productos una sola vez: la competencia creciente y las exigencias de los consumidores que se traducen en la petición de un adecuado servicio postventa explican este nuevo enfoque a largo plazo. La fidelidad, desde este punto de vista, se constituye como factor clave para el éxito empresarial. El reto estriba en conseguir que los clientes experimenten un estado permanente de satisfacción de sus necesadidades tras consumir el producto que la empresa oferta.

Tradicionalmente, como señala
D. Setó, se ha considerado que la fidelidad del cliente depende de la calidad del producto y de la satisfacción experimentada en su consumo. Sin embargo, esas variables no parecen suficientes para explicar certeramente el hecho de que un cliente se mantenga fiel a una marca. Porque, ¿un cliente satisfecho es necesariamente un cliente fiel? Como en otros órdenes vitales, la satisfacción es una condición necesaria pero no suficiente. Es más, pasa por ser un mito: no hay necesariamente una correlación directa entre ambos. Al menos ésa es la conclusión a la que Arthur Einstein (que no Albert) y Mark Klein llegaron tras analizar los resultados de una encuesta de una empresa de software.

Interesantes perspectivas las de Setó y Einstein y Klein. A mayor gloria de los infieles sin causa.

jueves, 26 de noviembre de 2009

El factor humano

"It is impossible to go through life without trust: that is to be imprisoned in the worst cell of all, oneself" (Graham Greene).

Soy una mujer con suerte. Disfruto de la posibilidad de disponer de tiempo para leer con placer a Graham Greene, uno de esos escritores que posee la poco habitual facultad de conducir al lector por la senda del entretenimiento, -sus novelas están plagadas de espías-, a las más profundas -tal vez superficiales, por lo evidentes- reflexiones. En ocasiones, ha logrado sumirme en un estado de conmoción difícilmente descriptible (El revés de la trama o El fin del romance): los dilemas morales que comparecen en sus obras alertan, a quienes se acercan a ellas, de los peligros de interpretar las acciones al margen de lo que él entiende como 'factor humano', esto es, el poder de ciertos sentimientos o pasiones.

De alguna forma, la figura de Greene ha estado presente en la clase de economía de 2º de Bachillerato. Tras mis prosaicas explicaciones, se agazapa el factor humano, en un campo aparentemente tan alejado del novelista inglés como la dirección financiera de la empresa. ¿El tocino y la velocidad? En absoluto. Intentaré explicarlo.

Los cimientos sobre los que se asienta la empresa están anclados en cimientos tan o tan poco sólidos (táchese lo que en su opinión no proceda) como la confianza o la fe en que las previsiones que ha elaborado se cumplirán: su producto será del agrado de unos clientes que pagarán sus deudas y que permitirán, de esa manera, satisfacer las deudas que previamente la empresa ha contraído. Se trata, por consiguiente, de una suerte de círculo que en apariencia es virtuoso. Ahora bien, el factor humano en forma de crisis económica, de impagos o de falta de liquidez puede convertir ese círculo, idealmente virtuoso, en vicioso.

Sin embargo, resulta gratificante comprobar cómo el ser humano idea mecanismos que hacen de la necesidad virtud. Me explico: las fallas del sistema devienen oportunidad de oro para el nacimiento de otras organizaciones que, con sus servicios, suplen las deficiencias detectadas. Por ejemplo, el factoring.

En el sitio virtual de la Asociación Española de Factoring se lee lo siguiente: "(el factoring) Es la solución mas rentable, ágil y eficaz a los problemas que generan a las empresas las ventas a crédito y los dilatados plazos de cobro que conllevan. Mediante el Factoring, las empresas ponen en manos de expertos profesionales la gestión y administración de sus ventas a crédito, tanto nacionales como internacionales.
Esta fórmula engloba toda una serie de servicios de análisis, administración, gestión, financiación de ventas, facturación y cobro de la cartera de clientes. Su utilización puede eliminar el riesgo de impagados, reducir los retrasos en el cobro de las facturas, rebajar considerablemente los costes administrativos y simplificar su contabilidad.
Entre las empresas usuarias de los servicios de factoring un 80% son Pymes para las que este servicio financiero es una fuente muy valiosa de gestión y financiación de sus ventas. Y en lo que se refiere a las ventas al exterior, el factoring facilita la posibilidad de ampliar mercados con la seguridad de que estas operaciones van a finalizar sin ningún problema."


El Factoring cumple con el engorroso expediente de tratar con los deudores, garantizar la liquidez resultante de las ventas y asumir los riesgos, siempre que la empresa que solicite sus servicios haga frente a su coste.

Quid novi? Factoring o cómo eliminar el factor humano. Una vez más.

martes, 24 de noviembre de 2009

Con la muerte en los talones

"In this world nothing can be said to be certain, except death and taxes."(Benjamin Franklin)

Tal vez sea este noviembre que, pese a su disfraz de abril, no puede evitar aromas de ultratumba. No en vano se ha convertido en el mes escatológico (en el buen sentido del término) por antonomasia. De ahí que mis mecanismos mentales, de suyo bastante simples, -lo admito-, me hayan conducido, junto a la necesidad de explicar a mis alumnos algunos conceptos básicos del marketing, a la otoñal imagen de un nicho.

Al consultar el libro sagrado de las palabras castellanas, el Diccionario de la Real Academia, los significados de nicho, además de enterarse de que la etimología remite al vocablo italiano 'nicchio', el lector puede tomar nota de dos
acepciones. La primera, "concavidad en el espesor de un muro, para colocar en ella una estatua, un jarrón u otra cosa" y la segunda, concavidad formada para colocar algo; como las construcciones de los cementerios para colocar los cadáveres". Pero como los senderos de las metáforas son inescrutables, no sorprende encontrar que existen también nichos ecológicos y nichos de mercado.

Si bien no es el momento de negar mi interés por la ecología, tengo que señalar que la entrada de hoy está dedicada a los denominados nichos de mercado. En una primera aproximación wikipédica, cabría definirlos como "una porción de un segmento de mercado en la que los individuos poseen características y necesidades homogéneas, y estas últimas no están del todo cubiertas por la oferta general del mercado". Una perita en dulce para quienes a través del marketing desean canalizar deseos y crear demanda. Y siguiendo con las metáforas, un territorio virgen que todavía no ha sido colonizado por la competencia.

Hoy va también de vocablos.
Chris Anderson, erudito postmoderno (físico, economista y conferenciante, en general), acuñó un término que ha alcanzado la categoría de lugar común, a saber, long tail, y que traigo a colación en este foro porque para su autor expresa la tendencia por la cual, gracias a la tecnología, el mercado de masas se convierte en un mercado de nichos. Gracias a la red se ha conseguido que la venta al por menor resulte un negocio rentable. ¿Es el fin de la cultura de masas? Se lo avisé: hoy va de nichos, de muerte y de talones.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Dos hombres y un destino

"Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido." (Aristóteles, Metafísica)

La lectura diaria de la prensa perjudica seriamente la salud lógica. Esa suerte de equilibrio precario que otorga el razonamiento bajo el dictado que se cree tan seguro de la lógica. Así, los pacientes lectores con harta frecuencia se encuentran con A, para toparse diez páginas a la derecha (o a la izquierda, si son ustedes como yo de los que comienzan el periódico por el final) con no A. En otras ocasiones, la contradicción no resulta evidente, pero las consecuencias de llevar al extremo (o un poco más allá) dos opiniones impresas en las diez páginas de diferencia señaladas conculcan el famoso principio que ya Aristóteles se obstinó en defender.

Vivimos tiempos no aristotélicos. Y para muestra un botón. En mi ciudad se organizaron ayer dos conferencias que me interesaban a priori. Mis actividades evaluadoras, de las que he hablado en ocasiones y cuyas consecuencias disfrutan mis alumnos, me impedían siquiera plantearme la posibilidad de acudir a una de ellas (adivinen a cuál). La primera charla fue impartida por un economista de reconocido prestigio, Edward Prescott, Premio Nobel de Economía 2004, en el marco de las Jornadas Viálogos organizadas por Caja Navarra. La segunda, organizada por el foro Gogoa, atrajo la presencia de Esteban Beltrán, director de la sección española de Amnistía Internacional.

Si lo desean, lean y comparen. ¿Dos hombres y un destino?

lunes, 16 de noviembre de 2009

Quiero ser como Beckham





"Nam qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses" (Pues, quien en otro tiempo daba el poder, la autoridad, las legiones, todas las cosas, ahora se contiene y sólo está ansioso ante dos cosas: pan y circo. Juvenal, Sátira X, 81)


Juvenal dixit. Pan y circo, o lo que es lo mismo, pan y fútbol. Sin lugar a dudas, todo está inventado. Ninguno de mis alumnos de 1º y 2º de Bachillerato vacilará un instante ante la pregunta de quién es Beckham. Sin embargo, muchos de ellos se verán en un grave aprieto si se les solicita el nombre de la Vicepresidenta Segunda del gobierno y ¿flamante o humeante? Ministra de Economía y Hacienda. El mismo en que se vieron sus coetáneos a la hora de identificar los cargos de otras dos insignes y a mi limitado entender (como la realidad adolescente se empecina en revelar) famosas españolas.


Tal vez sea porque no me gusta el fútbol o porque creo que tratar de forma semejante a los iguales (y de forma diferente a los que no lo son) debería alcanzar la categoría de axioma, reconozco que me alegró conocer la noticia de que la Ley 35/2006 de 28 de noviembre, del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas, más conocida como ley Beckham, iba a sufrir modificaciones. El futbolista británico prestó su apellido a la norma jurídica a cambio de la nada desdeñable prebenda de tributar bajo un gravamen del 24% en el Impuesto de la Renta de las Personas Físicas, -como mis alumnos saben, paradigma de impuesto directo-cuando en otras condiciones hubiera debido "sufrir" un gravamen del 43%. El fundamento de esta -en mi opinión discutida y discutible, pues el preámbulo defiende la tesis contraria- flagrante vulneración del principio de igualdad ante la ley (incluida la tributaria) se amparaba en la búsqueda de incentivos para que profesionales altamente cualificados se instalaran en nuestro país. En román paladino, tú contrata que nosotros (no se entienda como plural mayestático, sino como la suma de entes corpóreos llamado contribuyentes) pagamos los costes (al menos, los de oportunidad).


Si bien es cierto que la cualificación de David y Victoria Beckham es incuestionable, no lo es menos que la ley no pareció surtir los efectos deseados. De hecho, el gremio más beneficiado por el artículo 93 de la famosa ley ha sido el de los jugadores de fútbol.


Tal vez convenga explicar con más detenimiento la estructura del IRPF para entender mejor la cuestión. En otra entrada introduje , de forma superficial, el tema. Allí afirmaba que el IRPF es un impuesto progresivo, lo que significa que el gravamen aplicado crece según una escala en función de los aumentos de la base liquidable. Estos aumentos se dividen en tramas que se configuran como sigue:


  • Primer tramo: Rentas anuales de 0 a 17707,20 euros. Están sometidas a un gravamen del 24%.

  • El segundo tramo, comprende rentas desde 17.707,20 euros hasta 33.707.19 euros. Están sometidas a un gravamen de un 28%.

  • Tercer tramo: rentas anuales de entre 33.007,20 y 53.407.19 euros. Están sometidas a un 37%.

  • En el cuarto y último tramo, se sitúan las rentas más altas con ingresos mayores de 53.407,20 euros. Todas estas rentas sufrirán un gravamen del 43% que es el tipo máximo de gravamen existente en España.

Un análisis somero de estos datos arroja la interesante conclusión de que Cristiano Ronaldo tributa con un porcentaje similar al de un sufrido mileurista. ¿Resulta esta interpretación demagógica? Hay quien piensa que sí. Aunque sólo sea para evitar la temida huelga que nos privará de nuestra dosis semanal de pan y circo. Consuélense: las leyes no actúan de forma retroactiva y el circo actual está garantizado. Juvenal revisited.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Lo que vendrá

Lento pero viene

el futuro se acerca
despacio
pero viene



hoy está más allá
de las nubes que elige
y más allá del trueno
y de la tierra firme



demorándose viene
cual flor desconfiada
que vigila al sol
sin preguntarle nada

iluminando viene
las últimas ventanas
lento pero viene
las últimas ventanas


lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

ya se va acercando
nunca tiene prisa
viene con proyectos
y bolsas de semillas

con angeles maltrechos
y fieles golondrinas
despacio
pero viene

sin hacer mucho ruido
cuidando sobre todo
los sueños prohibidos
los recuerdos yacentes
y los recién nacidos



lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

ya casi está llegando
con su mejor noticia
con puños con ojeras
con noches y con días
con una estrella pobre
sin nombre todavía

lento pero viene
el futuro real
el mismo que inventamos
nosotros y el azar
cada vez más nosotros
y menos el azar

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene



lento pero viene
lento pero viene
lento pero viene

(Mario Benedetti)



Lento pero viene. Benedetti todavía seguía atrapado en sus estrategias y tácticas cuando dediqué mi entrada del día a Igor Ansoff y su concepto de planificación estratégica. Ha llovido mucho y variado desde entonces, aunque con toda seguridad menos o más de lo que se deseaba.

Muerto Benedetti, no se acabó con él la rabia. Al menos la de la mejor especie: ésa que mueve al inconformismo o al deseo de cambiar o de simplemente moldear la realidad, aunque sea de una forma incipiente, a la imagen y semejanza de cada uno. Porque resulta inherente al ser humano proyectarse en un tiempo que no es el suyo -desoyendo los continuos lentoperoviene-y del que no tiene ninguna certeza acerca de su cumplimiento, es posible hablar de empresas. Y si se habla de empresas es ineludible hacer alusión a las funciones directivas que devienen conditio sine qua non para la armonización de esa gran orquesta que es la organización empresarial. La armonía es orden, pero un orden dinámico, plurifuncional. En este sentido, las principales tareas que desarrolla el equipo directivo de una empresa son básicamente planificar, organizar, gestionar y controlar. Y a la primera de estas actividades va dedicada la entrada de hoy. El gigante a cuyos hombros me subiré es Santiago Garrido Buj y su libro Dirección Estratégica.

Resulta evidente que la primera, al menos en orden cronológico y lógico, de las funciones es la planificación, o, lo que es lo mismo, la realización del conjunto de tareas encaminadas a buscar una preparación con vistas a la acción posterior. La planificación, por consiguiente, lleva implícita la proyección del presente en el futuro a partir de la realización de pronósticos, el diseño de objetivos y las ya mencionadas en este foro, estrategias y tácticas. La importancia de esta actividad se aprecia, como casi todo, cuando no está presente. Deriva, por tanto, del hecho de que su ausencia puede comportar resultados trágicos para la empresa: difícilmente una organización que no planifique sus acciones logrará sobrevivir.

Por tanto, la empresa ha de analizar de forma exhaustiva todo aquello que puede ser indicativo de la capacidad de la organización para diseñar y formular planes y políticas. Es habitual que muchas veces la planificación se desarrolle como una obligación, como un trabajo añadido a la larga lista de tareas que es preciso acometer, pero cuya utilidad posterior parece cuando menos cuestionable. Solamente las organizaciones habituadas no sólo a planificar, sino a ejecutar el plan hasta el final, controlando sus desviaciones y amoldándolo a las contingencias, están preparadas para ejercer acciones de carácter estratégico que, por su naturaleza, impliquen una necesidad de coordinación y de búsqueda de referentes comunes. Estas acciones como señala Garrido "son básicas para sobrevivir en un entorno en competencia dinámica en el que operan organizaciones cambiantes con un alto grado de flexibilidad".

La planificación ha de ser contemplada como un referente para toda la organización, una guía para la acción aceptada por todos los participantes y sujeta a constantes revisiones en función de los cambios, tanto internos como externos. Porque el futuro, en realidad, no existe. Aunque sea lo que vendrá.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Con él llegó el escándalo

"Cuando ya no puedes hacer las cosas más baratas ni mejores que los demás, entra la innovación" (X. Sala-i-Martin)



En ocasiones y si no se practican con regularidad resultan saludables los ejercicios de ombliguismo foral. Y lo dice alguien aficando en Navarra, tierra en la que tal práctica constituye una suerte de deporte colectivo. Esta semana, Pamplona se ha convertido en capital del empresariado, por obra y gracia del VI Congreso de Directivos organizado por la CEDE. Empresarios, profesores universitarios, políticos e incluso un príncipe han participado en estos encuentros que bajo el lema Liderando en positivo han conseguido que la ilustre ciudad de Pamplona, despierte de su otoñal siesta.



Mis compromisos laborales con mis clientes, a saber, alumnos de 1º y 2º de Bachillerato de economía, me han impedido estar presente en este encuentro. No sufro por ello: estoy resignada a mi suerte. Sin embargo, y tras leer esta noticia, puedo asegurar que hubiera incluso fingido una gripe A o un catarro estacional para estar presente en la conferencia de Xavier Sala-i-Martin. Al menos para criticarlo con conocimiento de causa.

Su curriculum pertenece al género de los que concitan mi más innoble envidia. Economista y doctorado (no en filosofía como se señala en algún medio, el título que se obtiene tras presentar la tesis doctoral es Doctor Philosophiae independientemente de la facultad) por la Universidad de Harvard, al igual que mi estudiado W. van Orman Quine -herida doctoral cerrada en falso-, ha ejercido de profesor en la propia Harvard y en Yale, otro santuario académico. En la actualidad es catedrático de la Universidad de Columbia, además de trabajar como consultor para el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y, en sus ratos libres, ser vocal de la junta directiva del Fútbol Club Barcelona. Pero, si me permiten la frivolidad, lo que lo ha ganado definitivamente para mi causa es su atrezzo-enfant-terrible-sin-complejos ante un auditorio mayoritariamente grisoscurocasinegro. Así las cosas, su americana rosa chicle presagiaba que lo que su intervención iba a ser, cuando menos colorista, aunque no precisamente en tonos rojizos.



"¿Qué puede aprender España de EEUU en materia de competitividad?" era la sugestiva y algo tendenciosa pregunta que daba título a su conferencia. La respuesta del conferenciante no brilló por su originalidad: el secreto está en la innovación. Tentadora senda la de los hipotéticos significados colectivos: la cuestión reside en qué se quiere decir cuando se utiliza el término "innovación". Zara y Nespresso parecen erigirse en referentes válidos para una certera clarificación del concepto. Indagando entre los incontables recortes de prensa he encontrado estos fragmentos que no puedo evitar transcribir, perlas entresacadas de una conferencia pronunciada en la fundación del Pino.

"No se ha hecho un buen diagnóstico. El problema de la economía española es de oferta, de productividad y competitividad. Los trabajadores se van a la calle porque el salario que cobran es más alto que lo que aportan a la empresa. Por otro lado, España posee uno de los déficit por cuenta corriente más grandes del mundo [10% del PIB] porque demanda más de lo que produce. La única manera de corregir estos desequilibrios pasa por, o bien reducir el consumo, rebajando el PIB un 10%; o bien, subir la productividad un 10%. Si no se hace esto último, sólo queda más crisis. La productividad tenía que haber comenzado a subir hace año y medio. Pero se hizo un diagnóstico equivocado. Ninguna de las medidas del Gobierno es de oferta.

España ya no puede competir en precio ni en calidad, así que necesita innovar. Pero la innovación no es I+D. Hay que dejar esa obsesión enfermiza y no pensar en hacer Silicon Valley II. Para mí, dos de las mejores ideas han venido del sector del café: Nespresso y Starbucks. Y otra gran idea ha sido la de Zara, en el sector textil. ¿Quién lo iba a decir cuando todo el mundo se dedicaba a buscar móviles de quinta generación? Y la innovación estaba en el café. El Gobierno español tiene que entender que la innovación es una cosa que puede suceder en todos los sectores. Que hay que reformar la educación y ayudar a crear empresas. Y sobre todo ayudar a implementar las ideas simplificando la regulación. Los empresarios españoles cuando se les pide una medida que aumente su competitividad dicen: “Quíteme de encima al alcalde”."

A mayor gloria de George Clooney y Amancio Ortega, aunque éste no sea su sastre de cabecera, ni áquel su referencia en cuanto a elegancia. Hay quien no le ve la gracia. ¿Y ustedes?

martes, 27 de octubre de 2009

El gran dictador


"El gran clásico es un hombre del que se puede hacer el elogio sin haberlo leído". (G.K. Chesterton)


Afirma Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía -todo un clásico en sentido chestertoniano- que etimológicamente 'paradoja' significa "contrario a la opinión", esto es, "contrario a la opinión recibida y común". El propio Cicerón escribe "lo que ellos (los griegos) llaman paradoja, lo llamamos nosotros "cosas que maravillan". Bella o incluso lírica definición que la Real Academia de la Lengua, algo más prosaica, se encarga de precisar con las siguientes acepciones: "idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas" o "aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera".


Y hablando del rey de Roma, por la puerta asoma: el gran Chesterton, el maestro de la paradoja. No es la primera vez que la inmensa (en todos los sentidos del término) figura de Chesterton comparece en estas líneas. Detrás de esta reiterada invocación o evocación se adivina una admiración indisimulada y devota hacia la porción de su obra que he leído. La no leída me permite afirmar que es un clásico. Y, a semejanza de Oscar Wilde, un brillante usuario de la paradoja a la que, por cierto, no priva de interesantes potencialidades. Como se puede comprobar en El hombre que fue Jueves donde señala que "una paradoja puede alertar a los hombres a una verdad marginada".


De paradojas y de verdades marginadas trata la entrada del día. Los alumnos de 1º de Bachillerato han aprendido que la racionalidad del consumidor se fundamenta en la asunción de tres supuestos relativos a sus preferencias: la completitud (véase mi entrada No es país para indecisos), la transitividad y la no saturación. Hoy intentaré analizar la transitividad de la elección y lo haré encaramada a los hombros de un verdadero gigante económico, el nobel Kenneth Arrow, quien fue capaz de detectar la paradoja escondida tras la pretensión de extender la transitividad a un grupo o colectivo.


No deseo empezar la casa por el tejado o comenzar mi relato como los malos contadores de historias: anticipando el final sin haber sido capaz de transmitir a los oyentes el placer de la propia historia. El inicio de la que me ocupa pasa por la comprensión certera de la transitividad. Tomaré tres cestas de bienes A, B y C. Si un consumidor es racional -afirma la teoría- cabe concluir que si prefiere la cesta A a la B y la B a la C, entonces necesariamente ha de preferir la A a la C.


Los lectores se preguntarán dónde se oculta la paradoja. El problema -habitual en las votaciones- reside en conventir una relación de preferencias individuales en una elección social. Es el momento de que entre en escena, para dotar de un quiebro interesante a la acción de suyo , el nobel Arrow. Previamente, el marques de Condorcet había puesto de manifiesto que las preferencias colectivas no son transitivas a pesar de que las preferencias individuales lo sean. Arrow en su denominado Teorema de la imposibilidad defiende que para poder afirmar que la mayoría constituye una regla adecuada de elección social se han de cumplir las siguientes hipótesis



  • Hipótesis de racionalidad: la ordenación social debe ser completa y
    transitiva.

  • Hipótesis de independencia: la elección entre dos alternativas sólo
    depende de las ordenaciones individuales entre esas dos alternativas.

  • Pareto optimalidad débil: si todos prefieren individualmente una
    alternativa sobre otra, ésta es la preferida socialmente.

  • La ordenación social debe ser libre

  • Dominio no restringido: El mecanismo de elección debe ser capaz de
    funcionar en todas las situaciones posibles

Arrow demuestra que ninguna regla de elección social cumple simultáneamente las cinco condiciones, a no ser que las preferencias sean el reflejo de un dictador. La demostración se basa dar por ciertas las hipótesis y encontrar un caso en el que existe un dictador. La consecuencia práctica del teorema de Arrow es que no puede existir un sistema de votación perfecto, esto es, que sea completamente racional y justo. ¿Una verdad marginada? La polémica está servida.


lunes, 26 de octubre de 2009

El manantial

"A real revolution starts in men's minds, not in the streets" (Ayn Rand)

Tal vez constituya una suerte de tara genética la incursión continua y reiterada del ser humano en la aporía teórica o en el dilema práctico. El aut aut kierkegaardiano de cada día. Parece pertenecer a este último género de cuestiones la difícil cuando no imposible conjunción, al hablar de sistemas económicos y/o políticos, entre libertad e igualdad. Karl R. Popper en su autobiografía intelectual titulada Búsqueda sin término, tras referir sus coqueteos con el marxismo, afirma lo siguiente: "Durante varios años permanecí siendo socialista, incluso después de mi rechazo al marxismo; y si pudiera haber una cosa tal como el socialismo combinado con la libertad individual, seguiría aún siendo socialista. Porque no puede haber nada mejor que vivir una vida libre, modesta y simple en una sociedad igualitaria". ¿Es posible, no ya deseable, la convivencia pacífica entre libertad e igualdad? La respuesta de Popper, digna del liberal que fue, es absolutamente clara: "Me costó cierto tiempo reconocer que esto no es más que un bello sueño; que la libertad es más importante que la igualdad, que el intento de realizar la igualdad pone en peligro la libertad y que, si se pierde la libertad, ni siquiera habrá igualdad".

Si hace unas semana dedicaba una entrada al marxismo como filosofía de la igualdad como valor supremo; hoy centraré mis reflexiones en otra figura que ideológicamente se sitúa en las antípodas del filósofo alemán. Su nombre tal vez no resulta demasiado conocido, a pesar de que uno de sus libro, La rebelión de Atlas, pasa en fuentes oficiosas por ser el segundo más vendido en EEUU después de la Biblia. Hipérbole a la vista, probablemente. Me estoy refiriendo a Ayn Rand, una de las ideologas de lo que George Soros no dudó en catalogar como
"fundamentalismo de mercado". Si bien es cierto cualquier cita descontextualizada puede falsear el pensamiento de un autor, no creo faltar demasiado a las esencias del pensamiento de esta escritora rusa si cito

“La libertad y la razón son corolarios. Su acción es recíproca. Cuando los hombres son libres triunfa la razón, cuando los hombres son racionales la libertad se impone. La libertad intelectual no puede existir sin libertad política y la libertad política no puede existir sin libertad económica. Una mente libre y un mercado libre son corolarios”.

Reconozco que la autora, pese a situarse no sé si en las antípodas pero sí lejana de mis propias posiciones, goza de mis simpatías. La razón es que su libro
El manantial fue fuente de inspiración (perdón por la imagen tan burda) para la película homónima de King Vidor protagonizada por Gary Cooper. Gran película en la que la propia Rand ejerció de guionista. El manantial cuenta la historia de Howard Roark, aunténtico héroe randiano, que no duda en luchar contra los poderosos intereses creados por defender su concepción de la arquitectura. Una visión de la arquitectura en general y del arquitecto en particular de un romanticismo enternecedor, encarnación del genio hegeliano. La escena que sigue, pasa por ser la más reveladora del individualismo randiano. ¿Héroe o antihéroe? No me tiren de la lengua...

lunes, 19 de octubre de 2009

The Matrix





"The Matrix is everywhere. It is all around us. Even now, in this very room. You can see it when you look out your window or when you turn on your television. You can feel it when you go to work... when you go to church... when you pay your taxes. It is the world that has been pulled over your eyes to blind you from the truth" (The Matrix)



Está de moda el victimismo en general: histórico, social e individual. Pues bien: yo también soy víctima. Soy una víctima de la Reforma Educativa de Villar-Palasí. En términos prácticos tal confesión es semejante a admitir a) que tengo cierta edad y b) que pertenezco a esa especie en extinción que cursó la EGB, el BUP y el COU. El legado de tales estudios, además de un dominio apabullante de los diagramas de Venn, ha sido una supina ignorancia de lo que se ha dado en llamar cultura general sólo amortiguada por la enorme fortuna de toparme con muy buenos profesores, insumisos al espíritu reformista. Entre mis más que lagunas se encuentra un desconocimiento oceánico de la mitología griega que el paso de los años y la existencia de la nunca suficientemente ponderada wikipedia están contribuyendo a menguar.


No tengo vocación de plañidera virtual: sólo pretendo constatar el hecho de que en educación la amnesia no funciona y de que, conocimientos tan aparentemente inútiles como la mitología griega, pueden aportar interesantes matices a materias tan a priori alejadas como la economía o de la organización de empresas. Hoy en clase de 2º de Bachillerato la cosa iba de matrices. Un término que bien podría considerarse como un prodigio de polisemia: hasta once acepciones diferentes se enuncian en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, si bien casi todas remiten de una forma u otra al carácter generador, materno, podría decirse que aún conservan de su etimología original. Porque 'matriz' remite en mi particular sistema de asociaciones a la madre nutricia, a la diosa Demeter. Hablábamos del proceso de internacionalización de algunas organizaciones en el contexto de una economía global. De esta forma, la casa matriz, la madre nutricia, en la terminología de la administración y dirección de empresas, representa el núcleo duro de la organización en la medida en que posee libertad total para desarrollar una estrategia. Dada la innegable y conmovedora afición de mis alumnos a las reglas de tres, tal vez lo entiendan mejora así: la casa matriz es a la alta dirección como la casa blanca es a Obama.


Pero a la casa matriz le ocurre con las filiales lo mismo que a los padres con sus hijos: resulta difícil diseñar en ocasiones el modelo de relación, más si se considera que el entorno ciertamente ha cambiado. Mi gigante de hoy, Petra Mateos, señala que "la coordinación es fundamental en la búsqueda de ventajas competitivas y para ello es necesaria la transferencia de una gran cantidad de información a diversos lugares de la red". Dicho de otra forma, la coordinación entre la matriz y las filiales puede marcar la diferencia, de tal forma que las prebendas que una empresa puede conseguir de la globalización proceden más del efecto conjunto de toda la red que de los beneficios aislados que pueda obtener de la localización en cada uno de los países independientemente. Mateos distingue cuatro estrategias:



  • Estrategia multinacional: es la llevada a cabo por empresas que a pesar de ser globales tratan de adaptarse a las necesidades locales de los lugares en los que ofrecen sus productos: comporta por tanto una gran heterogeneidad de productos y una fuerte descentralización que permita tomar decisiones. Este fue el modelo de la mayor parte de las organizaciones que se expandieron antes de la Segunda Guerra Mundial.

  • Estrategia global: A diferencia del modelo anterior, el objetivo pasa por obtener ventajas en costes, a través de la homogeneización de los productos que permite la reducción de los costes de producción. La casa matriz corta el bacalao: ejerce un control centralizado en lo que respecta a las actividades de diseño, marketing, producción e I+D.

  • Estrategia internacional: este modelo requiere la existencia de un equilibrio entre delegación y coordinación: por un lado, se trata de adaptarse a las mercados concretos de las filiales, pero, por otro, se mantiene el control por parte de la matriz.

  • Estrategia transnacional: en este tipo de organizaciones, aunque la matriz realiza funciones de control y coordinación de las decisiones estratégicas, existen flujos de informaciones entre las filiales. Esta estrategia responde al lema "piensa globalmente y actúa localmente".

El tema da mas de sí, pero la mayor sabiduría reside en el adecuado establecimiento de los límites. Aunque, al fin y al cabo, Matrix is everywhere. Como Demeter.


domingo, 18 de octubre de 2009

After virtue

"Nadie ha aprendido las verdades de la ética asistiendo a conferencias o participando en seminarios, pues su índole es tal que sólo se pueden aprender prácticamente, participando, a ser posible desde la más tierna infancia,en formas de vida común en las que la virtud se adquiere cultivando determinados hábitos. (...)La filosofía puede a lo sumo ayudarnos a articular y clarificar teóricamente lo que previamente se ha aprendido en el ámbito de la práctica." (Alisdair Macintyre).


Escucho a Wim Mertens y no puedo evitar pensar en que pese a la complejidad del sistema y sus variables, la solución tal vez sea simple:
after virtue, justice. Sin embargo, no resulta fácil dilucidar qué es la justicia. Ayer fue el día Internacional para la erradicación de la pobreza. En mi ciudad (mía y de la mayoría de mis alumnos), Pamplona, la plataforma Pobreza Cero organizó la Charanga del Milenio. Pese a disponer de información y tiempo (no siempre se cumplen ambas condiciones) no estuve presente. Pese al llamamiento de los convocantes. Pese al soleado día otoñal con que ayer amaneció mi ciudad.


No me mueve el deseo de boicot. Todo lo contrario.No obstante, cada ser humano ha de enfrentarse irremediablemente a sus contradicciones. De un lado, la necesidad de solucionar el problema de la crisis alimentaria que lejos de erradicarse con el tiempo, se agrava. Del otro lado, la certeza de que el modus vivendi occidental, el mío propio, contribuye directamente a engrosar la bicha. El más elemental sentimiento del pudor me impide exigir a las instituciones aquello que no soy capaz de poner en práctica, aunque sea una convencida de que es necesario educar en el consumo responsable (muy atinada la
guía elaborada por economía solidaria) y en el respeto al medio ambiente. Pero esos contenidos exigen unos compromisos éticos previos. Sin embargo, no deseo caer en la lógica binaria del o todo o nada, extremadamente tranquilizante por otro lado, que conduce al inmovilismo. Además, la acción colectiva -no confundir con las manifestaciones callejeras- se ha revelado en ocasiones inusitadamente eficaz en la consecución de algunas causas a priori imposibles. Siendo esto así, desde la plataforma Pobreza Cero se insta a la difusión del mensaje. De ahí que pese al limitado eco que pueda tener este foro, no quiero renunciar a convertirlo en instrumento transmisor de la idea de que en última instancia es un problema de jerarquización. La justicia –apunta Alisdair Macintyre en un libro que comparte título con el trabajo de Mertens, After virtue- es la primera virtud de la vida política, y no puede existir comunidad donde no hay acuerdo previo sobre el concepto de justicia. Nuevamente, tras la virtud.




jueves, 15 de octubre de 2009

El cielo sobre Berlín


"Mirar desde arriba no es mirar. Hay que mirar a la altura de otros ojos." (Das Himmel über Berlin, Wim Wenders)



El trabajo de enseñante se asemeja a una suerte de bucle, tal vez melancólico. Un eterno retorno de lo mismo que, sin embargo, siempre acaba sorprendiendo por ciertas ondulaciones inesperadas. El manido río de Heráclito que nunca será el mismo a pesar de recibir idéntico nombre.

Mis palabras no obedecen a una suerte de languidez otoñal, que ciertamente padezco. Son el precipitado sentimental o sentimentaloide de la proyección de una película que, desde hace cinco octubres, fija, limpia y da esplendor a mi explicación de los sistemas de economía planificada. Se trata de Good bye, Lenin. Todos los años compruebo cómo una historia aparentemente sencilla, con una estructura narrativa no demasiado original -la mezcla en dosis adecuadas de intrahistoria e Historia siempre se ha revelado fértil- y con un final algo tramposo, sitúa al alumno joven, -ay, demasiado joven- en una época y un lugar que sin duda constituyen una de las encrucijadas políticas más interesantes de los últimos tiempos. El guión de la película no es ajeno a la ideología bienpensante y políticamente correcta de nuestros tiempos. Nada se dice de las víctimas del sistema, ni siquiera de los atropellos liberticidas del régimen, como en La vida de los otros. Pero el recurso al narrador protagonista y, por consiguiente, la introducción de la perspectiva subjetiva, posibilita que el espectador tome la distancia suficiente como para comprender que lo que comparece no es la Historia -si es que existe tal realidad-, sino la historia particular de Alex, tan limitada y miope como cualquier otra.

La explicación que de la caída del muro de Berlín he podido encontrar en un libro de historia de 1º de Bachillerato (Javier Tusell et al. Historia del Mundo Contemporáneo, SM) resulta para mi gusto lacónica y demasiado simple (lo extenso del programa probablemente impida entrar en demasiados detalles): " las medidas de apertura de Gorbachov permitieron la transformación profunda de los países del Este de Europa. Estos países habían sido controlados por los soviéticos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pero al iniciarse la Perestroika (Reestructuración) en la URSS encontraron la oportunidad de recobrar márgenes de autonomía, interior y exterior, perdidos durante tanto tiempo. A partir de la caída del muro de Berlín en 1989, las transiciones hacia la democracia y la economía de mercado tuvieron un carácter más pacífico e irreversible que en la propia Unión Soviética". Hasta aquí la versión oficial. El azar, encarnado en buscador de google, ha querido que, al intentar documentarme sobre los entresijos off the record de la reunificación alemana y las circunstancias históricas en las que se desarrolla la acción de la película, haya dado con una interesante noticia publicada en
La Vanguardia. Hasta aquí la Historia (irony intended). Pero, sin duda, la revelación procede, una vez más, de la intrahistoria. Good bye Lenin versión polaca. Jan Grzebski despierta tras 19 años en coma y comprueba que los almacenes del pueblo de Dzialdowo donde apenas se encontraba vinagre y mostaza se han convertido en un festivo centro comercial. Vivir para contarlo.
¿Mirando desde arriba o a la altura de los ojos?

martes, 13 de octubre de 2009

Los premios (edición 2009)

"Se han concedido muchos premios Nobel por mostrar que el Universo no es tan simple como podíamos haberlo pensado" Stephen W. Hawking

Demasiadas pistas. Demasiado bombardeo mediático. Es imposible sustraerse al encanto (o desencanto, según se mire) de una de las noticias económicas (?) del día. Bajo estas condiciones de presión y temperatura, no resulta complicado adivinar que voy a dedicar la entrada de hoy, en un alarde de poca originalidad, a la glosa, o más bien, mención de los ganadores del premio nobel de economía 2009. Probablemente la sombra de Obama proyecte demasiado alargada o, al menos, los suficiente como para enturbiar el momento de gloria de los otros premiados. Mala suerte (o buena, según se mire). Efectivamente, habemus galardonados y habemus tema. Elinor Ostrom y Oliver E. Williamson se han convertido por obra y gracia de sí mismos y de la academia sueca (célebre también por sus descuidos y pequeñas pérdidas de memoria) en los héroes (o antihéroes, según se mire, apuestas obligan) económicos del día.Confieso que es la primera vez que escucho el nombre de la primera, no así el del segundo. Por eso y por las restricciones de índole temporal que se vuelven de día en día más acusadas, he centrado mis esfuerzos en seguir el rastro de la primera mujer que recibe el premio nobel de Economía. Y el resultado de mis exiguas pesquisas me lleva a reconocer que, a bote pronto, los temas que interesan a Elinor Ostrom resultan sugerentes para alguien que como yo misma entiende la ciencia como una suerte de amplio y diáfano loft: sin tabiques que separen sus diferentes estancias o, desde esta perspectiva, usos. Acción colectiva, ciencia cognitiva, organización empresarial y teoría de la decisión parecen ocupar un lugar clave en su trabajo investigador.

How do we integrate the research findings in cognitive science into a workable set of models for exploring and explaining human choices in various institutional settings, including: social dilemmas, collective choice arenas, bureaucracies, and complex multitiered public economies?
¿Cómo integrar los resultados de la investigación en ciencia cognitiva en un conjunto de modelos viables para explorar y explicar las decisiones humanas en diversos marcos institucionales, tales como: los dilemas sociales, las arenas de la elección colectiva, las burocracias, y las complejas economías públicas multinivel?

Si sus respuestas son tan certeras como prometedoras sus preguntas, resulta fácil imaginar por qué le han concedido el nobel. Como Max Estrella, me quito el cráneo. ¿Según se mire?

viernes, 2 de octubre de 2009

Rojo



"La jornada laboral normal data tan sólo, en la industria moderna, de la ley fabril de 1833, vigente para las fábricas que elaboran algodón, lana, lino y seda. ¡Nada caracteriza mejor el espíritu del capital que la historia de la legislación fabril inglesa entre 1833 y 1864!
La ley de 1833 declara que "la jornada laboral ordinaria deberá comenzar a las 5 1/2 de la mañana y finalizar a las 9 de la noche, y que dentro de estos límites un período de 15 horas será legal emplear jóvenes (esto es, personas entre 13 y 18 años) a cualquier hora del día, siempre y cuando el mismo joven no trabaje más de 12 horas a lo largo del día, con excepción de ciertos casos especialmente previstos". La sexta sección de la ley establece "que en el curso de todos los días se deberá conceder no menos de 1 1/2 hora para las comidas a todas esas personas cuyo tiempo de trabajo ha sido restringido". Se prohibía emplear a niños menores de 9 años, con una excepción que mencionaremos más adelante, y se limitaba a 8 horas el trabajo de los niños de 9 a 13 años. El trabajo nocturno es decir, conforme a esta ley, el trabajo entre las 8 1/2 de la noche y las 5 1/2 de la mañana se prohibía para todas las personas de 9 a 18 años.
Los legisladores estaban tan lejos de querer atentar contra la libertad del capital de absorber fuerza de trabajo adulta o, como ellos la llamaban, contra "la libertad de trabajo", que urdieron un sistema especial para evitar esa horripilante consecuencia de la ley fabril.
"El gran mal del sistema fabril, tal como se lo practica al presente", se dice en el primer informe del consejo central de la comisión, del 25 de junio de 1833, "consiste en que genera la necesidad de prolongar el trabajo de los niños hasta la extensión máxima de la jornada laboral de los adultos. El único remedio para este mal salvo la restricción del trabajo de los adultos, lo cual originaría un mal mayor que el que se procura subsanar es a nuestro parecer el plan de hacer trabajar a dos turnos de niños." Bajo el nombre de sistema de relevos ("system of relays"; relays significa en inglés, como en francés, el cambio de los caballos de posta en las diversas paradas) se llevó a la práctica ese "plan", de tal modo, por ejemplo, que se enganchaba un grupo de niños de 9 a 13 años entre las 6 de la mañana y la 1 1/2 de la tarde, y otro de 1 1/2 de la tarde hasta las 8 1/2, etcétera.
Para recompensar a los señores fabricantes por haber desconocido, de la manera más insolente, todas las leyes sobre trabajo infantil promulgadas en los 22 años anteriores, también ahora se les doró la píldora. ¡El parlamento resolvió que después del 1º de marzo de 1834 ningún niño menor de 11 años, después del 1º de marzo de 1835 ningún menor de 12 y después del 1º de marzo de 1836 ningún menor de 13 años podía trabajar en una fábrica más de 8 horas! Este "liberalismo" tan deferente con el capital era tanto más digno de reconocimiento por cuanto el doctor Farre, sir A. Carlisle, sir B. Brodie, sir C. Bll, Mr. Guthrie, etc., en suma, los más distinguidos physicians y surgeons [médicos y cirujanos] de Londres, habían advertido en sus declaraciones testimoniales ante la Cámara de los Comunes que periculum in mora ¡hay peligro en la demora!. El doctor Farre se expresó todavía con mayor rudeza: "La legislación es necesaria para la evitación de la muerte en todas las formas en que se la pueda infligir prematuramente, y sin duda éste" (el método fabril) "ha de ser considerado como uno de los más crueles modos de infligirla" . ¡El mismo parlamento "reformado" que en su delicadeza exquisita para con los señores fabricantes recluyó durante años aun a niños menores de 13 años en el infierno de un trabajo fabril de 72 horas semanales, prohibió de antemano a los plantadores, en la Ley de Emancipación la cual también otorgaba la libertad con cuentagotas , que hicieran trabajar a ningún esclavo negro más de 45 horas por semana!" (Karl Marx. El capital)



Hay filósofos que han muerto en tanto que tales de éxito. La maraña de prejuicios y estereotipos que ocultan su obra, hacen francamente difícil un acercamiento medianamente aséptico o, si se quiere y se acepta como posibilidad, científico. Como señala el sociólogo belga Henri Janne "Algunos, aunque pretendan lo contrario practican el marxismo como una fe. A su juicio, Marx, Engels y Lenin llevan siempre la razón y de algún modo lo han previsto todo.... Pero en opinión de otros, el marxismo ha caducado; pertenece a la fase de los grandes sistemas de filosofía social... Esta actitud es tan abusiva como la primera". Aunque mi desconocimiento de la obra de Marx es inmenso, como principio comparto plenamente el juicio de Janne. Probablemente Marx comparta y aun ejemplifique el destino de muchos pensadores, universalmente criticados y apenas leídos.

Me incluyo en el grupo de quienes no conocen sino fragmentariamente la obra de Marx, pero como todo el mundo sabe, la ignorancia suple sus carencias con el complejo vitamínico del atrevimiento. En esas me encuentro, aunque los trazas de rigor intelectual que todavía subsisten en mí, me han conducido a la fuente marxiana par excellence, El capital. Y lo he hecho porque mis alumnos de 1º de Bachillerato están estudiando -si bien de forma inevitablemente somera- la crítica de Marx al sistema capitalista.

En el texto que encabeza mi entrada de hoy, Marx, haciendo caso omiso de la inveterada tradición que distingue entre hecho y valor, presenta la "evolución" de las leyes que regulan la jornada laboral entre 1833 y 1864. Para comprender mejor el análisis del autor es preciso recordar que la historia se mueve según la ley de la dialéctica (herencia precios del filósofo también alemán Hegel). El motor de la dialéctica es la negación, la lucha entre clases sociales antagónicas: opresores y oprimidos, burguesía y proletariado. Y es precisamente la existencia de la propiedad privada de los medios de producción la que explica que esas diferencias se agudicen con el paso del tiempo.




Así las cosas, y ayudándome del gigante de hoy, Guy Rocher, la sociedad capitalista burguesa se caracteriza por un desarrollo técnico y una división del trabajo más avanzados que todos los tipos de sociedad existentes hasta ese momento y por unas relaciones de clase más claras. Esta sociedad lleva el estigma de una clase nueva, hija natural del comercio y la industria naciente: la clase burguesa de origen urbano. Mediante la acumulación de capital, esta clase abre nuevos mercados comerciales, crea la manufactura e incrementa la productividad del trabajo. El precio de esta mayor actividad es la concentración de trabajadores cada vez más separados -alienados- de los medios de producción y de los bienes producidos. Ha nacido una nueva clase: el proletariado obrero.

La salvación (no es accidental el uso de esta terminología cuasirreligiosa) viene de la unión del proletariado, de tal forma que únicamente la lucha solidaria de los trabajadores conseguirá la progresiva reducción de la jornada de trabajo. La consecución de una legislación que recoja estas demandas se erigirá en reivindicación universal del movimiento obrero. Todo el proletariado se identificará en una única categoría: cualquier distinción de raza, sexo o nación deviene insignificancia frente al hecho de ser proletariado. De ahí la importancia que reviste el tomar conciencia de la clase que a la que cada cual pertenece. Marx, sin embargo, distingue entre proletariado y lumpenproletariado (etimológicamente "el proletariado harapiento"): estos últimos constituyen un conjunto de personas marginadas del proceso productivo capitalista sin ninguna conciencia obrera.

En opinión de Marx, la lógica interna del capitalismo lo abocará a su propia destrucción: la oposición entre la clase burguesa y la proletaria se radicalizará y traerá como consecuencia la destrucción de la primera, dando lugar a la dictadura del proletariado, mediación necesaria para el alcance de la sociedad comunista sin clases, en la que el hombre se liberará.

La filosofía de Marx es, por tanto, una doctrina de la liberación: una suerte de esperanza humanista. La crítica tradicional que la acusa de acientífica tal vez no hiciera mella en alguien que, a mi modo de ver, nunca reparó en la distinción entre hecho y valor. Siempre cabe pensar que la ignorancia es muy atrevida.