When they poured
across the border
I was cautioned to surrender,
this I could not do;
I took my gun and vanished.
I have changed my name so often,
I've lost my wife and children
but I have many friends,
and some of them are with me.
An old woman gave us shelter,
kept us hidden in the garret,
then the soldiers came;
she died without a whisper.
There were three of us this morning
I'm the only one this evening but
I must go on;
the frontiers are my prison.
Oh, the wind, the wind is blowing,
through the graves the wind is blowing,
freedom soon will come;
then we'll come from the shadows.
(L. Cohen. The partisan)
Mientras escribo esta entrada suena en mi ordenador Leonard Cohen –the partisan- a través de un programa que un amigo ha tenido la gentileza de proporcionarme. No se me ocurre mejor ejemplo para explicar qué significa la utilidad. Porque hoy quiero hablar de ese concepto que posee la inestimable cualidad de encajar a la perfección en los más variados discursos. El económico no constituye una excepción a esta máxima. Utilidad, divino tesoro, en un mundo que tiene la enfermiza tendencia de separar el grano de la paja.
En el contexto de dirección de la producción, producir, valga la redundancia, consiste en incrementar la capacidad de los bienes y servicios hasta convertirlos en aptos para satisfacer las necesidades de las que hablé ayer, lo que supone aumentar la utilidad de los bienes, es decir, su potencial de satisfacer una necesidad.
Las implicaciones de esta frase son importantes: el proceso de producción va más allá de la estricta transformación de bienes o la variación de su forma o de sus atributos; puesto que para satisfacer la necesidad del consumidor es necesario llevar a cabo un cúmulo de acciones que los pongan a su disposición. Me estoy refiriendo a la transformación, almacenamiento, transporte desde el lugar en que se hayan transformado hasta el lugar en que finalmente lo adquiere el cliente y, por supuesto, su venta. Todas las actividades mencionadas contribuyen a incrementar la utilidad de los bienes: de nada sirve que se produzcan determinados bienes, si el consumidor no tiene acceso a ellos. Por tanto cabría asegurar que la transformación es condición necesaria pero no suficiente en lo que se refiere a la satisfacción última del cliente.
Tradicionalmente, se distinguen cinco tipos de utilidades: de forma, de tiempo, de lugar, de información y de propiedad. Como en los malos culebrones, pospongo para el capítulo siguiente su explicación. De paso me aseguro su asistencia. No me fallen.
1 comentario:
Buenas noches, Begoña:
Como ves, retomo mis comentarios en el blog.
La utilidad se define como la medida de satisfacción obtenida al recibir algo de valor en un intercambio. Otra manera de decirlo es: lo que hace valioso un objeto para el que lo recibe. Ambas sacadas de la teoría de marketing del temario de 2º de Bachillerato.
Este concepto -que también es abarcado por el marketing- es subjetivo. Esto quiere decir que dependiendo de la persona que participe en el intercambio, la utilidad será mayor o menor. Aquí entran en juego muchas variables: los gustos personales, la cultura incluso la necesidad.
Un medio para medir la utilidad de las cosas consiste en utilizar una escala subjetiva de gustos que muestre teóricamente un registro estadístico de la utilidad del consumo que se hace. Sin embargo, existen otras razones por las cuales también puede obtenerse satisfacción y no es precisamente la utilidad.
Ahora yo lanzo una pregunta: ¿La satisfacción implica siempre utilidad?
Un saludo,
Nora.
Publicar un comentario