lunes, 9 de febrero de 2009

Lolita

El dolor ennoblece incluso a las personas más vulgares. BALZAC, Honoré de

Hoy me siento especialmente noble. Mis condiciones físicas no dan para más: el dolor de cabeza y la fiebre frenan cualquier atisbo de pensamiento, de suyo, bien escaso. Sin embargo, el deber que me he impuesto de acudir a mi cita con ustedes es más fuerte que todo. En cualquier caso, la entrada va a ser cosa suya: yo me limito a ponerles una tarea: lean el siguiente texto y comenten. Y si pueden complementen la lectura con la entrevista que ayer publicó Diario de Navarra a este economista. Critiquen, apoyen, discutan. Sin mesura. Hagan mis deberes. Me dejaré querer.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimada Begoña:
No te enfades, pero si Balzac dijo eso, cosa que yo desconocía, debió de ser en un momento de debilidad, es decir, cuando estaba fastidiado.
Creo que se podría denominar resignación. Mis sensaciones, cuando me encuentro enfermo, no son muy nobles. No digamos nada de mi cuerpo o mis pensamientos.
Debes cuidarte. Trabajas demasiado y ya sabes que la energía hay que seguir trasformándola.
Que te mejores.

David dijo...

Por fin, Begoña, por fin.

Por fin nos dejas el barco a nosotros y podemos aprovecharnos... ;-) ¡Todo para vosotros, chicos! Pues allá vamos.

Como no conozco a Jürgen Donges y uno es selectivo leyendo, pues no he pasado más allá del titular. Pero me vale como provocación para disertar un ratito.

Una parte de mí, está de acuerdo, otra no.

Dice el catedrático que la solución a la crisis no pasa por regular más. Esto no quiere decir que haya que regular menos. Pero yo me voy por esa cerro ubetense.
Imaginemos que dejamos de regular con exceso la economía. Que el intervencionismo gubernamental incipiente desaparece. ¿Qué pasaría? Sencillo. Repasemos algunos ejemplos paralelos cogidos con pinzas finísimas.

1. La justicia. Imaginemos que vivimos hace doscientos años. Épocas difíciles. Bandoleros junto a los caminos. ¿Qué pasaría si hubiera habido cada vez menos justicia? Más caos. Y sobre todo, más fuerza para los más fuertes, más debilidad para los débiles.
2. La monogamía predicada por la mayoría de las religiones. Este es para sonreir ¿Qué pasaría si hace ochocientos años la religión hubiera regulado menos? Probablemente que el feudalismo hubiera sido feroz y el señor feudal hubiera decorado su castillo cual harén omaní.

Con esto quiero decir, que, en épocas turbulentas como la que económicamente vivimos, el aumento de la regulación contribuye a tener las cosas bajo control. Tal vez no las mejore, como afirma el catedrático en su titular. Pero creo que, al menos, el incremento de la regulación contribuye a saber cómo están las cosas y ayuda a inmovilizarlas. En medio del turbulento río, para salir de los remolinos, al menos uno debe saber dónde se encuentra. Con la regulación conseguimos detener el ritmo (tanto del deterioro, como de la recuperación). Así que, esta es la parte en la que no estoy de acuerdo con el profesor. Porque posiblemente la solución pase por detener la crisis a base de un exceso de regulaciones, para posteriormente aliviar la regulación para salir de ella.

Otra parte de mí está totalmente de acuerdo con el Profesor Donges. Pero esta es mi parte más anarquista y maximalista. Claro que sí, Sr. Catedrático. Regulando más no vamos a resolver la crisis, porque la crisis es de valores sociales (como dije en mi primera intervención en este blog). Así que no regulemos más, de hecho (y aquí viene el anarquista) eliminemos cualquier regulación tendenciosa y dejemos sólo aquellas que tienen su fundamento en conseguir que el sistema económico funcione. Eliminemos cualquier dirigismo. Y que cada palo aguante su vela. Que nos merecemos lo que tenemos. Que esto va para largo y aquí no va ayudar nadie. Que lo que necesitamos es un nuevo sistema social. Tras la aniquilación viene la resurrección. Atrevámonos con ello y a ver por dónde se sale, que al final, si todos nos hacemos pobres, seguro que entre todos nos arreglamos para tener algo que llevarnos a la boca y un techo bajo el que dormir. Probablemente no tendremos vacaciones en Cancún, pero a buen seguro que el nivel de nuestras conversaciones con el prójimo se multiplica por mil en complejidad e intensidad.
Así, volveremos a ser personas y dejaremos de ser recursos. Eso como mínimo.

Eso sí, cuando nos pongamos enfermos no vamos a tener ni para aspirinas.
Y en días como hoy, Begoña, me parece que ese no es el mejor escenario en el que pensar. ¿O sí? Al menos, imaginar un mundo nuevo es excitante. Lástima. La mala noticia es que esto no va a depender de nosotros. Si sucede, será porque alguien, no sabemos muy bien quién, hará que suceda.

Resumen de mi verborrea: más regulación equivale a más control. Control equivale a a conocer dónde estamos. Saber dónde estamos permite evaluar qué tenemos que hacer. Evaluar qué hacer, ayuda a decidir. Decidir qué tenemos que hacer, sirve para empezar a movernos. Como ya sabíamos dónde estábamos, si nos equivocamos, podremos volver al lugar de partida y emprender otro camino hacia la recuperación. Y tras sucesivas iteraciones, encontraremos cómo salir de la crisis.
Pero esto es tan pesado y tan lento, que a veces no podemos evitar pensar... ¿qué pasaría si todos trabajáramos un poquito en acelerar la crisis para que pase cuanto antes? Mejor un día con la cara morada, que toda la vida con la cara roja, me dijeron una vez. Pues traguemos la crisis lo más rápida y crudamente posible y luego ayudémonos los unos a los otros a salir. Porque de tanto pensar en solucionar, nos hemos hecho lentos. Y tal vez, remotamente, muy remotamente, la solución de la crisis podría estar en convertirnos en factores aceleradores de la misma.

Solo pretendo provocar.
Timonel vuelve al barco pronto, porque, como en épocas turbulentas, el anarquismo asoma por el castillo de popa...

Un abrazo acetilsalicílico.
David

Begoña dijo...

Buenas noches, David:
Tenías que haber escuchado mis carcajadas mientras leía tu artículo. No tanto por el contenido en sí, sino por el abordaje pirata que has realizado contra mi barquita.

Has sabido perfectamente mis intenciones perversas al colgar el artículo en cuestión de un catedrático, del que, sinceramente, no tuve noticia hasta el domingo en que leí “sus declaraciones”. Realmente para soltar los tópicos que adornaban la entrevista no hacía falta semejantes alforjas. Más de lo mismo y probablemente soltó el discurso que el auditorio deseaba escuchar.

No sé si el debate está en un mayor intervencionismo estatal o no: el asunto es hasta qué punto esa intervención se revela como agente efectivo. Quiero pensar que hasta bastantes puntos, pero cada vez hay más voces que se alzan contra la sostenibilidad, mágica palabra que lo mismo vale para un roto que para un descosido, del Estado de Bienestar. Por otro lado, las fuerzas motrices globalizantes sugieren que el Estado-Nación no es omnipotente.

Nos tienes que explicar con detenimiento tu tesis rayana en el terrorismo económico acerca de las fuerzas que juegan a favor del gradiente de la crisis. Pasado el valle, lo que resta es el ascenso ¿Una revolución, tal vez?

En fin, muchas gracias por el buen humor. Nos hace falta, marinero o, tal vez, visto lo visto, timonel. Ya sabes, gobierna tu bajel.

Begoña dijo...

Estimado internauta.
No me enfado en absoluto y más con tan buenos deseos. No trabajo tanto, de verdad.
Un saludo:
Begoña

Anónimo dijo...

Hola Begoña,soy Amaya.
Como ves mi opinión vuelve a estar presente en el blog.
Creo que Juergen Donges se equivoca en afirmar que la crisis financiera española no tiene nada que ver con la internacional ya que la responsabilidad de los organismos económicos mundiales, los EE.UU., la Unión Europea y los Estados más poderosos y desarrollados, ahan provocado en parte esta situación.
Destaca en especial, el desempeñado por el segmento no regulado del sistema financiero de Estados Unidos, que contribuyó de forma decisiva a extender por todo el mundo los bonos “basura” respaldados por créditos hipotecarios fallidos en dicho país (subprime).
El papel de los bancos centrales ha sido también “negativo” puesto que mantuvieron durante demasiado tiempo unas condiciones de financiación excepcionales y una preocupación por conseguir unas elevadas cotizaciones de las bolsas de valores que por lograr un crecimiento equilibrado.