"The truth has never been of any real value to any human being - it is a symbol for mathematicians and philosophers to pursue. In human relations kindness and lies are worth a thousand truths." Graham Greene
Ayer traje a colación aVicente Verdú y su tesis de que la economía es una ciencia humana peculiar. Esa afirmación introduce en el escenario considerables dosis de incertidumbre, mala compañera de viaje para quienes gustan de un mundo de certezas. Por eso, en ocasiones se ha considerado que las cuestiones relativas a la gestión de recursos humanos constituyen la cáscara blanda y dúctil de la reflexión sobre la empresa. Probablemente lo sea, si la cualidad de “dureza” viene suministrada por el uso de unas matemáticas que sirven de parapeto científico. Por otro lado, y me centro más en el tema del día, pocos temas han merecido tanta atención en el campo de la administración y dirección de empresas como el del liderazgo. Las preguntas acerca de si un líder nace o se hace siguen sin admitir una respuesta tajante que zanje la cuestión. Si se juzga lo escrito a propósito del asunto en términos de coste/beneficio, el saldo se revela como especialmente desfavorable por los pocos resultados obtenidos y por los muchos esfuerzos realizados. Si se juzga desde otra óptica más amplia, es necesario reconocer que una vez más la indeterminación comparece en los asuntos humanos.
En cualquier caso, el liderazgo se ha estudiado, siguiendo a E. Pérez Gorostegui, desde diferentes enfoques: el primero de ellos lo considera un proceso de incidencia social que se ejerce a través de la comunicación sobre los individuos que constituyen un grupo de trabajo y que tienen sus propios subobjetivos que satisfacer. El segundo, lo concibe como propiedad personal, esto es, como conjunto de rasgos y de conductas que realizan quienes ejercen un liderazgo eficaz, entendiendo por tal la capacidad de influir sobre aquellos que se consideran seguidores. El tercero, centra su atención en la relación del liderazgo con la motivación: el grado en el que el líder logra ser obedecido depende de la fuerza motivacional que para los subordinados posee la conducta que aquél intenta conseguir. Indudablemente estos enfoques amplían el campo de estudio y añaden matices que contribuyen a una comprensión más atinada de la función de liderazgo.
Por otra parte, los manuales al uso aluden a distintos estilos de ejercer el liderazgo. Aquí voy a mencionar las más representativas.
En primer lugar, citaré el llamado estilo autocrático: las decisiones se toman sin consultar a los subordinados. Los líderes suelen ser dogmáticos y orientados a la simple asignación de tareas. La única respuesta que esperan de sus subordinados es la sumisión y el acatamiento de las órdenes.
En el extremo contrario, se situarían los líderes democráticos que hacen que sus subordinados participen en la toma de decisiones. Son, por consiguiente, más abiertos; facilitan la cooperación y prestan apoyo a todos los miembros del grupo.
No hay que confundir el estilo democrático con el denominado laissez faire (dejar hacer) que se caracteriza, como su propio nombre indica, por dejar libertad a los subordinados sin aportar ningún tipo de indicación relativa a las labores que estos han de desempeñar.
Evidentemente, resulta complicado encontrar un estilo de liderazgo “puro”. En este sentido, sería más acertado establecer un continuo entre dos extremos tomando como criterio el grado de autoridad que ejerce el líder. Los extremos serían, como puede suponerse, el estilo autocrático y el laissez faire. A pesar de que haya autores que consideran que hay estilos de liderazgo que, en términos absolutos, son mejores, la mayoría de quienes han estudiado la cuestión aboga por un enfoque contingencial, que es lo mismo que afirmar que las diferentes situaciones precisan estilos de liderazgo diferentes.
Lo que parece indudable es que la flexibilidad, entendida como capacidad de adaptarse y, como señalaba acertadamente Joaquín en un comentario, de empatizar con los subordinados no sólo supone un valor seguro, sino también un imperativo para quien desee ejercer como líder.
Hay un interesante debate, en el contexto del enfoque acerca de las cualidades personales que deben adornar al líder, que se sustenta en la distinción clásica entre autoritas y potestas. No quiero extenderme demasiado por lo que me limitaré a aportar este enlace en el que se alude a la etimología de ambos términos. Me parece evidente que el auténtico liderazgo se debe sustentar en la autoritas y no en la potestas. En mi vida sólo obedezco gustosamente a quien considero digno de ser obedecido. Lo demás es coacción. Por otro lado, el lenguaje común también hace uso de esta distinción. Es una autoridad en la materia, se afirma de quienes realmente poseen unos conocimientos que hacen que quienes los disfrutan se reconozcan menesterosos.
Acabo la entrada con una dedicatoria o agradecimiento. Aunque suene cursi. A aquellos que poseen la inestimable cualidad de ser una autoridad para los demás. Mi reconocimiento.
2 comentarios:
Begoña nos deleita con dos aspectos que tienen mucho que ver con el liderazgo, la AUTORIDAD y la POTESTAD.
Dos aspectos que se vienen analizando desde, al menos, tiempos del Imperio Romano (corríjanme, por favor...)
La autoridad se entiende como el SABER socialmente RECONOCIDO.
La potestad consiste en el PODER socialmente RECONOCIDO.
Como Begoña expone, creo que un líder debe poseer grandes dosis de autoridad, de tal manera que los demás le reconozcan un saber (entendido en el más amplio sentido de la palabra) que le permita un margen de maniobra en la organización y mando sobre los demás miembros de su equipo.
Sin embargo creo que un líder también debe tener cierta potestad... cierta capacidad de seguir para adelante en aquellos casos en los que, por ejemplo, haya miembros que no estén de acuerdo con sus directrices... ¡no olvidemos que la potestad también está reconocida!
Una pregunta: cuando en el ámbito político nombramos habitualmente a "las autoridades"... ¿no deberíamos llamarles "las potestades"?
Finalmente, una opinión personal de cuál debe ser un buen líder, independientemente de su estilo: aquel que consigue sacar lo mejor de todos y cada uno de los miembros de su equipo (incluyéndose a sí mismo) y lo aplica para conseguir lo mejor de todo el conjunto...
Bingo, Joaquín. Tu definición del líder me parece perfecta...
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