"Instante, ¡detente!, eres tan bello" (.W.Goethe)
Me temo que hoy es uno de esos días en los que me veo obligada a ser parca en palabras. Como el experimento del otro día resultó satisfactorio, he decidido repetir. Espero no morir de éxito. Es un texto que habla de la amenaza medioambiental (léase a partir de la página 7) y de la posibilidad de hacerle frente. Ojalá mueva a la reflexión.
2 comentarios:
Bienvenida al puente de mando, capitana Fernández de Córdoba.
Este grumete se iba a retirar a la litera de su camarote, pero vuelve a encontrar una provocación en el blog.
Ummm... Begoña, te va a volver a salir bien.
Pero no con el tema que propones, sino que voy a caer sin remedio en la provocación que la oficial al mando vertió en mí ayer.
He aquí expuesta mi teoría cercana al terrorismo económico y su fuente de inspiración.
Todos los años tengo el honor, el placer y sobre todo, la enorme oportunidad, de sentarme durante unas horas frente al Presidente de nuestra compañía. Es un señor japonés de casi 82 años. Un auténtico gurú de la empresa y de la practicidad. Una de las máximas que le han llevado al éxito es su sempiterna frase: "Conseguir el doble, gastando la mitad". Nunca hemos conseguido el doble, nunca hemos gastado la mitad, pero este hombre ha conseguido que en muchísimos de nuestros planes obtuviéramos nota destacada, empleando muchos menos recursos de los previstos.
Y de él saco mi inspiración. Que se llama "Gastando la mitad".
Cada día escuchamos que hay que reactivar el consumo, volver a consumir.
Os comentaba hace un par de días que, si quisiéramos, tal vez podríamos actuar como elementos aceleradores de la crisis.
Gastando la mitad, sin duda lo conseguiríamos. He ahí el germen del caos económico.
Es imposible que suceda. Pido perdón por adelantado por el exceso de imaginación y por teorizar sobre lo imposible. Begoña, si esto lo leen muchos de tus alumnos, tendrás que decirles en cinco minutos que hay una nueva rama en la economía, denominada Ciencia Ficción Económica. Que sólo sirve para divertirse.
Imaginemos por unos minutos que todos pasamos a gastar la mitad de lo que gastamos. Todos y cada uno de nosotros.
¿Imposible?
No tanto.
Os invito a repasar un día cualquiera de vuestras vidas y ver si podéis gastar la mitad. Y os invito a uno de mis días, porque mi conclusión es que, sin duda, puedo gastar la mitad.
Me levanto. Y veo que mi despertador es digital. Y empiezo a pensar en ahorrar gastos. Tengo otro de cuerda. Nunca más compraré pilas.
Me afeito. Nunca más usaré espuma de afeitar (brocha y jabón sale por un 10% del precio de la espuma). Nunca más disfrutaré de los dos minutos extra en la ducha con el agua relajándome. Nunca más compraré cereales sofisticados (los Kellogs más básicos valen un tercio de los sofisticados). Dejaré de bajar en ascensor (ahorro la mitad). Iré a trabajar con un par de compañeros que viven cerca. Llamaré por el móvil la mitad de veces, porque lo puedo hacer perfectamente, como casi todo el mundo. Cuando haga fotocopias o imprima documentos, lo haré en papel que ya esté usado por la otra cara. No tomaré café en la máquina del trabajo porque no lo necesito. Convenceré a mis compañeras de trabajo de que 21ºC no es el Polo Norte. No pondré la calefacción tantas horas, porque usaré jersey en casa. Me esforzaré por cambiar todas las bombillas a las de bajo consumo y por apagar las luces cuando debo. Usaré bolsas de Eroski para la basura y dejaré de comprar las estándar. Sé perfectamente que por 3 euros al día puedo preparar comidas que estarán para chuparse los dedos. Y no volveré a comprar nada enlatado. Dejaré de usar kleenex y volveré a los pañuelos de tela que hace años me regaló en Navidad alguien que no recuerdo. No volveré a entrar en una tienda a comprar ropa en tres años, porque tengo ropa para abrigarme durante los próximos diez. No compraré más libros y usaré las bibliotecas públicas (de todo lo que he dicho hasta ahora, esto es lo único que no puedo hacer). No iré al cine. Esto tampoco. ¿O tal vez sí? Bueno, iré al cine, pero dejaré de pagar más de seis euros por los nachos con queso y la coca cola. Dejaré de fumar. Bueno, tampoco puedo, pero sí puedo bajar mis seis cigarros diarios a tres. El disco nuevo de Bruce, lo pirateo seguro. Puedo cortarme el pelo la mitad de veces. Los recambios Parker, pasarán a ser BIC y la Montblanc se va al paro (que además ya me parece hortera). El coche lo lavo a mano y la colonia desaparece de mi vida, que uno es muy limpio. Las vacaciones en coche y volar es pecado. En los restaurantes menú del día y seleccionando que la cocinera tenga más de sesenta años. Olvido mágicamente los números de la bonoloto a los que llevo jugando ininterrumpidamente desde 1987. Y por supuesto, cada día iniciaré una nueva acción que se convierta en la mitad de gasto.
Ya está. Soy Mr. Scroogle y si no fuera porque en dos años me quedaría en el paro si todos hiciéramos esto, posiblemente el hombre más rico del cementerio.
El recorrido de la reducción de gasto es inmenso. También es verdad que este mes gastaría mucho cambiando bombillas, pero a partir del próximo mes, puedo gastar la mitad. O menos.
Sigamos con la Ciencia Ficción. Todo el mundo ha pasado a gastar la mitad. Telefónica factura la mitad. Y la empresa de gas. Y el supermercado, y las librerías y las papelerías. También Iberdrola, el supermercado, el cine, Coca-Cola, Bruce, Chesterfield, Peluquerías Lalocatepeina y la gasolinera de la esquina. Entre otros. En realidad, las empresas se resistirían, harían promociones, campañas, moverían precios y otros fundamentos, intentarían regenerar el consumo, que es lo que nos dice Zapatero que ahora toca hacer. Pero sería imposible. Casi todas estarían abocadas a facturar la mitad (excepciones en farmaceúticas y otras proveedoras del primer nivel de la pirámide de Manslow, que luego explicaré, porque nos dará la perspectiva de evolución de esta disertación libre, que nunca volveré a hacer pública).
Así, en un par de años, el paro ascendería a 10, 12 millones de personas en nuestro país.
El caos económico. El fin de los beneficios empresariales. La lucha por la subsistencia de las empresas terminaría por igualar a casi todas. No habría diferenciación posible, porque tan solo se apreciarían las características básicas, suficientes y necesarias de cada producto adquirido. Nada superfluo. Todos más iguales.
Por cierto, olvidé deciros que puedo hacer excursiones por el anarquismo anarquista ilógico, pero no soy comunista. Básicamente porque las personas no son iguales, pero no por lo que tienen, sino por lo que transmiten cuando, simple o complejamente, se expresan y conversan.
Así que esto no tiene nada que ver con el comunismo. Tiene más que ver con lo que algunos predican como solución a nuestra crisis económica actual: Back to Basics (regreso a lo básico). Yo estoy extremando durante estas líneas ese concepto de "regreso a lo básico", para así poder desarrollar esta fábula económica (por si os lo preguntáis, el animal que habla, en este caso soy yo).
En ese escenario, en el que la palabra superfluo ha perdido su valor, los países se empobrecerían. El paro sería tal que bajaríamos varios niveles nuestras necesidades en la pirámide de Manslow (si finalmente así lo decides, de los cinco minutos dedicados a comentar esto a tus alumnos, un par de ellos para Manslow, por favor ---- para mí es un referente de la sencillez). Así que se acabó el estatus y la autorrealización en un mundo semiabsurdo. Todos a los primeros niveles. Puede que pasando por el sentido de pertenencia. Pero con un paro en esos niveles, bajaríamos a la base de la pirámide. Necesidades básicas. Tenemos que alimentarnos. Buscar un techo bajo el que dormir. Refugiarnos los unos en los otros. Tal vez segundo nivel de la pirámide.
En las últimas décadas la dedicación de la población de este país a la agricultura ha bajado en un 98%. Los pequeños pueblos se han despoblado de lunes a viernes. En ese nuevo escenario que he descrito, las pequeñas huertas florecerían por doquier. Trabajaríamos para comer. Nos alejaríamos de las ciudades. Nos reencontraríamos con otros que son como nosotros y a los que miraríamos a la cara para saludarles con una sonrisa y no para observar si tienen buena cara esta mañana.
Esto no nos va a suceder. O tal vez sí. Hay quien dice que existen crisis en forma de V (la economía baja rápidamente y sube rápidamente), en forma de U (baja aún más rápido, se estánca brevemente, pero vuelve a subir meteóricamente), en forma de W (como la V, pero con tonteo intermedio) y también en forma de L (la economía se desploma y vaya vuesa merced a saber cuándo se sale de esta).
Pero volved a imaginar, tan sólo por un momento, que tras estar dos años en situación de gastar la mitad, entramos durante diez años en esa crisis dirigida por el paro. Por más de diez millones de parados. Inmersos en ese valle. El valle que mencionabas ayer, Begoña, duraría diez años. Detrás de él, seguro, vendría la recuperación ( y acabaríamos inventando una letra para este tipo de crisis). Habría movimientos migratorios dentro del país (al país de al lado mejor no ir, porque van a estar igual y además hablan raro, así que no hay ventaja), inimaginables problemas de seguridad, servicios básicos que no se podrían atender, etc. etc.
Seguid imaginando. ¿Qué nos pasaría en ese escenario?
Sólo estoy seguro de una cosa. Que aprenderíamos muchísimo más que en diez años de crecimiento económico. Porque lucharíamos (esto se nos ha olvidado un poco; luchamos más por vivir divertidamente que por VIVIR en mayúsculas). Y sobre todo, porque nos superaríamos. Seguro que lo íbamos a pasar mal, pero los retos serían tales que nuestro crecimiento como personas, el de TODOS, sería muchas veces mayor que el que conseguiríamos en diez años sin problemas. Estaríamos sembrando para tener un mundo mejor, afrontaríamos la recuperación llenos de ingenio, con mayor credibilidad en nosotros mismos. Con una experiencia real viviendo en el otro lado de la moneda, y no sólo con el bagaje de unas lecturas variadas sobre lo que hay en el lado oscuro de la moneda.
Sustituiríamos el cariño por la necesidad. La tristeza y la queja por la imaginación. La motivación externa por la interna.
España, 1905. España era rural. No estoy sugiriendo volver a eso. Es difícil explicarse con palabras escritas, porque son muchas las ideas que me vienen a la cabeza y me costaría horas escribiros.
De lo que estoy seguro es de que ese "Back to Basics" nos llevaría a cosas malas, pero también a muchas cosas buenas.
Termino.
Primero con mis disculpas a quien pueda estar siendo directa y duramente golpeado por la crisis. No es mi intención frivolizar.
El principio de mi provocación de anteayer venía de minimizar la regulación. Begoña, me provocaste hacia la revolución. O tal vez, fui yo el provocador.
Hoy os he puesto la mecha. Es muy corta y sencilla. Sólo dura un mes. ¿Qué sucedería si todos nos pusiéramos de acuerdo en gastar la mitad? Un mes. Y luego otro. Y otro más.
Hace doscientos años en Francia, su revolución de clases implicó violencia, años de luchas... En Rusia hace casi cien, su revolución de clases implicó lo mismo. Hoy, una revolución aún mayor, bastaría simplemente con cerrar nuestro bolsillo a medias. Da vértigo pensarlo.
En el camino quedan muchas cosas que podrían hacer que, a pesar de ese acuerdo, se evitase un escenario como el que os he dibujado. Se me han ido ocurriendo por lo menos media docena mientras escribía. Pero como el grumete todavía merodeaba por el puente de mando, y la capitana aún está acabando con los microbios, se ha aprovechado.
Fin de las aventuras extrasensoriales.
La próxima vez, prometo ceñirme mucho más a la lógica.
David
(Por cierto, Cortina Rasgada es otra de mis películas favoritas. Y van dos McGuffin).
Dos viajeros se conocen en un tren. Uno le dice al otro: "Perdone, señor, pero ¿qué es ese paquete de curioso aspecto que está encima de su cabeza'" "Ah, es un MacGuffin". "¿Y para qué sirve eso?" "Sirve para atrapar leones en las montañas de Escocia". "Pero si no hay leones en las montañas de Escocia". "Ah, entonces, no es un macguffin".
Buenas noches, David
He de admitir que soy más aficionada al realismo mágico que a la ciencia ficción, pero tu nuevo género literario ha conseguido captar, cuando no cautivar, mi atención. La provocadora, provocada.
El asunto, y con ello no quiero restar un ápice de mérito a tu ejercicio de terrorismo económico, es que tu teoría se defiende en foros calificados como serios. Ergo, lo es. De ahí que el sintagma "aventura extrasensorial" no sería apto para todos los públicos. Se le llama la cultura de la suficiencia y una de sus principales defensoras es Vardana Shiva. Precisamente lo que defiende es que no sirven los parches o los paños calientes para solucionar las cada vez más evidentes goteras de un sistema económico de producción y distribución que nos conduce inexorablemente al desastre. Por ello, defiende una cultura de la suficiencia, esto es, del “suficiente es mejor” que creo que va perfectamente en consonancia con tu ataque al sistema por la línea de flotación.
Pero tampoco Shiva es la primera que le hinca el diente a la cuestión. Cuando ayer hacías alusión a Maslow, véase mi entrada de hoy, no pude evitar recordar la clasificación que Epicuro –por cierto, un autor al que se ha trivializado ad nauseam hasta convertirlo en una especie de sátiro- hacía de las necesidades humanas. Epicuro distinguía hacía una triple tipificación: (a) las naturales y necesarias (comer, beber...), (b) las naturales y no necesarias (comer manjares exquisitos, beber licores ...) y (c) las no naturales y no necesarias (riqueza, poder, laureles, estatuas ...). Sólo la satisfacción de las primeras hacen feliz al hombre, y el hombre prudente intentará escapar al deseo de las demás.
En el fondo, la tesis de Epicuro se parece a tu propuesta: los seres humanos no podemos limitarnos a la satisfacción de esas necesidades naturales y necesarias; la vida humana requiere ciertos lujos para ser plenamente humana. El problema es que se nos ha ido la mano y hemos puesto el acento en la satisfacción de la tercera tipología, sin duda, la más peligrosa. Hemos llenado el mundo de estatuas
La capitana hace mutis por el foro y se retira al camarote. Ha sido una semana dura.
Un saludo y espero dar en el blanco por tercera vez:
Begoña
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