domingo, 22 de febrero de 2009

Extraños en un tren

"Me sorprende que, en lugar de las cópulas o proposiciones es y no es, no encuentro ninguna proposición que no esté conectada con un debería o no debería. Este cambio es imperceptible, pero es, sin embargo, la última consecuencia. Ya que este debería o no debería expresar una relación o afirmación nueva, y esto debería ser observado o explicado, y debería al mismo tiempo darse alguna razón por lo que parece inconcebible del todo, cómo esta nueva relación puede ser una deducción de otras, que es completamente diferente de ella" (David Hume)

A pesar de no haber acudido a mi cita, compruebo con nada disimulada satisfacción que este cuaderno de bitácora ha adquirido vida propia. Me temo que el cansancio acumulado de estos días, Barcelona bien lo vale, me impedirá, una vez más, extenderme demasiado en la entrada de hoy. Por otro lado, intuyo que mis alumnos de 2º de Bachillerato no se contarán entre los lectores del día.

Seis horas de tren, sin duda mi medio de locomoción favorito, dan para una lectura exhaustiva de la prensa y de los suplementos locales. No resulta, por tanto, extraño, encontrar entre ellos a la musa del día. Ese honor, no sé si dudoso, ha recaído en un reportaje publicado en el suplemento dominical de El País firmado por Vicente Verdú y que lleva por título “El porvenir de la catástrofe. Así será el mundo después de la crisis”. Reconozco que pertenece a la categoría de encabezamientos que suelen levantar todas mis abundantes reservas de suspicacia. Tiendo a desconfiar de todas las sentencias que comiencen con una “así será”. Como en otras muchas ocasiones, la lectura del reportaje en su integridad ayuda a matizar tan tajante afirmación.
En el análisis de Verdú no se omiten las citas o alusiones a algunos santones de la economía, v.g., Friedman, Galbraith o Keynes, o de otras disciplinas como Nietzsche, Zweig (recomiendo vivamente La impaciencia del corazón) o Rousseau, ni tampoco cuestiones tan en boga como el origen de la crisis, el consumismo, el “saber popular” encarnado en la wikipedia, la hiperdemocracia, el efecto blink o la omnipresente red de redes.

Verdú comienza poniendo en entredicho no sólo los diagnósticos de la crisis, sino también a los que realizan tales diagnosis. “La economía la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia humana más atrasada. Y ello tiene que ver con que frecuentemente se abstrae de las condiciones sociales, históricas, políticas, sociológicas, históricas, políticas, psicológicas y ecológicas, que son inseparables de las actividades económicas. Como consecuencia, los expertos económicos son notablemente incapaces de interpretar las causas y consecuencias de las perturbaciones monetarias o bursátiles y de prever el curso de la economía, incluso en el corto plazo”.

Este fragmento constituye una enmienda a la totalidad en toda regla: si los expertos económicos son incapaces de prever las consecuencias o interpretar las causas de las perturbaciones monetarias o bursátiles, ¿de qué le sirve ser la más matemática de todas las ciencias? He hablado en este foro de esta misma cuestión y aún compartiendo con Verdú la tesis de que la economía no ofrece una visión global de la realidad, porque la compartimentaliza, semejante crítica podría adjudicarse a cualquier ciencia. Probablemente no baste con la visión económica para dar cumplida cuenta de la crisis económica, como tampoco sea suficiente la aproximación sociológica a la cuestión o psicológica o ecológica.

Otra de las ideas que Verdú vierte en el artículo tienen que ver con que la salida de la crisis se conceptualiza como una nueva ficción: la de un mundo menos consumista, más justo y más nítido. Curioso, sin duda, lo que cuenta en su artículo acerca de que en EEUU han comenzado ya los cursos sobre cómo llevar una vida austera. Curiosa forma de hacer de la necesidad virtud o de cómo la economía de mercado, cual rey Midas, convierte en comercializable todo lo que toca.
A mi modo de ver, el artículo incurre en la falacia naturalista que establece que el paso entre el ser y el deber ser es inmediato. Esto es, el autor lanza piedras contra el tejado de la economía, pero incurre en el mismo defecto no acaba de explicar las consecuencias, ni de hacer predicciones acertadas. Quizás haya que esperar a leer el libro o tal vez, esté demasiado cansada. Todo puede ser.

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