viernes, 27 de febrero de 2009

Recursos humanos

"Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de lucha de clases." Karl Marx

À la limite, pero aquí me tienen. No quiero faltar a mi cita de hoy con las manos vacías. La semana que viene, mis alumnos de 2º de Bachillerato van a tener la ocasión de disfrutar de una buena película (en versión original subtitulada en francés , obviamente) titulada Recursos Humanos, dirigida por Laurent Cantet, alma máter de L'emploi du temps (absolutamente recomendable) y de La clase (con la que me voy a premiar el fin de semana). Aunque fue estrenada hace 10 años, su temática resulta dolorosamente actual. De hecho, en algunos personajes o situaciones que comparecen o se plantean en el largometraje es francamente muy difícil no reconocer tipos humanos, demasiado humanos o encontrar soluciones en falso a conflictos laborales cercanos, demasiado cercanos.

Para quienes se animen, aporto este enlace. Un resumen del argumento que en modo alguno agota los diferentes matices que comparecen en la sucesión de escenas y escenarios, pero quizás sirva como aperitivo. Bon appétit.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Leyendas de pasión

"La pasión no sabe esperar. Lo trágico de la vida de los hombres estriba frecuentemente en no saber esperar..." Friedrich Nietzsche.

Con toda seguridad habrá algún estudio que aborde la cuestión que hoy quiero plantear de una forma más rigurosa que la que figurará en este cuaderno de bitácora. Reconozco que no me he documentado demasiado acerca de su existencia -al menos en la red no se encuentra ningún apunte-; en cualquier caso, la lectura de las declaraciones de Alex Kapranos, líder de la famosa banda escocesa Franz Ferdinand (antes de pinchar pregúntense si están preparados), me han hecho pensar en el tema. Según Kapranos “el formato musical de disco compacto (CD) 'desaparecerá' a corto plazo porque 'no hay nada romántico' en él, a diferencia de la 'pasión' sonora y artística que generan los 'hermosos' discos de vinilo”. Las declaraciones del cantante no tendrían mayor trascendencia si no fuera porque las ciertas noticias parecen avalar semejante tesis. Según se desprende de esta información, reconozco que no sé hasta qué punto es fidedigna, la venta de vinilos se ha incrementado un 200% y la de CDs disminuye un 35%. He de admitir que para alguien que, como yo, pidió como regalo de su decimocuarto cumpleaños su primer vinilo, el Crises de Mike Oldfield, la noticia no deja de ser una suerte de justicia poética.

Es un caso ciertamente curioso en la medida en que supone una excepción al llamado ciclo de vida del producto. De hecho, y en este punto sí me he documentado, el “caso vinilo” se suele citar como ejemplo de producto abocado a la desaparición en virtud de la aparición del Compact Disk.

Pero, como siempre, es necesario comenzar aclarando los conceptos. Los productos poseen una vida, en general, limitada, finita; si bien es cierto que muchos logran burlar el inexorable curso de la existencia y a fuerza de reinventarse se mantienen en el mercado. Es el caso de los aparatos de televisión. Vayamos al concepto. Se entiende por 'ciclo de vida' el tiempo de existencia y las etapas de evolución que marcan el desarrollo de un producto en el mercado, desde que nace su idea, según algunos autores, o desde que se comercializa, según otros, hasta que se le retira de la comercialización. Por tanto, habría que aludir a la introducción, crecimiento, madurez y declive. No es mi intención explicar cada una de estas fases: sólo destacar el pequeño detalle de que el vinilo, lejos de morir y de desaparecer del país de los productos que han sido, ha resucitado (si bien es cierto que algunos dirán que nunca acabó de morir) y sin necesidad de reinventarse.

Tal vez, Alex Kapranos no ha equivocado el diagnóstico: la pasión mueve montañas. Yo aún conservo Crises.

martes, 24 de febrero de 2009

El color del dinero

"La única educación eterna es ésta: estar lo bastante seguro de una cosa, para atreverse a decírsela a un niño." (G. K. Chesterton)

Tengo para mí que las preguntas aparentemente más sencillas son las que presentan una resistencia mayor a dar con una respuesta adecuada o tal vez completa. O tal vez, haya que admitir, con Chesterton que la única educación eterna es estar lo suficientemente seguro de una cosa, para atreverse a contarla a un niño. Y hablando de Chesterton, les recomiendo –si no lo han leído ya- El hombre que fue jueves, una historia verdaderamente original en la que comparece en todo su esplendor el genio del autor. Para los amantes del anarquismo à la Chesterton.


¿Para qué sirve el dinero? Estoy convencida de que la mayoría respondería que su utilidad estriba en la posibilidad que otorga a su poseedor de adquirir bienes y servicios. La respuesta es en esencia correcta. El dinero es, en efecto, un medio de cambio o pago. Pero no agota las posibles funciones del dinero. De hecho, habitualmente se habla de que el dinero actúa como unidad de cuenta: el dinero proporciona, a modo de metro de platino iridiado, una medida de valor para calcular el de los diferentes bienes y servicios. Dicha medida común permite comparar cuantitativamente entre sí mercancías diversas. En nuestro país, como en el resto de los que conforman la Unión Monetaria, la unidad de cuenta es el euro.

Por otro lado, el dinero constituye un depósito de valor en la medida en que es una forma de conservar la riqueza. Hay, sin embargo, que hacer la precisión de que el valor de esa riqueza disminuye con el aumento general y sostenido de los precios de la economía de un país, esto es, con la inflación. Una persona que tiene un billete de 500 euros –algún reciente dimisionario debía de ser poseedor de unos cuantos- tiene la prueba de que posee bienes y servicios por ese valor. Hay que puntualizar que pocos son los que hoy en día guardan grandes cantidades en efectivo, dado que existen en el mercado formas más seguras, al menos en apariencia, y rentables de conservarlo.

Y ya por último, el dinero se suele considerar como patrón de pagos diferidos: lo cual significa que los pagos que se van a realizar en el futuro, como resultado de una operación de crédito, un arreglo de una deuda y en general un pago diferido, se expresan generalmente en dinero.

Probablemente , mis respuestas, o, más bien, las respuestas clásicas a la pregunta formulada no agoten las funciones del dinero. Pero es que, una vez más, los conceptos no agotan lo real. Afortunadamente.

lunes, 23 de febrero de 2009

El poder y la gloria

"The truth has never been of any real value to any human being - it is a symbol for mathematicians and philosophers to pursue. In human relations kindness and lies are worth a thousand truths." Graham Greene

Ayer traje a colación aVicente Verdú y su tesis de que la economía es una ciencia humana peculiar. Esa afirmación introduce en el escenario considerables dosis de incertidumbre, mala compañera de viaje para quienes gustan de un mundo de certezas. Por eso, en ocasiones se ha considerado que las cuestiones relativas a la gestión de recursos humanos constituyen la cáscara blanda y dúctil de la reflexión sobre la empresa. Probablemente lo sea, si la cualidad de “dureza” viene suministrada por el uso de unas matemáticas que sirven de parapeto científico. Por otro lado, y me centro más en el tema del día, pocos temas han merecido tanta atención en el campo de la administración y dirección de empresas como el del liderazgo. Las preguntas acerca de si un líder nace o se hace siguen sin admitir una respuesta tajante que zanje la cuestión. Si se juzga lo escrito a propósito del asunto en términos de coste/beneficio, el saldo se revela como especialmente desfavorable por los pocos resultados obtenidos y por los muchos esfuerzos realizados. Si se juzga desde otra óptica más amplia, es necesario reconocer que una vez más la indeterminación comparece en los asuntos humanos.

En cualquier caso, el liderazgo se ha estudiado, siguiendo a E. Pérez Gorostegui, desde diferentes enfoques: el primero de ellos lo considera un proceso de incidencia social que se ejerce a través de la comunicación sobre los individuos que constituyen un grupo de trabajo y que tienen sus propios subobjetivos que satisfacer. El segundo, lo concibe como propiedad personal, esto es, como conjunto de rasgos y de conductas que realizan quienes ejercen un liderazgo eficaz, entendiendo por tal la capacidad de influir sobre aquellos que se consideran seguidores. El tercero, centra su atención en la relación del liderazgo con la motivación: el grado en el que el líder logra ser obedecido depende de la fuerza motivacional que para los subordinados posee la conducta que aquél intenta conseguir. Indudablemente estos enfoques amplían el campo de estudio y añaden matices que contribuyen a una comprensión más atinada de la función de liderazgo.

Por otra parte, los manuales al uso aluden a distintos estilos de ejercer el liderazgo. Aquí voy a mencionar las más representativas.

En primer lugar, citaré el llamado estilo autocrático: las decisiones se toman sin consultar a los subordinados. Los líderes suelen ser dogmáticos y orientados a la simple asignación de tareas. La única respuesta que esperan de sus subordinados es la sumisión y el acatamiento de las órdenes.
En el extremo contrario, se situarían los líderes democráticos que hacen que sus subordinados participen en la toma de decisiones. Son, por consiguiente, más abiertos; facilitan la cooperación y prestan apoyo a todos los miembros del grupo.


No hay que confundir el estilo democrático con el denominado laissez faire (dejar hacer) que se caracteriza, como su propio nombre indica, por dejar libertad a los subordinados sin aportar ningún tipo de indicación relativa a las labores que estos han de desempeñar.

Evidentemente, resulta complicado encontrar un estilo de liderazgo “puro”. En este sentido, sería más acertado establecer un continuo entre dos extremos tomando como criterio el grado de autoridad que ejerce el líder. Los extremos serían, como puede suponerse, el estilo autocrático y el laissez faire. A pesar de que haya autores que consideran que hay estilos de liderazgo que, en términos absolutos, son mejores, la mayoría de quienes han estudiado la cuestión aboga por un enfoque contingencial, que es lo mismo que afirmar que las diferentes situaciones precisan estilos de liderazgo diferentes.

Lo que parece indudable es que la flexibilidad, entendida como capacidad de adaptarse y, como señalaba acertadamente Joaquín en un comentario, de empatizar con los subordinados no sólo supone un valor seguro, sino también un imperativo para quien desee ejercer como líder.
Hay un interesante debate, en el contexto del enfoque acerca de las cualidades personales que deben adornar al líder, que se sustenta en la distinción clásica entre autoritas y potestas. No quiero extenderme demasiado por lo que me limitaré a aportar este enlace en el que se alude a la etimología de ambos términos. Me parece evidente que el auténtico liderazgo se debe sustentar en la autoritas y no en la potestas. En mi vida sólo obedezco gustosamente a quien considero digno de ser obedecido. Lo demás es coacción. Por otro lado, el lenguaje común también hace uso de esta distinción. Es una autoridad en la materia, se afirma de quienes realmente poseen unos conocimientos que hacen que quienes los disfrutan se reconozcan menesterosos.


Acabo la entrada con una dedicatoria o agradecimiento. Aunque suene cursi. A aquellos que poseen la inestimable cualidad de ser una autoridad para los demás. Mi reconocimiento.

domingo, 22 de febrero de 2009

Extraños en un tren

"Me sorprende que, en lugar de las cópulas o proposiciones es y no es, no encuentro ninguna proposición que no esté conectada con un debería o no debería. Este cambio es imperceptible, pero es, sin embargo, la última consecuencia. Ya que este debería o no debería expresar una relación o afirmación nueva, y esto debería ser observado o explicado, y debería al mismo tiempo darse alguna razón por lo que parece inconcebible del todo, cómo esta nueva relación puede ser una deducción de otras, que es completamente diferente de ella" (David Hume)

A pesar de no haber acudido a mi cita, compruebo con nada disimulada satisfacción que este cuaderno de bitácora ha adquirido vida propia. Me temo que el cansancio acumulado de estos días, Barcelona bien lo vale, me impedirá, una vez más, extenderme demasiado en la entrada de hoy. Por otro lado, intuyo que mis alumnos de 2º de Bachillerato no se contarán entre los lectores del día.

Seis horas de tren, sin duda mi medio de locomoción favorito, dan para una lectura exhaustiva de la prensa y de los suplementos locales. No resulta, por tanto, extraño, encontrar entre ellos a la musa del día. Ese honor, no sé si dudoso, ha recaído en un reportaje publicado en el suplemento dominical de El País firmado por Vicente Verdú y que lleva por título “El porvenir de la catástrofe. Así será el mundo después de la crisis”. Reconozco que pertenece a la categoría de encabezamientos que suelen levantar todas mis abundantes reservas de suspicacia. Tiendo a desconfiar de todas las sentencias que comiencen con una “así será”. Como en otras muchas ocasiones, la lectura del reportaje en su integridad ayuda a matizar tan tajante afirmación.
En el análisis de Verdú no se omiten las citas o alusiones a algunos santones de la economía, v.g., Friedman, Galbraith o Keynes, o de otras disciplinas como Nietzsche, Zweig (recomiendo vivamente La impaciencia del corazón) o Rousseau, ni tampoco cuestiones tan en boga como el origen de la crisis, el consumismo, el “saber popular” encarnado en la wikipedia, la hiperdemocracia, el efecto blink o la omnipresente red de redes.

Verdú comienza poniendo en entredicho no sólo los diagnósticos de la crisis, sino también a los que realizan tales diagnosis. “La economía la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia humana más atrasada. Y ello tiene que ver con que frecuentemente se abstrae de las condiciones sociales, históricas, políticas, sociológicas, históricas, políticas, psicológicas y ecológicas, que son inseparables de las actividades económicas. Como consecuencia, los expertos económicos son notablemente incapaces de interpretar las causas y consecuencias de las perturbaciones monetarias o bursátiles y de prever el curso de la economía, incluso en el corto plazo”.

Este fragmento constituye una enmienda a la totalidad en toda regla: si los expertos económicos son incapaces de prever las consecuencias o interpretar las causas de las perturbaciones monetarias o bursátiles, ¿de qué le sirve ser la más matemática de todas las ciencias? He hablado en este foro de esta misma cuestión y aún compartiendo con Verdú la tesis de que la economía no ofrece una visión global de la realidad, porque la compartimentaliza, semejante crítica podría adjudicarse a cualquier ciencia. Probablemente no baste con la visión económica para dar cumplida cuenta de la crisis económica, como tampoco sea suficiente la aproximación sociológica a la cuestión o psicológica o ecológica.

Otra de las ideas que Verdú vierte en el artículo tienen que ver con que la salida de la crisis se conceptualiza como una nueva ficción: la de un mundo menos consumista, más justo y más nítido. Curioso, sin duda, lo que cuenta en su artículo acerca de que en EEUU han comenzado ya los cursos sobre cómo llevar una vida austera. Curiosa forma de hacer de la necesidad virtud o de cómo la economía de mercado, cual rey Midas, convierte en comercializable todo lo que toca.
A mi modo de ver, el artículo incurre en la falacia naturalista que establece que el paso entre el ser y el deber ser es inmediato. Esto es, el autor lanza piedras contra el tejado de la economía, pero incurre en el mismo defecto no acaba de explicar las consecuencias, ni de hacer predicciones acertadas. Quizás haya que esperar a leer el libro o tal vez, esté demasiado cansada. Todo puede ser.

jueves, 19 de febrero de 2009

Buenas noches y buena suerte

"Los viajes son en la juventud una parte de educación y, en la vejez, una parte de experiencia" (F. Bacon)

Me encuentro en la concurrida sala de un hostal juvenil de Badalona. Suena una música de Astrud Gilberto: apetece escribir aunque el día ha resultado largo. Por eso, hoy me limitaré a señalar un enlace interesante que responde a una pregunta que no lo es menos.
Buenas noches y buena suerte.

martes, 17 de febrero de 2009

Toma el dinero y corre

"Era de pensamientos humildes, ingenioso para el vicio, tímido y lento para la acción generosa: pero sabía halagar los oídos y con persuasivo acento comenzó así:..." John Milton, El paraíso perdido

Aunque los ánimos estaban alterados por la presencia del próximo viaje, la entrega de notas y el buen tiempo que parece haberse enseñoreado de Pamplona en este medio febrero, los alumnos de Bachillerato han escuchado, una vez más, un discurso acerca de la motivación intrínseca y extrínseca. Pero no es mi pretensión repetir mi explicación: de hecho, observo que ha sido un tema recurrente en las últimas entradas.


El general prusiano extremadamente kantiano que habita en mi interior detecta un cierto tufillo a falsedad en el ubicuo recurso a la motivación. Tal vez suene demasiado contundente la apelación al “por mor del deber”, pero no deja de ser cierto que en muy distintos entornos la capacidad de motivar, de mover a la acción, se erija en una cuasi exigencia. En última instancia, este soniquete recuerda a la posesión del diabólico don de las dotes persuasivas que Milton atribuía a los ángeles caídos en su fantástico poema. Pues bien, me han persuadido: yo también quiero motivar; yo también deseo ser ese agente persuasor que con persuasivo acento convenza a mis alumnos de las bondades del estudio. Y para ello, he decidido volver a hacer uso de todos los instrumentos a mi alcance. En este caso, la participación en el concurso Aula Virtual del Banco de España, con la material promesa de un ordenador portátil per cápita. Porque no sólo de buenas palabras vive el hombre o el alumno medio.


El concurso consta de dos fases: en la primera han de responder a un test de 80 preguntas que versa sobre el dinero, su nacimiento, sus funciones, el propio banco de España y el sistema bancario. Por eso, porque quiero que ganen, y de paso, que aprendan, voy a comenzar explicando el nacimiento del dinero, ligado fundamentalmente a la existencia del intercambio.


Tradicionalmente la aparición del dinero tal y como lo conocemos hoy en día se suele explicar como un proceso gradual que comienza con la presencia de una economía de subsistencia. En una economía semejante no es necesario el dinero porque no se producen intercambios. El siguiente paso en esta peculiar escala lleva a la aparición del trueque, i.e., el cambio de un objeto por otro objeto. Los problemas que plantea forman parte del clásico: exige la confluencia de necesidades (si yo vendo lechugas y tú vacas, para que sea posible el trueque, yo he de necesitar vacas y tú lechugas, lo cual no siempre ocurre, desgraciadamente y en el hipotético caso de ser posible los costes de información harían gravoso el intercambio). Por otro lado, es necesario establecer las equivalencias o los precios de las cosas: la cantidad de lechugas que equivalen a una vaca, sin que medie un instrumento homogeneizador.


La introducción del dinero mercancía salva de alguna forma estos inconvenientes además de poseer otras indudables ventajas: ser generalmente aceptados, ser divisibles (extremo éste realmente difícil para una vaca), ser fácilmente transportables y duraderos y tener un valor estable. Este papel de dinero mercancía lo desempeñaron las pieles, las piedras preciosas, el oro y otros metales.


La evolución del dinero mercancía conduce al dinero papel. En esta etapa, el dinero ya no es una mercancía propiamente dicha sino que se formaliza como bien de cambio. En sus inicios, el dinero papel poseía un respaldo en oro en el banco central del país emisor: había una correspondencia entre las reservas de oro y la cantidad de billetes en circulación. Sin embargo, lo que utilizamos hoy en día es dinero fiduciario: no hay nada que soporte su valor, salvo la confianza de cada individuo en que será aceptado por los demás como medio de pago. Se acepta por sí mismo, por su utilidad en las transacciones.


Hoy en día, además del dinero papel existe el dinero bancario, esto es, los depósitos que un agente puede conservar en un banco. De ellos hablaré en otra entrada, así como de las funciones que tradicionalmente se atribuye al dinero.

Y es todo por hoy. Mañana, el programa se realizará desde Barcelona. Intentaré cumplir con mi cita.

lunes, 16 de febrero de 2009

La fuerza de las circunstancias

"El principio de utilidad significa aquel principio que aprueba o desaprueba cada una de las acciones según la tendencia que aparenta tener para aumentar o reducir la felicidad de la parte cuyo interés está en cuestión; o, lo que es lo mismo en otras palabras, para promover u oponerse a esa felicidad". Jeremy Bentham

Casi no llego a mi cita. En ocasiones resulta difícil cumplir con lo prometido: no porque no se desee hacerlo, sino porque el control absoluto de todas las circunstancias se revela imposible. Los límites de nuestra libertad se presentan inesperadamente en nuestra cotidianeidad. Mi problema de esta tarde ha sido mi conexión a la red: después de mil intentos baldíos por restablecer el contacto, la solución ha sido la retirada a tiempo. No vale la pena luchar contra lo que no se puede cambiar. Es inútil.

Y precisamente de utilidad o de la desagregación del propio concepto, como anuncié el sábado, quiero hablar hoy. Para ello me subiré a los hombros de un gigante: el profesor C. Rodrigo y su interesante libro Aspectos estratégicos de la dirección de la producción. En la entrada anterior enuncié cuáles eran las cinco clases de utilidades que se suelen manejar en el lenguaje económico.
Comenzaré por la utilidad de forma, que consiste en conseguir que los bienes tengan la forma y las cualidades que el consumidor desea para su posterior utilización. Lograr esa utilidad es asunto de la función de producción.


Ahora bien, una vez que los bienes tienen la forma pretendida es necesario que se pongan a disposición del consumidor en el momento del tiempo en que éste desee adquirirlos: por eso, se habla de utilidad de tiempo.

Pero aquí no acaba todo, el consumidor ha de disponer los bienes en el lugar en que le resulte más cómodo acudir a comprarlos (pequeños comercios, supermercados o incluso a través del comercio electrónico).
Es fundamental, por otro lado, que el consumidor sepa de la existencia del producto, dónde es factible adquirirlo y sus atributos fundamentales, incluido el precio: lo cual conduce inmediatamente a la denominada utilidad de información.


Finalmente, la utilidad de propiedad posibilita que el comprador disponga de él de la manera que le resulte más adecuada a sus propósitos.

El departamento comercial o de marketing es el encargado de crear las últimas cuatro utilidades. Sin embargo, se debe realizar una precisión: son las empresas las encargadas de crear las utilidades, pero raras veces una misma empresa lleva a cabo todas las operaciones necesarias para crear la utilidad total, utilidad que se va creando por la acumulación de diversas fases, en cada una de las cuales se añade cierta utilidad, y por tanto, cierto valor, al bien o servicio del que se trate. En última instancia, hablar de utilidades es sinónimo de hablar de creación de valor. Al menos en este contexto. ¿Puede equiparse la utilidad al valor en términos generales?

Interesante cuestión, sin duda, sólo que temo rebasar las lindes económicas. No quiero, sin embargo, renunciar a este debate: en realidad, es uno de Los verdaderos debates. ¿Alguien se anima?

sábado, 14 de febrero de 2009

Los inútiles

When they poured
across the border
I was cautioned to surrender,
this I could not do;

I took my gun and vanished.
I have changed my name so often,
I've lost my wife and children
but I have many friends,
and some of them are with me.

An old woman gave us shelter,
kept us hidden in the garret,
then the soldiers came;
she died without a whisper.

There were three of us this morning
I'm the only one this evening but
I must go on;
the frontiers are my prison.

Oh, the wind, the wind is blowing,
through the graves the wind is blowing,
freedom soon will come;
then we'll come from the shadows.
(L. Cohen. The partisan)

Mientras escribo esta entrada suena en mi ordenador Leonard Cohen –the partisan- a través de un programa que un amigo ha tenido la gentileza de proporcionarme. No se me ocurre mejor ejemplo para explicar qué significa la utilidad. Porque hoy quiero hablar de ese concepto que posee la inestimable cualidad de encajar a la perfección en los más variados discursos. El económico no constituye una excepción a esta máxima. Utilidad, divino tesoro, en un mundo que tiene la enfermiza tendencia de separar el grano de la paja.

En el contexto de dirección de la producción, producir, valga la redundancia, consiste en incrementar la capacidad de los bienes y servicios hasta convertirlos en aptos para satisfacer las necesidades de las que hablé ayer, lo que supone aumentar la utilidad de los bienes, es decir, su potencial de satisfacer una necesidad.

Las implicaciones de esta frase son importantes: el proceso de producción va más allá de la estricta transformación de bienes o la variación de su forma o de sus atributos; puesto que para satisfacer la necesidad del consumidor es necesario llevar a cabo un cúmulo de acciones que los pongan a su disposición. Me estoy refiriendo a la transformación, almacenamiento, transporte desde el lugar en que se hayan transformado hasta el lugar en que finalmente lo adquiere el cliente y, por supuesto, su venta. Todas las actividades mencionadas contribuyen a incrementar la utilidad de los bienes: de nada sirve que se produzcan determinados bienes, si el consumidor no tiene acceso a ellos. Por tanto cabría asegurar que la transformación es condición necesaria pero no suficiente en lo que se refiere a la satisfacción última del cliente.

Tradicionalmente, se distinguen cinco tipos de utilidades: de forma, de tiempo, de lugar, de información y de propiedad. Como en los malos culebrones, pospongo para el capítulo siguiente su explicación. De paso me aseguro su asistencia. No me fallen.

viernes, 13 de febrero de 2009

El secreto de la pirámide

"Tres pasiones, simple pero extremadamente poderosas, han gobernado mi vida: el anhelo de amor, el deseo de saber y una compasión abrumadora ante el sufrmiento de la humanidad" (B. Russell. Autobiography)

Mis alumnos de 2º de Bachillerato, con los que, por cierto, me voy de viaje de estudios la semana que viene, han finalizado hoy sus exámenes de la segunda evaluación. Aunque les supongo cansados, espero que reserven unos minutos de su recuperada libertad para pasearse por este foro.

Pero el curso no ha terminado. De hecho, el lunes comenzamos con un tema que, curiosamente, ha comparecido en varios de los interesantes comentarios de esta semana: la gestión de los recursos humanos. La piedra angular del edificio empresarial, sin duda.

Hablar de recursos humanos suele comportar, al menos en la literatura económica, hacer hincapié en la importancia de la motivación. Y hablar de motivación supone glosar a Abraham Harold Maslow, psicólogo estadounidense que fue también citado ayer, con toda seguridad sin saber que este autor iba aser el protagonista de la entrada del día siguiente. Su teoría de las necesidades es considerada como un clásico en las teorías de la motivación; no hace mucho fue incluso utilizada como reclamo publicitario de una conocida marca de automóviles.

No creo exagerar si afirmo que el tema de la motivación es complejo: más si se tienen en cuenta los desacuerdos que suscita entre el gremio de psicólogos. Más allá de las posibles fricciones y hablando en términos generales, una buena teoría de la motivación debería incorporar conceptos como incentivos, impulsos, necesidades, expectativas y ni aún en ese caso, sería capaz de dar razón completa del fenómeno de la motivación.

Se ha discutido en este cuaderno de bitácora largo y tendido acerca de las necesidades humanas. ¿Naturales o sociales? ¿Innatas o inducidas? ¿Cuántas necesidades hay en el hombre y cuáles son? ¿Cómo se relacionan unas con otras? Diferentes investigaciones y estudios refuerzan la idea de que resulta imposible especificar un número exacto de ellas.


Nadie duda de la existencia de las necesidades primarias, i.e., de carácter biológico (hambre, sed). Sin embargo, no son privativas del ser humano: otras especies animales también las tienen. La diferencia estriba en la capacidad exclusiva del hombre de crearse necesidades. Esto es, necesidades que no cumplen una función estrictamente biológica, y que son transmitidas socialmente. Además, las necesidades humanas reúnen dos cualidades que las convierten en apetecibles para la economía: pueden ser satisfechas por un objeto diferente al inicialmente deseado y no se pueden satisfacer todas de forma globa y definitiva: son, en este sentido, ilimitadas.

Y aquí entra en escena nuestro gigante de hoy, A.H. Maslow. El psicólogo neoyorkino no pretendió establecer un inventario de necesidades humanas, sino de matizar el propio concepto de necesidades secundarias. De ese intento surge su famosa pirámide de las necesidades. En la base se hallan las necesidades primarias, de carácter biológico. La aplicación al mundo de la empresa es evidente: el encontrar un puesto de trabajo es motivación suficiente para alguien que tiene necesidad de él.

A continuación se encuentran las relativas a la seguridad: el ser humano necesita sentirse seguro en el medio que le rodea y ante su propio futuro. En la empresa, el trabajador, una vez satisfecha la necesidad de encontrar un puesto, necesita garantías de que ese empleo es estable. Necesita, en última instancia, seguridad.

Si se sigue ascendiendo en la pirámide, comparecen las necesidades de afecto y pertenencia: necesidad de querer y de ser querido, de afecto y necesidad de sentirse parte integrante de un grupo. Necesidad de referentes. Para un trabajador la necesidad pasaría por encontrar un medio favorable, un entorno del que pueda sentirse parte importante. La estima, que viene a continuación, es una necesidad que tiene como condición de posibilidad la existencia de los otros: es la necesidad de reconocimiento, de que los demás son capaces de apreciar la propia valía. Para un trabajador, una vez satisfechas las necesidades anteriores, resulta motivador sentirse reconocido por sus superiores y por sus compañeros.

Finalmente, y en la cúspide de la pirámide, se encuentran las necesidades de autorrealización y trascendencia. Una persona se autorrealiza cuando desarrolla sus capacidades, algo que no remite al éxito social, la fama o el reconocimiento, sino con la satisfacción personal. Situado en este nivel, el ser humano orienta la vida hacia valores tales como el amor desinteresado, la creatividad, la verdad, la belleza: la trascendencia. Lo que Maslow sugiere es que el hombre es capaz de ir más allá de sí mismo y orientarse hacia aquellos valores que se hallan por encima de él. Un trabajo posee una capacidad altamente motivadora cuando ayuda al ser humano a realizarse.

La pirámide de Maslow establece una jerarquización de las necesidades en un doble sentido: por un lado, el valor de lo necesitado aumenta conforme se asciende en la pirámide; por otro, para poder satisfacer las necesidades de nivel superior ha habido que hacer lo propio con las de un nivel inferior. Esta afirmación ha sido puesta en entredicho en la medida en que no necesariamente todos los seres humanos jerarquizan sus necesidades de ese modo: al menos no las tres últimas. Hay quienes no necesitan el aplauso ajeno, por ejemplo.

Podría seguir analizando otras críticas a su teoría, pero no quiero extenderme. En cualquier caso, una teoría interesante que encuentra una aplicación inmediata en el mundo empresarial. El lunes lo comprobarán mis alumnos. Espero que el fin de semana les sea propicio.

jueves, 12 de febrero de 2009

El día de mañana

"Instante, ¡detente!, eres tan bello" (.W.Goethe)



Me temo que hoy es uno de esos días en los que me veo obligada a ser parca en palabras. Como el experimento del otro día resultó satisfactorio, he decidido repetir. Espero no morir de éxito. Es un texto que habla de la amenaza medioambiental (léase a partir de la página 7) y de la posibilidad de hacerle frente. Ojalá mueva a la reflexión.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Cortina rasgada

"...cuando alguien dice que hay un interés internacional, o un interés global, puedes estar seguro de que alguna nación va a sufrir" (A. Agarwal)



Vuelvo a estar en activo. No quiero decirlo demasiado alto porque nunca se sabe dónde se oculta el enemigo, y más si es microscópico. En cualquier caso, me ha quedado bien clara una cosa: el refrán donde hay patrón no manda marinero es radical e irremediablemente falso. Me gusta y me halaga más el de “por sus comentaristas y sus alumnos los conoceréis” no demasiado alejado de la tesis de Ortega y Gasset en Estudios sobre el amor, muy apropiada para los creyentes y practicantes de estas edulcoradas fechas, según la cual el amor no es ciego y cada uno tiene lo que se merece. He dicho.

Bromas aparte, es necesario retomar un tema que quedó algo escondido hace unas entradas. Vuelvo, como prometí, a acudir a Kapuscinski, en concreto a Lapidarium III. Si recuerdan, hablábamos de la pobreza extrema y del hambre. Siempre he tenido la sensación de que los occidentales abordamos la cuestión desde una perspectiva sentimental: nos produce lástima (cada vez menos) contemplar ciertas imágenes, tener noticia de ciertas estadísticas y esa lástima deriva en una suerte de impulso caritativo que nos justifica y nos provee de una especie de cortina de razones que nos impide ir más allá. Algo es algo. Pero no creo que se trate del acercamiento más adecuado a un problema que en sus orígenes poco tiene de sentimental.

Como intuyó certeramente ayer David, el texto del catedrático Jürgen Donges era una provocación nada encubierta. Vivimos en una economía de mercado, pero a estas alturas de la película (casi) nadie duda de la necesidad de una intervención estatal. El problema reside en determinar si la potestad del estado es lo que era, o, por el contrario, los flujos internacionales financieros y comerciales están poniendo en entredicho su fuerza como institución. Hay quien incluso habla de la extinción del estado-nación.

Es, y vuelvo al tema principal, en ocasiones, difícil desentrañar la conexión entre el enriquecimiento rápido de algunos y el empobrecimiento veloz de otros. Kapuscinski y Bauman, de quien también hablé en este foro, señalan que el encubrimiento eficaz es el producto de tres recursos interconectados aplicados con la connivencia de los medios de comunicación y que tienen que ver con nuestra percepción mediatizada de los “males del mundo”

El primer mecanismo de la ocultación es el siguiente: la noticia de una hambruna viene acompañada por la advertencia de que las mismas tierras donde las personas vistas por televisión mueren de hambre y enfermedades son el lugar de nacimiento de los tigres asiáticos. El mensaje subliminal, o tal vez, no tanto, es que los pobres son responsables de su suerte. El territorio deviene así tierra promisoria para unos pocos y trampa mortal para los más.


El segundo guarda relación con el guión y la edición de la noticia. Ambos reducen el problema de la pobreza y las privaciones exclusivamente al hambre. Como señala Kapuscinski tal forma de presentar el problema “degrada terriblemente y les niega plena humanidad a las personas a quienes se supone que queremos ayudar”. La igualdad pobreza = hambre, oculta muchas dimensiones complejas de la pobreza: condiciones de vida y vivienda infrahumanas, analfabetismo, agresión, disolución de la familia, etc. Las impactantes ilustraciones de la hambruna evitan cuidadosamente toda asociación con la destrucción de puestos y lugares de trabajo. Las riquezas son globales, la miseria es local, pero no hay vínculo casual entre ambas, al menos en el espectáculo de los alimentados y la alimentación. Las trayectorias globales de los recursos financieros tal vez sean tan inmateriales como la red electrónica por donde se desplazan, pero dejan rastros locales penosamente tangibles y reales: “despoblación cualitativa”, destrucción de economías regionales otrora capaces de mantener a sus habitantes, marginación de millones incapaces de hacerse absorber por la nueva economía global.

Y tercero, el espectáculo de los desastres en la performance diaria de los medios también apoya y refuerza la indiferencia ética cotidiana en otro sentido, además de descargar los sentimientos morales acumulados. Su efecto a largo plazo es que “la parte desarrollada del mundo se rodea con un cordón sanitario de falta de compromiso, erige un Muro de Berlín global; toda la información que viene de `allá afuera` se refiere a guerras, asesinatos, drogas, saqueos, enfermedades contagiosas, refugiados y hambre, es decir, a algo que nos amenaza. Raramente, sin conexión alguna con las escenas de guerras civiles y masacres, nos hablan de armas letales usadas con ese fin. Más raramente aún, nos recuerdan lo que preferimos no escuchar: que esas armas empleadas para convertir países lejanos en campos de masacre vienen de nuestras fábricas de armas, celosas de sus pedidos, orgullosas de su productividad y su competitividad global.”


El diagnóstico no es mío. Hay muchos matices que faltan para completar el cuadro. Pero creo que es lo suficientemente interesante como para traerlo a colación en estas líneas. Otro ejemplo de esas cosas que nunca te dicen. Cortinas rasgadas

lunes, 9 de febrero de 2009

Lolita

El dolor ennoblece incluso a las personas más vulgares. BALZAC, Honoré de

Hoy me siento especialmente noble. Mis condiciones físicas no dan para más: el dolor de cabeza y la fiebre frenan cualquier atisbo de pensamiento, de suyo, bien escaso. Sin embargo, el deber que me he impuesto de acudir a mi cita con ustedes es más fuerte que todo. En cualquier caso, la entrada va a ser cosa suya: yo me limito a ponerles una tarea: lean el siguiente texto y comenten. Y si pueden complementen la lectura con la entrevista que ayer publicó Diario de Navarra a este economista. Critiquen, apoyen, discutan. Sin mesura. Hagan mis deberes. Me dejaré querer.

domingo, 8 de febrero de 2009

Al filo de la noticia

“A mí los grandes reconocimientos no me quitan el sueño. Yo soy feliz tomando un café, conversando, leyendo poesía, dando un paseo”, (Ryszard Kapuscinski)

Ayer no acudí a mi cita: y no porque no quisiera, sino porque a mi ordenador, -mi alter bego, que diría alguno- le fue vedado el paso al escritorio de blogger. No importa. Soy una entusiasta de la cultura del reciclaje. Me guardo lo escrito ayer para otro día. Hoy quiero dar un rodeo y recomendar una lectura que ha conseguido absorberme. Además, desde diferentes instancias y organizaciones, se nos recuerda estos días que aun hoy existen terribles problemas en el mundo que reclaman soluciones urgentes: el hambre y la pobreza extremas.

El autor del libro es Ryszard Kapuscinski, periodista, escritor, historiador y ensayista, considerado hasta su muerte como uno de los mejores reporteros internacionales. Lapidarium III constituye en mi opinión uno de los más certeros y agudos análisis de lo que se ha dado en llamar la retórica del encubrimiento eficaz del “desarrollo humano”. En otra ocasión hablaré de ello. Sin duda, otro tema interesante en el que abundar

La obra lleva por título Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo. Cuento entre mis principiantes de Bachilleratos con futuros periodistas a los que recomiendo vivamente la lectura de Kapuscinski. Y para abrir el apetito cito algunos párrafos:

“En nuestro oficio hay algunos elementos específicos muy importantes: el primer elemento es una cierta disposición a aceptar el sacrificio de una parte de nosotros mismos. Es ésta una profesión exigente. Todas los son, pero la nuestra de manera particular. El motivo es que nosotros convivimos con ella veinticuatro horas al día. No podemos cerrar nuestra oficina a las cuatro de la tarde y ocuparnos de otras actividades. Éste es un trabajo que ocupa toda nuestra vida, no hay otro modo de ejercitarlo. O, al menos, de hacerlo de un modo perfecto. (…)

El segundo elemento de nuestra profesión es la constante profundización en nuestros conocimientos. Hay profesiones para las que, normalmente, se va a la universidad, se obtiene un diploma y se acaba el estudio. Durante el resto de la vida se debe, administrar lo que se ha aprendido. En el periodismo, en cambio, la actualización y el estudio constantes son la conditio sine qua non. Nuestro trabajo consiste en investigar y describir el mundo contemporáneo que está en cambio continuo, profundo, dinámico y revolucionario. (…)

Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se llama “empatía”. Mediante la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás”.

Hasta aquí Kapuscinski. No es mi intención enmendarle la plana y menos aún corregirle, nadie por otro lado es inmune a la crítica, simplemente considero que estas consideraciones se ajustan como un guante a lo que debería ser un buen economista. Tal vez estas palabras deberían constituir el comienzo de la asignatura. De cualquiera de ellas.

viernes, 6 de febrero de 2009

La leyenda del tiempo

De vez en cuando hay que hacer
una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana

examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa

y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.
(Mario Benedetti. Pausa)

Carpe diem quam minimum credula postero. Horacio adversus Benedetti. Y mientras hablamo de pausas, el tiempo rampante continúa su conquista. A pesar de que, a veces, los humanos necesitemos convivir con la ilusión de que lo hemos domesticado o, incluso, domeñado. La realidad es que, como las fuerzas de la naturaleza, se burla de nuestro atrevimiento; se resiste a ser encorsetado y cuando se rebela, muestra su rostro más salvaje,menos doméstico. No somos dueños de nuestro tiempo.

Las matemáticas financieras que encuentran su fundamentación en la existencia de la temporalidad, manejan un concepto de ésta que nada tiene que ver con la condición humana: funcionan con la suposición de que ese tiempo es independiente de los sujetos a los que sirve en sus cálculos.

Ya en mi tierno 7º de EGB (soy de esa época), cuando la primera aproximación a las matemáticas financieras consistía en la memorización de la regla del carrete (capital por rédito por tiempo) que permite calcular el interés en la capitalización simple, me asaltaban pensamientos de muerte, de finitud. ¿Cómo puede alguien depositar alegremente su dinero en una entidad bancaria si ni siquiera sabe si vivirá mañana? Hipotesis fingo. Las matemáticas financieras presuponen que el tiempo comienza y finaliza cuando el agente económico así lo determina o lo conceptúa o lo imagina.

Ahora es a mí a quien toca contribuir a perpetuar -interesante paradoja- la farsa del tiempo doméstico. Y lo hago pertrechada de razonamientos teóricos: la teoría sostiene que el hecho de que los intercambios no sean simultáneos provoca que haya de tenerse en cuenta la valoración de los bienes en los distintos momentos en los no están a disposición del agente económico. Por eso, he comenzado explicando a mis alumnos que un capital se define por su cuantía y por su vencimiento. Es decir, el capital financiero es la medida de un bien económico referida a su disponibilidad.

De hecho, para poder comparar dos capitales en distintos instantes, es necesario hallar su equivalente en un mismo momento. De alguna forma, es semejante a calcular su proyección financiera en un tiempo determinado.

En matemáticas financieras se habla de leyes. Mencionaré dos de las más importantes: la capitalización y el descuento. Las leyes de capitalización permiten calcular el equivalente de un capital en un momento posterior, mientras que la leyes de descuento posibilitan el cálculo del equivalente de un capital en un momento anterior. Si deseo conocer el valor de 100 € dentro de 3 años, habré de hacer uso de la capitalización. Sencillo y fácil de entender.

Quiero imaginar nuestra cita de hoy como una pausa -buscada y deseada- en mi actividad. No deja de ser, sin embargo, otra ilusión temporal. No existen las pausas. Son ficciones. Necesarias, tal vez, como la que me lleva a pensar que mañana estaré de nuevo aquí. Al igual que ustedes. Espero.

jueves, 5 de febrero de 2009

La prueba

"Quizá simplemente hemos errado dicho camino hasta hoy. Si es así ¿qué indicios nos harán esperar que, en una renovada búsqueda, seremos más afortunados que otros que nos precedieron?" I. Kant. Crítica de la razón pura

"Difícilmente pudiéramos encontrar consensos absolutos, válidos en todo tiempo y lugar para el caso de las Ciencias Sociales. Le ocurre a la economía, no obstante estar formidablemente dotada de instrumentos como la Econometría -esa interesante mezcla de teoría económica, estadística y matemáticas". El profesor Juan José Mendoza realizó, hace unos días, esta puntualización que hoy he creído conveniente recoger y explicar, sobre todo porque mis alumnos de 1º y 2º de Bachillerato no han tenido la oportunidad de enfrentarse al ogro que habita en los currículums de las facultades de Ciencias Económicas. Me estoy refiriendo a la temida, y sin embargo interesantísima, econometría.



Si nos ceñimos a la etimología de la palabra 'econometría' vendría a significar algo así como "medición económica". Como bien señala Gujarati, el gigante econométrico par excellence y a quien debo la sustancia de esta entrada, esa definición peca de austera. Él mismo cita G. Tintner quien sostiene "La econometría, resultado de cierta perspectiva sobre el papel que juega la economía, consiste en la aplicación de la estadística matemática a la información económica para dar soporte empírico a los modelos construidos por la economía matemática y obtener resultados numéricos".



Si bien es cierto que la econometría alberga otras potencialidades, la cita anterior señaa la pista más segura para averiguar la dirección por la que se encaminan sus pasos. En pocas palabras y sin entrar en demasiados matices, la econometría proporciona el soporte empírico a la economía: es el instrumento que, de alguna manera, le permite instalarse en el seguro búnker de las ciencias positivas. Aunque su permanencia en este lugar no esté garantizada. La econometría deviene mezcla de teoría económica, economía matemática, estadísitica económica y estadística matemática, como atinadamente apuntaba mi colega mexicano.



La teoría económica realiza afirmaciones o formula hipótesis de naturaleza cualitativa. Por ejemplo, al explicar la función de demanda sostuve que se postulaba una relación inversa entre precios y cantidades demandadas. Pero la teoría de la demanda no proporciona una relación numérica entre ambas variables. Por ejemplo, no afirma que si los precios de las manzanas suben 2 euros la cantidad demandada disminuye en 10unidades. Para hacerlo es necesario disponer de una función en la que los parámetros estén delimitados: aquí es donde entra en escena el papel del econometrista proporcionando estimativos numéricos.


La econometría tampoco es pura matemática. No busca únicamente expresar la teoría económica en lenguaje matemático: está comprometida con la verificación empírica de las teoría económica. Como apunta Gujarati “el econometrista utiliza frecuentemente las ecuaciones matemáticas propuestas por el economista matemático, pero las expresa en tal forma que éstas se prestan para la prueba empírica”.

La econometría tampoco es reducible a estadística. En ninguna de sus dos versiones, económica o matemática; la primera porque se limita a la recopilación de información sin utilizarla para probar la validez de las teorías económicas; la segunda porque, aunque puede resultar una herramienta útil en cuanto a sus métodos, lo cierto es que éstos no se ajustan perfectamente a la naturaleza de los datos económicos.

Tal vez resulte necesario mostrar la metodología que caracteriza a esta disciplina para hacerse una idea cabal de su objeto. Tradicionalmente, se parte del planteamiento de una teoría o hipótesis (como la que establece Keynes al relacionar renta y consumo). En segundo lugar se procede a especificar el modelo matemático de la teoría y el modelo econométrico. El tercer paso exige obtener los datos. El cuarto consiste en la estimación de los parámetros del modelo. El quinto contiene la prueba de hipótesis. El sexto, un pronóstico o predicción a partir del modelo y el séptimo la utilización del modelo para fines de control o de política.

Como se aprecia, la metodología se ajusta en gran medida al tradicional método hipotético-deductivo. De ahí que la econometría sea en ocasiones esgrimida por los economistas como prueba de que su actividad es una ciencia más. Tal vez, el ogro golón no es sino un hada madrina disfrazada. Las apariencias engañan.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Drowning by numbers

"Se ha pretendido que el mundo esté regido por números; todo lo que yo sé sobre esto es que los números dicen si un país está bien o mal gobernado" Johann Wolfgang von Goethe.

Desde una concepción positivista de la ciencia que erige una barrera insalvable entre hecho y valor, la actualización de las cifras de desempleados que se dieron a conocer ayer es un dato que ha de ser analizado desde una perspectiva científica. No comparto esa visión, como he dejado caer en muchas entradas. Resulta complicado tomar distancia y vestirse con la bata blanca de la asepsia científica ante lo que para 200.000 nuevas familias es un drama. Pero, incluso la aproximación más fría al problema ofrece una óptica halagüeña- Lo cierto es que el ritmo de crecimiento de la tasa de desempleo resulta, ciñéndose únicamente a los datos, significativamente elevada al menos en comparación con el resto de los países de la Unión Europea.

Un análisis somero de estos datos apunta a la conclusión más evidente de que, pese a compartir el mismo entorno macroeconómico global, el problema del paro es sensiblemente más grave en España que en el resto de países de la Unión Europea.

No pretende este foro dar con la receta más adecuada para solventar el problema. Entre otras cosas porque, en ese caso, su autora no se dedicaría a la enseñanza sino al servicio público. Mi objetivo es más modesto: pretendo dar unas pinceladas grosso modo sobre las políticas de empleo que suelen figurar en los manuales y que considero pertinente que mis alumnos comprendan. Algunas de las soluciones no han perdido su vigencia a juzgar por las declaraciones de ciertos agentes económicos en algunos medios de comunicación.

El manido recurso a la flexibilidad del mercado de trabajo como solución al problema viene de la mano de quienes consideran que el desempleo es consecuencia de las barreras (v.g. indemnizaciones por despido) que impiden un ajuste automático. Los considerados neoclásicos. A pesar de cargar con el coste de la precarización del mercado laboral, los contratos temporales y el despido más o menos libre serviría para abaratar los costes y permitir, de esa forma, que el mercado se ajuste por sí mismo, siguiendo la ley de la oferta y la demanda.

La política fiscal también puede ser indirectamente una adecuada política de empleo puesto que determinadas medidas de estímulo fiscal, conducentes a la reducción de los costes salariales de las empresas, pueden suponer un incremento de la demanda de trabajo. Estos incentivos, nuevamente la palabra mágica, provendrían de la reducción de las cotizaciones a la seguridad social o del pago de determinados impuestos o por la concesión de subvenciones a las empresas que contraten trabajadores que, normalmente, se topan con más dificultades de acceso al mundo laboral.

Otra política de empleo ya tradicional, de corte keynesiano, defiende la necesidad de incrementar el gasto público con el objetivo de aumentar la demanda agregada. Estas políticas se articularín través de la contratación directa por el Estado o mediante la materialización de obras o inversiones públicas. Es lo que lo se ha denominado el “efecto multiplicador del gasto público”.

Evidentemente, se trata de una simplificacón. Pero no hay que perder de vista nuestra condición de principiantes. Aunque suene a verdad de Perogrullo, este hecho nos obliga a comenzar por el principio. Sin olvidar que no sólo se trata de números.

martes, 3 de febrero de 2009

La red

"La tierra que no es labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así el entendimiento del hombre."Santa Teresa de Ávila

No veía el momento de poner en práctica la sugerencia de David, uno de los comentaristas que los hados nos han concedido a mí y a mis alumnos, e investigar por la red. Me temo, sin embargo, que sólo lo he entrevisto. Como las empresas, a veces es necesario decidir entre diversificarse o especializarse y yo, me temo, siempre he optado por la primera estrategia. Con su concomitante coste de oportunidad. Por eso, resulta realmente estimulante que los lectores le recuerden a una que ha de aplicarse el cuento, esto es, hilar más fino. Y en ésas me he encontrado hasta hace unos instantes. Desgraciadamente, las restricciones que siempre impone Chronos, el demonio del Olimpo, impiden que la especialización resulte todo lo provechosa que sería deseable.

Y todo este preámbulo para explicar que finalmente he dado con las 8 Ps del marketing mix ampliado, aunque he de advertir que el número de Ps es, de acuerdo con las fuentes consultadas, extremadamente variable. Entre las pes en las que sí parece haber consenso universal en cuanto a sus méritos para entrar en tan selecto club, hay que mencionar People (Personas) y Planet (Planeta). Las otra candidatas a engrosar la lista son Process, Physical Evidence, e incluso Philosophy (well done, exclamaría si no fuera porque éste es un foro serio) y llegando hasta Profit (variable que no acabo de entender que sea controlable). El proceso de selección puede resultar, sin lugar a dudas, duro.

Más allá de la constatación de que pertenezco a la generación de estudiantes que han limitado y cercado con cuatro esquinas el campo del marketing y de lo anecdótico, me parece especialmente interesante apreciar en la admisión de Planet y People una cierta sensibilidad, si bien débil, hacia cuestiones que habían sido soslayadas por las escuelas de negocios tradicionales. Estos temas son el medio ambiente, del que vengo hablando largo y tendido, y las demandas sociales. Algo de todo esto anima la llamada responsabilidad social corporativa. Un tema que, por cierto, ocupará una futura entrada. Lo prometo.

lunes, 2 de febrero de 2009

Las hilanderas

"Filosofar es esto: examinar y afinar los criterios." EPICTETO

Es inevitable que la terminología económica acabe impregnando el lenguaje común. El problema es que, en ocasiones, el uso cotidiano de una palabra acaba empañando el significado científico del término y obstaculizando su comprensión. Hay conceptos que me recuerdan a los false friends ingleses, expresión que me hacía tanta gracia cuando comencé a estudiar ese idioma. Este sintagma supuso también el descubrimiento de que el lenguaje no era todo lo transparente que prometía. Su existencia hacía fácil colegir algo semejante a: “El lenguaje, en ocasiones, miente o al menos desvía de la correcta comprensión de los conceptos a los que sirve de vehículo”. Sin embargo, me gusta más la imagen de la red: no todas las tramas sirven para la misma pesca: la hay mayor y menor, y, la inteligencia tal vez esté en distinguirlas. Por eso, es necesario hilar fino.

Tal vez el mayor piropo que he recibido jamás de una alumna –y perdonen la inmodestia- , tuvo lugar de forma azaroa en el trayecto de un autobús urbano, cuando el interés estaba fuera de nuestra ya extinta relación. Charlando del tiempo que compartimos, yo como novata y ella como estudiant, me aseguró que el único recuerdo que conservaba de mi asignatura –entonces yo impartía filosofía- era la necesidad de hilar más fino, de matizar, de no conformarse con las apariencias. Me conmovió. Hoy sigo esforzándome en la misma y difícil empresa. Con éxito irregular, he de admitir.

En mi taller de hilandera amateur, le toca el turno al término ‘inversión’. La palabra ‘inversión’ utilizada en el habla común, no necesariamente comparte significado con los libros de macroeconomía. Así, la gente asegura que "ha invertido" al adquirir un terreno, unas acciones o cualquier tipo de propiedad. En macroeconomía, se hila más fino, sin duda. Para un economista esas supuestas “inversiones” constituyen simples transferencias o cambios de titularidad: el bien en el que unos invierten necesariamente exige la desinversión de otros.

Inversión para un economista es la creación de activos, i.e., bienes de capital. Lo cual significa que la condición necesaria para considerar algo como inversión es que suponga la creación de un nuevo capital real; por ejemplo, la construcción de una escuela, una autopista etc. Inversión es, desde este punto de vista, la creación de activos que se emplean en la producción de bienes y servicios o de nuevos bienes de inversión.

Aviso para navegantes: sí que es cierto, no obstante, que en economía de la empresa se habla de inversiones financieras, pero no es exactamente el mismo manejo del término que se realiza en macroeconomía y es necesario tener en cuenta este hecho. De hecho, al calcular el PIB a precio de mercado se habla de inversión o formación bruta de capital, por tanto, se está utilizando en este sentido y no en el que figura en economía de la empresa.

Un bien de capital se consume normalmente en un período de tiempo superior al año y ese consumo se origina por su participación en el proceso productivo. La inversión comprende además todas las actividades de construcción llevadas a cabo por las empresas y también la construcción de viviendas (de hecho, es el único gasto realizado por las familias que no se considera de consumo y, por eso, no se tiene en cuenta en el cálculo del IPC).

Los bienes de capital van perdiendo valor por su uso o por el simple paso del tiempo; por eso es necesario considerar esa pérdida con el fin de reponer el bien en cuestión y no alterar el proceso productivo. De ahí que se hable de formación neta de capital para designar el resultado de restar a la inversión bruta o formación bruta de capital las amortizaciones o inversiones de reposición.


Espero haber desactivado esta suerte de false friend. Todo sea por hilar más fino.

Por cierto, esta es nuestra cita número cien. Como Sherezade espero llegar a las mil y una.

domingo, 1 de febrero de 2009

Breve encuentro

"Dila -Dijo don Quijote-, y sé breve en tus razonamientos; que ninguno hay gustoso si es largo"
Miguel de CERVANTES SAAVEDRA


La realidad se impone. Dispongo de pocos minutos para esta cita; tómenla como una llamada telefónica rápida o un mensaje de correo electrónico escueto pero eficaz. Al menos ese es mi objetivo de hoy.


Acabo de corregir los controles de mis alumnos de 1º de Bachillerato. La buena noticia es que casi todos están aprobados. La mala reside en que algunos no han seguido la regla de oro que afirma que la economía no sirve a las matemáticas; se sirve de ellas, por lo que una cifra aislada sin interpretación es lo más parecido en el mundo económico al más absoluto mutismo en las relaciones humanas.

Uno de los problemas consistía en calcular el PIB por el método del gasto. Uno de los tres posibles que en otro momento explicaré. Hoy quiero centrarme en uno de los componentes del gasto que es normalmente objeto de enconados debates. Me estoy refiriendo al gasto público.

El gasto público comprende el consumo del sector público, es decir, el gasto en bienes y servicios (por ejemplo, las jeringuillas que permiten la extracción de sangre) y las adquisiciones de inversión, compras de capital realizadas por los diferentes organismos que componen el sector público.

Es fundamental entender que no todo el dinero que gasta el sector público se computa en el PIB. La razón estriba en que se excluyen de su cálculo los pagos de transferencias, esto es, pagos que realiza a las familias o economías domésticas sin recibir contraprestación (por ejemplo, becas de estudio). Las transferencias más significativas son las pensiones y subsidios de desempleo netos de contribuciones de trabajadores y empresarios y los intereses de la deuda pública. No se incluyen en el PIB porque en el fondo suponen una redistribución de la renta y no una adquisición de bienes y servicios. Hay que señalar también que no todo gasto es una compra y en el PIB sólo se incluyen las compras.

Un examen a vista de pájaro de un concepto que tal vez ofrecía ciertas dificultades para su comprensión. Espero haberlas disipado. Feliz domingo lluvioso.