martes, 12 de enero de 2010

El rayo verde

"Ver una película de Rohmer es como ver crecer una planta" (Diálogo extraído de la película La noche se mueve)

Anteayer murió
Éric Rohmer. No era economista, pero sí un auténtico experto en dilemas éticos, que probablemente constituyan el género al que pertenecen las especies económicas. 89 años y 36 películas. Irrelevantes datos que pierden su sentido al someterlos al análisis más elemental coste-beneficio. Si la economía es la ciencia de la elección, el cine de Rohmer deviene arte de la indecisión: de quien se sabe incapacitado para tomar una resolución sin columpiarse por sus propias contradicciones. Como en Mi noche con Maud, sin duda, mi favorita (magistral la conversación sobre Pascal, por cierto).


Vuelvo a las sendas del tópico que nunca debí abandonar para afirmar aquello de la vida continúa y en la edición anterior dejé a las dos prisioneras inmersas en un terrible dilema. Como bien ha explicado nuestro comentarista anónimo, les auguramos un largo periodo en la prisión del condado. ¿Es extrapolable esta situación bandidesca al campo de la economía? Espero estar a la altura de la confianza que ayer me fiaron al afirmar que el famoso dilema del prisionero (la historia de la víspera) se utiliza en ocasiones para explicar el comportamiento de los oligopolios. Aunque ya ha sido definido en este foro, no está de más recordar que un oligopolio es una estructura de mercado que se caracteriza por la existencia de pocos oferentes, homogeneidad del producto y existencia de barreras de entrada. De ahí, que la curva de demanda a la que se enfrenta el oligopolista sea decreciente.

Por tanto, los oligopolistas se asemejan a los miembros de un selecto club que han de tolerarse entre sí, pero que, en sus sueños más profundos, desearían que el patrimonio común fuese de su exclusiva propiedad. Como señala Krugman, un oligopolista estándar espera mantenerse en el mercado durante muchos años y además sabe que, el secreto de una relación larga remite a la honradez y la ausencia de tretas o trucos. Por consiguiente, un oligopolista perspicaz no toma las decisiones del presente considerando únicamente un horizonte cortoplacista; mantendrá un comportamiento estratégico y considerará qué efectos comportarán sus decisiones actuales sobre las decisiones futuras de sus compañeros de lid. Dicho de otra forma, el equilibrio de Nash, el del dilema del prisionero, se alcanza sin considerar la influencia de las decisiones ajenas sobre las propias. Sin embargo, un oligopolista con visión de futuro no puede dejarse constreñir por las limitaciones de este planteamiento teórico: el largo plazo le aguarda.

¿Significa esto que necesariamente los oligopolistas están abocados a formar cárteles? No necesariamente. Significa que en su universo de decisión no están solos y sus estrategias han de considerar las acciones de los otros. Por ejemplo, siguiendo la estrategia definida por la gráfica expresión "ojo por ojo", de
resonancias taliónicas, un oligopolista cooperaría con sus competidores en un primer periodo para, posteriormente, pagarles con su misma moneda. "Si tú eres bueno conmigo, yo lo seré contigo y si no, atente a las consecuencias, porque yo actuaré de la misma forma".

Tal vez, observar la historia de un oligopolio sea semejante a ver crecer un planta, pero sin rayos verdes. Un cactus, con toda seguridad.


2 comentarios:

Pello dijo...

Bonsoir.
Absolutamente de acuerdo con las condiciones necesarias para el éxito de una relación, sea del tipo que sea. Quizá añadiría una más: la inoportunidad de la dilación en la toma de decisiones y la gestión de la incertidumbre del otro (jugador, socio o lo que fuere), que puede ocasionar un agudo desadosiego y, à la rigueur, poner en riesgo el ulterior éxito de la operación. En cualquier caso, sí, parece acertada la enseñanza de Krugman.
No obstante, y puesto que de lo que se trata es de asegurar el largo plazo, nada mejor que una veraniega silla playera para esperar pacientemente. En algún momento el rayo verde puede volver a aparecer en el mismo horizonte. Como les sucede a los dos personajes del fragmento con el que aquí nos regalas (gracias por ello), puede que incluso vuelva a ser visto en los alrededores de Bayona.
Ahora que Rohmer está por ahí arriba quizá sea un poco más fácil.
Un saludo.

Begoña dijo...

Buenas noches, Pello:
Efectivamente, las colusiones comportan riesgos, derivados, en esencia, de la incertidumbre acerca del rumbo que tomarán las decisiones ajenas. Personalmente, y con Krugman -que por algo es nobel- prefiero quedarme con los beneficios que reportan y reportaron.
Un saludo:
Begoña