“El dinero es mejor que la pobreza, aun cuando sólo sea por razones financieras” Woody Allen.
Retomo el rumbo del título que dirige esta cita virtual diaria. Y lo haré revisando el propio barco. Hoy me ha dado por pensar que quizá no está demasiado claro el referente del término 'económico', habida cuenta que, cuando se utiliza, se confunde con 'financiero' o 'monetario'. Evidentemente, los tres términos pertenecen al mismo campo semántico, pero las diferencias existentes entre ellos exigen ser matizadas.
Se está hablando largo y tendido sobre los efectos que la crisis financiera tendrá sobre la economía real. Pero, ¿qué es la economía real? Ciertamente el propio término parece señalar la posibilidad de una economía fantástica, como apuntaba sarcásticamente Juan José Millás, columnista habitual de El País y de Diario de Navarra, en uno de sus últimos artículos. Algo semejante a la dicotomía reinante entre la literatura realista y la literatura fantástica (aunque cuando salió a escena el realismo mágico se rompieron algunos esquemas y etiquetas).
La actividad económica real es la que se refiere a las decisiones de producción, intercambio, ahorro y consumo. Ahora bien, la condición de posibilidad de dicha actividad económica real es la existencia de una estructura financiera adecuada. Si se quiere profundizar en esta cuestión, recomiendo el libro de Mª Jesús Díaz titulado Cómo entender las finanzas de la empresa, en el que me he inspirado para escribir esta entrada de hoy.
La actividad financiera surge por la necesidad de intercambiar recursos en el tiempo. Ramón Tamames en su diccionario de términos económicos define las finanzas como "área de actividad en la cual el dinero es la base de las diversas realizaciones, sean inversiones en bolsa, en inmuebles, empresas industriales, construcción, desarrollo agrario, etc." Parecería concluirse entonces que financiero y económico serían sinónimos. Sin embargo, el término 'financiero' es más amplio en la medida en que tienen lugar muchas relaciones financieras en las que no comparece el dinero, sino que se utilizan otros instrumentos para sellar formalmente los intercambios.
En la relación financiera hay normalmente dos partes en liza: alguien que se obliga (el deudor) y alguien que adquiere un derecho en tanto que presta (acreedor). Esta relación toma cuerpo en un contexto de agentes económicos, familias o empresas, que toman decisiones de consumo e inversión y de ahorro. Por ejemplo, las familias reciben rentas por su intervención en la actividad económica. Y han de decidir qué destino tendrán esas rentas: consumo o ahorro. Ahora bien, pueden tener necesidad de un bien para el que no disponen de las recursos suficientes en el momento considerado. Una vivienda, pongamos por caso. La actividad financiera facilita que esa familia reciba los fondos necesarios para hacer frente a los pagos de ese bien. Esos fondos proceden en última instancia de otros agentes económicos que, por encontrarse en una situación excedentaria, han decidido depositar su dinero en una entidad financiera.
La conclusión es que las familias y las empresas son temporalmente deficitarias (necesitadas de recursos) o excedentarias (con recursos a su disposición) y tienen que tomar prestado o prestar para lograr sus objetivos económicos. Como podrá observarse es impensable un divorcio entre la actividad económica real y la actividad financiera, porque aquella necesita de ésta. Pero esa relación se produce también a la inversa, ya que el precio y la disposición de los medios financieros condicionan las decisiones individuales y colectivas de consumo y producción.
Cuando el intercambio se realiza en tiempos distintos, esto es, cuando un agente desea trasladar recursos hacia el futuro o desde el futuro, se hace uso de instrumentos financieros de crédito. Estos instrumentos pueden ser: documentos que formalizan préstamos o créditos, títulos hipotecarios, acciones, pólizas de seguros, deuda pública, etc. Todos estos productos reciben el nombre de activos financieros.
Cuando el intercambio de bienes se realiza en tiempos simultáneos se utilizan instrumentos financieros de pago: el dinero. Los medios de pago son básicamente dos: el dinero legal y el dinero bancario.
Para entender mejor estos conceptos vamos a acudir a un ejemplo. Los llamaremos familia Addams. Pongamos que su actividad habitual y fuente de renta no se sale de lo habitual: cultivan sólo las espinas de las rosas, negocio emergente y rentable, tienen como mascotas a unas plantas carnívoras, un raro gusto por los líquidos venenosos, y se relajan en la sala de torturas.
Nuestra encantadora familia formada por Gómez Addams (padre) y Morticia Addams (madre) y sus no menos encantadores retoños Pugsley y Miércoles viven en un unifamiliar de la costa oeste estadounidense, donde como todo el mundo sabe, los gustos de los consumidores se orientan hacia las espinas de las rosas. Su situación económica era, por tanto, desahogada.
Ahora bien, todo el mundo sabe que la matrícula en la Universidad de Harvard, sueño dorado de la pequeña Miércoles, no es precisamente una ganga. Por otro lado, con la subida de los precios del petróleo la inflación en la economía americana se ha disparado. Los costes del reparto a domicilio de las espinas han aumentado y los efectos de la crisis se empiezan a notar: sus vecinos, prototipo del Ninja sin complejos, han emigrado en busca de nuevas oportunidades y sus clientes, atenazados por el desempleo, han de prescindir de esos pequeños lujos que hacen que la vida sea digna de ser vivida, v.g., las espinas.
En esta situación, los Addams tienen varias posibilidades: la primera es convencer a la pequeña Miércoles de que la Universidad de Harvard ya no es lo que era. De hecho, sus cabezas pensantes no han dado con la solución a la cacareada crisis. Ni que decir tiene que Miércoles, encantadora pero testaruda como la que más, no acepta esta opción.
La segunda pasa por renunciar al consumo actual y apretarse el cinturón, esto es, ahorrar. Para ello, habrán de clausurar definitivamente la sala de torturas, verdadero ejemplo de derroche energético, y destinar casi la totalidad de los fondos obtenidos en su actividad habitual a abrir una cuenta a plazo. Eso sí, que incluya la cláusula de plena disposición de los fondos. Nunca se sabe dónde va a ir uno a parar y desde Keynes la vida no es igual. Queda todavía más claro que el dinero puede demandarse por precaución, extremo harto conocido por la abuela Addams, quien precisamente no frecuentó los ambientes de Harvard. En este momento, se ha establecido una relación financiera entre esta entidad bancaria y la familia Addams, que, en última término, sirve para formalizar los derechos y deberes que se establecen entre las dos partes. Este intercambio es intertemporal, se realiza en tiempos distintos. La familia vende las espinas ahora, y la dulce Miércoles obtendrá el recurso que le permitirá estudiar en Harvard con los gurús más reputados dentro de 8 años.
La tercera les llevará a la dura decisión de acudir al intermediario financiero más próximo y solicitar un préstamo. En este caso, también habrían de acudir al mismo intermediario financiero (o a distinto intermediario financiero en función de las condiciones que le ofertasen) y establecer una relación financiera intertemporal.
La cuarta será guardar el dinero debajo del colchón y ahorrar lo suficiente para que, llegado el momento, sea posible hacer el pago de la matrícula. Es de suponer que, para ese tiempo, la crisis ninja se habrá resuelto y todos habremos recuperado la confianza perdida en la Universidad de Harvard en particular y en el sistema financiero en general.
Y la pregunta del millón, qué es más importante para que todo funcione adecuadamente, ¿el sistema real o el financiero? Los Addams deben disponer de los recursos financieros necesarios para desarrollar la producción y el consumo. Pero si los Addams, sus vecinos Ninja y los demás honrados trabajadores afincados en las inmediaciones no obtienen productos y servicios reales y los distribuyen, se habrá incumplido el objetivo fundamental por el que la economía tiene sentido: la satisfacción de las necesidades.
Colorín, colorado, este cuento ¿se ha acabado?
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