Mis alumnos de 1º de Bachillerato están disfrutando estos días-al menos, eso espero- de una película alemana titulada Goodbye, Lenin, dirigida por Wolfgang Becker. Más allá de la historia individual de los personajes principales, este largometraje refleja, no sin ciertas dosis de crítica, el giro copernicano que debió de suponer para los habitantes del Berlín Oriental la caída del muro y la consiguiente instauración del capitalismo.
Las caídas son portadoras de un especial simbolismo en el imaginario occidental. Hay caídas bíblicas,- Adán y Eva, Pablo de Tarso, caídas históricas de magnitud imperial, v. g., la del Imperio Romano o la de Constantinopla. Independientemente de la índole positiva o negativa de las consecuencias que suceden a la caída, es indudable su capacidad de dividir el tiempo, su carácter fronterizo, de jano bifronte. Hay un antes y un después. A pesar de que el después no necesariamente sea mejor que el antes.
La caída del muro de Berlín responde perfectamente a esta descripción. En este sentido, una de las mayores virtudes de la película de Becker es haber sabido mostrar a través de una historia amable, los primeros momentos del después. La incertidumbre que sobreviene cuando los procederes, las categorías, incluso las certezas que han funcionado durante treinta años han de plegarse a la ideología de un capitalismo que fagocita todo lo que encuentra a su paso.
Sin embargo, no era mi intención dedicar la entrada de hoy a este tema. De hecho, hoy quería invitar a los lectores a viajar a un país que está, sin lugar a dudas, de moda (es decir, que los occidentales hemos decidido que existe y es digno de nuestra visita). Evidentemente, los Juegos Olímpicos de Pekín han permitido conocer algo mejor un país, que, para muchos de nosotros es un gran desconocido. La situación actual china no ha venido precedida de ninguna suerte de caída: antes bien, el régimen ha procedido a abrir sus puertas de forma moderatta, ma non troppo.
Creo que antes de abordar la cuestión es necesario repasar a vista de pájaro la historia de la China del siglo XX. Desgraciadamente, no puede consultar a mi asesora en estos temas, Sagrario Ripa, excelente profesora (a la que debo prácticamente todos mis conocimientos en historia)buena compañera y mejor amiga, pero intentaré hacerlo lo mejor que pueda.
China, gran imperio feudal, permaneció durante milenios prácticamente oculta a los ojos occidentales. Excepción hecha de algunos viajeros infatigables -que no turistas- como Marco Polo o nuestro Francisco de Javier o comerciantes que recorrían la llamada ruta de la seda. Su suerte cambió con el proceso de colonización europea del siglo XIX. Aunque no llegó a ser realmente una colonia, padeció la mayoría de los problemas de los países colonizados. Hay una película absolutamente recomendable de B. Bertolucci titulada El último emperador que narra la vida de Puyi, último emperador manchú. Puyi hubo de vivir la proclamación en 1911 de la primera república, y asistir a los constantes enfrentamientos entre dos grupos contrapuestos: los que pretendían modernizar el país y los sectores que habían gozado de un fuerte protagonismo durante el imperio. La situación se complicó todavía más con la invasión de sus vecinos japoneses en los años 30, razón ésta por la que los nipones no son universalmente amados en China.
La 2ª Guerra Mundial afectó a la China en la medida en que sus invasores fueron derrotados. Tras ésta, tuvo lugar una guerra civil entre los nacionalistas, liderados por Chiang Kai-Chek y los comunistas, encabezados por Mao Tse-Tung, que culminó con la victoria de estos últimos y la proclamación de la República Popular China en 1949.
La inspiración de Mao es fundamentalmente marxista pero su interpretación de la praxis revolucionaria dista en gran medida de la que se llevó a cabo en la URSS. Mao concedía una gran importancia al campesinado como clase revolucionaria. La acción de las masas era, en este sentido, más importante que el propio aparato del partido.
Mao hubo de emprender la tarea de reconstruir un país maltrecho tras la guerra civil. Tras solucionar lo urgente, sobrevino el período conocido como de las Cien Flores (1957) en el que buscó la colaboración de las clases medias y los intelectuales, pero las críticas de estos últimos contra el partido comunista provocaron una reacción represiva. A esta etapa siguió el Gran Salto Adelante (1958) en la que se llevó a cabo la socialización de la agricultura con la creación de comunas populares campesinas.
El trieno comprendido entre los años 65 y 69 se conoce como la Revolución Cultural. Probablemente lo más reseñable de este periodo fue la movilización de los llamados guardias rojos, que llevaron a cabo constantes ataques contra la cultura tradicional y los intelectuales. Es la época de la reeducación. Este año, en mi viaje (real) a China, tuve la suerte de escuchar la historia de uno de los guías que había sufrido el proceso.
En el 69 Mao decide desmovilizar a los guardias rojos y regorganizar el gobierno, con fuerte influencia de los militares.
Desde la muerte de Mao en 1976 y las reformas de su sucesor, Deng Xiaoping en 1978, el gobierno de la República Popular China ha abandonado en la práctica el maoísmo, para abrazar cada vez en mayor medida el credo capitalista, aunque el Pensamiento Mao Tse Tung sigue siendo, al menos sobre el papel, la ideología estatal. El Partido ha elaborado su peculiar reescritura del maoísmo: fue necesario para romper con el pasado feudal del país, pero se considera que a Mao "se le fue la mano" durante la Revolución Cultural. El punto de vista oficial es que China ha superado una fase económica y política, conocida como primera fase del socialismo, en la que el país se enfrenta a problemas nuevos y completamente diferentes a los que Mao tuvo que enfrentarse, por lo que las recetas de Mao ya no resultan eficientes. Grupos maoístas, consideran que esta reescritura de la definición del maoísmo es una justificación ideológica del capitalismo por Deng y sus sucesores.
Mucha gente en China continúa defendiendo el maoísmo revolucionario u ortodoxo, en contraste con la corrupción y el capitalismo existentes en la sociedad china actual. Algunos también consideran que la merma en el derecho al trabajo, educación, salud y otros logros de la revolución son el precipitado natural de la disolución en el capitalismo.
Desde la muerte de Mao en 1976 y las reformas de su sucesor, Deng Xiaoping en 1978, el gobierno de la República Popular China ha abandonado en la práctica el maoísmo, para abrazar cada vez en mayor medida el credo capitalista, aunque el Pensamiento Mao Tse Tung sigue siendo, al menos sobre el papel, la ideología estatal. El Partido ha elaborado su peculiar reescritura del maoísmo: fue necesario para romper con el pasado feudal del país, pero se considera que a Mao "se le fue la mano" durante la Revolución Cultural. El punto de vista oficial es que China ha superado una fase económica y política, conocida como primera fase del socialismo, en la que el país se enfrenta a problemas nuevos y completamente diferentes a los que Mao tuvo que enfrentarse, por lo que las recetas de Mao ya no resultan eficientes. Grupos maoístas, consideran que esta reescritura de la definición del maoísmo es una justificación ideológica del capitalismo por Deng y sus sucesores.
Mucha gente en China continúa defendiendo el maoísmo revolucionario u ortodoxo, en contraste con la corrupción y el capitalismo existentes en la sociedad china actual. Algunos también consideran que la merma en el derecho al trabajo, educación, salud y otros logros de la revolución son el precipitado natural de la disolución en el capitalismo.
Es ésta precisamente la impresión que el turista mínimamente interesado se forma al intentar escudriñar la realidad china. Y es justamente ésa mi impresión. En un viaje relámpago de 15 días, pude entrever (que no ver) el descontento de una población que se queja de la dificultad de acceder a la educación universitaria, de un deficiente sistema de salud pública y de una regulación laboral inexistente. El Estado maoísta ha cedido, parece que gustosamente, su posición en el terreno económico al mercado en su versión más salvaje. Sin embargo, continúa siendo férrea la censura de los medios de comunicación, incluso de los contenidos de Internet (bien es cierto que con la connivencia de un conocido buscador con el que estoy en deuda por ofrecerme esta plataforma). Un Estado autoritario en lo tocante a las libertades individuales y comprometido con el laissez faire en lo relativo a la regulación del mercado. Probablemente, sean simplemente impresiones. No es fácil hacerse con la realidad de un país en tan poco tiempo, pero las lecturas de prensa posteriores me confirman que no debo de andar muy errada en el tiro. No quiero caer tampoco en el cliché.
Como muestra basten dos botones: en la parte superior, una fotografía en la calle Nanjing de Shangai, verdadero paseo por las nubes de las grandes firmas, y, en la inferior, una imagen tomada a las afueras de Guilin. Sobran las palabras.
3 comentarios:
Adjunto una buena noticia llegada desde CHina...
http://www.fundacionentorno.org/noticias/index.asp?cid=18165&mode=default
Saludos a todos:
Begoña
una pequeña duda :
mao se basaba en un principio en una economia socialista o marxista pero luego creo la suya propia que se llamaria maohista no??
Efectivamente, el maoísmo es una variante del marxismo que posee ciertas peculiaridades. Del mismo modo que Lenin "adaptó" la filosofía marxista a la URSS, cabe decir que Mao aceptó conceptos de hondo raigambre marxista pero les confirió su propia impronta. Me estoy refieriendo por ejempo al concepto de "clase social". Según el marxismo las clases sociales desaparecerían con la dictadura del proletariado, mediación necesaria para la abolición definitiva de las clases sociales. Mao otorgaba cierto poder a la burguesía para resurgir de sus cenizas, por lo que en su opinión la lucha de clases no quedaba erradicada con la instauración del sistema comunista.
En cualquier caso, una interesante pregunta.
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