domingo, 21 de marzo de 2010

Dublineses








"Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema." (James Joyce, Ulises)


Se acabó lo que se daba. Después de esta breve tregua festiva, resulta incluso gratificante retomar el contacto. Aunque el deseo de viajar no se haya aplacado con este simple aperitivo y reclame horizontes más amplios. Todo llegará. Y mientras tanto, otro tentempié en forma de expedición académica.



Hablaba con mis alumnos de 2º de Bachillerato de la irrupción de nuevas formas de organización en el seno de las organizaciones. El entorno turbulento exige mecanismos de adaptación diferentes a los habituales que derivan en desarrollos organizativos no al uso. Por eso, en los últimos años se han sucedido una serie de propuestas emanadas de diferentes teorías organizativas con el fin de proporcionar la solución más adecuada para ese objetivo último de supervivencia. De nuevo, la sombra de Darwin es alargada.



Se estará sin duda preguntando el sufrido lector, qué relación guardan estas tendencias teóricas con la prometida expedición. No demasiada,- me gusta generar expectativas (aunque finalmente se revelen como falsas)- aunque en modo alguno inexistente. Propongo un viaje virtual a Dublín, -la ciudad de Samuel Beckett y de James Joyce, o mejor, de Stephen y Leopold Bloom-, en compañía de un cicerone excepcional: Manuel Vicent y el fantástico programa "La ruta de la memoria". Allí, sugiero una parada obligada en el Trinity College del que es doctor Honoris Causa el gigante de hoy, Charles Handy.


Charles Handy pasará a la historia de la literatura económica por su libro The age of unreason en el que se atrevió a practicar el peligroso subgénero de economía-ficción. De hecho, vaticinó que en el año 2000 el 70% de los puestos de trabajo en Europa requeriría capacidad intelectual (¿existe alguno que no lo requiera?). Pero, sin duda, la parte más conocida de su obra es aquella en la que planteó el futuro de la organización utilizando el símbolo irlandés por antonomasia: el trébol. Sin embargo, Handy no hablaba del cartesiano trebol de cuatro hojas sino del trifoliado irlandés que en las modernas empresas estaría constituido por:


  • Núcleo de trabajadores: conforman la organización, se comprometen con ella, quieren ser consultados, promocionados y reconocidos como socios.

  • Subcontratas: las integran tanto individuos como organizaciones. Los individuos proceden generalmente de la misma empresa: se les paga en honorarios y no en sueldo; por resultados y no por tiempo.

  • Trabajo flexible: se refiere a los trabajadores que prestan sus servicios por temporadas o sólo parte de la jornada laboral. No son necesariamente personas que quieran entrar al núcleo, aunque deben ser considerados parte de la organización.

El trabajo en la organización en trébol comporta grandes dificultades. Cada hoja requiere una gestión diferente, fundamentalmente en el núcleo de trabajadores que, en esencia, debe estar constituido por pocos individuos y excelentemente preparados, lo cual, indudablemente complica la selección y el desarrollo profesional.


La excursión finaliza. Sigan haciendo planes. Todo llegará.


1 comentario:

Anónimo dijo...

El trabajo consiste en hacer sólo
lo que realmente es indispensable. Y contratar otras personas para hacer cosas que no importan tanto. El símbolo para describir esto es el trébol, el emblema nacional irlandés. Tiene tres hojas en una sola. Este sirve para describir una organización: tres tipos de empleados y una sola compañía. Los trabajadores principales, los que son indispensables, son la primera hoja. La segunda es el apoyo que se obtiene de todas las pequeñas empresas a las que encargan actividades que no tiene que hacer la empresa con sus mismos empleados. La tercera es la ayuda que solicita, la ayuda profesional que se contrata. Es mucho más barato contratarlas sólo cuando son realmente necesarias. El otro tipo de ayuda lo forman los trabajadores temporales.


Este modelo le permite a la empresa aprovechar la posición que ocupa en el mercado.


Saludos Amaya