martes, 2 de marzo de 2010

Tras el cristal

"Las falsedades, una vez pasan al dominio público, se hacen anónimas, perdiendo las sutilezas o vaguedades que pueden observarse en los autores que más han cooperado a su propagación. La doctrina se simplifica; y el sofisma, enterrado en una maraña de distingos, ambigüedades o ecuaciones matemáticas, surge a plena luz" (H. Hazlitt)



Había leído en diversos foros fervientes y devotas recomendaciones de un libro escrito por Henry Hazlitt en el año 1946 titulado Economía en una sola lección. He de confesar que mi cuerpo ha generado un número suficiente de anticuerpos para defenderse de los ejércitos de antígenos que diaramente intentan colarse con sugerentes y prometedores reclamos del tipo, "inglés sin esfuerzo", "chino en dos tardes" o "astrofísica en 20 preguntas". Sin embargo, las loas a Hazlitt contenían tal cantidad y calidad de hipérboles que sucumbí a sus prometidos encantos (tanto más al comprobar que el texto se encontraba a libre disposición del público en la red).



Una lectura rápida del libro confirma que se trata de un texto ameno y amable. Sin embargo, sus argumentaciones resultan en ocasiones toscas y poco técnicas. Aunque la crítica más severa que cabe esgrimir es que se arremete continuamente contra lo que califica de sofismas económicos, que sólo lo si se aceptan ciertas marcos teóricos. Por ejemplo, lo que desde una perspectiva liberal resulta sofístico, no lo es en modo alguno desde una perspectiva keynesiana. Si bien es cierto que resulta imposible de facto el ser capaz de sustraerse a la propia perspectiva, no resulta "demasiado científico" partir de una teoría aceptada dogmáticamente (al menos en las páginas del libro no se pone en entredicho), para tirar la piedra contra otra. Por lo demás, he de señalar que el estilo de su autor es sencillo, claro y con claras orientaciones didácticas, lo que lo hace recomendable para quienes no poseen muchos conocimientos de economía, siempre que tengan claro cuál es el punto de partida de Hazlitt.



Vayamos con el libro. En el prefacio, el autor señala que "las falsedades, una vez pasan al dominio público, se hacen anónimas, perdiendo las sutilezas o vaguedades que pueden observarse en los autores que más han cooperado a su propagación. La doctrina se simplifica; y el sofisma, enterrado en una maraña de distingos, ambigüedades o ecuaciones matemáticas, surge a plena luz." La divulgación se erige en una suerte de evaporación que permite observar que ciertas teorías, al despojarse de su ropaje matemático o terminológico, no son sino sofismas. La economía, a su entender, resulta terreno propicio para el cultivo de sofismas por dos razones: la primera, la presencia de fines egoístas y la segunda, la cortedad de miras que impide en ocasiones al ser humano ser consciente de las consecuencias secundarias que provocarán sus acciones.



Les propongo que juzguen por ustedes mismos y respondan si el ejemplo que aporta el propio Hazlitt es o no un sofisma. Lo que sí puedo asegurar es que las razones utilizadas son primas hermanas de quienes creen estar contribuyendo al descenso de la tasa de desempleo por el expeditivo método de limpiar las colillas del coche en plena vía pública.




"Supongamos que un golfillo lanza una piedra contra el escaparate de una panadería. El panadero aparece furioso en el portal, pero el pilluelo ha desaparecido. Empiezan a acudir curiosos, que contemplan con mal disimulada satisfacción los desperfectos causados y los trozos de vidrio sembrados sobre el pan y las golosinas. Pasado un rato, la gente comienza a reflexionar y algunos comentan entre sí o con el panadero, que después de todo la desgracia tiene también su lado bueno: ha de reportar beneficio a algún cristalero.
Al meditar de tal suerte elaboran otras conjeturas. ¿Cuánto cuesta una nueva luna? ¿Cincuenta dólares? Desde luego es una cifra importante, pero al fin y al cabo, si los escaparates no se rompieran nunca, ¿qué harían los cristaleros? Por tales cauces la multitud se dispara. El vidriero tendrá cincuenta dólares más para gastar en las tiendas de otros comerciantes, quienes, a su vez, también incrementarán sus adquisiciones en otros establecimientos, y la cosa seguirá hasta el infinito. El escaparate roto irá engendrando trabajo y riqueza en artículos cada vez más amplios. La lógica conclusión sería, si las
gentes llegasen a deducirla, que el golfillo que arrojó la piedra, lejos de constituir díscola amenaza, convertiríase en un auténtico filántropo."




¿Filantropía o golfería? ¿es la argumentación sofística? La respuesta en Economía en una lección. A alguno aún le sobra una tarde.

3 comentarios:

Javier Monreal Malpesa dijo...

Estimada Begoña,

llegué a tu blog por casualidad. Buscaba el texto "El escaparate roto". Acabo de terminar la lectura del libro "Economía en una lección" y quería colgar en mi facebook el texto a modo de ejercicio de reflexión (para quien quiera y tenga tiempo).

Pensar en las consecuencias a largo plazo que conlleva cualquier acción es un ejercicio fantástico de salud mental. Y el libro, en este sentido y de principio a fin, es fantástico.

Invitada estás a mi facebook para ver cómo resulta el experimento (milagros los justos, ya te voy diciendo que la "pasada" va a ser bastante general... y más en viernes por la tarde-noche n_n

saludos

Javier
facebook (monreal.javier@gmail.com)

Begoña dijo...

Estimado Javier:
Bienvenido a este foro. Efectivamente, hacer un ejercicio de previsión que trascienda las condiciones cortoplacistas es no sólo interesante sino necesario. Vivimos tiempos en los que, en general, resulta complicado seguir una red de causas y efectos,en parte por la confluencia de múltimples variables, cuestión que acaba redundando en una dilución de las responsabilidades o en la equivocación a la hora de una atribución cabal. Y sí, en ese sentido, el libro de Hazlitt resulta muy sugerente.

He intentado dar con la página en la que planteas tu "experimento" pero no la he encontrado. Espero que resultase un éxito.
Un saludo:
Begoña

Javier Monreal Malpesa dijo...

Muchas veces somos nosotros mismos quienes nos "inventamos" esas variables, aquello de que el bosque no deja ver el árbol... El libro, en esta línea, simplifica los problema que plantea. Además, cuantas menos variables, más difícil que nos engañen (pienso en los banqueros que recibían con los brazos abiertos a los gurús de wall street, vendedores de productos maravillosamente complejos que luego resultaron ser nada más que simples subprimes)
saludos (el experimento, como adelanté, fue un fracaso... jej)