"¿Qué tendría de malo que todo el mundo fuera ágil?
O al revés: ¿toda esa gente inflada de comida basura crees
que es feliz?
–Una cosa es la gordura acompañada de sedentarismo,
y otra la torpeza motora. A una gacela le conviene no
ser torpe, pero los hombres deberíamos serlo un poco, y
las mujeres.
–¿Para qué?
–Para ir más despacio." (Belén Gopegui. El padre de Blancanieves)
En lo más crudo del crudo invierno se hace necesario tomar la brújula y no perder el norte o, tal vez, perderlo definitivamente y huir a la búsqueda de climas más benignos. A la vista de que el segundo término de la disyuntiva queda lejos de mis posibilidades, ay, no queda otra opción que la retirada reflexiva a los cuarteles de invierno.
El confinamiento obligado está dotado de un elenco de virtudes nada desdeñables: la fundamental: ir más despacio. Idea general que se traduce en tiempo para la lectura sosegada, (El padre de Blancanieves, libro al que espero dedicar alguna entrada), acompañada de café & Bill Evans, y para comprobar que desde hace tiempo este cuaderno de bitácora no ha incidido en alguna de las cuestiones básicas que suelen formularse los alumnos de primero. Sin duda, una de las que pertenece a la categoría del clásico es la relativa a la relación entre la inflación y los tipos de interés.
En líneas generales, cuanto mayor es el incremento de los precios, mayor es el tipo de interés que fija el banco central del país correspondiente con el fin de frenar la inflación. En la Unión Monetaria Europea, el que fija los tipos de interés es el Banco Central Europeo (BCE). ¿Por qué la subida de los tipos de interés es utilizada como medio para frenar la carrera inflacionista? La respuesta si a los bancos comerciales les cuesta más caro pedir dinero al Banco Central Europeo, ellos, por su parte, lo prestarán menos (y más caro) a los particulares y a las empresas. La consecuencia es que estos últimos deberan frenar su consumo y su inversión, respectivamente, lo cual presionará los precios a la baja y, por ende, reducirá la inflación.
Un razonamiento semejante se aplica para explicar que las bajadas de los tipos de interés, cuando no hay presiones inflacionistas, fomentan el crecimiento económico. Al bajar los tipos de interés, los bancos comerciales prestarán más (y más barato) a los particulares y a las empresas. De esta forma, ambos incrementarán su consumo y su inversión, reportando, a la postre, el indudable beneficio del crecimiento económico.
Estas explicaciones podrían ser, con razón, acusadas de simplistas si no fueran acompañadas de la claúsula ceteris paribus, i.e., considerando que las demás variables permanecen constantes. Además, resulta necesario precisar que en economía no son habituales las medicinas de efecto inmediato: es lo que se conoce como problema de los retardos. Como señala Cuadrado Roura "el proceso de elaboración de cualquier política económica trae consigo una serie de retardos (...). Desde que se detecta un problema económico hasta que las medidas adoptadas de política económica surten efectos, pueden transcurrir periodos de tiempo bastante largos y no siempre predecibles que disminuyen la eficacia de las actuaciones públicas.
Aunque se han catalogado distintos tipos de retardos dejaré su análisis para otra ocasión. Hoy tengo una cita con el padre de Blancanieves.
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