jueves, 25 de marzo de 2010

Deprisa, deprisa

"Imagínese que usted está conduciendo un coche por una carretera recta pero ondulada. Las ondulaciones no son regulares: algunos de los montículos tienen una pendiente pronunciada otros tienen una pendiente suave; algunos son largos, otros son cortos.
A usted le dan la instrucción de que debe mantener el coche a una velocidad constante. Para conseguirlo, usted tendrá que acelerar subiendo los montículos y frenar al bajarlos. Sin embargo, hay un serio problema. El coche no es un coche normal. Tiene las siguientes características no habituales:
• El parabrisas delantero y las ventanillas laterales son negras, de modo que usted no puede ver hacia dónde se dirige, lo único que usted puede ver es el lugar por el que ya ha pasado cuando mira por el espejo retrovisor.
• Tanto el pedal del freno como el del acelerador funcionan con un retardo considerable e impredecible.
• La suspensión del coche es tan buena que usted no puede notar si está subiendo o bajando un montículo. Sólo puede juzgar esto mirando por el retrovisor y viendo si la carretera que está detrás de usted está más alta o más baja del lugar en el que usted se encuentra.
• Finalmente (esto es un alivio para usted), el coche tiene un sensor especial y un volante automático que lo mantienen en el carril adecuado.
A medida que avanza, usted ve que la carretera por detrás suyo está más arriba y se da cuenta de que se encuentra bajando. El coche cada vez va más deprisa. Usted frena, pero no sucede nada. En su intento por ralentizar la marcha, usted pisa el pedal del freno hasta el fondo.
Cuando al final el freno acaba funcionando, lo hace de una manera muy brusca. Para ese momento el coche ya ha llegado a la zona más baja entre dos montículos. Sin embargo, usted todavía no se da cuenta de ello y continúa frenando.
Ahora el coche está subiendo un nuevo montículo, pero el pedal del freno continúa pisado. Al mirar por el retrovisor usted termina por darse cuenta de esto. Quita el pie del freno y comienza a acelerar. Pero los pedales no responden. El coche sigue reduciendo su velocidad y apenas puede usted alcanzar la cumbre del montículo.
Entonces, a medida que usted comienza a bajar por el otro lado, los frenos acaban dejando de frenar y el acelerador empieza a acelerar..." (Parábola de Parish. En J. Sloman: Introducción a la macroeconomía)




Es una verdad universalmente reconocida que, para desesperación del ser humano, en la mayoría de las ocasiones, los efectos de sus decisiones o acciones no son inmediatos. El problema de los retardos se convierte en el problema: la distancia temporal entre acción y efecto puede invalidar la eficacia de la primera. Y no acaban aquí las malas noticias: como señalaba Federico el Grande, ninguna situación es tan grave que no sea susceptible de empeorar o lo que es lo mismo, al problema del retardo en la intervención suele ir acompañado del retardo en el reconocimiento, en la decisión y en la intervención.

En este punto, no cabe otra cosa que recordar que la economía es heredera de su condición humana. De hecho, uno de los escollos que la formulación de políticas económicas debe sortear es, sin lugar a dudas, la incertidumbre acerca de si una perturbación es o no temporal. Como apunta R. Dornbusch "En el caso de la 2ª Guerra Mundial era bastante evidente que sería necesario mantener durante algunos años un elevado nivel de gasto en defensa. Sin embargo, en el caso del petróleo de la OPEP de 1973-74 no estaba nada claro cuánto iba a durar éste o si iban a persistir los elevados precios del petróleo fijados a finales del 73". Pero, incluso conociendo la duración aproximada de la perturbación, quienes elaboran las políticas económicas deben contar con la existencia de retardos. Pero, ¿qué tipo de retardos?

Básicamente cabe hablar de dos tipos de retardos: interno, que es el tiempo que se tarda en poner en práctica una medida (por ejemplo una disminución de la oferta monetaria para controlar la inflación) y un retardo externo, que alude al tiempo que tarda en dejarse sentir la medida en la economía.

El retarno interno procede, a su vez, de los retardos en el reconocimiento -periodo transcurrido entre el momento en que se produce una perturbación y el momento en el que las autoridades económicas reconocen que hay que tomar medidas- , el retardo en la decisión -tiempo que transcurre entre el reconocimiento en intervenir y el momento en que se decide la política- y el retardo en la intervención -tiempo que transcurre entre la decisión y su aplicación-. Kareken y Solow analizaron en "Lags in Monetary Policy" la historia de la elaboración de la política económica y llegaron a determinar que el retardo de reconocimiento es en promedio de unos 5 meses. Los otros dos retardos suelen ser menores.

El retardo externo generalmente es un retardo distribuido; una vez articuladas las medidas, los efectos que producen en la economía se distribuyen a lo largo del tiempo, lo cual implica que las medidas pueden desencadenar un pequeño efecto inmediatamente y otros efectos más tarde. Citando de nuevo al gigante del día, intentaré responder al porqué de esta desigual distribución "la política monetaria al principio afecta principalmente a los tipos de interés y no a la renta. Los tipos de interés afectan, a su vez, a la inversión con un retardo, así como al consumo al afectar al valor de la riqueza. Cuando acaba resultando afectada la demanda agregada, el aumento del propio gasto produce una serie de ajustes inducidos en la producción y en el gasto".

Una vez más, el problema humano es la gestión del tiempo. ¿Cuándo pisar el pedal del freno?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes Begoña,

Me ha parecido muy interesante esta entrada, si de verdad eres capaz de imaginar que vas conduciendo dicho coche, llegas incluso a agobiarte un poco. ;)

Creo que esto que ocurre con el coche podría ser también traducido en momentos de auge y crisis económica. El primero correspondería a las fases de crecimiento y el segundo, las crisis, serían representadas por las fases de decrecimiento o recesión.
De esta manera, observamos que la economía sufre mucho más con fases de fuerte y rápido crecimiento y luego una profunda recesión, que con un crecimiento más moderado, pero continuado y estable a lo largo del tiempo.

Espero que mi aportación resulte interesante.

Un saludo, Andrea Morillas.

Anónimo dijo...

Sin más, mi pregunta, con ánimo de entender lo que ocurre y deseando que puedas contestar, es sencilla: ¿no es un suicidio pagar las deudas antes que alimentarse o curarse? Eso es lo que entiendo que se pretende hacer. Los estados recurren a deuda pública hace mucho tiempo ya, para mantener la sociedad, y estamos pagando intereses más el capital recibido, creo, indefinidamente en el tiempo. ¿No es asi? Si, como parece, con la reforma se limita el endeudamiento, por un lado, garantizando el pago prioritario a la deuda en el futuro, pero sin poder dejar de seguir contrayendo deuda, intuyo que el invento explotará ¿o no?

Anónimo dijo...

En fin, el comentario contiene la pregunta pero no el preámbulo, (que se perdió por lo visto), en el que te felicitaba por el blog, que es primera visita, y lo encontré cuando buscaba algun foro de economía en que alguien pudiera y quisiera contestarme, con ocasión de la reforma constitucional express que tiene el gobierno entre manos...
Un saludo, Inma.

Unknown dijo...

Hola Begoña. Andrea Morillas esta parábola si no recuerdo mal, la cual me la pusieron como ejemplo en 2º de economía, y venía a explicar precisamente los ciclos económicos, además de los retardos temporales ante la aplicación y el tiempo que tarda en surtir efecto una política económica.

Cosas diarias 27 dijo...

me parece muy buena tu respuesta ..gracias!!