"Un primer curso de economía no permite dominar todos sus intrincados y esotéricos temas, pero puedo decirle basándome en la experiencia de estudiantes de todo el mundo que el mejor curso de economía es el de introducción. Una vez que haya entrado este nuevo y extraño jardín de ideas, el mundo nunca será igual. Y cuando dentro de unos años recuerde la experiencia, incluso lo que no entendía mucho entonces habrá madurado claramente." Paul Samuelson
domingo, 28 de febrero de 2010
Yellow submarine
No era tan niña cuando me preguntaba por qué el Gobierno de un país no resolvía los problemas de deuda externa o de creación de infraestructuras emitiendo más billetes y monedas. Cada año compruebo mi falta de originalidad, cuando alguno de mis alumnos formula la misma cuestión. En el fondo, lo que yo desconocía, es que tal solución, o quizás disolución, ha constituido una de las grandes tentaciones de los gobiernos a lo largo de la historia. Sólo me faltaba encontrar el fundamento teórico de la cuestión. Esa, por tanto, es la pretensión de la entrada de hoy.
Cuando un gobierno se apropia de la potestad emisora de un Banco Emisor para poner en circulación más billetes y monedas, se está beneficiando de unos ingresos extraordinarios que reciben el nombre de señoreaje. Sin embargo, la emisión de dinero genera inflación, por lo que el señoreaje también recibe el nombre de impuesto inflacionista, ya que es equivalente a un impuesto que recae sobre aquellos que mantienen saldos monetarios.
Ben Bernanke, sucesor de Greenspan en el gobierno de la Reserva Federal, aseguró en su libro Macroeconomics, que ha alcanzado la categoría de clásico para los estudiantes de economía de todo el mundo, lo siguiente:
"The link is the printing of money to finance government spending when the government cannot (or does not want to) finance all of its spending by taxes or borrowing from the public. In the extreme case, imagine a government that wants to spend $10 billion (say, on submarines) but has no ability to tax or borrow from the public. One option is for this government to print $10 billion worth of currency and use this currency to pay for the submarines. The revenue that a government raises by printing money is called seigniorage. Any government with the authority to issue money can use seignorage; governments that do not have the authority to issue money, such as state governments in the United States, can't use seignorage.
Actually, governments that want to finance their deficits through seignorage don't simply print new currency but use an indirect procedure. First, the Treasury authorizes government borrowing equal to the amount of the budget deficit ($10 billion in our example), and a corresponding quantity of new government bonds are printed and sold. Thus the deficit still equals the change in the outstanding government debt. However, the new government bonds aren't sold to the public. Instead, the Treasury asks (or requires) the central bank to purchase the $10 billion in new bonds. The central bank pays for its purchases of new bonds by printing $10 billion in new currency which it gives to the Treasury in exchange for the bonds. This newly issued currency enters general circulation when the government spends it on its various outlays (the submarines). Note that the purchase of bonds by the central bank increases the monetary base by the amount of the purchase (see Chapter 14), as when the central bank purchases government bonds on the open market. The new money created by the central bank could also be in the form of deposits at the central bank; the ultimate effect is the same." (Andrew B. Abel y Ben S. Bernanke, Addison Wesley, 2000)
Es decir, el señoreaje deviene una suerte de impuesto inflacionario, que, a la postre, corre a cuenta de cualquiera que posea dinero, porque la inflación erosiona su poder adquisitivo. Por ejemplo, cuando la tasa de inflación asciende al 20% anual, una persona que mantenga efectivo pierde el 20% de su poder adquisitivo y, por tanto, ciertamente paga un impuesto del 20% sobre la cantidad de dinero que tenía ahorrada.
Hay quien considera que Bernanke debería tomarse un par de tardes libres y acometer la inenarrable aventura de releerse. Mi consejo es que lo haga con el Yellow submarine como banda sonora. Si la FED se lo permite.
sábado, 27 de febrero de 2010
Dies irae
Ma plainte est innocente et mes cris légitimes. [...]
Un jour tout sera bien, voilà notre espérance ;
Tout est bien aujourd'hui, voilà l'illusion.
Les sages me trompaient, et Dieu seul a raison.
Voltaire. del "Poème sur le déssastre de Lisbonne"
Dies irae. Resulta inevitable la alusión al terrible poema medieval y al tópico que habla de la brutalidad de la naturaleza. La historia tristemente se repite, y no sólo por la proximidad temporal del terremoto de Haití, sino porque Concepción, epicentro del terremoto actual, se erigió en 1960 en antesala de un temblor aún mayor, el de Valdivia. Sólo queda enviar mis condolencias a las familias de las víctimas y esperar que la historia no se repita en todo sus extremos. Dona eis requiem.
jueves, 25 de febrero de 2010
El hombre que susurraba a los caballos
¿Se puede ser multimillonario (y no precisamente de la señorita Pepis, sino de los incluidos en la lista Forbes), especulador, filántropo, conferenciante, hijo de un escritor de esperanto, aspirante a filósofo, columnista del Financial Times y azote de Bush al mismo tiempo? La respuesta es que sí y solo sí se es George Soros.
El protagonista de la entrada de hoy nació en Hungría en 1930 en una familia de origen judío. Su padre fue el escritor de esperanto Tivadar Soros, que fue capturado como prisionero de guerra durante y la Primera Guerra Mundial. Tivadar Sorós logró escapar de Rusia para reunirse de nuevo con su familia en Budapest. La familia cambió su apellido en 1936 de Schwartz a Soros, en respuesta al creciente antisemitismo con el auge del fascismo. De hecho, cuando George tenía trece años, la Alemania nazi tomó el control militar de Hungría (marzo de 1944) y llegó a exterminar alrededor de 500.000 judíos húngaros (alrededor de dos terceras partes de la población judía antes de la guerra). Soros sobrevivió a la batalla de Budapest, donde las fuerzas Los primeros pasos de George en las finanzas fueron durante la hiperinflación que sufrió Hungría entre 1945 y 1946.
Podría asegurarse que el esperanto cambió la vida de Soros: en 1946, George escapa de la ocupación soviética participando en un congreso de esperanto en Occidente. Soros aprendió a hablar esperanto desde su nacimiento y es uno de los raros casos de hablantes nativos de Esperanto. Soros emigró a Inglaterra en 1947 y se graduó en la London School of Economics, donde conoce al filósofo Karl Popper, en 1952. En 1956 se estableció en Estados Unidos. Allí crea los «primeros fondos de recubrimiento» destinados a satisfacer las demandas de las grandes fortunas empresariales.
A partir de 1969, su principal sociedad, el Quantum Fund (con domicilio en los paraísos fiscales de las antillas holandesas y más tarde en Curaçao), le asegura como media un beneficio de ingreso de 34,5 % de las inversiones por año. Entre sus principales hazañas se cuenta la de derrumbar el banco de Inglaterra después de lanzar una operación sobre la libra esterlina (moneda nacional británica) en septiembre 1992, operación de bolsa que le hizo ganar mil millones de dólares, a mayor gloria del contribuyente del Reino Unido. No acaban aquí sus andanzas: fundador de la Open Society Fund (que toma su nombre del título de uno de los libros más conocidos de Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos), destina sus fondos a la consecución de un objetivo: el logro de sociedades abiertas que contribuyan a la consecución de un mundo mejor. Entre los programas se incluyen temas como la defensa de los derechos humanos, la lucha contra la toxico-dependencia, la formación de dirigentes políticos y el desarrollo de la libertad de información. Un lavado de cara en toda regla.
En la actualidad, Soros además de a sus fundaciones dedica su tiempo a la escritura. Su último artículo, publicado en el Financial Times, sigue la línea marcada por Krugman: la unión monetaria se asemeja a un edificio construido sin cimientos, en este caso, políticos. En sus palabras: "La construcción es claramente errónea. Una moneda de pleno derecho requiere tanto de un banco central como de una Hacienda. El Departamento del Tesoro no necesita recurrir a los impuestos de los ciudadanos diariamente, pero debe poder disponer de ellos en tiempos de crisis. Cuando el sistema financiero está en peligro de colapsar, el banco central puede proporcionar liquidez, pero sólo un Tesoro puede resolver los problemas de solvencia. Este es un hecho bien conocido que deberían haber tenido claro todos los implicados en la creación del euro. El Sr. Issing (uno de los padres del euro) admite que él fue uno de los que creían que "constituir la unión monetaria sin haber establecido una unión política era poner el carro delante del caballo".
¿A qué categoría borgiana pertenece el caballo del euro? Con toda seguridad a la de "aquellos que se agitan como locos". ¿Quién será el próximo en hablar?
miércoles, 24 de febrero de 2010
Gattaca
La sistemática y taxonomía de los géneros artísticos tal vez aseguraría que existe una especie llamada ciencia ficción filosófica. Entre sus cultivadores merecen mención especial George Orwell, Aldous Huxley y, por qué no, el Ridley Scott de Blade Runner. Todos ellos coinciden en presentar inquietantes y, ay, plausibles escenarios que son consecuencias perversas de los actuales. De alguna forma, constituyen la materialización de lo que habría que calificar como 'utopías negativas' antagónicas en intención y contenido a la famosa obra de Tomás Moro titulada Utopía. Aunque suponga contravenir a regla de oro de este blog que huye de las clasificaciones, Gattaca, la película que da título a mi entrada de hoy, pertenecería por méritos propios a la primera categoría, i. e., la de las utopías negativas. Por otro lado, se trata de una buena película que, además de con Jude Law, Etham Hawke y Uma Thurman, cuenta, por si fuera poco, con una estupenda banda sonora original de Michael Nyman.
La razón por la que hoy entra en escena este largometraje es doble: por un lado, escuché que un grupo de alumnos de 1º de Bachillerato la contaban entre sus favoritos, por otro hoy he leído un artículo que informaba de que Akio Toyoda, a la sazón presidente ejecutivo de Toyota, asumía la responsabilidad de los fallos mecánicos aparecidos en algunos de sus vehículos. Estos errores han comportado elevados costes: humanos (12 víctimas mortales), de ventas y posiblemente en indemnizaciones millonarias a los damnificados o a sus familiares.
¿Qué relación guardan entre sí Gattaca y Toyota? Verdaderamente, muy poca, si no fuera por el hecho de que en ambas se evidencia la idea de que la mayor carga posible es la carga de la perfección. Hace ya más de un año, hablaba en este mismo foro de esta gran corporación japonesa que nació en 1933 fundada por Kiichiro Toyoda, abuelo del mencionado presidente actual.
La implosión de Toyota llegó en los años 50 del pasado siglo. En sus fábricas se mantenía el sistema de grupos de trabajo que requería un trabajador polivalente, capaz de operar en varios tipos de máquina. Su proceso de formación se realizaba en el interior de la empresa y el salario no se fijaba por el nivel del puesto o la cualificación del operario, sino por su antigüedad. Frente al movilismo occidental, el empleo se mantenía de por vida.
La empresa poseía su propio sindicato y la colaboración entre trabajadores y directivos era muy estrecha hasta el punto de que los primeros llegaban a implicarse activamente en el control de calidad. Si hubiera que resumir la fórmula mágica de Toyota podría apuntarse lo siguiente: sistemas de grupos de trabajo, especialización flexible aderezados con algunos principios de estandarización.
Hay un nombre clave en la historia de Toyota y es, sin duda,Taiichi Ohno, al que si se le realizara la prueba de partenidad del sistema Just in Time, arrojaría un abrumador positivo. Ohno fue contratado por Toyoda, tras la Segunda Guerra Mundial, para realizar un estudio exhaustivo de la situación de Toyota que se debatía entre emprender un cambio drástico o el cierre definitivo. Ohno supo hacer de la necesidad virtud y llevó a Toyota a soportar otra carga: la carga de la perfección por el expeditivo procedimiento de introducir el sistema JIT.
Este sistema despejó espacio en las fábricas al evitar el apilamiento de piezas fabricadas a la par que permitió fabricar una amplia variedad de modelos en pequeñas cantidades y a bajos costes. Cada pieza llevaba una ficha de papel (kanban) con número de serie y otras indicaciones. Cuando el trabajador retiraba una pieza que necesitaba la ficha de papel quedaba como testigo de la necesidad de reponerlas. En los años 70, reforzaron los sistemas de control de calidad de los productos. Durante muchos años, Toyota ha sido el espejo en el que se han mirado muchas compañías automovilísticas americanas y europeas. Control de calidad, mimo en la producción y celo oriental parecían ser las consignas de la organización.
El happy end de esta epopeya cuasi-kurasawica quedó más que truncado hace unos días, cuando se detectaron fallos en nada menos que 9 modelos de automóviles que han obligado a la compañía a revisar 8,6 millones de vehículos en todo el planeta y que supondrá unos costes estimados de 1.500 millones de euros. Las implorantes declaraciones de Toyoda "Créanme, los Toyota son seguros" hacen pensar en lo efímero de la gloria o en que en control de calidad no es oro todo lo que reluce o simplemente en la insoportable pesadez de la perfección.
martes, 23 de febrero de 2010
La espalda del mundo
—Óiganme ustedes —exclamó Syme con énfasis desusado—. ¿Quieren ustedes que les diga el secreto del mundo? Pues el secreto está en que sólo vemos las espaldas del mundo. Sólo lo vemos por detrás, por eso parece brutal. Eso no es un árbol, sino las espaldas de un árbol; aquello no es una nube, sino las espaldas de una nube. ¿No ven ustedes que todo está como volviéndose a otra parte y escondiendo la cara? ¡Si pudiéramos salirle al mundo por enfrente!... (G.K. Chesterton. El hombre que fue jueves)
El espíritu, algo juguetón, de Chesterton, cultivador y apologeta par excellence de la paradoja, parece haberse apoderado de la realidad económica. Esta premisa se justifica mediante un procedimiento que no por sencillo deja de ser revelador: paso primero, teclear en google el vocablo 'trueque', paso dos, comprobar la ingente cantidad de páginas que proponen intercambios de bienes o servicios sin recurrir al llamado dinero legal. Primer término de la paradoja. Continuación del experimento: sin abandonar el famoso buscador, introducir el sintagma 'depósitos bancarios'. ¿Se atreven a contar el número de referencias? Si se amplia el campo de investigación, el experimento resulta aún más abrumador: por ejemplo, al indagar por 'productos financieros'. El grado de sofisticación de sus diseños llega al paroxismo. Segundo término de la paradoja. Una sociedad que ha heredado una de las mayores invenciones, el dinero, y que la ha refinado hasta los extremos señalados, parece, al menos alguno de sus miembros, renunciar a su uso en pro de una forma de intercambio ciertamente rudimentaria. ¿Cómo conviven en aparente y pacífica armonía dos tendencias situadas una en las antípodas de la otra? ¿Es la defensa del trueque una suerte de involución o una liberación?
Mi indigencia intelectual me impide dar con una respuesta que traspase las fronteras del tópico, por lo que se la ahorraré. Sin embargo, y volviendo a la vocación introductoria de este blog, quiero centrarme en el segundo término de la paradoja y explicar a mis alumnos de 1º de Bachillerato qué tipos de depósitos bancarios cabe distinguir con el fin de que entiendan qué se entiende por 'dinero'. En primer lugar, hay que hablar de los depósitos a la vista, también llamadas cuentas corrientes que otorgan a su titular la posibilidad de disponer inmediatamente de la cantidad en depósito. En segundo lugar, los depósitos de ahorro que normalmente están instrumentados en libreta y admiten operaciones semejantes a las de los depósitos a la vista, aunque normalmente el montante depositado está comprometido durante un tiempo. Y, para finalizar, los depósitos a plazo son los fondos entregados a un plazo fijo y que no se pueden retirar antes del tiempo estipulado sin una penalización. Por consiguiente, los depósitos a la vista presentan una mayor liquidez, pues se convierten de forma inmediata y sin pérdida de valor en dinero líquido.
Con esta distinción se está en disposición de entender la definición de dinero como la agregación del llamado dinero legal o fiduciario, formado por los billetes y monedas emitidos por el banco central y la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y el dinero bancario, esto es, los depósitos que un agente económico puede tener en un banco. A ambos sumandos habría que añadir otro tipo de instrumentos prolijamente utilizados como las tarjetas de crédito, cheques de viaje, tarjetas monedero, etc. La definición de dinero recoge un amplio dominio y en continua expansión de instrumentos que permiten, en última instancia, facilitar los intercambios. Quienes defienden el trueque niegan la mayor, esto es, que el dinero realmente facilite los intercambios. Otra forma de rebelarse contra las espaldas del mundo.
Se ofrecen clases de economía.
lunes, 22 de febrero de 2010
Un lugar en el mundo
qué no daría por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran día inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de una fruta.
En aquel momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia
(Jorge Luis Borges. "Nostalgia del presente")
En el discurso económico suele ser habitual la utilización de categorías espaciales que dicotomizan el mundo en dos mitades mutuamente excluyente. El instrumento de análisis que aquí se presentó, la matriz DAFO (Debilidades Amenazas Fortalezas Oportunidades) no escapa a esta máxima general. La diferencia entre la amenaza y la debilidad es espacial: el enemigo externo adversus el interno. Sin embargo, la delimitación topológica remite a un problema que ha de solucionarse primero: el de los límites que dibujan la línea de demarcación.
Dónde comienza lo externo y dónde finaliza lo interno o viceversa. Ésta es, en mi opinión, la gran cuestión que hoy se desdibuja con la llamada globalización o los procesos de integración económica. Sin embargo, los manuales y libros de texto al uso siguen aludiendo a la existencia de cuatro agentes económicos básicos: consumidores o economías domésticas, oferentes o empresas, sector público, y, en una economía abierta (-¿existe alguna que no lo sea?-), el sector exterior. De alguna forma, la delimitación estaba presente en la crítica de Krugman al proceso de integración económica europea: las barreras que presiden el ámbito estrictamente político no coinciden con las que de facto conforman la política monetaria común.
Como señala Cuadrado Roura en Política Económica "a través del sector exterior de un país se lleva a cabo la ampliación de su horizonte económico mediante las relaciones comerciales y financieras con otros países, lo cual tiene una influencia decisiva sobre mútiples variables y cuestiones económicas: el consumo, la inversión, el ahorro, el empleo la asignación de recursos, los precios. Pero, sin la menor duda, las relaciones económicas exteriores imponen también unas claras e insalvables restricciones a las políticas económicas nacionales".
De alguna forma, el ser humano asiste a un proceso de ampliación de escala, que, como todo el mundo sabe, implica normalmente renuncia a percibir los detalles. Ya en 1929 en Regards sur le monde actuel, Paul Valery afirmaba lo siguiente: "Los fenómenos políticos de nuestra época están acompañados y complicados por un cambio sin ejemplo en la escala, o mejor, por "un cambio en el orden de las cosas". El mundo al que comenzamos a pertenecer, hombres y ancianos, es sólo una figura parecida al mundo que nos era familiar. El sistema de causas que gobierna la suerte de cada uno se extiende en adelante a la totalidad del globo, lo hace resonar por completo a cada conmoción. Ya no hay cuestiones terminadas por haber sido terminadas en un punto".
Doctores tiene la ciencia económica, pero me gusta arriesgar: tengo para mí que asistimos a un cambio de paradigma en la teoría económica: si el keynesianismo fue una respuesta a la crisis del 29, ¿qué marco teórico dará cuenta del aumento de escala que parece caracterizar a la problemática actual? ¿Cómo conjugar la existencia de una constelación posnacional, en palabras de Habermas, con el punto de vista local que aún defiende las categorías de lo externo y lo interno? Apasionante cuestión que rebasa las pretensiones de este foro. Tanto mejor.
domingo, 21 de febrero de 2010
Los 200 golpes
We met, there's no changing my mind
I won't walk the stairs with you tonight
Going nowhere
The clock moved a quarter of a turn
The time it took a cigarette to burn
She said you got a lot of things to learn
Going nowhere
Saw you move a certain way
Missed you a lot
Return to this abandoned place
Should a been forgot
Echoes drown the conversation out
Echoes that only seem to bring about
A silent expression
Things you may allow
Going nowhere
The steps made a pattern
I'd never seen
I felt like a kid of six or seventeen
I was off in some empty day dream
Going nowhere
It's dead and gone matter of fact
Maybe for the best
Said some things you can't take back
Honestly i guess
The old records
Sitting on the floor
The ones i can't
Put on anymore
He walked over to her like before
Going nowhere
Going nowhere
Going nowhere
La entrada ducentésima de este foro se merece una banda sonora especial. En otra ocasión confesé mi debilidad -¿cómo no sentirla por alguien que roba a Soren Kierkegaard el título de su primer trabajo?- por Elliott Smith y su música etiquetada por quienes muestran afanes clasificatorios como indie, -extraño cajón de sastre donde cabe casi todo-, o -ahórrense la carcajada- como alternativa. Hoy propongo "Going nowhere" (si tiene amigos que lo aprecian, es decir, que lo hayan invitado a spotify pinche aquí y si no es así, siempre nos quedará youtube), a pesar de que la intención que anima este cuaderno de bitácora no sea el deambular sin rumbo.
La sentencia que a modo de oráculo presidió entradas anteriores "somos la primera generación que puede acabar con la pobreza" no ha perdido un ápice de su vigencia, al menos en los ánimos de quien firma.
Que sean 200 más.
Jeffrey Sachs - The End of Poverty 1/3 - MyVideo
miércoles, 17 de febrero de 2010
Deuda (quién le debe a quién)
Por la boca muere el pez. El otro día recordaba a dos alumnos que habían dejado su comentario que el discurso científico se empecina en buscar relaciones causales. Como la economía es una ciencia, resulta evidente la conclusión de que esta disciplina también intenta establecer ese tipo de ligazones. Pero, ¿es la economía en particular y la ciencia en general ajena al discurso ético? Tal vez ése sea el gran interrogante de la filosofía contemporánea.
Este cuestión se incorpora a este foro gracias a la pregunta de Alberto, uno de mis alumnos de 1º de Bachillerato, que a su vez ha conjurado el recuerdo de un libro que en su día me dio que pensar y cuya sinopsis introduce esta entrada. Evidentemente, estoy jugando en dos planos diferentes. En el primero entra en cuestión la tesis de Stangerup en el libro mencionado, ¿se puede ser responsable sin ser libre? o, dicho de otro modo, negar el principio de responsabilidad, ¿no implica en realidad rechazar la condición de ser libre? El segundo remite a la siguiente cuestión: ¿Está obligado un país que contrae una deuda bajo un régimen dictatorial a satisfacerla? Ambos interrogantes, ambos planos en definitiva, confluyen en el concepto de "deuda odiosa". Si se sigue la pista de tal noción, se topa inevitablemente con la definición ya clásica de Alexander Nahun Sack, expuesta en el texto de 1927, "The Effects of State Transformations on their Public Debts and Other Financial Obligations". Para Sacks, 'deuda odiosa' es aquella deuda contraída y gastada en contra de los intereses de la población de un estado, sin su consentimiento, y con pleno conocimiento del acreedor.
En su texto Sacks escribió lo siguiente: "si un poder despótico incurre en una deuda no por la necesidad o en interés del estado, sino para fortalecer su régimen despótico, para reprimir a la población que lucha contra él, etc., esta deuda es odiosa para la población del estado". Y añade: "La deuda no es una obligación para la nación, es una deuda del régimen, una deuda personal del poder que ha incurrido en ella, en consecuencia la deuda cae dentro de este poder... Tales deudas pueden ser consideradas un estorbo para el territorio del estado, ya que no satisfacen las
condiciones que determinan la legalidad de las deudas, esto es: debe incurrirse en deudas del estado por necesidad y en interés del estado. La "Deuda odiosa" concebida como aquella en que se incurre y se utiliza para fines que, con el conocimiento del acreedor, son contrarios a los intereses de la nación, no comprometen al gobierno posterior - en el caso que la nación se libere exitosamente del gobierno que incurrió en ella - excepto que de esas deudas se obtuvieran ventajas reales".
Los defensores de la condonación de la deuda externa defienden que, en muchas ocasiones, se trata de un claro ejemplo de "deuda odiosa". No soy una experta, ni mucho menos, en derecho internacional, pero de la definición de Sack se desprenden dos circunstancias que deben concurrir para que una deuda pueda ser calificada de odiosa. La primera de ellas tiene que ver con el propio acreedor: ha de ser consciente de la condición "odiosa" del préstamo. Este extremo resulta difícil de probar, aun cuando las circunstancias político-sociales del deudor sean obvias.
La segunda condición alude a la complicada declaración ex-ante (antes de que se firme el préstamo) de un estado como 'odioso'. Aunque intuitivamente todo el mundo estaría de acuerdo en calificar una dictadura como tal, no existe un organismo supranacional que sancione un régimen político como odioso y que, por consiguiente, declare todos los acuerdos que pueda firmar como nulos.
¿Es la deuda externa una deuda odiosa? Argentina adversus Ecuador o los límites de la responsabilidad.
lunes, 15 de febrero de 2010
Un americano en París
Au revoir, París; bonjour, Pamplona. Han sido unos días realmente intensos (y fríos) descubriendo los rincones de una de las ciudades más bellas del mundo (al menos de mi mundo conocido). Pero il faut recommencer y a lo grande, esto es, volviendo a la macroeconomía.
Si algo ha quedado claro a mis alumnos de 2º de Bachillerato tras el viaje ha sido la ostentación de la grandeur. Ande o no ande, caballo grande. El orgullo de pertenecer a una nación poderosa parece conformar la forma de estar en el mundo francesa. Paul Krugman, en su blog del New York Times, extiende ese atributo a todo el continente europeo: en su opinión, sólo la arrogancia explica la creencia de los políticos del viejo continente "en el éxito de la moneda única a pesar de que hubiera fuertes razones para creer que no se estaba en disposición de asumirla". La entrada del nobel de Economía lleva por título "The Making of a Euromess" y ha sido publicada el 14 de febrero, día de San Cirilo y Metodio, a la sazón, patrones de Europa. ¿Deliciosa ironía o envenenada flecha de San Valentín?
La tesis de Krugman pasa por afirmar que la falta de disciplina fiscal o su epifenómeno, el déficit público, no explican los apuros económicos en los que se están viendo inmersos los países de la periferia europea, sino la imposibilidad de utilizar instrumentos tradicionales -como la política monetaria- al encontrarse sometidos al corsé de la moneda única. Su tesis se alinea con sus compromisos, si se me permite la expresión, neokeynesianos: la política fiscal como instrumento privilegiado de políticas de expansión de demanda. Para Krugman el ejemplo de España resulta, en este sentido, paradigmático e ilustrativo de la hybris europea:
"Consideremos el caso de España, que en vísperas de la crisis parecía ser un modelo de comportamiento fiscal. Sus deudas eran muy bajas - el 43 por ciento del PNB. en 2007, en comparación con el 66 por ciento en Alemania. Contaba con superávit presupuestarios. Y poseía una regulación bancaria ejemplar.
Sin embargo, con su clima cálido y playas, España fue también la Florida de Europa - y, como Florida, experimentó un gran auge de la vivienda. La financiación para este auge provino en gran parte del exterior del país: hubo ingentes entradas de capital del resto de Europa, de Alemania en particular.
El resultado fue un rápido crecimiento combinado con una inflación significativa: entre 2000 y 2008, los precios de bienes y servicios producidos en España crecieron un 35 por ciento, comparado con un aumento de sólo el 10 por ciento en Alemania. Gracias al aumento de los costes, las exportaciones españolas se hicieron cada vez menos competitivas, pero el crecimiento del empleo continuó su curso gracias al auge de la vivienda.
Finalmente se produjo el estallido de la burbuja. El desempleo español se disparó, y el presupuesto se tornó deficitario. Pero estos números rojos - que fueron causado en parte por la forma en que la caída de los ingresos deprimidos y en parte por gastos de emergencia para limitar los costes humanos de la caída - fueron el resultado, no una causa, de los problemas de España.
Y no hay mucho que el gobierno de España puede hacer para mejorar las cosas. Problema económico del gobierno central es que los costes y los precios se han salido de la línea respecto a los del resto de Europa. Si España todavía tuviera su antigua moneda, la peseta, podría solucionar el problema rápidamente a través de la devaluación - reduciendo el valor de una peseta en un 20 por ciento frente a otras monedas europeas. Pero España ya no tiene su propio dinero, lo que significa que puede recuperar la competitividad, sólo a través de un proceso lento, la molienda de la deflación."
El problema añadido reside en el hecho de que la unión económica no va acompañada de una unión política. Si España fuese Florida no habría sobrepasado la línea inflacionista y, además, se estaría beneficiando de la solidaridad del resto de los estados de la unión.
Duro panorama el que presenta Paul Krugman."Lo que probablemente veremos en los próximos años es un doloroso proceso de abrirse camino: operaciones de rescate acompañadas por exigencias de austeridad salvaje, todo ello en un contexto de altos niveles dedesempleo, perpetuados por la deflación de molienda antes mencionada".
Siempre nos quedará París.
miércoles, 10 de febrero de 2010
Mil años de oración
Vuelvo tras el parón impuesto por los exámenes propios y ajenos. Tras la resaca de la propuesta de reforma de las pensiones, la caída de la bolsa española, los datos del incremento del desempleo y el desayuno de oración más concurrido del planeta. Y no puedo menos que acordarme de la fantástica película de Wayne Wang y preguntarme cuántos años de oración hacen falta para acabar con el ayuno involuntario que padecen millones de seres humanos.
Estoy abordando con mis alumnos de 1º de Bachillerato el espinoso tema (al menos, para ellos) de las matemáticas financieras. Pronto hablaremos de los préstamos. Y justamente, ése es el tema de hoy: la deuda externa. Las economías de muchos países, sobre todo de los denominados Países en Vías de Desarrollo, han de realizar un gran esfuerzo para afrontar los gastos que supone el fuerte endeudamiento contraído con las entidades bancarias, instituciones internacionales y gobiernos de las naciones más desarrolladas. El problema básicamente reside en que la elevada cuantía de los compromisos adquiridos les impide utilizar esos fondos en dotar a sus ciudadanos de unos prestaciones mínimas, cuando no directamente impedir que mueran de hambre.
Para comprender de forma sencilla cuáles son las partes implicadas en este problema recomiendo pinchar aquí. Grosso modo, la cuestión se originó cuando tras las dos crisis del petróleo de los años 70, muchos países se vieron obligados a endeudarse en los mercados internacionales. Parece evidente que cuando alguien se endeuda lo hace porque sus ingresos son inferiores a sus gastos. Esta situación puede obedecer a causas coyunturales, pasajeras o a razones de índole estructural. En este segundo caso, si persiste la situación deficitaria, la deuda lejos de disminuir se incrementará generando un peculiar círculo vicioso: la única manera de devolver lo prestado, pedir otro préstamo, agrava el problema. Y lo hace porque los intereses consiguientemente se incrementarán.
Ante una situación como la descrita, caben tres posibilidades: la primera de ellas consiste en que el deudor se aleje de la situación deficitaria y comience a generar más ingresos que gastos. La segunda, pasa por penalizar al deudor y embargarle los bienes para, de esa forma, satisfacer la deuda. Y la tercera, denominada condonación, requiere que los prestamistas reconozcan y asuman que el pago deviene imposible y perdonen lo debido.
Evidentemente, al fresco le faltan matices y datos; es obvio que esta historia debe ganar en precisión. Vayamos del lado de los deudores: en demasiadas ocasiones, han utilizado el dinero de los préstamos para perpetuar el déficit exterior y público sin molestarse en acometer unas reformas estructurales mínimas o destinándolo a inversiones improductivas (monumentos a mayor gloria del dictador de turno, obras faraónicas, material bélico, enriquecimiento personal). Pero el haber de los acreedores tampoco se presenta inmaculado: en su deseo de obtener beneficios, en ocasiones no se han preocupado por conocer cuál era el destino final del montante prestado. En otras ocasiones, los prestamos han sido interesados: se han concedido bajo la promesa de que los fondos fueran utilizados para adquirir bienes de la propia nación prestataria o para contratrar a sus empresas. En definitiva, una nueva versión del colonialismo del siglo XIX. Nihil novum sub solis.
Por otro lado, en el curso de los últimos años la realidad económica ha derivado hacia una división de la producción mundial. Los países en vías de desarrollo venden materias primas, productos agrícolas y bienes intensivos en mano de obra. Los primeros se sitúan muy próximos a las características de la competencia perfecta, con el consiguiente mínimo margen de actuación sobre los precios, que se han mantenido más o menos estables. Sin embargo, los bienes producidos por los países desarrollados, fundamentalmente bienes intensivos en tecnología, han experimentado un ascenso espectacular. La conclusión es obvia: la tasa de intercambio entre ambos bienes, técnicamente la relación marginal de sustitución, juega en contra de los más débiles.
Por otro lado, los bienes que requieren gran cantidad de mano de obra son producidos por multinacionales de los países más ricos que trasladan su producción a los más pobres con el fin de ahorrar costes: la famosa deslocalización. No obstante, los beneficios no revierten en una mejora de las infraestructuras de los países en vías de desarrollo, sino que retorna a su origen: los países desarrollados.
Hasta aquí el status quaestionis. Queda pendiente un esbozo de las posibles soluciones al problema que diferentes foros e instituciones han sugerido en los últimos tiempos. Pero eso será otro día. París bien vale una misa o mil años de oración. Adieu.
martes, 2 de febrero de 2010
Tiburón
Entre mis incontables carencias se cuenta, sin lugar a dudas, mi falta de recursos oratorios. Aunque ya se sabe que mal de muchos es consuelo vano, creo que resulta característica bastante común. ¿Alguien se imagina en, pongamos por caso, la televisión pública española a un profesor universitario disertando, en movimiento y en una suerte de tribuna ad hoc, sobre algún tema en el que supuestamente es considerado un experto? Pregunta retórica habemus.
Por eso, admiro a quienes se muestran capaces de hablar delante de un público sin acudir a casi ningún apoyo en forma de papeles, ubicuos ppts u obsoletos proyectores de transparencias. Con el aplomo suficiente para hacer juegos de palabras o chistes, sin perder de vista que el auditorio necesita interesarse por el tema y no tanto por quien lo expone. Consideración que implica que el orador está dotado de un prodigioso manejo de los recursos pedagógicos, amén de los conceptos propios del asunto en cuestión. Y en esas dotes, el mundo anglosajón se encuentra a años luz de, al menos, el que nos circunda. A pesar de que la cultura latina contara con oradores de la talla de Marco Tulio Cicerón.
El ponente, John Gerzema, que hablará sobre las oportunidades de la crisis no es Cicerón. No creo tampoco que lo pretenda: aunque casi logre persuadir a su auditorio de que la crisis ha acarreado más beneficios que el gordo de la lotería. Pero sólo casi. Por cierto, ¿por qué con la crisis ha disminuido el número de ataques de tiburones?
lunes, 1 de febrero de 2010
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La construcción de uno mismo, de la propia identidad pasa por ser un proceso complejo. En su libro Les Identités meurtrières, Amin Maalouf se dedica con denodado empeño a desmontar las tesis de quienes afirman que la propia identidad es algo dado o heredado merced a la pertenencia a un determinado grupo étnico, nacional o a cualquier criterio segmentador. El breve exordio que introduce esta obra resulta extremadamente clarificador: "Yo he nacido en un país muy pequeño, con veinte comunidades distintas que tenían dificultades para vivir juntas, y aterricé en un continente donde existen más de veinte pueblos diferentes que se han puesto a construir un proyecto común. Esas dos experiencias me hicieron pensar mucho y así surgió esta obra". Las coordenadas espacio-temporales en las que se desarrolla la trayectoria vital del ser humano son cambiantes. Por eso, en su opinión, la construcción de la propia identidad finaliza únicamente con la conclusión de la propia biografía. Pero lo realmente interesante es que esa construcción se parece más a un proceso sumativo que a uno excluyente. Nos definimos más por la suma de nuestras pertenencias que por aquello que no somos.
Pero, ¿podemos elegir los materiales y el diseño de esa construcción personal? Más allá de los corsés no controlables que imponen el aquí y el ahora, Internet brinda al ser humano la posibilidad de crear una segunda identidad: el yo virtual. Y de eso precisamente hablaba en la clase de economía de hoy, al abordar la cuestión de las oportunidades que para el marketing ofrecen las nuevas tecnologías. Como certeramente apunta Martha Karge en este interesante (y breve artículo) "the digital self in cyberspace challenges traditional notions of the self and calls for redefinition of the self when extended into cyberspace". Este "yo virtual" puede sustraerse a las condiciones del aquí y el ahora: habita en un espacio junto con otras identidades digitales y es incorpóreo y, de alguna forma, ha logrado establecer un "yo" distribuido y que opera en muchos mundos a la vez(una suerte de ubicuidad virtual). Como consecuencia el propio concepto de identidad pierde su consistencia para transformarse en algo múltiple, fluido, lo que parafraseando a Bauman podría considerarese como "identidad líquida".
Las consecuencias de todos estos cambios resultan cuando menos inquietantes. Hay quien habla del homo noosferensis. Apasionante, sin duda.