lunes, 15 de febrero de 2010

Un americano en París

"Siempre nos quedará París" (Rick a Ilsa en Casablanca)



Au revoir, París; bonjour, Pamplona. Han sido unos días realmente intensos (y fríos) descubriendo los rincones de una de las ciudades más bellas del mundo (al menos de mi mundo conocido). Pero il faut recommencer y a lo grande, esto es, volviendo a la macroeconomía.

Si algo ha quedado claro a mis alumnos de 2º de Bachillerato tras el viaje ha sido la ostentación de la grandeur. Ande o no ande, caballo grande. El orgullo de pertenecer a una nación poderosa parece conformar la forma de estar en el mundo francesa. Paul Krugman, en su blog del New York Times, extiende ese atributo a todo el continente europeo: en su opinión, sólo la arrogancia explica la creencia de los políticos del viejo continente "en el éxito de la moneda única a pesar de que hubiera fuertes razones para creer que no se estaba en disposición de asumirla". La entrada del nobel de Economía lleva por título "
The Making of a Euromess" y ha sido publicada el 14 de febrero, día de San Cirilo y Metodio, a la sazón, patrones de Europa. ¿Deliciosa ironía o envenenada flecha de San Valentín?

La tesis de Krugman pasa por afirmar que la falta de disciplina fiscal o su epifenómeno, el déficit público, no explican los apuros económicos en los que se están viendo inmersos los países de la periferia europea, sino la imposibilidad de utilizar instrumentos tradicionales -como la política monetaria- al encontrarse sometidos al corsé de la moneda única. Su tesis se alinea con sus compromisos, si se me permite la expresión, neokeynesianos: la política fiscal como instrumento privilegiado de políticas de expansión de demanda. Para Krugman el ejemplo de España resulta, en este sentido, paradigmático e ilustrativo de la hybris europea:

"Consideremos el caso de España, que en vísperas de la crisis parecía ser un modelo de comportamiento fiscal. Sus deudas eran muy bajas - el 43 por ciento del PNB. en 2007, en comparación con el 66 por ciento en Alemania. Contaba con superávit presupuestarios. Y poseía una regulación bancaria ejemplar.

Sin embargo, con su clima cálido y playas, España fue también la Florida de Europa - y, como Florida, experimentó un gran auge de la vivienda. La financiación para este auge provino en gran parte del exterior del país: hubo ingentes entradas de capital del resto de Europa, de Alemania en particular.


El resultado fue un rápido crecimiento combinado con una inflación significativa: entre 2000 y 2008, los precios de bienes y servicios producidos en España crecieron un 35 por ciento, comparado con un aumento de sólo el 10 por ciento en Alemania. Gracias al aumento de los costes, las exportaciones españolas se hicieron cada vez menos competitivas, pero el crecimiento del empleo continuó su curso gracias al auge de la vivienda.


Finalmente se produjo el estallido de la burbuja. El desempleo español se disparó, y el presupuesto se tornó deficitario. Pero estos números rojos - que fueron causado en parte por la forma en que la caída de los ingresos deprimidos y en parte por gastos de emergencia para limitar los costes humanos de la caída - fueron el resultado, no una causa, de los problemas de España.
Y no hay mucho que el gobierno de España puede hacer para mejorar las cosas. Problema económico del gobierno central es que los costes y los precios se han salido de la línea respecto a los del resto de Europa. Si España todavía tuviera su antigua moneda, la peseta, podría solucionar el problema rápidamente a través de la devaluación - reduciendo el valor de una peseta en un 20 por ciento frente a otras monedas europeas. Pero España ya no tiene su propio dinero, lo que significa que puede recuperar la competitividad, sólo a través de un proceso lento, la molienda de la deflación."


El problema añadido reside en el hecho de que la unión económica no va acompañada de una unión política. Si España fuese Florida no habría sobrepasado la línea inflacionista y, además, se estaría beneficiando de la solidaridad del resto de los estados de la unión.

Duro panorama el que presenta Paul Krugman."Lo que probablemente veremos en los próximos años es un doloroso proceso de abrirse camino: operaciones de rescate acompañadas por exigencias de austeridad salvaje, todo ello en un contexto de altos niveles dedesempleo, perpetuados por la deflación de molienda antes mencionada".


Siempre nos quedará París.

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