"De todas las variedades de virtud la generosidad es la más estimada". Aristóteles
Reconozco que no comparto la afición de muchos de bautizar a las distintas generaciones con letras, acrónimos o conocidas marcas. Entre otras cosas porque siempre he desconfiado de los nombres colectivos que, a la postre, en su afán totalizador, acaban por no identificar a nadie. Pero, en fin, sea.
Estas reflexiones vienen suscitadas tras la lectura de un interesante artículo sugerido en el último foro al que me he suscrito, -una mima sus pequeños vicios-, y que aludía a la llamada generación G. El texto en cuestión viene firmado por Tino Fernández y lo pueden leer pinchando aquí.
Lo traigo a colación porque en el fondo plantea un panorama bastante menos sombrío que el que yo recogía en mi entrada de ayer. Ma non troppo. Por si no han reparado en ella, me permito citar esta frase: "Ser cada vez menos rígido en la interacción con los clientes es otro valor apreciado por la Generación G y su 'mentalidad generosa' en términos corporativos. Y esto se traduce en políticas flexibles para los clientes fieles, en recomendar a un competidor para ayudar a un cliente." He de admitir que este tipo de afirmaciones despiertan mi habitualmente aletargado escepticismo. Escepticismo que, en este caso, es doble: en primer lugar porque dudo de la existencia de una generación así; asunto bien diferente es que constituya una suerte de desideratum; sería (altamente) deseable que los trabajadores fueran responsables e innovadores, adoptaran comportamientos ecológica y socialmente comprometidos y, sobre todo, orgullosos de formar parte de la organización en la que trabajan.
Me temo que la realidad es bastante diferente, pero también admito que mi afirmación no deja de ser una tesis sin mayor fundamento in re, al menos sólo está basada en las pocas observaciones que he podido recoger tras charlas privadas. Pero, incluso admitiendo que pudiera estar equivocada y que la existencia de esta nueva generación de jóvenes, lo cierto es que el concepto de 'generosidad' que enseña su patita, esconde al viejo lobo vestido de corderito amable. La "altruista" recomendación se limita a los buenos clientes; esperando que tan loable gesto sea recompensado de alguna manera. Evidentemente, menos da una piedra. Lo que quiero señalar es que la lógica del discurso no ha variado demasiado: capitalismo con rostro humano y amable, pero capitalismo al fin y al cabo.
Me quedo, no obstante, con la última frase :"otro ejemplo de esta nueva mentalidad es el desarrollado por esta misma compañía en Suecia, donde pone a disposición de los agotados compradores de Estocolmo las instalaciones de Sovhotel, un establecimiento al que los clientes pueden acudir para echar una cabezada durante al menos 15 minutos." Sin duda, todo un detalle.
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