"Un primer curso de economía no permite dominar todos sus intrincados y esotéricos temas, pero puedo decirle basándome en la experiencia de estudiantes de todo el mundo que el mejor curso de economía es el de introducción. Una vez que haya entrado este nuevo y extraño jardín de ideas, el mundo nunca será igual. Y cuando dentro de unos años recuerde la experiencia, incluso lo que no entendía mucho entonces habrá madurado claramente." Paul Samuelson
martes, 29 de septiembre de 2009
Global hero
Dos de mis alumnos de Bachillerato, Lorea y David, se han enfrascado en un interesante debate en torno a una de las figuras empresariales que, junto con Bill Gates (pinchando aquí los encontrarán juntos, no sé si revueltos), más ha influido en el modus vivendi sobre todo, aunque no sólo, occidental. La discusión se centraba en torno a la figura del entrepreneur de libro, Steve Jobs, fundador de Apple y la cultura organizativa de esta conocida empresa. Hacía tiempo, alguien me había facilitado un enlace del discurso que Steve Jobs pronunció al ser nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Stanford. Pese a que admiro a quienes disponen de los suficientes recursos retóricos como para conmover y persuadir a un auditorio, no me reconozco aficionada a los discursos grandilocuentes o las arengas sentimentales. Admito que haya quien no considere la mentada alocución como exponente de ese género. En definitiva, decidí aparcar el enlace para una ocasión mejor que sin duda ha llegado.
Dejando a un lado el mensaje, moraleja o enseñanzas del discurso, lo cierto es que tras escuchar a Steve Jobs no resulta difícil creer la descripción que de él hacen sus colaboradores -no tan idílica como el vídeo que adjunto presenta- y que atinadamente recogía Lorea. Y dando un paso más, no resulta tampoco difícil colegir que encarna a la perfección la teoría del empresario innovador del economista austriaco Joseph Alois Schumpeter. El empresario, en la consideración schumpeteriana, es netamente un líder: una persona que está dotada de unas cualidades especiales que van más allá de la asunción de riesgos empresariales. La actividad o, más bien, la propia condición del empresario puede entenderse, desde esta perspectiva, como un factor de producción más: tan esencial como los archiconocidos tierra, trabajo y capital. Su función de motor de innovaciones deviene conditio sine qua non no sólo del sistema capitalista de producción, sino del mismo crecimiento económico. Es evidente que crecer supone romper una condición de equilibrio. Pues bien, dicho equilibrio se rompe a través de la intervención del empresario líder que impulsa las innovaciones con las que la empresa que las realiza se erige en monopolio. La teoría básica afirma que únicamente los mercados imperfectos arrojan beneficios extraordinarios a largo plazo: por consiguiente, en el sistema económico capitalista existen incentivos para tratar de dar al traste con el equilibrio.
Hasta aquí el marco teórico. La práctica de hoy consistirá en escuchar al propio Steve Jobs e intentar -como si de la prueba del algodón se tratase- confirmar si se ajusta al paradigma schumpeteariano. Ya me contarán.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
The corporation
Más allá del interés que puede sin duda concitar la etimología del término, mis alumnos de 2º de Bachillerato han reflexionado sobre la importancia que la empresa ostenta en el sistema económico capitalista (aún en su versión welfare state). La empresa, desde un punto de vista general, es la gran proveedora de bienes y servicios que permiten satisfacer las tan manidas necesidades humanas. Pero además de esa función general, la empresa puede ser entendida como una institución con una importante dimensión social en la medida en que genera (o destruye) riqueza y empleo. Sin embargo, los afanes clasificatorios encuentran siempre sus limitaciones. La multitud de realidades que comparecen bajo el término 'empresa' provoca que cualquier alusión peque necesariamente de injusta. A pesar de que toda organización tenga vocación de productora de bienes o prestataria de servicios, lo cierto es que resulta complicado encerrar en la misma categoría conceptual al ultramarinos de la esquina y a una gran corporación.
Las grandes corporaciones se erigen en mis protagonistas del día. Y lo hacen de la mano de un documental que espero proyectar en clase de 2º de Bachillerato. Su título es The corporation y como reza el resumen de la carátula "es un documental de investigación que analiza la verdadera naturaleza de las empresas multinacionales, su cada vez más ilimitado poder y el impacto que provocan en nuestro entorno". El esquema narrativo del documental constituye en mi opinión su principal virtud: dado que las corporaciones han adquirido la consideración de "personas jurídicas" tal vez sea lícito realizar un diagnóstico de su peculiar personalidad acudiendo al conocido Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, el conocido entre los psiquiatras y psicólogos como DSM IV. El resultado es demoledor: el examen pormenorizado y sobre todo clínico de las prácticas llevadas a cabo por las grandes corporaciones las asimila a la psicopatía.
Evidentemente el documental no es ajeno al punto de vista político; resulta complicado, cuando no imposible, narrar y no juzgar. El eterno problema de la objetividad (o de la falta de). No creo que constituya un problema para los comentaristas que glosan las "bondades" de las corporaciones: Noam Chomsky, Naomi Klein y Michael Moore (pesadilla entrada en carnes de los Bush): los compromisos ideológicos de los tres son públicos y nada sutiles, por cierto. Aunque también tiene voz el fallecido Milton Friedman, uno de los insignes economistas del siglo XX. Es importante tener en cuenta los referentes desde los que se mira la realidad. No obstante, lo realmente interesante es la posibilidad de apreciar las sombras, aun con sus distorsiones innegables. Lo que inevitablemente conduce a la economía normativa. Al fin y al cabo, al mundo en general y al económico en particular le hace falta que lo cambien y lo rediman. Brecht dixit.
martes, 22 de septiembre de 2009
Freaks
La sorpresa es un regalo en forma de libro electrónico. La sorpresa es hurgar en el libro electrónico (o más bien, en su memoria) y encontrar Freakonomics. Aunque tenía noticia de su existencia, una especie de letargo estival -que de forma inmisericorde se apoderó de mí- posponía su lectura. Encontrarlo en el interior de mi lindo juguetito ha sido una señal. Tal vez de un otoño que asoma con nuevos bríos. Dado que mis alumnos han comenzadocon más que renovadas energías y el tiempo es el recurso escaso par excellence, recurriré al viejo truco del almendruco, también llamado youtube para ir abriendo boca (y de paso oído porque está en inglés). Prometo que este no es el fin de Freakonomics.
lunes, 21 de septiembre de 2009
Soul Kitchen
Sostiene el texto de obligado estudio para mis alumnos de 2º de Bachillerato que la empresa es motor de innovaciones. Se está tentado a pensar que el carácter de esas novedades es siempre científico o tecnológico. Pero hay vida más allá de la ciencia y yo la he encontrado... ¿La empresa es motor de innovaciones o la innovación es el motor de esta empresa?
jueves, 17 de septiembre de 2009
La pérdida
Poseo un espíritu de almanaque orlado de citas edificantes. Nadie es perfecto que diría Joe E. Brown en Con faldas y a lo loco (maravillosa película para un domingo preinvernal). Para muchos, un aroma resulta motivo de evocación, para Proust, el sabor de una magdalena (amantes de los azares pulsen aquí) invoca los recuerdos más huidizos. En mi caso, una fórmula archirrepetida en las clases de economía despierta una suerte de pedantería atávica que se traduce en la utilización de una wikicita o wikiquote. En este caso, el aroma, la magdalena o pasta de té ha sido la idea de que las necesidades son ilimitadas y los medios escasos y en mi mapa de conexiones remite a la frase de Hölderlin que reza "el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona". El sentido último de la sentencia no es el mismo que el de la idea que he de transmitir a mis principiantes recién incorporados, pero apunta a esa tensión existente en toda vida humana entre la realidad y el deseo. Entre la inmensidad de los fines y la precariedad de los medios.
Un simple análisis de las circunstancias vitales de cada uno, arrojará como resultado la constatación de que las necesidades del ser humano son múltiples y susceptibles de infinito desarrollo. Existe la necesidad de alimentarse cada día, de ingerir una cantidad mínima de líquidos, de vestirse, de habitar bajo techo, descansar; si se indaga en cada uno de estos requerimientos, siempre es posible encontrar algún requisito más que demanda ser satisfecho. Además, la historia brinda abundantes ejemplos de necesidades nacientes que son alumbradas tras la satisfacción de otras tal vez más perentorias. En el hombre conviven naturaleza y cultura y ésa es la razón por la que, una vez cubiertas las necesidades de índole más fisiológica, ha de habérselas con otras más sofitiscadas, más elaboradas. (Véase al respecto una entrada más antigua dedicada a la famosa pirámide de Maslow). Es más, incluso la forma de satisfacer las necesidades fisiológicas está mediada por la cultura: la gastronomía propia de cada región es un claro ejemplo de este apunte.
No hay límite en este proceso, ni cabe imaginar la posibilidad de que se alcance un punto de inflexión a partir del cual todas las necesidades posibles sean satisfechas. Ni tan siquiera los integrantes de la lista Forbes que recoge los nombres de los más ricos del planeta escapan a la necesidad de elección. La limitación humana -siquiera temporal, aunque no sólo- explica que así sea.
El problema de la escasez no ha de ser comprendido, por consiguiente, en términos absolutos, sino relativos a esa capacidad infinita de experimentar necesidades. Esto es, está más emparentada con la insatisfacción que con la carencia de. De ahí que, los seres humanos se vean forzados a decidir cómo emplear unos recursos per se limitados para alcanzar la máxima satisfacción posible de sus necesidades. A causa de que las necesidades no pueden satisfacerse por completo y a que los medios disponibles pueden utilizarse de diferentes maneras para obtener diferentes fines, debe darse una elección entre fines y medios. La escasez implica que la elección es ineludible - perder o renunciar a una cosa a favor de otra, o lo que es lo mismo, asumir los costes de oportunidad. Elegir siempre comporta una pérdida. Eso o aceptar la máxima estoica también citada en estas páginas "pobre no es el que tiene poco sino el que mucho desea".
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Tengo una casa
Sócrates: Dime, Critóbulo, ¿hay alguna profesión que se llame Economía, así como hay ciencia médica y oficios de herrero y carpintero?
Critóbulo: Yo así lo juzgo
Sócrates: Y pregunto, así como podemos determinar los objetos de estas artes, y las materias de cada una, ¿podremos igualmente demostrar de la economía cuáles son sus operaciones?
Critóbulo: Sí por cierto, el objeto del buen ecónomo es gobernar bien su propia casa"
Jenofonte, La economía y los medios de aumentar las rentas públicas de Atenas
No es necesario remontarse a Kant y a su famosa -al menos para los casi inexistentes estudiantes de filosofía- tercera antimonia entre naturaleza y libertad para detectar que las ciencias humanas presentan una diferencia cualitativa con respecto a las ciencias de la naturaleza. La razón de la divergencia es la presencia de un elemento perturbador: la libertad humana. La revolución metodológica que supone la entrada en escena de esa variable confiere a las ciencias humanas un status especial que para muchos, Samuelson entre otros, ha puesto en tela de juicio su condición de verdadera ciencia.
Sin embargo, no quiero comenzar esta nueva temporada con digresiones metaeconómicas: únicamente pretendo mostrar, como los alumnos de 1º de Bachillerato han aprendido hoy, que la economía es la ciencia de la libertad entendida en su acepción de 'elección'.
La afirmación de que únicamente se elige cuando se tiene necesidad de hacerlo puede resultar obvia. Tal vez el cometido de un enseñante sea poner de manifiesto lo que todo el mundo da por sentado. Si dispongo de 10.000 euros y quiero emprender dos viajes a México y Argentina que cuestan 5.000 euros no he de realizar ninguna elección. El problema comienza cuando mi presupuesto se limita -hermosa ficción- a 5.000 euros: la elección en ese caso deviene ineludible. De ahí que haya que señalar que la elección sólo tiene sentido cuando los recursos son escasos. Otro problema diferente será determinar qué se entiende por escasez, pero esa es otra historia con cualidades suficientes como para erigirse en protagonista de otra entrada.
Dado que los recursos son escasos, estamos condenados a elegir, y, por ende, a administrar nuestros bienes si queremos obtener el mayor partido de ellos. Esa idea de administrar, de organizar adecuadamente los usos de esos recursos limitados, está presente en el propio nacimiento del término "economía", cuya etimología griega -Jenofonte suele ser citado extraoficialmente como el progenitor de la criatura- remite a la bella expresión "administración del hogar". Aunque este significado originario no agote el objeto de esta ciencia, no suena mal como aproximación pensar en ella como la garante de la buena administración de la casa, aunque ésta tenga las dimensiones de la aldea global.
Jenofonte dixit.