"Nunca pienso en el futuro. Llega enseguida". Albert Einstein.
Entre las pertenencias con las que el ser humano viene dotado de serie se cuenta la tendencia de proyectar el y de proyectarse en el futuro. Este atributo no deja de ser sorprendente. Sobre todo si se tiene en cuenta que en la sala de máquinas de su existencia no hay siempre lugar para sus deseos. Esa mirada hacia el frente comprende el propio devenir y sus avatares. ¿Quién no se ha formulado la pregunta acerca de qué será de él o de ella dentro de, pongamos por caso, 35 años?
Hagamos la prueba. Cierre los ojos y diga cómo se ve. Con todas las prevenciones apuntadas tres líneas más atrás, la que escribe contestaría que, caso de seguir en este mundo, se ve trabajando. Fernández Ordóñez, a la sazón Gobernador del Banco de España, caso de conocerme, me vería de la misma forma.
No es, sin embargo, una cuestión de casuística. El famoso Pacto de Toledo de 1995, consensuado por la mayoría de las fuerzas políticas del momento, parece hacer aguas, al menos en su versión original (probablemente sin subtítulos). En este documento, que inicialmente recibió el menos práctico nombre de "Informe de la Ponencia para el análisis de los problemas estructurales del sistema de la Seguridad Social y de las principales reformas que deberán acometerse", se incluye este breve exordio:
"La preocupación social sobre el futuro del sistema publico de pensiones, a raíz de las circunstancias actuales que le afectan, hace que el Congreso de los Diputados se inicie, en septiembre de 1993, un proceso de reflexión, mediante la tramitación, debate y aprobación de una Proposición no de Ley por la que se plantea la creación de una Ponencia en la Comisión de Presupuestos de la propia Cámara, con el fin de estudiar el sistema de la Seguridad Social y hacer al Gobierno las propuestas o recomendaciones necesarias para mantener el actual sistema y garantizar su viabilidad futura."
El párrafo mencionado está imbuido de una suerte de optimismo metafísico que, a la luz de los nuevos tiempos, lo convierte en un ejemplarizante ejercicio de buenismo económico. Lo que hoy precisamente está en tela de juicio es la misma posibilidad de que el sistema sea viable. Tal vez ayude explicar los dos sistemas de pensiones más habituales: el de capitalización y el de reparto.
En el primero cada trabajador va aportando a lo largo de su vida laboral un porcentaje de su sueldo a un fondo de pensiones, para formar un capital que le permita, al jubilarse, asegurar un rendimiento suficiente para cubrir sus necesidades cuando el sueldo ha desaparecido.
El modelo de reparto está basado en el principio de solidaridad. Solidaridad intergeneracional: una generación en activo, con sus cuotas a la seguridad social, soporta el pago de las pensiones a otra generación ya jubilada. Una generación, por tanto, no depende de lo que haya hecho por sí misma sino de lo que la generación más joven y en activo sea capaz de financiar. Es evidente que las tendencias demográficas que hablan de tasas de natalidad bajas y una esperanza de vida creciente juegan en contra de su sostenibilidad. Cada vez son menos los que soportan a más. Este, sin embargo, es el sistema de pensiones de nuestro país cuya viabilidad está siendo puesta en entredicho. De ahí, que se hayan alzado muchas veces que afirman que el único sistema viable a largo plazo es el de capitalización. Otros, más moderados, abogan por un sistema mixto y los menos defienden a capa y espada el sistema actual.
¿Qué nos cabe esperar? Es sin duda la gran cuestión.
4 comentarios:
Estimada señorita:
Puesto que a ambos nos mueve el amor a la cultura, (he visto en su perfil que una de sus aficiones es la literatura) deseo invitarla a leer el último artículo: “María Jesús Almendro Sánchez; una escritora en ciernes”, que he colgado en mi blog. En el comento de forma breve y concisa lo difícil que es para un escritor novel abrirse camino en el mundo de la cultura nacional española.
¿Qué implica escribir?
¿Existen precios inaceptables, peajes infames a la hora de acceder el escritor, aún desconocido al escenario del reconocimiento y rechazo públicos?
Espero que mis letras sean de su agrado.
Un fuerte abrazo desde tierras canarias.
Hola Begoña
Me alegro de que hayas recuperado las buenas costumbres y me alegro de poder leerte otra vez.
Hoy me voy a ir a las nubes, tal vez porque alguien me ha recordado que a veces vivo en ellas.
Sobre la cuestión que planteas, en mi mente está bastante claro hacia que modelo caminamos: un modelo mixto de pensión estatal complementado por la individual que uno se va generando durante sus años de trabajo. Y este modelo no es sino el preludio de un modelo en el que el Estado no interviene. Terminará por llegar.
No somos una isla, hay otros países que siguen modelos como el nuestro. Pero también hay otros países que ya están en el modelo plenamente mixto (Estado + Individuo o Empresa --- que en el fondo empresa o individuo es lo mismo en este particular aspecto). Y otros países están básicamente en el de previsión individual, sin apenas aparición del Estado. Precisamente estos países son los que están a la cabeza del capitalismo. Así que, si el mundo capitalista permanece, el camino hacia el que avanzamos es claro: la solidaridad intergeneracional se terminará tarde o temprano. Afortunadamente.
Y no digo afortunadamente de manera gratuita. Cuando alguien se decida a hacer los números de la sobrepoblación mundial necesaria para mantener el sistema intergeneracional, descubrirá una cosa. Que con el incremento de la edad media de esperanza de vida, la cantidad de personas necesaria para mantener el actual modelo es escalofriante. Aunque no todos los países estén en el modelo español, tendríamos un problema mayor que el de las pensiones: el de los recursos.
También afortunadamente, la tasa de población terminará por tener un medio de autocontrol. Las pirámides se volverán columnas. Las personas llegarán a los 100 años de vida. Se jubilarán cuando puedan. Pero aún así, la solidaridad intergeneracional será insostenible.
A largo plazo, el tema está claro.
También en las pensiones el mundo egoísta terminará por aplicar el castizo "que cada palo aguante su vela". El problema será para aquellos que vivamos la transición, que durará sus buenos ¿100 años?
Pero hablar del año 2050 ó 2100 es duro hasta para los que algunos días vivimos en las nubes.
Lo que no es de recibo son las unánimes y masivas críticas a quien se atreve a decir la frase "algo habrá que hacer".
Pero eso no es lo peor.
Cuando es tan claro que al menos vamos a un modelo mixto, hace año y medio, en plena precampaña electoral nacional hubo quien se atrevió a cuestionar los incentivos fiscales que actualmente tienen las aportaciones a los planes de pensiones individuales. Una de las aberraciones más grandes que he escuchado a un político en mi corta vida.
Aquel día decidí bajar de las nubes y me di cuenta de que, en este aspecto, los que tienen que subir a las nubes, son los políticos. Desde ellas, tan alto, se tiene otra perspectiva. Y al menos, desde allí, uno es capaz de ver más allá del horizonte temporal de cuatro años que parece ser un implante genético realizado a la gran mayoría de los políticos. Y este tema, sólo se puede ver bien con perspectiva plurilustriana (y que la RAE me perdone el exabrupto).
También desde aquel día, cuando alguien me dice que estoy en las nubes, suelo indicarle desde dónde se coge el teleférico que lleva hasta aquí.
La verdad, hay veces en las que no se está tan mal en las nubes.
Gracias por la provocación,
David
Estimado señor:
Muchas gracias por su intervención en este foro. Después de leer la entrada de su blog puedo asegurarle que ha sido todo un placer.
Un saludo desde Pamplona:
Begoña
Buenas noches, David:
Yo también me alegro de que hayas recuperado tu costumbre de intervenir en este foro y aportar tus siempre interesantes reflexiones.
Me da la impresión, por otro lado, que las nubes a las que te has subido son bajas, casi diría que rozan el suelo por lo certero de tu
reflexión.
Aunque las previsiones a largo plazo no suelen funcionar en la ciencia económica, no puedo menos que estar de acuerdo con tus vaticinios. Por dos razones que tú de alguna manera recoges: la primera refuerza la idea de que va a ser necesario disponer de un plan de pensiones privado y es de orden matemático-demográfico: unos pocos (cada vez más mermados) no pueden sostener a los muchos (cada vez más crecidos).
La segunda, sin embargo, refuerza la idea de que el complemento público tiene todavía mucha vida por delante. En un ciclo electoral tan corto como el español, ningún gobierno con pretensiones de perdurabilidad será capaz de asumir la desaparición del sistema público de pensiones. Tú hablas de una mediación cuasinecesaria (yo también invento términos) en la forma de sistema mixto que desembocará casi inexorablemente en un sistema de capitalización privada. Al margen de que no me parece deseable,-yo también poseo un terrenillo en las nubes y creo que si el Estado de bienestar no existiese habría que inventarlo- no me parece probable. Aunque tal vez me equivoque y sea mi deseo de no renunciar al principio de solidaridad intergeneracional el que me impide apreciar su cercana extinción. Tal vez. Mis ensoñaciones no me llevan sin embargo a no compartir contigo la idea de que es necesario incentivar fiscalmente los planes de pensiones individuales. Sobre todo si se carece de un plan B o, mejor dicho, si se sabe que el plan A en sus términos actuales es necesariamente inviable.
En cualquier caso, gracias por entrar en la provocación. Todos ganamos.
Begoña
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