"While economists are constantly thinking about the things going on around them, they are not limited to discussing local matters" (Tim Harford)
United States of me. Reconozco que resulta difícil reprimir a la escéptica que se apodera de mí cuando escucho hablar de best-sellers económicos. Tal vez porque la ignorancia es muy atrevida y desconoce el número de ejemplares de un libro que han de venderse para ingresar en el selecto club de los superventas. Como sospecho que, en lo referente a gustos (o disgustos) librescos, la ficción supera a la realidad (que Oscar Wilde me perdone), mantengo que el umbral de ventas que hace a una publicación económica salir por la puerta grande resulta ser sensiblemente inferior al de otros géneros menos difusos. Todo es cuestión de dónde se sitúa el contador.
Por eso, me sorprendió conocer que el trabajo del que hoy quiero hablar ha engatusado a más de 400.000 lectores. Ni el propio Zapatero fue capaz de sustraerse a su embrujo; tanto es así que apareció con un volumen debajo del brazo en el debate de los Presupuestos Generales del 2008. No saquen conclusiones precipitadas, que los veo venir. En cualquier caso, estas cifras resultan de una ridiculez pasmosa cuando se comparan con las ventas de un verdadero best-seller como el famoso Código da Vinci. 80 millones de ejemplares vendidos y, lo que es peor, leídos (confieso ser una de sus lectoras, pecadillos de juventud). Por cierto, que la trilogía Millenium lleva camino de no arredrarse frente al monstruo "marrón".
El libro en cuestión se titula El economista camuflado y está firmado por Tim Harford (no se lo pierdan intentando persuadir al auditorio de que "un economista es alguien que piensa que la vida es lógica después de todo") . Si lo traigo a colación a este foro es porque en uno de sus capítulos aborda una cuestión que he explicado en mi clase de economía de 1º de Bachillerato. La teoría de la ventaja comparativa de David Ricardo. Confieso que, por lo que llevo leído del libro, -me faltan unas páginas para su consumo final- coincido plenamente con la crítica de Joaquín Ricarte publicada en El País. Pero aún así, no he podido evitar caer en la tentación de citarlo en estas líneas. Espero sus comentarios. Sobre todo si se tienen por proteccionistas.
"La ventaja comparativa es la base de la manera en que los economistas piensan sobre el comercio (...)
El consejo de Ricardo se torna más polémico cuando se trata de comerciar con los chinos. "Los salarios de los chinos son tanto más bajos que los nuestros,” gritan los proteccionistas. “Pueden hacer las televisiones y los juguetes y las ropas y todas las clases de cosas mucho más barato que nosotros. Debemos proteger a nuestros productores locales con un gravamen sobre los productos chino producto-o quizás una prohibición directa.”
Y así lo hacemos. Los Estados Unidos defienden los intereses de compañías americanas (pero no de los ciudadanos americanos) bloqueando las importaciones chinas con leyes “antidumping”. El dumping, según estos leyes, supone vender productos a precios más bajos. Pero la verdad es que no se trata de dumping, sino de competencia. ¿Quién se beneficia cuando, por ejemplo, se bloquean los muebles chinos porque están deslealmente baratos? Los fabricantes de muebles estadounidenses, tal vez; ciertamente, no el americano medio que quiere comprar un mueble.
Muchos europeos, mientras tanto, no pueden acceder a los grandes televisores de alta definición porque la Unión Europea está intentando desesperadamente prevenir que entren desde China. El acero -que hoy en día, produce China en mayor cantidad que EEUU y Japón juntos- recientemente fue objeto de aranceles ilegales impuestos por EEUU. La agricultura está, incluso, más fuertemente protegida.
¿No es necesario detener lo que, de otra manera, sería una inundación de productos extranjeros baratos, bajo la cual, nuestra industria nacional se ahogaría? No, no lo es. EEUU debería producir bienes y servicios no preguntándose qué puede producir más barato que China, sino concentrándose en aquello que sabe producir mejor.
La perspicacia de Ricardo reside en que las barreras comerciales (ya se trate de subvencionar a nuestros agricultores, de normas para la industria textil o de gravámenes sobre los televisores) perjudican tanto a los chinos como a nosotros. No importa si los chinos realmente son mejores que nosotros fabricando cualquier cosa: deberían limitarse a producir todo aquello que su economía produce de una manera más eficiente. Mientras tanto, nosotros, a pesar de que (aparentemente) somos peores en todo, deberíamos limitarnos a producir aquello en somos menos malos."
3 comentarios:
Buenos dias Begoña:
Apesar de que en clase hayamos dado la teoría de la ventaja comparativa, siempre viene bien observar un caso práctico y real sobre lo dado.
En nuestra opinión, aunque al principio sea malo para el consumidor, el proteccionismo que está realizando EEUU y la UE para frenar al comercio chino tiene como objetivo un mayor desarrollo de los productos de nuestro país; lo que dara mayor empleo, y si se especializan los productos interiores se dara una mayor especialización y podrá competir con un mayor nivel contra China, tanto en calidad como en precios.
A pesar de que China produzca más y venda más, eso no quiere decir que los productos realizados sean de mejor calidad, sino que tienen un coste bajo ya que tiene un coste de mano de obra más barata. Ya que China se esta abriendo al comercio, los trabajadores de dicho país se daran cuenta que los trabajadores de Occidente, por realizar el mismo trabajo, reciben un mayor salario, por lo que tarde o temprano, los chinos reclamarán un aunmento de sueldo, o en su defecto igualdad; por lo que aumentarán los costes de producción y de los productos. Esto supondrá una barrera interior e individual para el país.
Saludos Lorea, Leire y Adriana.
Buenas tardes, Begoña:
Yo creo que la competencia se debería dar entre lo que dos países saben hacer bien, es decir, estén especializados. No es lo mismo comparar unas naranjas de Valencia con unas nueces de California, aunuqe ambos sean frutos, pues los tratos que reciben no son los mismos y por tanto su valor económico no es el mismo. Lo que quiero decir es que está bien que cada país se especialice en aquello que sabe hacer mejor, pero no podrá hacer competencia con lo que otro país haga mejor, si sus productos son diferentes y aunque sean los mismos, seguramente las condiciones en que se fabriquen o cultiven dichos productos no serán las mismas y eso es lo que hace subir o bajar los precios.
Por otro lado, las chicas de 1º tienen razón; el mercado chino es más barato porque los salarios de sus trabajadores son más bajos que los nuestros, pero esta diferencia se acabaría si los trabajadores chinos reivindicaran salarios y condiciones laborales mejores o iguales a las nuestras.
Por otro lado, crear aranceles, opino yo, no es más que cerrar el propio mercado nacinal. Es decir, si se pone barreras el mercado de televisores fabricados en China, sí, se poyencia el mercado interior, pero no todos los países fabrican de todo; si fuera así, cada país sería una especia de "autarquía", lo cual no beneficiaría la economía interna del país.
Sin embargo, creo que tanto las importaciones como las exportaciones deberían controlarse, para evitar el mercado negro, por ejemplo.
Yaiza
Buenas noches a todas.
Interesantes, sin lugar a dudas, las opiniones suscritas en vuestros comentarios. Estáis apuntando a uno de los debates de más raigambre en el pensamiento económico y que, me temo, no se ha cerrado (probablemente porque no quepan posturas definitivas y porque, en última instancia, la realidad suele estar coloreada de gris). Me estoy refiriendo a la controversia proteccionismo/librecambismo.
Hay argumentos para todos los gustos; si bien es cierto que el principio de realidad se impone y los hechos parecen demostrar que los vientos soplan a favor del librecambio. La existencia de organismos como la Organización Mundial del Comercio (a la que pienso dedicar una entrada próximamente) parecen confirmar esta tesis.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.
Begoña
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