"Pienso en lo maravilloso que sería poder quedarme aquí para siempre. Las estanterías están atestadas de libros, queda suficiente comida en la despensa. Pero sé muy bien que éste es sólo un lugar de paso" (Haruki Murakami, Kafka en la orilla)
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española recoge quince acepciones del vocablo 'reserva'. La primera de ellas lo define como "guarda o custodia que se hace de algo, o prevención de ello para que sirva a su tiempo". Resulta curioso comprobar cómo en el léxico económico financiero es un término de uso, más que común, frecuente. La imaginación juega en ocasiones muy malas pasadas: tanto es así que cuando por primera vez me acerqué a este lenguaje no puede evitar concebir las reservas como una gran despensa.
Hoy la cuestión gira en torno a las reservas, que, en el fondo, no dejan de ser una despensa hipertrofiada a veces y anoréxica la mayor parte de las ocasiones. Pero no hablaré de gastronomía. Reconduciré el rumbo del discurso: el tema de hoy guarda una estrecha relación con el de ayer. De hecho, como se recordará, el tercer gran bloque de la balanza de pagos estaba constituido por la subbalanza de cuenta financiera. Esta subbalanza refleja lo siguiente: si España exporta o importa acciones u otros títulos a cambio de divisas extranjeras, estas exportaciones o importaciones se considerarán como pagos o ingresos.
Dentro de la subbalanza por cuenta financiera hay una partida que se conoce con el nombre de "Variación de reservas", lugar común -o sea, tópico- en el que converge el tertuliano medio. Pero, ¿qué se recoge exactamente bajo esta rúbrica? Grosso modo, cabría apuntar que las reservas conforman las posesiones de divisas que posee un país, así como otros activos que pueden ser utilizados para satisfacer las demandas de divisas, y que sitúan al país como acreedor frente al exterior, en la medida en que suponen activos frente al resto del mundo. La cuenta 'variación de reservas' se hace cargo, por tanto, de los incrementos o disminuciones netos de moneda extranjera y otros activos.
El carácter regulador de la cuenta es incuestionable: su cuantía debe ser tal que equilibre la balanza de pagos, esto es, consiga que su saldo sea nulo. Como señala F. Mochón "si para que cuadre la balanza de pagos, la magnitud de esta partida hay que anotarla en la columna de variación de pasivos (ingresos) significa que el país está endeudado con el exterior por el montante de la variación neta de reserva de divisas. Si, por el contrario, para que cuadre la balanza de pagos la variación neta hay que introducirla en la columna de variación de activos (gastos), significa que el pís en cuestión es acreedor por el montante de la variación neta."
Un ejemplo sencillo clarificará esta idea: si un fabricante de calzado exporta a los EEUU mercancías por valor de 10.000 euros en la balanza por cuenta corriente se contabilizará un ingreso de 10.000 euros. Como la balanza de pagos se rige por el principio de partida doble todo ingreso ha de tener su correspondiente pago, la cuenta variación de reservas registrará un apunte contable de -10000 euros en concepto de compras de activos exteriores (dólares), lo que significa que el exportador recibió dólares que posteriormente convirtió en euros.
Una etapa más en la ardua ruta de la clarificación de conceptos. Aunque éste sólo sea un lugar de paso.
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