miércoles, 29 de febrero de 2012

Un mundo feliz

Es importante hacerlo

quiero que me relates
tu último optimismo
yo te ofrezco mi última
confianza

aunque sea un trueque
mínimo

debemos cotejarnos
estás sola
estoy solo
por algo somos prójimos

la soledad también
puede ser
una llama.

"Canje", Mario Benedetti

Cuando comencé mi andadura en el mundo de la educación, tuve que hacerme cargo de la docencia de la asignatura Ética de 4º ESO. Con la ingenuidad que proporcionaba la flamante y recién adquirida licenciatura en Filosofía, me propuse que mis alumnos leyeran esa obra perteneciente al subgénero de literatura de utopías llamada Un mundo feliz. Mi principiante y ambiciosa intención fue que mis alumnos reflexionaran sobre la deriva deshumanizadora a la que parecía (y parece, ay) abocado nuestro mundo. He de reconocer que siento debilidad por su autor y que La Isla, leída recientemente, me parece que debería ser de obligada, que no impuesta, lectura.



Mis entonces alumnos recurrieron al recién nacido Rincón del Vago con el expeditivo objetivo de pasar el trance airosos, sumiéndome en la más absoluta de las perplejidades y desilusiones. Mi inexperiencia me impedía advertir que el problema no residía tanto en mis alumnos, sino en mi propia incapacidad para establecer objetivos realistas y adecuados al público al que me dirigía. Un mundo feliz encierra demasiadas potencialidades para ser perfectamente comprendida por el alumno medio de 4º de ESO y, por otro lado, adelantar (o incluso obligar a probar) manjares a paladares que no están aún preparados para su degustación resulta siempre contraproducente.

Te imagino, querido lector, preguntándote a dónde quiero ir a paarar con la alusión a este libro y con mi particular batallita de principiante: una nueva visita al mundo feliz y de una manera poco ortodoxa. El otro día, recibí una invitación vía facebook (véase marketing viral) a unirme a una red de personas interesadas en la práctica del trueque. Quien cursaba la invitación describía esta forma de intercambio como un retorno a los orígenes: una suerte de mundo feliz en el que la codicia y la avaricia generadas por la aparición del dinero y los mercados financieros iban a ser erradicadas. Este mundo feliz alcanzado por obra y gracia del trueque se sitúa en las antípodas del mundo feliz de Huxley.

Tal vez convenga, sin embargo, comenzar definiendo qué se entiende por trueque. Según el DRAE es "el intercambio de bienes y servicios, sin mediar la intervención del dinero". Mis alumnos de 1º de Bachillerato han estudiado que esa forma de intercambio presenta dos problemas que lo convierten en un método ineficiente. Por un lado, para que sea posible el trueque tiene que existir lo que se ha dado en llamar "confluencia de necesidades"; si yo necesito un corte de pelo y soy zapatero, deberé encontrar a un peluquero que desee zapatos, búsqueda que supondrá costes de información. Una vez encontrado el peluquero sin zapatos deberemos acordar la tasa de intercambio, esto es, a cuántos cortes de pelo equivalen esos zapatos, lo que requiere un proceso de negociación con sus correspondientes costes. La moraleja que los manuales de economía extraen es que una economía monetaria supone básicamente un ahorro de todos estos costes. Un mundo más eficiente y tal vez más feliz o, al menos, con más tiempo disponible para buscar la felicidad.

He de admitir que, cuando al buscar documentación para esta entrada, di con el, como poco interesante, documental argentino siguiente no pude menos que pensar que tal vez, sólo tal vez, los manuales de economía no estaban totalmente en lo cierto. ¿Es el trueque la antesala de un mundo -al menos- más feliz? Quizás la felicidad requiera "un trueque mínimo". Always Benedetti.


domingo, 26 de febrero de 2012

Un tranvía llamado deseo

"En última instancia, lo que amamos es nuestro deseo, no lo deseado" Friedrich Nietzsche
"Juegas tú... ¿o juegan contigo?" Slogan ideado por Isaías Cruz, recordado y brillante ex-alumno, y ganador del concurso escolar organizado por la Asociación de Ludópatas Aralar

Tempus fugit, reza el tópico virgiliano. Varias
entradas atrás, incluso varios años atrás, ay, hablaba en un post del supuesto de la racionalidad del consumidor. Entre las primeras lecciones de economía que reciben los principiantes de 1º de Bachillerato está la idea de que la teoría económica estándar, si es que existe tal entidad, se basa en la premisa de que el consumidor es racional. Tal presupuesto ha sido objeto de reiterados debates. El penúltimo, de la mano de Dan Ariely, con Predictably Irrational, traducido al español bajo el sugerente título de las "trampas del deseo". El autor, economista en el MIT, llega a afirmar que "una vida con menos normas de mercado y más normas sociales sería más satisfactoria, creativa, plena y divertida".

Este libro resulta ser, además, un buen ejemplo de mestizaje disciplinar; su objeto de estudio caería en lo que se ha dado en llamar behavioral economics, esto es, economía del comportamiento, que viene a ser el estudio, mediante experimentos, de lo que la gente de hecho hace cuando compra, vende, cambia de trabajo desea o toma otras decisiones en su vida cotidiana.

Para abrir el apetito lector, les invito a ver el programa que Eduard Punset dedicó a Ariely. De nuevo, el interrogante de mi ex-alumno: ¿juegas tú?.... o ¿juegan contigo?



































miércoles, 22 de febrero de 2012

Pi: fe en el caos.

"Las matemáticas poseen no sólo la verdad, sino cierta belleza suprema. Una belleza fría y austera, como la de una escultura" (Bertrand Russell)




Tal vez fuera Platón uno de los primeros en relacionar las ideas de Bien, Verdad y Belleza. Es reconfortante comprobar que 25 siglos después, los seres humanos sigamos indagando en los mismos interrogantes. Daren Aronofsky, famoso director, conocido por otro cisne negro, plantea en Pi: fe en el caos . El personaje principal de la película, Max Cohen afirma: "reitero mis sospechas. 1. Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza. 2. Todo lo que nos rodea se puede representar y entender mediante números. 3. Si se hace un gráfico con los números de un sistema se forman modelos. Estos modelos están por todas partes de la naturaleza."

Max considera que cualquier sistema complejo está constituido por un mismo patrón numérico universal y trata de descubrirlo a partir de algo tan esencialmente azaroso como las fluctuaciones de la bolsa de valores. El conocimiento del ansiado patrón le permitiría conocer los arcanos más intrincados del universo: desde el porqué de la caída de una hoja hasta la propia existencia humana.


No es de extrañar por tanto que al leer este artículo, me viniera a las mientes el argumento de la película Pi. ¿La belleza de la destrucción?

lunes, 20 de febrero de 2012

La conjura de los necios

"Cuando Fortuna hace girar su rueda hacia abajo, vete al cine y disfruta más de la vida". Ignatius estaba a punto de decirse esto, cuando recordó que iba al cine casi todas las noches, girase como girase la rueda de la Fortuna. (John Kennedy Toole. La conjura de los necios)


Ignatius Reilly se ha ganado una hornacina en mi santoral literario en justo pago por las carcajadas suscitadas. El personaje protagonista de la novela póstuma de J.K. Toole, La conjura de los necios, suele ser descrito como el correlato obeso, proclive a la gula, vago redomado y socialmente inadaptado, de nuestro don Quijote de la Mancha. Hay quien considera este relato como una obra menor; pero tal vez la catalogación derive del hecho de que todo aquello que se presenta bajo el disfraz de la comicidad es juzgado con la etiqueta de simple (el adjetivo no es accidental) divertimento. Las profundas raíces de esta subordinación de lo cómico a lo dramático fueron abordadas por Umberto Eco en El nombre de la rosa; de hecho, la trama encuentra su explicación final en las implicaciones de la risa. No hace mucho aseguraba que el tema de la risa iba a ser el objeto de su último libro. Ojalá que así sea.

Con la venia de Eco, quisiera añadir que la sátira no deja de ser una de las rostros de la medusa de la crítica, si no la más punzante y atrevida. En esta línea, el libro de Toole representa uno de los dardos más chispeantemente envenenados contra el american way of life, o, mejor dicho, contra nuestro modo de vida actual.

Esta querencia indisimulada por lo mordaz ha hecho del programa Salvados uno de mis favoritos de entre la parrilla televisiva actual. Mientras veía el 18 de diciembre del año pasado a Jordi Evole, su presentador, entrevistar a Josef Ajram, el fantasma de Ignatius compareció ante mí. ¿Estamos ante una (verdadera) conjura de los necios? Juzguen por ustedes mismos.


lunes, 13 de febrero de 2012

Robinson Crusoe

Pero, ¿por qué había de preocuparme el mucho tiempo que consumían estas cosas? Bien claro estaba que me sobraba tiempo, y si mis trabajos hubieran terminado antes me habría quedado sin saber qué hacer, salvo explorar la isla en busca de alimento, cosa que llevaba a cabo casi diariamente. Daniel Defoe, Robinson Crusoe.


Pertenezco a una de esas generaciones consumidoras de grandes clásicos adaptados. Una forma quizás poco ortodoxa de acercarse a la literatura, pero, en algunos casos (no sé si en el mío) eficaz, si por eficacia se entiende, como mis alumnos de 2º de Bachillerato saben, la acción de conseguir los objetivos que alguien se ha propuesto.

Entre mis clásicos adaptados favoritos se encontraba la versión del náufrago más famoso de la historia, Robinson Crusoe. Todo un maestro de la eficiencia y de la eficacia, conceptos que van a ser examinados en esta entrada.

Todo buen análisis ha de partir de la comprensión de los conceptos que constituyen su objeto. Así, según la RAE, se entiende por 'eficiencia' la "capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado"; y por 'eficacia' la "capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera'. Parece evidente que ambos principios han de regir el quehacer económico, aunque el primer concepto ponga el acento en los medios y el segundo en los fines. Llegados a este punto, y admitiendo que tanto eficiencia como eficacia resultan vitales para la supervivencia de una empresa, cabría, sin embargo, plantearse cuál debe ser prioritaria.


Se atribuye erróneamente a Nicolás Maquiavelo la lapidaria y habitualmente malinterpretada frase de que "el fin justifica los medios". Inciso: siempre me ha parecido interesante rastrear el origen de estas falsas atribuciones de paternidad a determinadas sentencias. Tal vez lo haga con mis alumnos de Literatura Universal. Esta afirmación, que podría colegirse tras una lectura de El príncipe, podría ser asumida -con matices- por Peter Drucker, nuestro gigante de hoy, a la hora de abordar la cuestión de la eficiencia y la eficacia. "Efficiency is doing things right; effectiveness is doing the right things" afirma Drucker.

La tesis de este autor inclina la balanza hacia la eficacia "La eficacia es un requisito del éxito, la eficiencia es una condición mínima para sobrevivir después de que se ha alcanzando el éxito". Es decir, en el mundo empresarial la eficacia deviene imprescindible.

Ser eficaz conlleva el establecimiento de fines y objetivos, así como de las tareas necesarias para su consecución y su priorización. Asimismo, implica que aquello que se lleva a cabo es viable y no se aleja del fin último. De ahí que no tenga sentido hablar de eficiencia -optimización de los medios- si no es en relación con el logro de un fin.

No se trata de una simple cuestión terminológica o semántica. Y pondré un ejemplo. A día de hoy es frecuente escuchar en diferentes foros que debe examinarse la eficiencia del sector público; sin embargo, no lo es tanto el plantearse la cuestión de su eficacia. Ambas perspectivas llevan a emprender caminos y llegar a conclusiones más o menos estrechas de miras. Se abre la veda para el debate. Como Robinson, tenemos tiempo.



























sábado, 11 de febrero de 2012

La mirada de Ulises

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca

debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,

ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta

si tu pensamiento es elevado, si una exquisita

emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes

y el feroz Posidón no podrán encontrarte

si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,

si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,

que sean muchos los días de verano;

que te vean arribar con gozo, alegremente,

a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,

y comprar unas bellas mercancías:

madreperlas, coral, ébano, y ámbar,

y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto

para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años,

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,

rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ellas, jamás habrías partido;

mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,

sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.. (Kavafis)

En ocasiones, resulta difícil el regreso a Ítaca; en ocasiones, los ruegos son escuchados y en ocasiones, el viaje está plagado de peripecias y de experiencias. Personales y económicas. Y de estas últimas quiero hablar en este retorno a mi ítaca particular. Mis alumnos de 1º Bachillerato, principiantes con 3 meses de viaje, han compartido ya algunas de esas zozobras en forma de cifras macroeconómicas. Pero tal vez no convenga empañar la alegría de la vuelta con el recuerdo de lestrigones o cíclopes, sino recordar lo aprendido. De los que saben.

Argos siempre estuvo aquí.